19 Marcha del Silencio. Foto: Valentina Troisi.

Estoy en la plaza de Jackson y Rivera, son las 6 y media. Ya oscureció. Mucha gente. Jóvenes reparten marcalibros con la consigna: “¿Por qué el silencio?, ¿dónde están?” Un puesto de garrapiñada entre bicis, cigarros y tabacos, acompaña la espera.
Me pongo a caminar tratando de escuchar qué murmuran los reunidos. “Esto es algo simbólico, algo cultural”, escucho de una mujer; de otros risas, y de algunos, el silencio, solo miradas.
Son las siete menos diez y comienzan a caminar. Se dirigen a 18 de julio. Se hizo el silencio, comienza la marcha.
Los que acompañan el sentimiento dejan pasar a los Familiares, uno por uno, una fila de fotografías a lo alto guían las miradas de los transeúntes. Me guían a mí también y me corre un sentimiento desconocido. Es la marcha, el silencio, las fotografías, son los rostros de esos familiares y del pueblo que me hacen sentir que estoy aquí y sólo aquí. A la vez me pregunto qué sentimientos les corre a ellos. No lo sé.
Entre pasos, miradas y roces. alcanzo a leer “Salú familiares”. Otro sentir más, es mi primera vez en la marcha.
“Torturados y asesinados”, se entrevé mientras los carteles de “Justicia” avanzan. Todos hacia adelante, nadie se detiene. Todos se acompañan.
Me acerco al comienzo de la multitud. Manos que se agarran con fuerza rodean las fotografías de los desaparecidos y a los familiares, casi todos jóvenes.
Silencio, solo silencio es lo que hay. Las personas en las veredas, expectantes.
Siguen avanzando de a poco, están por llegar a la facultad de Derecho. Llegamos, una pancarta con las palabras “Derecho presente” y alrededor de 100 personas en las escalinatas espera el paso de los caminantes. Sigue el reparto de los marcalibros; cada quién, uno por uno, recibe este obsequio o este recuerdo.
Comienza a chispear, se abre algún que otro paraguas. Pero todo continúa.
Grandes comercios bien iluminados están abiertos pero vacíos, los trabajadores miran. Respeto solemne.
Entre los espectadores de las veredas veo a una señora con la bandera uruguaya, la única que ví. Se une a la marcha. Sigo caminando, otra bandera más: “Libertad o muerte”, y ahí va. Parecía que estuvieran programadas, ubicadas estratégicamente para mis ojos. Primero una, después la otra, prontas para unirse al pueblo.
Ahora llegamos al Banco República, otra gran pancarta “Basta de tortura, ayer y hoy” del Plenario Memoria y Justicia. Subo las escaleras y miro hacia atrás. 18 de julio ya no es la que siempre veo, llena de personas apuradas, pechándose, ruidos, tránsito y yendo y viniendo en diferentes direcciones. Acá todos caminan en un mismo sentido. Es una multitud en silencio.
“¿Dónde están? ¿Por qué el silencio?”, es el cartelón que lidera la marcha.
Una voz comienza a hacerse eco por las calles, nombra a cada desaparecido y el pueblo responde a cada nombre ¡Presente!.
Entre un presente y otro, son escuchados todos los nombres de los desaparecidos hasta llegar a la plaza Libertad. Termina la lista, se abren los paraguas.
Aplausos, palmas que acompañan los rostros que están intactos. No puedo describir qué expresan. Ahora escuchamos el himno uruguayo, comienzan las voces a unirse en una sola, suave, bajito, entre algunos párpados que se cierran. Acompañan algunas personas el “tiranos temblad” con el puño cerrado en alto, con fuerza, sentido. Culmina el himno. Nuevamente los aplausos, se mantienen con el sonido de la lluvia.
Besos y abrazos dan por terminada la marcha. Se escuchan los murmullos de las voces, comienza el movimiento, no más silencio.
Alejandra Garmendia
 

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