“¡Susana!”, un grito rabioso corta filosamente el silencio en el teatro, que está repleto de un público ansioso por el devenir de una noche de sábado que allá afuera se presenta fría, distante de la agradable calidez que se aloja en el maragato Teatro Macció. En el escenario, bajo las luces amarillas, Susana (Jimena Vázquez) bate enfermizamente —casi al borde de la neurosis— una mayonesa mientras su marido Jorge (Luis Martínez) se muestra inútil frente al llanto de su hija, negándose a cambiarle los pañales.

En el palco anexo, sentada sola en su silla con una mano que reposa en su boca en un gesto de aguda atención, Jimena Márquez directora de esta versión de Esperando la carroza, ríe por primera vez en la oscuridad. Los minutos transcurren, los personajes se incorporan y el icónico guion cobra vida. El público —que se lanza en unísono a las risas— demuestra cautivarse con cada palabra, pese a que el texto original de la obra escrito por el urugayo Jacobo Langsner fue inmensamente popularizado en la adaptación cinematográfica realizada por el argentino Alejandro Doria en 1985, y desde allí consagrada como broche de oro en el bagaje cultural rioplatense.

Paulatinamente, las luces del escenario se desvanecen, es momento de un nuevo acto. Vestida con el clásico traje monocromático, lentes de sol y tacos altos, aparece en escena el personaje de Nora, interpretado en la película por la actriz argentina Betiana Blum. Ahora, quien se desliza en sus zapatos es la uruguaya Emilia Díaz, que encarna igual grado de coquetería y sofisticación. Ya en la casa de Elvira (Gabriela Iribarren) y Sergio (Juan Antonio Saraví), reunidos para el almuerzo familiar del domingo —excusa argumental de todas las discordias de la obra—, Elvira prepara los ravioles con tuco cuando aparece en el living el matrimonio de Nora (Emilia Díaz) y Antonio (Diego Arbelo). Fieles espejos de una suerte de “acomodada” burguesía argentina, especialmente por los constantes guiños que hace el guión a los importantes “contactos” que tiene Antonio. En un diálogo que sirve de epítome de la vanidosa personalidad de Nora, Elvira y ella se dicen:

E: — Bueno, pero ya pasó. Fini, fini. Pasen los invitados al living. Dame tus cosas, Nora. Ah, qué guantes divinos. Dame también la piel y, por supuesto, los lentes.

N: — No, las gafas no. Odio el sol del mediodía. 

Las irrupciones de Mamá Cora (Petru Valensky) en los pasillos del teatro provocan entusiasmo en el público, los desvíos del guion y su monólogo de actualidad rompen las expectativas de los espectadores. Así es que muchos de los presentes rompen en risas cuando el actor menciona con ironía el hecho de estar todos allí finalmente aglomerados y el peligro de la inminente viruela del mono. 

Foto: Amelia Spuntone

Versiones propias

Esperando la Carroza es la cuarta dirección que lleva a cabo Jimena Márquez para la Comedia Nacional, que este año atraviesa su aniversario número 75. El elenco está conformado por actores que la integran desde hace varios años y algunos que fueron invitados especialmente para la ocasión. Ese es el caso de Emilia Díaz, quien fue invitada por Márquez. 

“Estábamos ensayando en la casa de Jime, con Luz embarazada, no había nacido Primavera todavía”, rememoró con calidez Díaz a Sala de Redacción, respecto al momento en el que la directora le comentó que había pensado en ella para el papel de Norma. Contó que durante una noche fría de marzo con “vinito y guisito de por medio” Márquez le realizó la propuesta y ella quedó encantada con la idea.

¿Vos ya conocías a Jimena y su trabajo previo en Comedia Nacional? 

-Sí, a Jimena la conozco hace como diez años. Me gusta mucho lo que hace, como docente y como dramaturga también. Ella es una persona muy creativa, trabajadora e intuitiva. Estoy contenta de poder trabajar con ella y poder aprender cómo es el mundo de las artes escénicas con alguien que trabaja de forma tan empática. 

-¿Qué es lo que más disfrutás de interpretar a Nora?

-Su ironía y sarcasmo. Me parece que es un personaje muy sarcástico, más de lo que aparenta en la película. Disfruto de saberme al límite de la soberbia, me parece que no es un personaje que debería quedar extremadamente soberbio, pero tiene esta cosa de Cruella de Vil simpática, que es un desafío. Más allá de los juicios de valor que podemos hacer sobre los personajes, es un paisaje muy querido su construcción para una actriz, porque tenemos que sacar muchas cosas de nuestro mundo interno, entramos de a poco: cómo mira, cómo se sienta, cómo camina y qué piensa cuando escucha a los demás. Actuar es un mundo tan hermoso. 

Sobre lo vivido en el Teatro Macció ese fin de semana, Díaz expresó que nunca había tenido una experiencia tan espectacular en teatro. Reconoció que realmente nunca había visto que una escena sea frenada para dar paso a los aplausos, tal como sucedió varias veces esa noche. “Aplausos en los apagones, aplausos en los chistes, aplausos de pie en todas las funciones al finalizar”. Dijo creer que las ovaciones no son únicamente para el elenco, sino también a la memoria de Jacobo Lagnsner así como a la de China Zorrilla. “Aplauden al patrimonio cultural de nuestro país”, resumió.   

Foto: Amelia Spuntone


Esperando la Carroza se presentará en Sala Verdi a partir del 12 de octubre, con entradas que ya están a la venta en la boletería del teatro. Además, se realizará una función especial por el fin de semana del patrimonio el 1 de octubre a las 19.00 en el Teatro de Verano.  

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