FALTA DE EQUIDAD
“Es una paradoja”, planteó Alejandra López, psicóloga y coordinadora del Programa en Género, Salud Reproductiva y Sexualidades de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República, en diálogo con SdR. López sostiene que la medicalización de la reproducción humana ha estado concentrada en los cuerpos de las mujeres, porque es donde se realiza la reproducción biológica. “En base a esa diferencia biológica, la ciencia hizo todo un proceso de medicalización del cuerpo de las mujeres que tiene que ver con el disciplinamiento y el control”, explicitó.
“Hay un desplazamiento de la reproducción biológica a la responsabilidad por el cuidado de la reproducción biológica y el cuidado de la reproducción social”, explicó López, que señaló que ese pensamiento se evidencia en frases como “‘bueno si no te cuidaste, hacete cargo de lo que hiciste’” y que “es lo que rodea fundamentalmente el estigma del aborto”. “Entender que los métodos que están disponibles tienen que ver con este constructo de género y de control sobre las mujeres y sobre sus cuerpos, es importante para entender por qué la disponibilidad de métodos anticonceptivos aplican al uso de las mujeres”, reflexionó.
“Es un sistema culturalmente muy contradictorio, muy ambivalente, que se reproduce ese constructo de que las mujeres somos las responsables por la maternidad, ya sea por evitarlo o por tenerlo, ‘hacete cargo de la crianza’. Por eso es importante mirar el fenómeno de la reproducción biológica, pero también el de la reproducción social. El hecho de que los hombres tengan tan baja participación en el cuidado y la reproducción biológica tiene que ver, básicamente, con el androcentrismo de la ciencia, particularmente de la medicina que ha reproducido las relaciones de dominación, y también tiene que ver con el hecho de que, históricamente, la asunción de los hombres de una coparticipación y corresponsabilidad en las tareas de cuidado ha sido muy lenta. Los hombres no solamente no asumen la responsabilidad en el cuidado anticonceptivo, sino que tampoco asumen responsabilidad en los cuidados en la crianza”, detalló.
López acotó que en las generaciones más jóvenes hay un incremento en la crianza compartida de los hijos, pero que en la mayoría de los sectores sociales sigue predominando la idea de que el cuidado es responsabilidad de la mujer. “En el contexto actual lo deseable sería que las transformaciones de las relaciones de género permitieran un ejercicio de la responsabilidad reproductiva biológica y de la responsabilidad social, reproducción social, de los cuidados, de corresponsabilidad”, concluyó.
Negociación del método
El uso de métodos anticonceptivos encierra otro problema para las mujeres: la negociación. Según un monitoreo que publicó en 2013 la organización Mujer y Salud en Uruguay (MYSU), titulado Necesidades y demandas en salud sexual y reproductiva en mujeres uruguayas, 25% de las jóvenes de 15 a 24 años con menor nivel educativo (ciclo básico como máximo) declaró que no puede hacer nada frente a la negativa de su pareja a usar preservativo, y lo mismo le pasó a una de cada cinco mujeres (19,7%) de 40 a 49 años con menos años de educación formal. Entre mujeres con mayor nivel educativo la cifra es menor, pero es importante también: sienten impotencia a la hora de negociar el uso de preservativos casi 15% de las más jóvenes y casi 10% de las que tienen entre 40 y 49 años y cuentan con educación terciaria.
Santiago Puyol, integrante de MYSU explicó a SdR que el problema principal del uso del método no pasa por el desconocimiento. “El problema más grande que encontramos fue, justamente, lo que tiene que ver con la negociación del uso y con el tema de que las decisiones en anticoncepción suelen recaer sobre las mujeres”, dijo.
Puyol agregó que se estigmatiza a las mujeres que por decisión personal no utilizan métodos anticonceptivos, que se la cataloga como “irresponsables”, pero que no necesariamente ocurre lo mismo con el varón. Señaló que “ese es un discurso instalado”, que se observa en varios monitoreos hechos por MYSU a nivel territorial en todo el país.
Por otra parte, Puyol explicó que a la hora de formar parejas estables no se prioriza la doble protección y que la responsabilidad “recae sobre la mujer” porque los métodos que se priorizan, generalmente, son los anticonceptivos orales u hormonales, y el DIU.
Anticoncepción en Uruguay
En 2008 se aprobó la Ley 18.426, sobre salud sexual y reproductiva; a partir de su reglamentación, en 2010, la anticoncepción se volvió más accesible. Rafael Aguirre, responsable del programa de Salud Integral de la Mujer del Ministerio de Salud Pública (MSP) explicó a SdR que la implementación de la canasta básica de métodos anticonceptivos en las instituciones públicas y privadas del Sistema Nacional Integrado de Salud ha representado un notorio avance. Además de la mayor accesibilidad, agregó que esta política permitió bajar los costos de los métodos, incluso en las farmacias comerciales.
La canasta básica ofrece: anticonceptivos orales combinados -monofásicos, trifásicos-; anticonceptivos orales para uso durante la lactancia; anticonceptivos orales de emergencia; condones masculinos. Por otra parte, el MSP dispuso el uso de nuevos métodos anticonceptivos orales que tienen diferentes cargas hormonales -que son también beneficiosos para la piel o aliviar los dolores menstruales- y con baja dosis hormonal, para que las mujeres de más edad puedan seguir utilizándolos.
El preservativo femenino es un método conocido a nivel internacional que da a las mujeres un mayor margen de negociación, porque su uso depende en mayor medida de ellas. Pese a esta ventaja, el condón femenino no está incluido en la canasta de prestaciones del sistema de salud uruguayo. El MSP lo compra y está disponible para las usuarias de la Administración de los Servicios de Salud del Estado, pero no es una primera oferta para las usuarias del sector privado. Leticia Rieppi, ginecóloga que se desempeñó como coordinadora del Área de Salud Sexual y Reproductiva en el MSP durante 2010-2015, período en que comenzaron a darse estas prestaciones, explicó a SdR que el condón femenino está “mal propagandeado”, y que ni siquiera la gente que va a hacer uso de él está muy convencida. Al margen de esto, el condón femenino es otro método disponible para las mujeres, y en cierto sentido, otra obligación. Consultada al respecto, Rieppi respondió que “cada una de nosotras sabe dónde está la obligatoriedad y dónde ponemos nuestras decisiones” pero acotó que “de repente es más fácil negociar el condón femenino que el masculino”.
A nivel internacional cada vez más se están considerando los métodos de larga duración como el DIU y el implante subdérmico. Una vez colocados, la usuaria no debe preocuparse por el método por un plazo de cinco años. Otra de las virtudes está en las bajas tasas de fallas: dos o tres casos de cada 1.000 mujeres que lo usan un año, una eficacia mucho mayor que la de las pastillas anticonceptivas, cuya tasa de falla es de 200 cada 1.000, debido a que las usuarias olvidan tomarla.
“El gran problema de los métodos anticonceptivos es que cuanto más relacionada está su eficacia a un uso sistemático y diario, mayor error tiene” explicó Aguirre.
Anticoncepción masculina
Aguirre explicó que la anticoncepción hormonal para hombres todavía está en etapa experimental y que van a pasar muchos años de aquí a que sea una opción real, si es que logra. Rieppi dijo que no hay información académica al respecto: “no hay experiencia que avale que la utilización de esas medicaciones sean eficientes desde el punto de vista médico. De hecho, la Organización Mundial de la Salud no lo tiene dentro de sus métodos anticonceptivos. Ni siquiera está en producción”, dijo.
En cuanto a los métodos irreversibles, como la vasectomía, no hay muchas consultas de hombres pese a que es una prestación gratuita que deben dar todas las instituciones del sistema de salud uruguayo, reconoció Aguirre. Comparó, además, es un procedimiento con menos riesgos que una ligadura tubárica, la cual implica una cirugía con anestesia general –por eso, si es el caso, se recomienda hacer la ligadura al término de una cesárea-.
La vasectomía, en cambio, es un procedimiento casi ambulatorio, más sencillo y con menos riesgos. “Pero acá a los machos latinos no nos gusta que nos toquen mucho, perder la fertilidad tiene que ver con temas que van con la autoestima. Cuando uno evalúa cuántas ligaduras se dan en cuanto a vasectomías hay un abismo”, expresó.
Rieppi, dijo que falta educación en derechos sexuales: “creo que la educación que hay hoy en día en los colegios y escuelas, es una educación sexual sobre las partes anatómicas y la anticoncepción. Lo que falta es abordar el derecho a si quiero o no quiero mantener relaciones y con quién, sin sentirme obligada a tenerlas con alguien. Creo que esa educación es muy difícil porque es una educación sexual llena de valores personales que pueden hacer tambalear una educación sexual. Pero en realidad la educación sexual basada en los derechos de ‘mi cuerpo es mi cuerpo’, no está a nivel de colegios y liceos” agregó.
Ana Visconti, responsable del área sexual y reproductiva del MSP, dijo que aún falta mucha educación sexual y que está claro que siempre hay alguna resistencia cuando se habla de esto.
Leticia Rizzo