TURBANTES, ESTEREOTIPOS Y TERRORISMO
La semana pasada el blog de moda norteamericano “Four Pins”, publicó un artículo en el que retrata 20 formas en la que la moda masculina se parece al terrorismo y reproduce, mediante ejemplos como que el turbante esté de moda, a la perfección los estereotipos con los que en occidente se nos aproxima al fenómeno del terrorismo. Lo triste no es el artículo en sí, sino las ideas sobre “los terroristas” porque demonizan a colectivos, generan marginación y desparraman un halo discriminatorio sobre personas inocentes, por lo que confabulan, planean o hacen terceros.
El terrorismo irrumpió en la agenda mediática uruguaya cuando Mujica anunció su intención de refugiar en nuestro país a internos de “Guantánamo”. La noticia puso a organizaciones israelitas y a líderes opositores al gobierno a pedir explicaciones sobre el posible ingreso de estos “presos”, incluso Sergio Gorsi, en calidad de presidente del Comité Israelita, se dirigió al canciller Almagro para pedirle explicaciones sobre el caso. Su preocupación es lícita: el grupo fue acusado de terrorismo por el gobierno de Estados Unidos. Pero, a fin de cuentas: ¿qué es un terrorista?, y sobre todo, ¿quién te pone ese nombre?, son preguntas que pueden surgir a raíz de este tema.
El término es vasto y abierto, como impreciso y ambiguo; y aglutina en él a diversas organizaciones diseminadas por el globo. “Terrorismo”, según la Real Academia Española en su segunda acepción, es una “Sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror.” Este es el relato clásico sobre el fenómeno y este tipo de violencia se infunde a través de un coche bomba o mediante un atentado inesperable y aleatorio. Esto no es nuevo, es viejo como lo injusto y lo sabe cualquier persona que se sorprendió con los sucesos acontecidos en la AMIA. O que sintió la impotencia de que cientos de españoles murieran yendo al trabajo en un atentado cometido el once de marzo del año 2004.
Pero la segunda definición de la Real Academia (si bien más genérica) esboza una práctica significativa y habitual si se trata de tipificar terroristas en la actualidad. Puesto que evoca a una forma de dominación ejercida mediante el terror; y dominar mediante el terror, en el mundo contemporáneo, se vincula al abuso que se hace de la palabra en cadenas nacionales. Sea por portavoces del gobierno o por los medios de comunicación masivos, el abuso del término excita las emociones más oscuras y violentas de la gente. La palabra apunta a un otro, al que se le desconocen motivos al igual que contextos y se ha usado como justificativo para lanzar las peores calumnias y cometer infamias contra pueblos enteros.
En este sentido uno de los colectivos más lesionados por el peyorativo son los musulmanes.
El Arabista Martín Muñoz comentó para El País España, que a pesar de ser la religión más popular del mundo los musulmanes sufren este tipo de prejuicios, porque términos como “Terrorismo Islamico” o “Yihadista” los estigmatizan globalmente. Se trata de un insulto que homogeneiza a colectivos cuya población es, en su inmensa mayoría, pacífica, pero que alberga en su territorio a grupos beligerantes.
Los presos de guantánamo que vendrían a Uruguay, son musulmanes y presuntos terroristas, hecho controvertido debido a que no han sido juzgados por el gobierno que los acusa, pero lo que es seguro es que no son terroristas por ser musulmanes.
Ismael Viñoly