LA OTRA IZQUIERDA

Entrevista a Conrado Ramos. Foto: Guillermo Rodriguez

Ex-subdirector de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto durante la administración Vázquez, el doctor en Ciencia Política Conrado Ramos completó un periplo político al integrar, como candidato a la vicepresidencia, la fórmula del Partido Independiente que encabeza Pablo Mieres; Ramos será el primer suplente de Mieres en el Senado, si es que el PI logra esa banca. Sus propuestas, convicciones y análisis tienen un fuerte componente de crítica hacia el Frente Amplio y en particular su candidato Tabaré Vázquez. En entrevista con Sala de Redacción, el candidato a vicepresidente habló de los motivos por los que se alejó del Frente Amplio (FA), sus diferencias con el gobierno y los motivos que hacen del Partido Independiente (PI), una alternativa de izquierda. Lo que sigue es parte del diálogo:
¿Qué valoración hacía del PI antes de unirse a él?
-Era un partido pequeño, y no entendía porque no estaba en el FA. Cuando tuve los encontronazos y discrepancias con el gobierno [de Vázquez] no me sentí respaldado en absoluto por mis compañeros del FA, y lo digo con un dolor tremendo, pero creo que me fui dignamente. No tenía respaldos políticos ni los quise tener. Me decían: “Si no te metes en una fracción del Frente… los independientes duran lo que duran”.
Me rebelé, ¿por qué me tenía que meter en una fracción del Frente para poder trabajar? Y bueno, así me fue, eso me dio una lección importantísima. Luego, cuando me empezaron a perseguir ya fue más seria la cosa. ¿Qué nos está pasando que estamos todos tan callados y nos bancamos lo que sea? Como lo que está haciendo Constanza [Moreira] ahora. Entonces no me sentí más parte de esa comunidad política, que no es solamente una comunidad ideológica, es una comunidad de compañeros. Son contados con los dedos los que me manifestaron su apoyo y cariño más allá de que estuvieran de acuerdo o no con mis opciones. Fue el PI y Mieres que dijeron: “Lo que está haciendo el gobierno es una persecución política”. Ahí encontré un partido que me dio respaldo; un día, en un congreso de Ciencias Políticas en España, Mieres me invita a almorzar y me dice: “Conrado, nos gustaría que entraras, pedinos lo que quieras”, pero no les pedí nada. Lo que sí dije es que yo era una persona de izquierda e iba a mantener mis convicciones. Y Pablo me dijo: “Nosotros nos estamos manifestando y queremos constituirnos como la otra izquierda”. Esto terminó desembocando en que me hayan ofrecido una candidatura a la vicepresidencia, lo que es una irresponsabilidad [Risas].
Creo realmente que están jugándose ,y por eso la molestia de [el ex presidente, Tabaré] Vázquez con Mieres, porque no quiere que se le escapen votos por ese lado. Ahí hay una reafirmación de las convicciones de izquierda liberal. Por esto dan cabida a tipos como yo, que tengo una visión a favor de las políticas inclusivas, y quiero y estoy a favor de la despenalización del aborto, la legalización de la marihuana, la cuotificación en temas de género.
-El PI se postula como la otra izquierda. ¿Qué tiene de otra?
-No es fácil, porque implica que te digan: ¿qué tenés de otra?. Y, no soy de derecha, porque no estoy por una mayor represión y sí por una mayor profesionalización. No estoy por un tema de intervención del Estado en las cuestiones de valores individuales, no estoy por un Estado mínimo, temas suficientes para diferenciarnos de la derecha, aún de la derecha aggiornada. Pero tampoco soy una izquierda radical; lo que veo es que el camino de países como el nuestro es el de un capitalismo humanizado, y que nos permita prendernos en cadenas globales en una mejor posición. No veo que socializar los medios de producción y toda la ideología socialista “dura” sea el camino de desarrollo. Por esto me defino como social- demócrata. He escuchado a Constanza decir:  “yo no quiero un Estado policíaco, sino un Estado de bienestar fuerte”. Yo quiero exactamente lo mismo, capaz que por otros medios. Además hay que promover determinadas cadenas productivas, a partir de las cuales la gente se perfeccione y se le exija más, y por las que pagar buenos sueldos sea negocio. No es menor que muchos analistas digan que el año que viene tendrá que hacerse un pequeño ajuste fiscal; ¿no habremos desaprovechado los mejores años? Hay cuentas bastante deficitarias. Para pagar las jubilaciones Rentas Generales da 5,5 % del PBI (Producto Bruto Interno). El Estado recauda un 30%, 5.5 se van en jubilaciones, 2,5 en intereses de deuda, 8 puntos del PBI los cobraste y los tiraste, te queda 22% y de eso tenés que financiar un aparato grande, con muy poco margen para inversiones. No hay que descansarse y decir vamos bárbaro, claro que no se puede pedir eso a un candidato a esta altura.
-La página del partido explica que su unión al PI es una forma de reforzar su convicción socialdemócrata, ¿Considera que el FA no está cumpliendo con esa condición?
-El FA está inmerso en un montón de contradicciones. Hay dos bloques, por lo menos, que se expresan en luchas internas, cada fracción se está arrancando la cabeza una a la otra. Eso les está haciendo perder claridad estratégica y la visión de hacia dónde van. Más allá de que el vazquismo ahora se esté planteando como una restauración: ‘Ahora venimos a sacar los males que hizo este último gobierno y vamos a restaurar el gobierno más técnico y de saber hacia dónde vamos’. Creo que eso es una contradicción que el FA está sufriendo, y que tiene cuestiones que no son de izquierda y menos de izquierda socialdemócrata y liberal.
Las cosas que no se están definiendo como de izquierda son varias. El abandono de las banderas meritocráticas es un problema. Los cargos en las oficinas públicas deberían ser para el que mayores méritos tiene. No estar a tono te mina el proyecto de izquierda social demócrata. En materia de seguridad ciudadana no veo muy bien si se va hacia algo más conservador o hacia algo más progresista. Me pregunto por qué no se implementa más la ley de humanización carcelaria que fue un excelente instrumento, bastardeado, falseando las cifras de reinserción. Entonces la política del FA ¿es realmente una política progresista y humanista? ¿O de manera populista le está siguiendo el cuento a la derecha?
Esto no quiere decir no prevenir, no combatir el delito con una policía profesional coordinada con un Ministerio de Justicia, que se debería crear, aunque claro no se hace porque es mala palabra de la dictadura. Una profesionalización de las fiscalías y una reforma del Código Penal y de Proceso Penal. Profesionalizar y combatir el delito no quiere decir no tener una política de humanización carcelaria. Este discurso desapareció del mapa y yo lo estoy reivindicando desde el PI. ¿No genera votos? No nos voten.
Cambiar la matriz productiva es otro debe. Este país -lo está diciendo Larrañaga, lo que es irónico- ha acumulado más capital, tal como lo dicen los economistas de Constanza Moreira ,y yo estoy de acuerdo, basado en una primarización de las exportaciones y no cambiamos la matriz de producción. En lo que diferimos con ella es en cómo cambiar la matriz. Obviamente no voy a estar de acuerdo con sus economistas en que hay que redistribuir sin crear genuina productividad en nuestras empresas públicas y privadas. La falta de profesionalización y organización del trabajo en materia de cadenas productivas, de coordinación de organismos estatales y agentes privados para impulsar el desarrollo de determinadas cadenas, hace que no estemos siendo exitosos. Lo mismo pasa con las empresas públicas y los excesivos costos que tienen para mantener una burocracia política y sindical. Esto que estoy diciendo es de izquierda y el FA esta mareado en este aspecto porque es un partido de masas y tiene las contradicciones de los distintos grupos. No he leído su programa pero me voy a deleitar viendo cuán lavado está para poder tener los acuerdos necesarios de las distintas fracciones. Dirán que pasa lo mismo al leer el programa del PI. Todos los programas son débiles. El tema Reforma del Estado desapareció del programa del FA, cuando era la madre de todas las reformas. El cambio de matriz productiva, que es lo que te puede hacer crecer y ofrecer empleos de calidad a la gente, porque siempre repito que la plata algún día se acaba. No es que no esté apoyando los sistemas de asistencia a la pobreza extrema para sacar a la gente de la línea de pobreza. Yo apoyé el IRPF, el FONASA, las asignaciones familiares; con eso movimos un poquito el índice de inequidad, pero la mejor forma de moverlo es con empleos de mayor calidad y políticas sociales universales. Y que los programas focalizados y asistencialistas duren lo que tienen que durar. El FA no está hablando en voz alta de esto, quizá porque lo siente como un déficit.
-Estas cosas se manejaban antes de que el FA fuera gobierno, ¿Cree que cambió cuando llegó al poder?
-Es increíble que tengamos que decir esto en 2014, cuando lo decíamos en 2004. Claro que no es lo mismo ser gobierno que ser un partido de la oposición. El costo de gobernar es un costo caro, por eso la democracia se basa en un sistema de rotación. En algo el FA ha cambiado mucho, y es que antes todos nos erizábamos cuando la negra Sosa cantaba “cambia todo cambia”, y ahora el discurso de Vázquez es que las cosas no tienen que cambiar.
Pero también creo que llegar a los puestos públicos produce en los partidos políticos, como le pasó al PSOE en España o al PT en Brasil, una especie de achanchamiento porque se empiezan a repartir los cargos. Hay jerarcas que entraron con la Intendencia en el 90 y siguen trabajando hasta hoy en día sin saber qué es no tener un puesto entregado por confianza política, más allá de cómo haya sido su gestión. Esto produce aprendizajes, pero también produce inercias y patologías con el uso del poder. No es fácil para la gente decir lo que piensa independientemente de que su líder lo autorice o no. Eso yo lo pensé para entrar en política, y el día que no lo pueda hacer más la dejo. Yo no vivo de la política, y no digo que la política no deba profesionalizarse. Pero cuando estás en un partido político y tu familia depende de ello, es difícil mantener tus convicciones.
-El partido Independiente no corre ese riesgo porque está un poco lejos de ser gobierno…
-(Risas) Ojala lo corramos algún día y ahí se verá. Creo que hay espacio para instalar un cuarto partido en el Uruguay. Estaríamos dentro del multipartidismo moderado con posibilidad de alianzas que hace una gobernabilidad del sistema.














Entrevista a Conrado Ramos. Foto: Guillermo Rodriguez

 
Usted entró en la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP) cuando ésta tenía la responsabilidad de llevar a cabo la reforma del Estado. ¿Cómo ve el PI el tema de Reforma de Estado?
-Cuando yo estuve encargado, en el gobierno de Tabaré, del tema reforma de Estado, junto a [Enrique] Rubio, que era el director y yo el sub director; estaba encargado sobre todo del componente técnico. Entrabamos con casi dos años y medio de gobierno y la ley de Presupuesto, ley madre en un gobierno organizado, ya había planteado las grandes reformas y las asignaciones presupuestales. En un gobierno no organizado pueden aparecer los Anteles Arena por todos lados. Cuando Tabaré le quiere dar el impulso a la reforma del Estado llegamos nosotros sin margen presupuestal para hacer algo grande. Hicimos lo que pudimos con lo que teníamos. Luego, con Mujica, cuando vi que esto iba a quedar en un tema más declarativo que de propuestas concretas, di un paso al costado.
Desde el PI lo vemos como un tema transversal. La reforma de Estado puede verse desde muchos niveles, puede referirse a qué modelo de desarrollo quiero, o desde el punto de vista institucional que tipo de instituciones y de sector público son necesarias para llevar a cabo ese modelo. Esas son reformas de nivel medio, pero hay reformas más micro, de modernización de la gestión pública, que son las que alimentan los otros tipos de reformas. Si no cambiás la forma de gestionar los asuntos públicos, por más buenas intenciones que tengas en los otros niveles, no tenés la capacidad de implementarlas. Además en el diseño de políticas, los liderazgos políticos deben poder involucrarse y convencer a la sociedad civil, darle un lenguaje para que se entienda qué es reforma del Estado. Deben conseguirse acuerdos con el Parlamento, porque si te la tranca no sale; acuerdos con el empresariado, los sindicatos, los ministros. Acuerdos con los directores de las empresas públicas, porque pueden ser necesarias obras de infraestructura, etc. Debe haber una negociación cerradísima entre el ministerio de Economía, Presidencia, OPP, y Servicio Civil, para que no haya fisuras y todos vayan para el mismo lado. Todas estas son negociaciones indispensables, y requiere debajo un sustento de profesionalización de la gestión con los mejores técnicos. Esta pata de modernización de la gestión pública, que parece de tecnócratas que van a dominar a los políticos, no es así. Si vos sos un buen político y estas bien organizado te es mucho más fácil controlar la gestión. La visión que yo tenía de reformar el Estado era muy distinta a la de las autoridades de aquel momento. No está cerrado esto a nivel de gobierno. Por eso no digo que sea todo negro, pero el tema de modernización de la gestión y profesionalización de la política -o sea: no repartir todos los cargos políticamente- eso, eso no se está hablando en este país, nadie dice: perdonen muchachos, pero no tengo laburo para todos ustedes, alguno después de la campaña, si bien me ayudaron pila, salgan a laburar. O cambiemos el sistema de financiación de los partidos, pidamos a la sociedad más plata por voto y banquemos a nuestros militantes como profesionales del partido, como hacen países desarrollados. Son problemas gordos que tienen que ver con los incentivos que tiene el sistema político para la reforma. Hay que convencer a los políticos de que vale la pena instalar este problema en la agenda y discutirlo, si bien es un tema que viene siendo borrado. El PI me respalda con esto, y no creo que sea un tema a solucionar, como ha planteado el partido Nacional, reduciendo los cargos de confianza, porque no pasa sólo por ahí. Uruguay no está pronto para eliminar del todo los cargos de este tipo.
-Mucho de lo que nombró, como la profesionalización de la gestión fueron críticas que le hizo al nuevo estatuto del funcionario público, ¿Cómo lo evaluaría?
-Mismo perro con diferente collar. Muchas leyes implican consultas, estudios, pero para sacar el estatuto le preguntan a tres técnicos, cuatro contadores y dos abogados, y listo. Las autoridades por lo general no tienen ni idea de lo que es el servicio civil. Hay una concepción parecida a la de otros países latinoamericanos: nosotros somos muy formalistas pero después no le damos pelota a lo formal. Hay que ponerles las riendas a estos funcionarios públicos que no vienen a trabajar, pero: qué carajo hacen, ese es otro problema. En el estatuto no hay protecciones para aquellos que filtran informaciones a la prensa o al Parlamento cuando un superior está haciendo algo indebido. En otros países estas filtraciones están protegidas. Acá las protecciones están muy marcadas a nivel sindical, pero no en el concepto de servidor público. La forma en que se estructura el estatuto es atrasada. Distingue entre el que tiene cuatro años de formación y el que tiene cinco. Luego aparecen los niveles administrativos, de oficio y servicios generales. De repente el técnico aporta más con su tarea, pero el grueso del salario va a estar dado por la corporación a la que perteneces y otra partecita va a estar dada por tu ocupación, que decidirán un grupo de sabios, de la OPP, de Servicio Civil y Contaduría General de la Nación, que son los mismos contadores y abogados que trabajan hace treinta años ahí, que van a decidir a qué le llaman una ocupación y cuánto se va a pagar. Ese es un gran misterio, uno de lo paquetitos que Mujica le dejó al gobierno que viene. La base del salario debería estar dado por la ocupación y discutido públicamente; pero se hace todo a oscuras. Falta disposición política para ponerse a aprender sobre estas cosas, somos bastantes lentitos. Claro que si vos jerarca me ponés a un político que no tiene la menor idea de esto, van a venir tipos como nosotros, los que estábamos en la OPP, a decir: usted tiene que avanzar en una planificación estratégica; y él va a decir: estos tipos me están haciendo perder el tiempo, porque yo tengo que asesorar al Ministro por confianza política y decirle: mirá, éste te quiere joder por acá o por allá, que es lo que les gusta y saben hacer. Hay que poner personas a nivel político que sepan de política, y a nivel técnico profesionales que asesoren a los políticos. Para eso hay que terminar con el sistema de cuoteo, con que cada político lleve toda su baracutanga. Hay un montón de gente que piensa como yo en esto. Dentro del Frente Amplio, si querés hablar de estos temas, lo borran porque el partido siente que no avanzó y lo evaden. Fue lo que me pasó con Tabaré Vázquez, dije: tenemos que hacer algo y ahí me arrancaron la cabeza. Alguien lo asesoró en Presidencia y dijo: éste te armó un flanco que va a usar la derecha. Me castigaron, ahora lo puedo decir tranquilo, pero qué pasa que no hay más gente que lo esté diciendo, porque hay muchos que están demandando estos cambios. Hay que crear enseñanza sobre la relación entre servicio civil y la política. En la escuela de gobierno del Parlamento se enseñan alguna de estas cosas, yo doy un curso ahí, pero por lo general los parlamentarios mandan a gurises a que aprendan. Por lo menos se están formando futuros cuadros.
-¿Cómo ve al PI en los próximos cinco años?
-Creciendo. El rol que la ciudadanía le destine en estas elecciones es básico para el partido. Mieres lo dijo en un reportaje, las opciones son un gobierno de coparticipación en caso de que no haya mayorías absolutas, y si hay mayorías absolutas no se necesita al PI, porque querría decir que no nos fue muy bien en la votación. Seguiríamos influyendo pero no seríamos un actor de peso. Si la ciudadanía entiende que somos un voto útil, podrán darse acuerdos programáticos con quien ocupe los cargos de gobierno; o si no,  acuerdos más puntuales dependiendo de las leyes que se requieran aprobar o no. Nuestras aspiraciones son ir por todo lo que se pueda, el PI tiene gente preparada y tiene la oportunidad de mostrarle a la ciudadanía que no son sólo unos tipos seriecitos sino que tienen capacidad de gestión y de hacer propuestas. Una de las cosas que a mi me encantaría y lo pusimos en el programa del partido es que el Parlamento tenga una unidad de auditoría de los indicadores del Ejecutivo, y serviría para que los parlamentarios entiendan, cuando llega el Presupuesto, qué es lo que está viniendo, que no solo se diga cuánto se gastó en recursos humanos, sino qué se hizo con la plata. Yo lo veo al PI en ese tipo de tareas, bien remangado, dando gobernabilidad. Es como decir: tus propias contradicciones internas no te permiten proponer esto, bueno usame a mí como excusa. A partir de ésto, ir creciendo en la medida que los parlamentarios puedan demostrar su capacidad. Si nos hacemos presentes en decisiones importantes y nos hacemos conocer, la ciudadanía nos va a empezar a elegir.
-La campaña política ¿cómo la evalúa?
-En la campaña hay que hacer un esfuerzo bárbaro, por dos cosas: una es debatir, porque debate no hay. Nosotros queremos debatir con todo el mundo porque nos conviene, ¿qué tenemos para perder? Podemos demostrar que somos buenos en algunas áreas. Ojalá que se instale un debate programático, porque si no empezamos a caer bajo. Firmás un acuerdo y al otro día ya estás cayendo bajo. Eso hace muy mal, sobre todo para la juventud, que deja de creer en la política. Si eso pasa, estaríamos fracasando los que cumplimos un rol político porque no estaríamos siendo atractivos. Creo que los candidatos van a apuntar a matar, pero la gente está esperando otra cosa. Al PI lo que le queda en la campaña es instalar cuatro o cinco temas y que la gente nos asocie con las propuestas. Hay que tener, también, la inteligencia de no colmarle la paciencia a la gente, está bueno que se hable de política y que la gente se interese, pero yo nunca voy a entender mucho el efecto cartelería. A mí no me mueve un pelo. Nosotros vamos a sacar unos carteles y nos sacamos medio figureti unas fotos ahí, pero yo espero que sea puntual como para que digan ‘ah mirá quién es’. Una vez que la figura está instalada no hay que abusar.
-¿Sí o no a la baja de la edad de imputabilidad?
-No, claro. Si no seriamos derecha. Está estudiado científicamente que esto no funciona. Yo hice consultorías para el SIRPA, el problema es que estamos a años luz de tener un sistema que rehabilite. Mientras menos rehabilitemos más presión de la sociedad va a haber. Tiene que haber profesionales de la rehabiitación y lo primero es sacar esto del Ministerio del Interior que no tiene nada que ver. Vamos a jugar en serio a las políticas humanistas e inclusivas, si no lo de la izquierda es cuento
María Florencia Cremonese

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