“Hace un año comenzamos a transitar este espacio que llamamos Merendero Cooperativo Las Bóvedas, espacio que permitió conocernos, compartir nuestras vidas, una merienda, un momento. Con él aprendimos a construir otras formas de vincularnos y de resistir en los momentos difíciles que muchas y muchos de nosotros estamos transitando”. Así comenzó Patricia, una de las colaboradoras del merendero, lo que generó aplausos de los usuarios, vecinos y colaboradores que como todos los sábados esperan pacientemente hasta las 5 de la tarde, hora en la que se reparte la merienda.

A la par, niños, niñas y adultos, algunos en situación de calle o desempleados, se acercan a la puerta del merendero para pedir un tapabocas, mientras las y los organizadores piden constantemente que se mantengan las distancias y se eviten las aglomeraciones. Al finalizar el discurso, una gran torta se distribuye entre los presentes y es recibida con caras de asombro y alegría. “Les gustó, no lo esperaban, fue como un mimo” y “me sorprendió como se abalanzaron muchas personas al poner la torta en la bandeja”, fueron algunos de los comentarios de los organizadores al finalizar la jornada.

Realidades

El Merendero Cooperativo Las Bóvedas, ubicado en la Rambla 25 de agosto e Ituzaingó en Ciudad Vieja, funciona desde el 16 de mayo de 2020 de manera ininterrumpida. Todos los sábados brinda entre 500 y 700 meriendas aproximadamente, que se componen de botellas de leche caliente (de vaca y de avena) con cocoa y porciones de torta (vegana o no), frutas, bizcochos y panes caseros. Según comentó Mercedes, colaboradora del merendero, el espacio fue creado con el objetivo de cubrir necesidades que tenía la gente y “de las que nadie se hacía cargo”. Consideró que lo más inmediato es la comida, pero hay otras cosas que han tratado de incorporar, como por ejemplo el reparto de libros y ropa de abrigo.

Realidades duras se ven y se sienten en este tipo de espacios. Como la de un padre que llegó a la puerta del merendero con dos niños que lloraban y no por berrinche; tenían hambre. Hay niños y adultos que preguntan insistentemente: “¿por qué número va?”, con miedo a perder su turno de entrega y tener que esperar de más, mientras el hambre, y en estos momentos también el frío, avanza y se agrava con el paso de los minutos. También hay niños, y muy pequeños, que asisten solos al merendero y solicitan que “por favor” les den la merienda para sus padres o familias.

La historia y el día a día

Magalí, otra colaboradora, contó que el merendero surgió de la comisión de fomento del Colectivo de Viviendas de Ciudad Vieja (Covicivi) y desde allí se invitó a formar parte a otras cooperativas y a vecinos de la zona. Lo llamaron Las Bóvedas porque fue allí donde comenzaron con las donaciones y entregas, lugar que les era prestado por el colectivo Titiritero, que es quien tiene la custodia. El salón en el que están ahora funciona gracias a un préstamo de Covicivi.

Por aquel entonces tuvieron una primera reunión en la que plantearon dar chocolatada y tortas fritas, y a los 15 días comenzaron a trabajar. Los vecinos también empezaron a llevar comida ya elaborada, como tortas y bizcochuelos, pero debido a la compleja situación económica reinante en el barrio se les empezó a brindar los insumos recibidos a través de donaciones y el merendero ponía el horno y la mano de obra, aunque muchos vecinos continuaron colaborando como lo venían haciendo.

“Tuvimos muchas donaciones, tanto del vecino de a pie como de algún empresario”, sostuvo Magalí y agregó que la convocatoria fue boca a boca y por medio de algunos carteles. Luego de obtener un horno donado por el CAIF Mi Casita, comenzaron a cocinar en el salón. El elevado crecimiento de donaciones y de usuarios, tanto menores como adultos, generó un cambio en la idea de la merienda: se cambiaron las tortas fritas por una merienda más saludable.

Néstor y Yolanda, también organizadores del espacio, explicaron que les parecía fructífera la idea de contribuir a través de un merendero los sábados: primero porque hay pocas ollas ese día de la semana y sobre todo porque es un día en el que no hay escuela, y por tanto tampoco comedores. En general asisten personas de Ciudad Vieja, “pero hay gente que se cruza Montevideo para venir acá”, dijo Néstor, y aseguró que por la situación existente “no hay posibilidades de que esto mejore, más adelante van a venir los mismos o más”. También afirmó que cada vez ven más gente que vive en la calle y que siguen llegando muchos migrantes, y “esas personas terminan en las ollas”, concluyó.

Si bien el equipo ha sufrido bajas, el fuerte de la organización se mantiene. Todas las personas que participan en el merendero lo hacen de forma voluntaria, por lo que el tiempo de dedicación y compromiso que conlleva suelen ser los motivos por los que los voluntarios dejan de asistir. No sólo los sábados se requiere el trabajo de los colaboradores; los jueves y viernes, cuando se cocinan unas 10 tortas cada día y los sábados de mañana se realizan elaboraciones veganas: pan, tortas y leche. Durante la semana también pueden surgir tareas espontáneas, por ejemplo que lleguen donaciones, por lo que tiene que haber siempre algún colaborador o colaboradora disponible para recibirlas o irlas a buscar. Además, según comentó Santiago, también colaborador, hay gente que trabaja de manera “invisible”, ya que se ocupan de la parte de logística, ponen sus vehículos a disposición y/o se encargan de diseñar folletos, flyers y comunicados para las redes, además de solucionar otros problemas que van surgiendo en la comunidad.

En cuanto a la respuesta de los usuarios, Mercedes dijo que hay muchas actividades que hacen y les gustan, como por ejemplo la pintada de cajones de madera que son utilizados como estanterías en el salón. Contó que muchos ayudan a acarrear cosas “en la previa” y se ponen a disposición para ayudar, y otras veces llegan con alguna necesidad y se les da una mano. Por otra parte, Santiago agregó que hace varios sábados se generó un espacio recreativo con los niños, como la mesa de ping pong, que también es utilizada por mayores.

Apoyo socioeducativo

Además de seguir dando la merienda sábado a sábado, el colectivo Las Bóvedas generó una Comisión de Apoyo Educativo (CAE) que llevará adelante un espacio de apoyo educativo y social. Según comentó Marisol, participante del colectivo y del CAE en la clásica reunión posmerienda, la idea es crear un espacio donde los niños puedan ir un día a la semana a hacer tareas escolares y tener un apoyo que no provenga de sus familias: diferentes miembros del colectivo, entre los que se encuentran estudiantes, maestras y educadoras, colaborarán en el apoyo.

Marisol subrayó que es importante que en ese espacio las niñas y niños puedan acceder a todas las herramientas y materiales necesarios para trabajar. Además del apoyo educativo, antes de comenzar se les dará una merienda o desayuno para compartir un momento de integración e insistirán a los padres o tutores en que si el menor presenta algún síntoma de enfermedad, no lo lleven por esa semana, para evitar riesgos de contagios. El lunes 17 de mayo se reunieron los equipos que llevarán adelante el proyecto para conocerse mejor, llamar a las familias para dar aviso de la fecha y horario de comienzo y comentarles sobre el protocolo que llevarán adelante, que será completar una ficha con el estado de salud del niño, nombre y celular del familiar o tutor.

Los turnos para el apoyo educativo serán los días lunes y habrá tres horarios: de 10 a 12, de 15.15 a 17.15 y de 17.30 a 19.30 horas. Sobre el final de la reunión se hizo énfasis en el cumplimiento de la tarea: “hay mucha expectativa de las madres, padres, tutores del apoyo educativo; si abrimos esto tenemos que meterle cuerpo y estar”, concluyó Marisol.

Una paradoja

El factor positivo que destaca Mercedes es el “grupo divino” que se formó, que cada vez tiene más ganas de hacer; Santiago resaltó el encuentro de colectivos y vecinos que se juntan para intercambiar y construir comunidad: “Se creó una semilla que no tiene techo”.

Según el estudio denominado “Ollas y merenderos populares en Uruguay” realizado por docentes de la Universidad de la República, estudiantes de Ciencias Sociales y técnicos de AEBU, durante 2020, a raíz de la pandemia, se estima que emergieron 700 ollas populares y merenderos en el país, de las que un 40% aproximadamente se encuentran en Montevideo.

“Esto no se veía desde la crisis de 2002”, subrayó Santiago, refiriéndose a la ausencia que percibe por parte del Estado. Aseguró que lo que falta es “voluntad política” y que es una “dicotomía” su accionar, ya que comenzaron a ayudar a ollas y merenderos populares luego de que estas pasaran “varios meses sin apoyo”, en vez de buscar “políticas básicas de empleo”.

El sábado 15 de mayo, mientras los integrantes trabajaban en la elaboración de las meriendas, comentaban sobre las remeras que se mandaron a confeccionar con la frase “Estado ausente, ollas-merenderos presentes”, y en relación a ello Santiago dijo que son “una organización social, barrial, popular y horizontal” y que no responden a ningún partido político.

También consideró que “sería faltarle el respeto a la gente” si no fuera posible abrir un debate sobre planteamientos de la Ley de Urgente Consideración (LUC), que “deben ser activos en la discusión” ya que la LUC “es una ley vigente que cercena un montón de derechos”, pero aclaró que cada persona puede tomar la postura que entienda sin faltarle el respeto al otro. En la plaza frente al merendero hay un punto de recolección de firmas para la derogación de la LUC, pero Santiago afirmó que no se trata de cambiar una merienda por una firma y por tanto se plantean espacios separados.

“Que se festeje el año es lamentable”, comentó Mercedes en referencia al cumpleaños del espacio. Pero igualmente pusieron lo mejor de sí y realizaron una torta gigante para compartir con todas las personas que asistieron al merendero. El sentimiento es de resistencia y unidad. Tanto ella como Santiago aseguraron que lo peor del merendero es su existencia y “que la gente tenga necesidad de venir a buscar alimento”, porque si bien podría funcionar con un carácter de integración social y cultural, “ahora la necesidad principal es comer”.

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