“La ilustración del pueblo es la verdadera locomotora del progreso” decía José Pedro Varela, pero ¿qué pasa cuando esa ilustración es para unos pocos? “Es necesario repensar la misión y la organización de la institución liceo si se quiere que todos los estudiantes vivan la adolescencia en instituciones educativas aprendiendo cuestiones relevantes”, plantea Andrés Peri, sociólogo y director de Investigación, Evaluación y Estadística de la Administración Nacional de Educación Pública, quien estudia las causas, no evidentes, que hacen que culminar la educación media en Uruguay sea un desafío.
Uruguay es uno de los países más igualitarios en distribución de ingreso de América Latina, sin embargo, tiene uno de los porcentajes más elevados de abandono de la enseñanza media; apenas 40% culmina el liceo y la proporción de ingreso a la enseñanza terciaria es de las más bajas del continente.
Nuestro país fue uno de los primeros en consolidar su sistema educativo -hace más de 60 años que la primaria presenta un 100% de cobertura-, pero el panorama se agrava durante la enseñanza media: en los primeros años si bien la asistencia a centros educativos se mantiene relativamente estable, comienza a decrecer y sobre los 15 años, edad teórica en que debería culminarse la educación media básica, comienza a disminuir preocupantemente. La realidad es que completan ese nivel de manera casi universal los estudiantes que provienen de los sectores de mayor nivel socioeconómico, pero no lo termina ni la mitad para quienes provienen de los sectores más vulnerables. En la educación media superior –bachillerato- la desigualdad es todavía más pronunciada: de los sectores más favorecidos la termina 80%, y apenas 10% no la culmina, detalla Peri.
Volver al origen
¿Por qué existe esa diferencia de una enseñanza primaria con egreso universal y una educación media con una tasa de abandono elevada y de egreso tan bajo? Peri responde que es necesario remontarse al origen histórico de las instituciones y cuestionar las expectativas de aquel entonces.
La educación primaria existió con una vocación universalista, para que todos los estudiantes pudieran ingresar y adaptarse a un país muy diverso, aclara Peri. En cambio, señala que la educación media comenzó como una sección de la universidad, como un ciclo intermedio para cursar estudios terciarios. En ese sentido, aclara que desde sus inicios la educación media no tuvo vocación inclusiva: quienes tenían expectativas de acceder a la universidad y cursaban la enseñanza media eran las personas de clases privilegiadas. Por tanto, toda la estructura de enseñanza respondió desde su inicio a las demandas de esas clases.
Según Peri, el origen universitario de la enseñanza media determinó la organización del liceo. Damos por natural su estructura, los exámenes y previaturas, cuando lo cierto es que responde a las lógicas universitarias y tiene el mismo nivel de exigencia. “El sistema de educación media ya desde su origen apunta a la universidad y se conformó como una estructura selectiva. Eso es parte del problema”, afirma.
Peri dice que el problema de la enseñanza media ha sido largamente diagnosticado. En 1949 el maestro Julio Castro, desaparecido en dictadura, hablaba de la necesidad de coordinar la enseñanza primaria con la enseñanza media; planteaba la necesidad de universalizar la educación secundaria, e insistía en que la gran diferencia entre un sistema organizacional y otro era que el maestro se centra en el alumno y el profesor en la disciplina.
Al día de hoy los planteos de Castro son válidos, sostiene Peri. El sociólogo expresa que la revisión de los planes de estudio debe ser hecha por una comisión mixta, integrada por maestros y profesores de secundaria. “No se puede hacer un currículum educativo donde una parte la piensen unos profesionales y la otra parte sea pensada por otros profesionales que proyectan cosas totalmente diferentes. Es necesario ensamblar ambas partes”, afirma.
El sociólogo entiende que los sistemas de primaria y secundaria están demasiado diferenciados: las formas de evaluar, de organizarse, de concebir el aprendizaje y los objetivos. Castro hablaba del “puente roto” entre la enseñanza primaria y media. Es lo que experimenta el niño cuando pasa del modo escolar al modo liceal. Y ese es, según Peri, uno de los problemas más graves.
Pero no todos los que ingresan a la enseñanza media tienen la expectativa de hacer estudios terciarios, sino un porcentaje muy pequeño, aclara. Y en un sistema donde la estructura está determinada para preparar para la universidad, si no existe esa expectativa, permanecer resulta un desafío. “La misión fundamental de la educación media es preparar para la vida. Hay que salir de ese formato de organización hacia la universidad”, dice Peri; y subraya la necesidad de trabajar en el aumento de la expectativa educativa.
Educación para algunos pocos
Para el sociólogo, la educación media tiene que ser una educación formadora para todos y no solamente para aquellos que puedan acceder a la universidad. Es un desafío para Uruguay correr la exigencia “para adelante” y que esta no sea una traba innecesaria que reproduzca las desigualdades de origen. “Es necesario una educación para todos”, afirma.
En un sistema que reproduce las desigualdades y no da oportunidades para aquellos estudiantes de clases menos privilegiadas que quieren terminar sus estudios, resulta sorprendente que no haya movilizaciones sociales por un cambio, ¿cómo puede ser que este sistema se mantenga? Para el sociólogo la respuesta es simple: “se mantiene porque a las clases medias y las clases altas les funciona”. Para él, el sistema ejerce una violencia simbólica que invisibiliza la opresión que el sistema hace, al naturalizar el problema. El estudiante está seguro que falló porque “no obtuvo las notas suficientes y no por que el propio sistema lo expulsó”, agrega.
Las evaluaciones muestran que al finalizar primaria, la mayor parte de los estudiantes, no cumple con ciertas habilidades matemáticas y de lecto-escritura, y así pasan al liceo. Peri afirma que el salto de primaria a secundaria resulta uno de los más fuertes ya que entre los dos sistemas no hay continuidad, y acota que hay clases sociales “capaces de adaptarse mejor que otras” gracias a las posibilidades con las que cuentan.
En Uruguay, quienes logran culminar el ciclo de educación media son las clases privilegiadas. Según Peri, está instalado en la sociedad un mito de “educación democrática” que “mantiene el sistema meritocrático selectivo”: la (triste) realidad es que el sistema de enseñanza es eliminatorio. Quienes la culminan son aquellos que tienen las condiciones de clase para llegar y el resto va a fracasar creyendo que fue “porque no tuvo buenas notas”, dice el sociólogo.
Sin pena ni gloria
Para el sociólogo, el problema del bajo porcentaje de estudiantes que termina el liceo es de Uruguay y se explica por el pasado glorioso que todavía no logramos matar. “Porque Vaz Ferreira daba clase en el liceo. Y porque el matemático que tenía que estar en primeros años de facultad bajó a quinto de liceo a dar ecuaciones diferenciales para preparar para la universidad y mató la adolescencia de muchos uruguayos”, dice. El inconveniente se agrava aún más por tratarse de un problema de diseño institucional, la idea del “siempre se hizo así” que genera un inmovilismo al cambio muy fuerte.
Peri sostiene que la desvinculación del estudiante es progresiva, se da por saltos al cambiar de nivel y de centro educativo: un gran salto de sexto de escuela a primero de secundaria y otro grande de tercero de liceo a cuatro, es decir, de ciclo básico a bachillerato. Existen varios intentos de reenganche antes de la desafiliación definitiva, pero una vez que se desafilian, el costo de la reinserción es muy alto. De una generación de estudiantes para la mayoría su máximo va a ser educación media, y para muchos de ellos, incompleta.
“Es necesario repensar la misión y la organización de la institución liceo si se quiere que todos los estudiantes vivan la adolescencia en instituciones educativas aprendiendo cuestiones relevantes”, sostiene el especialista. Pero el formato heredado no conduce a que se logre, sino que, por el contrario, repite la estructura que lleva al abandono.
El apego a la tradición no favorece los cambios, según Peri, para reformular la estructura organizativa que se arrastra desde que se pensó la enseñanza media, es necesario tener una visión integral. En primer lugar, un marco curricular común que defina las habilidades en forma progresiva, para que no se sienta el salto cuando se pasa de un sistema a otro: habla de progresividad de la enseñanza centrada en habilidades, y no en contenidos. En segundo lugar, que las instituciones educativas están centradas en el alumno y abarquen la diversidad de ritmos de aprendizajes, cosa que con el formato de organización actual no se está cumpliendo. Y por último, que la “exigencia se corra para adelante”; la estructura actual está organizada para exigir desde antes de haber elegido la carrera a seguir, para el sociólogo, esta exigencia anticipada es innecesaria.
Los datos estadísticos muestran la preocupante realidad: de una generación que pasa por la educación uruguaya, todos terminan primaria, dos tercios culminan ciclo básico y algo más de un tercio culmina la educación media superior (40%). Por lo tanto, en el transcurso de la educación media se pierde un 60% de estudiantes que no llegan a concluir su ciclo y abandonaron antes. “Es necesario repensar y cambiar la experiencia educativa de los jóvenes”, concluyó Peri.