La banda presidencial en miniatura. Foto: Valentina Troisi

¿Quién iba a decir que un urinario iba a estar en un museo de arte y se iba a imponer como tal? Pero sucedió y no por un capricho del siglo XXI y sus libertades. El movimiento artístico en el que se enmarca el urinario de Marcel Duchamp data de principios del siglo XX con el vanguardismo y las ganas de rehusar de todo pasado; una concepción del arte que se manifestó contra el statu quo establecido e impuso una nueva mirada.
Obras carentes de significado, poco estéticas e intenciones morales que se exhiben tras una vitrina. Así catalogan algunos críticos el arte contemporáneo. Desmarcarse de manifiestos vanguardistas, desempolvar objetos para transformarlos y dotarlos de un nuevo significado y permitir que ojos, que hasta el momento no los contemplaron, posen allí su mirada, es otra de las caras de esta corriente artística.
Este año el Gran Premio Nacional de Artes Visuales fue otorgado a María Agustina Fernández Raggio por el bordado de una banda presidencial en miniatura. Este símbolo, que parece connotar mucho pero a la vez genera ciertas resistencias, fue blanco de varias críticas que dieron lugar a la trillada pregunta sobre si eso debe considerarse una obra de arte.
¿Qué pasa cuando una figura o un símbolo es alterado? “Genera un cortocircuito”, dice María Agustina Fernández en entrevista con SdR. Según la artista, tiene correspondencia con lo que se enseña: “las cosas te las dan, te dicen: en la historia pasó esto, estos son los artistas nacionales, esta es la lectura del escudo, esta es la bandera, esta es la banda’, no te enseñan a cuestionar, te enseñan a asumir”.
La autora de la banda presidencial en miniatura cuestiona los símbolos patrios porque son inventados y cree que son la representación del imaginario de un momento. Dice no atarse a manifiestos vanguardistas, porque si bien las vanguardias están enojadas con ciertas estructuras y con la academia, “un manifiesto también es una estructura -aunque quiera ser desestructurado- porque si definís algo ya lo encasillás”. Así, proclama que su arte radica más en generar preguntas que en imponer verdades.
Pero además de símbolos patrios, también trazan su carrera artística los religiosos y las figuras públicas: desde un óleo del presidente José Mujica junto a su perra Manuela el día de su asunción y óleos y pegotines de la propia Manuela vistiendo una banda presidencial, hasta chupetines de la Virgen Milagrosa.
Antes de trabajar sobre la banda presidencial, la artista ya había tenido contacto con el escudo nacional y con sus alegorías. Contó a SdR que uno de los proyectos consistía en dibujar el escudo vacío haciendo entrar o salir al caballo. Otra presentación fue rotar de lugar las alegorías del escudo. Se trata de brindar otras lecturas, “quizás el fin de esa obra sea detenerse un momentito a pensar en esa alteración”.

María Agustina Fernández Raggio, autora de la banda presidencial en miniatura. Foto: Valentina Troisi

La banda presidencial miniatura exigió aprender un oficio, algo que parece olvidado y relegado para el mundo contemporáneo, donde hay una tendencia “a mandar hacer todo” o a comprarlo hecho. Agustina tomó clases de bordado con Lourdes, una monja de 89 años que bordó las últimas bandas presidenciales que usaron los mandatarios una vez restablecida la democracia en Uruguay.
Cuando llamé a Agustina para coordinar la entrevista y expresé que estaría relacionada al premio por su banda presidencial en miniatura, enseguida alegó que la instalación no se trataba únicamente de la banda, que se exponían nueve cuadros con el proceso de aprendizaje del bordado y un audiovisual de 30 minutos. En ese instante me pregunté por qué la artista había tenido la necesidad de explicar eso en ese momento y fui decidida a charlarlo el día del encuentro.
Los nueve cuadros son el ensayo y el error, fundamental en cualquier oficio. El pedestal (donde está la banda) es la forma terminada, y el video es lo relacional, mi vínculo con Lourdes, el vínculo con las personas. Las tres piezas dialogan entre sí componiendo la obra”, explicó.
En el mundo del arte contemporáneo aparece con fuerza la idea de concepto y contexto, lugares donde ese objeto que tomó el artista se transforma en arte. Al tomar contacto con esta obra montada en el Museo Nacional de Artes Visuales y premiada por el Ministerio de Educación y Cultura en pleno clima electoral resulta difícil escapar de las elucubraciones, suposiciones y deducciones acerca de las intenciones latentes o manifiestas que tuvo Agustina para elegir reducir la banda presidencial. Sin embargo, el año de elecciones pareció incidir poco en su decisión.
Los cuestionamientos que afloraron en la artista versaron sobre la idiosincrasia que se creó en ese objeto-atuendo que es la banda presidencial oficial. “Es muy de tribu, ¿no? Es algo que se pone solo el presidente o una princesa…”. Un símbolo que representa autoridad, y que en Uruguay siempre fue hecho por mujeres y para hombres. Símbolo que además tiene un ciclo de vida corto, aspecto que puede ser cuestionado si se tiene en cuenta la dedicación y tiempo que lleva hacerla.
Apropiarse de un elemento e intentar exponer una nueva lectura sobre él, más allá de su larga data y sus connotaciones, parece ser la manera que encuentra el artista de acercar su visión y el arte contemporáneo a la gente.
Valentina Troisi

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