Son pasadas las siete de la tarde y el museo recibe, tras meses de trabajo, a los primeros visitantes de la flamante exposición. Es 29 de marzo y la llegada de las obras del pintor español despiertan la emoción de un público expectante, formado por asiduos y nuevos concurrentes.

“¿Todo esto lo dibujó Picasso?”, pregunta un niño a su padre, mientras observa, con desconcierto, el impactante busto de Marie-Thérèse. La exposición reúne 45 piezas -entre pinturas, esculturas, cerámicas, dibujos, acuarelas y grabados -, además de fotografías y otros documentos. En su mayor parte provienen del Museo Picasso de París y las restantes del Museo Picasso de Barcelona. El director de la institución catalana, Emmanuel Guigon, es responsable de la curaduría y fue quien decidió trazar un nexo entre Picasso y Uruguay.

El país anfitrión “resuena en la obra de Picasso a través de la figura de Joaquín Torres García”, señala el texto curatorial de la muestra. Torres García y Picasso coincidieron en Barcelona a fin de siglo, donde frecuentaron los mismos círculos de la bohemia catalana. La correspondencia entre ambos, recogida en la exhibición, da cuenta de una historia de encuentros y desencuentros, tanto en lo artístico como en lo personal.

El punto más notable de ese vínculo imprevisto – que ata firmemente a Picasso con Uruguay- lo sostiene una misiva de insospechada trascendencia. Se trata de una carta de Jaime Sabartés, poeta español y entrañable amigo del artista, destinada al creador en 1928. Desde su exilio en Montevideo, Sabartés le propone organizar una exposición de este lado del Plata, para dar a conocer su obra -ya reputada- en el circuito regional. A casi una centuria de esa proposición inconclusa, Picasso en Uruguay se ha vuelto realidad.

El coleccionista

“Picasso fue un genio total”, porque “creó desde los 17 hasta los 92 años” y “su obra trasciende la dimensión del gran artista”. Así lo definió el principal gestor de la muestra, Jorge Helft, que dialogó con Sala de Redacción. Sobrino del marchand de arte Paul Rosenberg, quien representó a Picasso y Braque, Helf conoció al pintor malagueño poco después de la Segunda Guerra Mundial. “Las veces que nos tocaba ir hasta el sur de Francia, papá llamaba a Miguel, el secretario y chofer de Picasso, y le decía: ‘¿Estamos cerca, podemos ir a tomar el té?’. Y Picasso siempre aceptaba, porque tenía mucho cariño por mis padres”, relató.

De ese cariño y admiración por la figura de Picasso y gracias a su amistad con Laurent Le- Bon, presidente del Museo Picasso de París, surgió el proyecto de la muestra. “Fue una casualidad”, señaló Helft, quien destaca la política de “puertas abiertas” de la institución francesa.

“Yo estaba almorzando con Laurent hace dos años y entonces me dijo: ‘¿Por qué no incluimos a Montevideo?’”, relató. A partir de esa propuesta surgida en 2017, comenzó a tomar forma la exposición en Uruguay. “Cuando se lo propuse a Enrique Aguerre [director del Museo Nacional de Artes Visuales – MNAV], saltó de alegría”, contó Helft.

Si bien el proyecto inicial era más acotado, la muestra propone “un pantallazo amplio, que va de los comienzos de Picasso hasta su fin”, señaló Helft. El recorrido se inicia en la sección “Barcelona modernista” y pasa luego a París con “El cubismo en escena”, donde destaca uno de los estudios de Las señoritas de Avignon, obra insigne del período vanguardista. El siguiente tramo se titula “Metamorfosis de entreguerra”, donde sobresale la pintura El beso. A continuación, “El triunfo del erotismo” muestra su faceta de escultor, y la sección “Cerámicas” una de sus caras menos conocidas. La estancia final, titulada “El último Picasso”, reúne algunas de las obras más impactantes de la muestra, como la versión picassiana de Las meninas de Velázquez.

El valor de las piezas exhibidas asciende a 280 millones de euros, lo que obligó al MNAV a montar un fuerte operativo de seguridad para su traslado y a poner a punto sus instalaciones para cumplir con los estándares del gobierno francés, que envió autoridades de policía y bomberos para certificar la seguridad del edificio.

Foto: Joaquín Pombo, Sala de Redacción.

Promesas incumplidas

Desde un primer momento, Uruguay abrazó la idea de la muestra con un entusiasmo “extraordinario”, señaló Helft. Sin embargo, la puesta en marcha del proyecto debió enfrentar un obstáculo imprevisto, que puso en jaque el financiamiento de la exposición. La Embajada de Francia en Uruguay, que inicialmente se comprometió a apoyar económicamente la muestra, “anuló sus promesas y compromisos con los uruguayos al cambiar de manos en 2018”, sentenció el coleccionista.

La propuesta de la embajada era aportar a la financiación del proyecto mediante el auspicio de compañías francesas que trabajan en Uruguay. “Pero eso no se hizo, no se consiguió ni un sólo peso por esa vía”, sentenció.  El coleccionista fue tajante al criticar el papel jugado por las autoridades francesas, que por la importancia de Picasso en el país galo estaban llamadas a cumplir un rol fundamental en la puesta en escena de la exposición.

Asimismo, el coleccionista cuestionó que los representantes diplomáticos buscaran “lucirse” con la llegada de la muestra al MNAV. “La embajada empezó a declarar a la prensa y a entidades uruguayas que ellos traían a Picasso, cuando sólo colaboraron conmigo en la parte administrativa y protocolar. Todo lo demás lo hicimos a pulmón, con Aguerre y con los uruguayos”, señaló.

El deseo de multiplicar el evento mediante otras propuestas alrededor de la muestra se vio también comprometido por este cortocircuito diplomático. La intención inicial de los organizadores era traer a conferencistas para que hablaran en Montevideo sobre la obra de Picasso. “Al inicio la Embajada de Francia se ofreció a auspiciar a tres o cuatro personas para hablar. Cuando hubo el cambio en las autoridades, dijeron: ‘ni uno’”, sentenció Helft.

Afiche muestra Picasso en Uruguay.

Nuevos rumbos

A pesar de los escollos, el coleccionista es optimista sobre lo que representa la muestra para el MNAV, que “pasa a entrar al circuito internacional de museos”, sostuvo. Helft señaló que “hasta ahora, cuando había una exposición como esta, nadie pensaba en Uruguay porque no la podía pagar. Eso cambió con esta muestra”.

Un elemento clave en este armado fue la decisión de cobrar entradas, hecho sin precedentes en la historia de los museos públicos de Uruguay. “Hay una tradición histórica de no cobrar en un museo nacional y yo la respeto totalmente. Pero esto se vuelve tremendamente limitativo”, expresó el coleccionista. 

Las entradas tienen un valor de $250 y los días martes el ingreso es gratuito. Asimismo, hay entradas bonificadas para jubilados, mayores de 60 años, jóvenes de 12 a 18 años y docentes. Los niños menores de 12 y las personas con discapacidad están exentas de pagar.

La exposición, que podrá verse hasta el 30 de junio, es un verdadero hito para la cultura de Uruguay. La recepción del público, que en el primer fin de semana superó las 10.000 personas, deja ver que hay algo vivo y esencial que aún reside en el museo. “Frente a un cuadro de Picasso uno recibe una vibración intensa, que ni la foto ni el HD te pueden dar. Se trata de algo único”, expresó Helft.

El recorrido de la muestra permite asir la trascendencia de esta vida extraordinaria y descubrir las muchas caras de un artista universal. A más de un siglo de sus primeras pinceladas, dejemos que los trazos y colores de Picasso se aproximen a nosotros y nos inviten a soñar.

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