Violencia hacia las docentes: una cadena que se repite

La secretaria general de Ademu señaló a Sala de Redacción que las mujeres que ejercen violencia hacia docentes suelen ser, al mismo tiempo, víctimas de violencia en su propio núcleo familiar


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La Asociación de Docentes del Uruguay (Ademu) resolvió parar este lunes en rechazo a la agresión de una maestra directora el pasado viernes, en la escuela 65 Portugal, ubicada en Ciudad Vieja. 

Es el segundo caso en lo que va del año lectivo. La primera agresión tuvo la particularidad de que ocurrió a solo cinco días de comenzado el ciclo escolar. Se dio en la escuela 58 de La Teja, por parte de la madre de un alumno de primer año hacia la directora del centro. El niño comenzaba con una nueva modalidad, bajo la cual estaría con dos docentes durante la jornada. Sin embargo, la madre no estaba de acuerdo y ambas partes acordaron trasladar al menor a otra institución.

Los actos de violencia en general tienen la particularidad de ocurrir sobre el cierre del año escolar; se entiende que esta época suele ser más tensa, tanto por la carga administrativa propia de las instituciones como por el estrés que viven las familias en la rutina de fin de año. Pero ese parámetro está cambiando y las agresiones se registran durante todo el año.

Cuando ocurre un episodio de violencia hacia maestras toda la comunidad escolar es afectada. Las abuelas y las madres son las figuras que más los cometen. Normalmente, las agresiones suceden fuera de las aulas, al inicio o al finalizar la jornada, pero también se han dado interrupciones en clase lo que expone a los maestros frente a sus alumnos. 

Paola López, secretaria general de Ademu, afirmó en diálogo con Sala de Redacción que los niños también son víctimas de los actos violentos. El vínculo entre el estudiante y el educador se ve afectado, y a veces el menor es trasladado a otra institución. Los estudiantes más grandes requieren una reconstrucción más cuidadosa del vínculo, ya que ellos generan sus propias interpretaciones de la vivencia.

El acto de violencia implica una acción que puede ser verbal, física y hasta una amenaza o denuncia. Tras recibir la agresión, la maestra debe volver a relatar el acontecimiento y revivir la situación, lo que afecta de forma emocional, señaló López. 

El rol del Programa Escuelas Disfrutables

Las maestras son las que más ataques sufren en comparación con los maestros, por lo que se puede interpretar que hay una cuestión de género y familiar. López señaló que, muchas veces, la persona que ejerce la violencia “también está siendo víctima de violencia en su propio núcleo familiar”. En general los padres varones se mantienen al margen de realizar las quejas o los enfrentamientos directos con la comunidad escolar, pero la mujer del hogar no escapa a los reclamos y presiones familiares.

Gabriela Salsamendi, directora general de Educación Inicial y Primaria, explicó a Sala de Redacción que a nivel institucional existen herramientas para acompañar a los educadores, como los programas Escuelas Disfrutables (PED) –que incluyen psicólogos, educadores y asistentes sociales en los centros escolares– y el de Maestros Comunitarios. Estos buscan prevenir situaciones de violencia desde la raíz. Salsamendi señaló que, ante un hecho de violencia física, el protocolo indica que “enseguida se contacta al PED para que intervenga como si fuera un bombero”.

Por ejemplo, en abril el PED asistió a en Tacuarembó ante casos de escuelas incendiadas en las localidades de Cuchilla Peralta y Cardoso Chico. Allí “se pasaron las escuelas a modalidad virtual para que ni los niños, ni los docentes, ni el personal no docente que tenemos en esos centros corrieran ningún tipo de riesgo”, sostuvo la directora de Primaria.

Salsamendi explicó que las escuelas por sí solas no pueden asumir todos los problemas sociales. “Hay otras cuestiones que tiene que atender el Mides [Ministerio de Desarrollo Social] y otras cuestiones que tiene que atender el INAU [Instituto del Niño y del Adolescente del Uruguay]”. La educación acompaña la enseñanza propiamente y aunque las escuelas son el termómetro social, cada niño es un reflejo de lo que se vive en su hogar.

Las familias de mejor contexto económico no suelen recurrir a la agresión física o verbal. En cambio, pueden actuar en contra de las maestras al presentar quejas ante las autoridades. “Levanta el teléfono, llama a Primaria y denuncia a la maestra porque hizo tal cosa. Eso también es violencia”, sostuvo López. La dirigente consideró que, cuando ocurren estos hechos y se elevan a las autoridades, comienza una forma de “violencia institucional” en la que los docentes quedan en situación de vulnerabilidad e incluso pueden llegar a ser retirados de sus cargos.

Acompañamiento de Ademu a las maestras violentadas

López apuntó a cierto “desprestigio” hacia el docente. Ademu cuenta con acompañamiento jurídico –dos veces a la semana– para las maestras violentadas, no sólo por actos físicos sino también a través de las denuncias. El sindicato acompaña a los docentes en las denuncias siempre que no estén vinculadas con agresiones hacia los niños.

El sindicato hace ya varios años que tomó la decisión de que, frente a las agresiones físicas, al día siguiente todas las escuelas públicas paran y realizan una asamblea. Una de las razones de la medida es dar a conocer el incidente, colaborar en la reflexión general y solidarizarse con el docente agredido y con la comunidad educativa. 

En oportunidades, al igual que el sindicato, la comunidad escolar se acerca a la directiva o al conjunto de maestros de las escuelas brindando su apoyo y planteando análisis de las partes para la resolución de problemas.