LAS TAREAS PENDIENTES Y LOS CONSENSOS ESQUIVOS
Bienestar universitario y ley orgánica son, para el rector saliente, dos tareas pendientes. La descentralización y la expansión universitaria en el interior significan, según Arocena, logros colectivos del período que termina. Pero los centros regionales (como la nueva facultad) no tienen representación en los órganos máximos de decisión. El proyecto, que no prosperó, pretendía profundizar la autonomía. “Una nueva ley orgánica requiere como condición absolutamente imprescindible el consenso de los tres órdenes. Ese consenso, no lo logramos”, afirmó en un tramo de la entrevista concedida a SdR, cuya segunda parte publicamos ahora, y en la que explica por qué no se logró el consenso.Los cambios previstos en la ordenanza de grado -la aplicación de nuevos planes de estudio, la creditización y la movilidad interinstitucional- desataron conflictos en los diferentes servicios, ¿cuánto de eso estaba previsto y cuánto podría haberse evitado?
Los planes de estudio que se están renovando le dan más posibilidades a los estudiantes. En particular en Comunicación, si la memoria no me traiciona, fue renovado hace muy poco tiempo con el apoyo, con el protagonismo del orden estudiantil; por consiguiente, parece razonable que se le vayan haciendo, sobre la marcha, los ajustes, modificaciones y mejoras que la práctica indique. Pero es el plan que el colectivo de la comunicación quiso. Así que, digamos: los encargados de llevarlo a la práctica y hacerle los ajusten son quienes lo han elaborado. La ordenanza de grado lo que ha hecho es abrir posibilidades. Una ordenanza no crea electivas, no crea recursos docentes, no es esa su tarea. Su tarea es fijar criterios generales. Ahora, corresponde a cada servicio tratar de implementar las posibilidades. Bienvenidos sean los problemas siempre y cuando sepamos manejarlos. Un ejemplo: La Facultad de Ciencias y la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación se llenaron de estudiantes de Medicina que venían a hacer materias electivas. Eso, para ambas facultades, supuso un problema. Bienvenido el problema. Ambas facultades dijeron “¡que bueno!” y naturalmente trataron de manejarlo. ¿Qué significa ese problema? Significa que los estudiantes de Medicina que se gradúen dentro de algunos años habrán tomado antropología en Humanidades y bioética en Ciencias, cosa que antes era difícil de pensar. ¿Es bueno que pase eso? Yo diría que sin duda es bueno. ¿Es fácil que pase eso? No, hay que adaptarse, ir desde modificaciones en las costumbres hasta ampliación de la oferta docente.
¿Usted cree que alguno de estos conflictos podría haberse evitado, por ejemplo respetando los tiempos internos de cada centro?
No tengo la bola de cristal para hacer pronósticos al respecto y no creo que me corresponda interferir en eso. Cada plan de estudios, que por suerte en la mayor parte de los casos ha sido actualizado, no ha sido hecho desde la construcción central de la Universidad, ha sido hecho como corresponde, desde adentro y desde abajo de cada servicio universitario. Supongo que en algunos casos se habrá hecho mejor, en otros casos no tan bien, pero no creo que sea mi tarea decir ‘se hizo bien en tal facultad, se hizo mal en tal otra’. En todos los casos se hizo democráticamente.
¿Cuáles son los elementos positivos que destaca de su gestión?
Ninguno personal. Lo que ha habido en la Universidad en estos años es un esfuerzo colectivo. Lo que yo destacaría de mi participación en el asunto es haber contribuido a que el demos universitario definiera y empezara a experimentar un proyecto de cambio. Quiero señalar un momento clave: en 2006 fue la elección rectoral probablemente más disputada en la historia de la Universidad y sin ninguna duda con mayor impacto en los medios de comunicación y en la ciudadanía. En marzo y abril de 2007, el Consejo Directivo Central estaba definiendo por unanimidad los lineamientos de una nueva reforma universitaria. Las dos cosas están estrechamente vinculadas, porque la gran discusión del 2006 mostró que habían muchos más puntos de acuerdo de los que se podía creer. ¿Qué he aportado yo? Tratar de que eso fuera así. La convicción de que, al revés de lo que suele decirse, autonomía conectada con la sociedad y cogobierno participativo pueden ser elementos de cambio. En general, en la muy larga historia de las universidades, las transformaciones han venido desde afuera, es inusual que una universidad sea el principal actor de su propia transformación. La historia de la reforma universitaria latinoamericana, por el contrario, es un gran contraejemplo, es una transformación surgida de adentro. El proceso de cambios que está viviendo la Universidad y que en el mejor de los casos es incipiente, tiene una gran virtud, es un proceso colectivo, democrático, destinado a continuar. Con cambios, con modificaciones, con mejoras, pero conjugando democracia y eficacia.
¿Se podría interpretar que la elección del rector es un momento clave para el intercambio de ideas que propicie consensos, como pasó en 2007?
Puede serlo y puede no serlo. Sin entrar en ejemplos, porque probablemente no serían corteses, en mi muy larga vida universitaria recuerdo elecciones de rector que fueron polémicas y elecciones que fueron absolutamente rutinarias, que no dieron lugar a ningún debate. En 2006 se dio un debate muy grande y lo importante no fue la elección de rector, lo importante fue el debate, el debate intenso. A veces pasa, a veces no pasa. Desde el punto de vista normativo, ético, una elección debiera ser sobretodo la ocasión de un gran intercambio de ideas, que es lo que atrae a la gente. En 2006 fue así y yo creo que a pesar de que la elección fue disputada, o quizás porque la elección fue disputada, es que después tuvimos un florecimiento de grandes acuerdos. Todas las resoluciones fundamentales tomadas en este período fueron decisiones muy discutidas pero de grandes consensos.
¿Qué cosas quiso hacer, no pudo y por qué?
Si tuviera que señalar ciertas asignaturas pendientes de este período, yo destacaría dos. Una reflexión previa: a fines de 2006, unos cuatro meses después de haber empezado el rectorado, cuando sentí que más o menos estaba entendiendo cómo podía avanzar, y después de consultas muy amplias, difundimos una agenda prioritaria en la que señalábamos que la Universidad tenía tres problemas, que eran a la vez muy importantes y muy urgentes. En primero lugar una estrategia para el interior, en segundo lugar una estrategia de comunicación y en tercer lugar la situación del servicio de bienestar universitario. Nada está resuelto, pero tanto en materia del interior como de comunicación, la universidad las ha definido, las está plasmando, las va a mejorar, tienen mil problemas y carencias, por supuesto, pero eso no son asignaturas pendientes, son asignaturas en curso de ser saldadas. Bienestar universitario todavía es una asignatura que apenas recién ahora empieza a ser saldada. Se acordó el año pasado iniciar un proceso de reestructura, se nombró una comisión asesora, se nombró una presidenta muy experimentada pero está claro que en el mejor de los casos eso va a ser un proceso que va a demorar tiempo y por lo tanto debe considerarse como una asignatura no resuelta en este período. La otra asignatura no resuelta es la actualización de la ley orgánica. A diferencia de lo que era el marco normativo de la ANEP en 2006, la ley orgánica es una excelente ley. No teníamos una situación como la que tenía la ANEP con la ley votada en 1985, que era una ley repleta de carencias. La ley orgánica es una excelente ley pero es una ley de 1958 y es extremadamente poco flexible. ¿Por qué hubiéramos debido actualizarla y no lo logramos hacer? La Facultad de Información y Comunicación es un ejemplo de eso. Una facultad recientemente creada tiene, como todas las creadas después de 1958, una situación de minusvalía: su no participación en los organismos de conducción. Ahora a eso se agrega que la Universidad, en una de las mayores transformaciones institucionales que ha vivido, además de tener facultades y crear nuevas, ha creado servicios académicos totalmente nuevos, como son los centros universitarios regionales del interior. Esos tampoco tienen representación en la conducción. Esta excelente ley orgánica que tenemos, que refleja los principios de autonomía y de cogobierno, es una ley que prevé cambios muy lentos. Para que la FIC tuviera voto en el Consejo Directivo Central se necesitaría una ley específica del Parlamento, de acuerdo con lo que dice la ley orgánica. ¿Es absurdo eso? En 2014 es evidentemente absurdo. ¿Cada vez que se crea una facultad hay que ir al Parlamento? En el mundo académico moderno, a la Universidad le hace falta complementar su autonomía con lo que hemos denominado autonomía evolutiva: la capacidad de cambiar sobre la marcha. Una nueva ley orgánica de la Universidad de la República requiere como condición absolutamente imprescindible el consenso de los tres órdenes. Ese consenso, y ahora sí hablo en primera persona del plural, no lo hemos podido lograr. Ojalá se pueda lograr en un próximo período. También es cierto que ningún cambio dejó de impulsarse aunque no se plasmara una nueva ley orgánica. No tenemos la FIC representada igual que las viejas facultades, pero tenemos la FIC. No tenemos los centros universitarios regionales con la representación que yo creo que deberían tener, pero tenemos los centros. Y
¿Por qué no se alcanzó ese consenso para la renovación de la ley orgánica?
En primer lugar quiero subrayar mi respeto absoluto a las posiciones de los órdenes, como corresponde. Yo creo que no se alcanzó esencialmente por un motivo: porque no hubo acuerdo para decir que ‘aunque no podemos lograr cada uno todo lo que queremos, podríamos tener una ley orgánica más actualizada’. Hubo reivindicaciones muy legítimas que se plasmaron como condición sine qua non, ‘o se acepta esto o no tenemos proyecto conjunto’. No avanzamos en esa dirección y nos quedamos con las dificultades de la actual ley orgánica. Espero que en una próxima instancia haya un espíritu de mayor consenso en ese sentido, pero quiero enfatizar que con imaginación jurídica y con voluntad política se logró hacer buena parte de las cosas. Por ejemplo, hay una ley que permite delegación de funciones y hemos hecho una delegación de funciones muy intensa. En julio de 2007 ya se le delegaron a los consejos de facultad muchas cosas que antes tenía que resolverlas el Consejo Directivo Central. Algo similar pasa con los centros universitarios del interior. La cosa muy centralizada va lentamente desconcentrándose. Se creó, tomando una experiencia anterior, el consejo delegado de gestión y el consejo delegado académico. Por consiguiente mi sensación es ambivalente respecto a esto. Hubiera sido muy bueno que se hubiera avanzado, pero prácticamente no evitó avances en ningún sentido. Para terminar con respecto a esto de la ley orgánica, qué ejemplo hubiera sido para el país que viene discutiendo sobre la ley de educación, que desde adentro de una institución educativa surgiera la propuesta. Yo creo que esa idea de fomentar la iniciativa democrática quizás no se evaluó en toda su importancia. Pero, la vida siempre empieza mañana, los colectivos seguramente tendrán su ocasión de hacerlo y en particular de recoger una intención que estaba plasmada desde el momento que propusimos la actualización de la ley orgánica, esto es, ampliar la participación de los funcionarios en la conducción de la institución. Lo recordaba en el Consejo Central el representante de los funcionarios en la última sesión. El artículo 203 de la Constitución de la Republica establece que el cogobierno debe ser desempeñado por estudiantes, docentes y egresados; esto limita la participación de los funcionarios. Nuestra posición ha sido, desde mucho antes que yo llegara acá, por cierto, que a los funcionarios hay que irles dando la mayor participación que el marco constitucional permita. En dos sentidos hemos avanzado en esa dirección. La comisión coordinadora del interior, creación fundamental de este período, ha sido clave en la política de descentralización y regionalización, tiene participación con voz y voto de los funcionarios y en el consejo de gestión tiene participación con voz y voto también. La Universidad tiene que ser una comunidad que trabaja y aprende junta, en la que docentes, egresados, estudiantes y funcionarios, cada uno desde su especificidad, se sientan y sean parte de quienes adoptan las decisiones. Por tanto, no hay por qué terminar en una nota pesimista, hay que subrayar lo que la institución pudo avanzar.
Basándonos en que su candidatura fue lanzada por la FEUU, ¿cómo avanzó en su gestión la relación del rectorado con la FEUU?
En primer lugar, como opción absolutamente personal, yo jamás hubiera sido candidato si no hubiera tenido el apoyo del orden estudiantil, es una decisión tomada desde que era militante estudiantil, así que tiene casi 50 años de existencia. En segundo lugar, el mismo día que fui electo ante la Asamblea General del Claustro, dije: “no es ningún secreto que yo llego aquí ante todo por la propuesta y el impulso por la Federación de Estudiantes que me ha candidateado a rector para ser militante de una nueva reforma universitaria, así lo entiendo.” Pues bien, mi actitud no va a ser nunca la de adular al movimiento estudiantil sino la de exigirle mucho más porque creo que puede dar mucho más. Durante estos casi ocho años hemos tenido algunos desentendimientos, por ejemplo sobre la ley orgánica, no hemos llegado a ponernos de acuerdo, pero en la mayor parte de los casos hemos tenido acuerdos profundos. En algunos períodos la sintonía fue mayor, en otra fue menor, en ningún momento dejamos de trabajar en conjunto, en todo lo que son cuestiones de principios. En ningún momento he dejado de pensar que la Federación de Estudiantes es el actor colectivo imprescindible para la transformación de la Universidad y si ustedes se fijan, no hay resolución importante del Consejo Central de los últimos ocho años que el orden estudiantil y el rector no hayan votado en conjunto. Así que dentro del pluralismo y la conciencia muy clara de que algunos compañeros de la Federación de Estudiantes tienen mayor simpatía por mi gestión y otros tienen menor simpatía, como debe ser, el trabajo ha sido como correspondía. La Federación de Estudiantes me propuso como candidato a rector al mismo tiempo que levantaba las doce premisas para la reforma universitaria. Bueno, hemos trabajado por esas doce premisas para la reforma universitaria que yo compartía.
Este año se cruzarán el Mundial y las elecciones nacionales a la elección del rector. Ciertos medios hacen comparaciones entre izquierda y FEUU, y derecha y CGU. ¿Cómo afectan estas situaciones?
Primero, el rector no va a tener ninguna intervención en la decisión de su sucesor. Me parece que eso es fundamental, es una cuestión ética y política. Lo que éticamente estaría muy mal es que yo pretendiera incidir en quién va a ser mi sucesor, y políticamente sería una torpeza inmensa. Un buen candidato no necesita que el rector diga que es bueno, y un mal candidato no deja de serlo porque el rector diga que es bueno. Por razones éticas y políticas yo no voy a tener nada que ver con la elección de mi sucesor. Estoy seguro que el cogobierno elegirá a una persona que va a desempeñar la tarea mucho mejor que yo, así que estoy totalmente tranquilo.
Yo tengo la idea de que los factores que ustedes mencionan no van a tener incidencia excesiva. Está claro que la opinión pública va a estar mucho más fijada en el Mundial y en las elecciones nacionales que en la elección del rector, pero no creo que tenga incidencia en quién sea elegido.
¿Y puede generarse un debate como el que sucedió en 2006 previo a su elección?
La pregunta es, ¿por qué se debatió tanto en 2006? Se debatió mucho más en 2006 que en 2002, que en 1998, que en 1994, que en 1990 o las anteriores elecciones de rector. Yo creo que lo que pasó es que el país había sido convocado en 2005 a un debate educativo y ese debate educativo no involucraba la educación terciaria. Y la propia conducción de la universidad no había pensado que tenía que estar involucrada y sin embargo el demos por suerte dijo: “¿cómo el país está discutiendo toda la transformación de la educación y no vamos a discutir la transformación de la universidad?”. Creo que lo que hubo, sobre todo en 2006, fue la idea de que cuando todo el país discute la transformación educativa, la universidad no puede presentarse a sí misma como si no necesitara transformaciones, y eso alimentó mucho la discusión. Y por suerte lo hizo, porque temas que estaban cristalizados durante mucho tiempo pudieron satisfacerse. Un solo ejemplo: no había discusión sobre el interior hasta comienzos de 2007 que no se paralizara en la Universidad, porque antes había que resolver si queríamos crear muchas universidades o no. Cuando llegamos consensualmente en marzo de 2007 a la idea de que para generalizar la educación terciaria, para tener un proyecto, había que ampliar el marco institucional, fue mucho menos difícil, entonces, armar una política para el interior, utilizando toda la experiencia y los esfuerzos pioneros de 50 años antes.
¿Cuál es el debate para estas nuevas elecciones?
De nuevo mi respuesta va a ser muy prudente porque en ese debate mi participación debe ser de costado.
Pero usted sabe el rectorado que deja y lo que espera de otra persona…
Yo diría que las grandes cuestiones son en qué medida la Universidad quiere profundizar los cambios de este período, en qué medida quiere mejorarlos y en qué medida quiere hacer cosas nuevas. Pero sobre eso se expedirán los órdenes. Hay una amplísima gama de cambios en marcha. Todos ellos, creo yo, bastante alentadores, pero todos muy incipientes, aún en los casos en que parece haberse avanzado más, por ejemplo el interior, las políticas nuevas de investigación, la curricularización de la extensión; en esos y otros estamos en el comienzo del recorrido. Por lo tanto, ¿cuál es el gran debate? El debate es si se quiere profundizar, si se quiere mejorar, si se quiere invertir. Esperemos que los órdenes puedan, a pesar de los atractivos de las elecciones y del mundial, prestarle atención a estas cosas.
¿Para usted las características de trabajo que mencionó, como la curricularización de la extensión por ejemplo, deberían ser ejes del nuevo rector?
El rector, a nuestro entender, debe seguir siendo el funcionario de mayor responsabilidad de la Universidad, ni más ni menos. Yo quisiera naturalmente que esos procesos avanzaran. Descentralización y regionalización, actualización de planes de estudio, investigación cada vez más vinculada a la problemática social, curricularización de la extensión, transformación de la estructura académica. Ojalá no sólo el nuevo rector, ojalá toda la conducción universitaria lo impulse y los haga mucho mejor que nosotros.
En setiembre el Consejo Directivo Central va a ser bastante diferente del actual: ojalá, para entonces, esté haciendo las cosas mucho mejor que nosotros, con la misma pasión por servir a la universidad.
¿Usted espera que sea un rector apoyado por el estudiantado?
Voy a decir esto con mucho cuidado, yo no quiero enseñarle a nadie lo que debe hacer, cada candidato sabrá lo que debe hacer. Mi trayectoria ya larga y que está llegando a su fin en la Universidad de la República es una trayectoria marcada por una convicción. La universidad latinoamericana pública, gratuita, cogobernada. Sobre todo en la Universidad de la República, para mejorar y cambiar, el apoyo del orden estudiantil no es suficiente, pero es absolutamente imprescindible.
Dijo que su trayectoria en la universidad está llegando a su fin, ¿Cuáles son sus planes para cuando termine su gestión?
Está llegando a su fin porque tengo 67 años. Mi plan es -ojalá se pueda hacer- volver a la enseñanza que es mi pasión y mi vocación. El 18 de agosto debería estar reintegrado como docente en régimen de dedicación total en mi unidad de ciencia y desarrollo en la Facultad de Ciencias. Ese es mi plan.
¿Y si le propusieran un cargo político lo aceptaría?
Quiero decir dos cosas sobre esto: en primer lugar todo director de ente autónomo, y el rector está comprendido en esa disposición, tiene absolutamente prohibida toda manifestación pública de carácter partidario electoral. Yo lo he respetado cuidadosamente durante todo este tiempo. No daría una respuesta directa. Una respuesta indirecta es que mi vocación es la docencia y lo que quiero es volver a la docencia.
María Florencia Cremonese / Lucía Santos