Dentro de la cárcel clandestina de Estados Unidos en Abu Ghraib, Irak. AFP PHOTO/HO/SBS DATELINE

Todo está oscuro. Un hombre parado con los brazos alzados, capucha cubriendo su cabeza, cables conectados a sus extremidades y genitales, hace horas está en la misma posición. No se acuerda cuándo fue la última vez que durmió o que comió algo que no estuviera infestado por gusanos. Soldados le toman fotos mientras se ríen, como si fueran turistas. Es sólo otro día en Abu Ghraib.
En el año 2004 circularon fotografías que mostraban la vida cotidiana en la prisión de Abu Ghraib, en Irak, y generaron un escándalo mundial. Tomadas por los propios militares estadounidenses, las imágenes documentaban las violaciones a los derechos humanos a las que eran sometidos diariamente los detenidos en la cárcel.
En este centro como en los otros black sites (centros clandestinos de detención de la CIA) se aplican métodos de torturas a los presuntos terroristas. Los centros, que operaban fuera de cualquier jurisdicción y ley, comenzaron a funcionar como herramienta estadounidense cuando estos desataron su “Guerra contra el Terror” luego de los atentados del 11 de setiembre. Los black sites nutrían de prisioneros a la cárcel de Guantánamo. Hoy hay en esa cárcel 150 presos aproximadamente y se estima que pasaron 750 sospechosos de terrorismo.
A partir de Abu Ghraib, las denuncias sobre las torturas perpetradas en los black sites que ocurrían en distintas partes del globo comenzaron a multiplicarse.
A más de 10 años, un capítulo sin cerrar. A comienzos de abril de este año, el Senado estadounidense dio a conocer que tenía en su poder un informe de unas 6.300 páginas sobre la CIA y sus “métodos ampliados de interrogatorio”, lo que, según se dice, no es más que un eufemismo creado por la administración Bush para la palabra “tortura”.
El informe, del que aún se conoce muy poco, da cuenta además de que estos métodos no fueron tan productivos como se esperaba. La CIA engañó al gobierno en cuanto a la efectividad real de los procedimientos usados a la hora de recabar información de sus prisioneros. Los métodos eran usados, además, aún en aquellos que se demostraban cooperativos con sus interrogadores.
En entrevista con el portal de la Deutsche Welle, Barry Eisler, ex empleado de la CIA, opinó que el tiempo que puede pasar para que el informe del Senado estadounidense sea de público conocimiento es incierto: “Ese tipo de ocultamiento de información es típico de Estados Unidos actual, donde el Gobierno sabe cada vez más sobre los ciudadanos, pero los ciudadanos saben cada vez menos sobre su Gobierno”.
Seymour Hersh, periodista de investigación estadounidense y uno de los artífices en destapar lo que ocurría en Abu Ghraib, declaró consultado por la Deutsche Welle que en la actualidad los jóvenes en Estados Unidos ni siquiera saben qué ocurrió en Irak. “Por supuesto que se llevará a cabo algún tipo de informe oficial sobre Abu Ghraib, pero en cuanto a ‘aprender la lección’, se puede decir que Estados Unidos ha aprendido poco”.
En todo el mundo. Según el portal Telesur, un informe de la organización Iniciativa de la Sociedad para una Justicia Abierta (OSJI, por sus siglas en inglés), asegura que luego del año 2001, al menos 54 gobiernos consintieron, fueron cómplices o apoyaron a la CIA, sus prisiones y sus métodos de tortura. Lo hicieron ofreciendo sus aeropuertos y espacios aéreos, facilitando información o cediendo espacio en sus territorios para los black sites.
En 2005 el diario Washington Post reportó por primera vez la existencia de estos sitios en países europeos, como Polonia, Rumania y Lituania, a los cuales la CIA pagaba para instalar los centros. “Quartz”, el black site polaco, era el más importante de los creados luego de los atentados a las Torres Gemelas. Luego de la revelación, varias autoridades europeas y medios de prensa, incluido el Parlamento Europeo, confirmaron su existencia.
Al día de hoy los gobiernos de los países involucrados siguen reclamando respuestas. Pero se topan con un gran obstáculo: la información que les brinda la CIA se encuentra velada o modificada, o simplemente no les es provista.
“Sí creo que es tortura”. El método de tortura más conocido y utilizado por la CIA es el submarino. Al interrogado se lo sumerge en agua congelada o su propia orina hasta que confiese. Una variante incorpora la picana: mientras se hace el submarino, se le conectan cables que conduzcan electricidad a partes de su cuerpo, comúnmente los genitales.
En referencia al submarino, Barack Obama declaró en 2009: “sí creo que es tortura”. Fue la primera vez que el gobierno americano reconocía la calidad de tortura de sus métodos de interrogación.
Un exoficial de inteligencia del ejército estadounidense informó a Rolling Stone en 2004 que en Abu Ghraib el plan era “tratar a los detenidos como mierda hasta que vendan a su madre por una sábana, algo de comida en el piso y dormir un poco”.
Las consecuencias de las torturas no son menores. El New York Times informó en 2003 que 21 presos de la cárcel de Guantánamo habían tratado de suicidarse 32 veces y que a muchos más los trataron por depresión. Todo lo que había a su alcance servía: ahorcarse con sábanas, electrocutarse, tomar lavandina, cortarse las venas y con su propia sangre escribir mensajes en la pared. En 2012 ocurrió nuevamente. Durante el 2013 varios detenidos hicieron huelgas de hambre. Una de las más importantes involucró a 106 de 166 detenidos.
Luego de la asunción de su primer mandato, Obama canceló la política de interrogaciones en Guantánamo, donde se empleaban los mismos métodos que en Abu Ghraib y los demás centros de detención. Pero no hubo ningún tipo de juicio o condena a funcionarios de la administración Bush, ni tampoco se han cerrado Guantánamo y otras prisiones.
Rocío Castillo / Alejandra Garmendia

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