Alejandro Persichetti es fotógrafo de teatro y junto a un grupo de actores y actrices llamados “Primer Ensayo” desarrollan un proyecto en el que el mundo de la fotografía y la actuación se unen en cuadros de grandes pintores con el objetivo de alzar la voz y denunciar la situación agónica de la cultura en nuestro país. “Quería usar la fotografía como medio de denuncia y poner actores en el escenario”, comenzó la entrevista con Sala de Redacción.

“Un episodio de la fiebre amarilla en Buenos Aires” (1871) de Juan Manuel Blanes, “Los comedores de patatas” (1885) de Vincent Van Gogh, “Los fusilamientos del 3 de mayo” (1814) de Francisco de Goya son solo una pincelada de las recreaciones que domingo a domingo se presentan en las redes del fotógrafo, dejando un espacio abierto a la reflexión.

 –¿Cómo surgió la idea que culminó en Ensayo Pandémico?

-El proyecto arrancó el año pasado cuando el gobierno prohíbe los espectáculos públicos y cierra los teatros. Luego las cosas mejoraron un poco y la idea quedó en la nada. Este año empeoró y yo estaba encerrado, a punto de morirme de la angustia. Tuve que salir a hacer otras cosas que no me gustaban demasiado, me dejaron dinero, pero no vida. La fotografía de teatro es lo que más me atrae, sin embargo los actores están prohibidos y yo también como en una cadena. Entramos en este proyecto para actuar y reclamar, es un acto militante ante la prohibición de no hacer. Están los teatros cerrados y están abiertas las iglesias y los shoppings, la pregunta es por qué. Yo creo que hay una decisión política de fondo: los teatros se cierran, porque en los teatros se dicen cosas.

Persichetti vive de esto, se dedica a la fotografía y a un tipo muy específico. Su trabajo tiene detrás horas de estudio, de pienso, de elaborar afiches, tener reuniones con directores y escenógrafos y hoy está imposibilitado. También tiene un taller en el Foto Club Uruguayo en el que da clases “En escena”, pero la crisis sanitaria lo hizo preso de las circunstancias. Se muestra con una mezcla de sensaciones, por lo que está haciendo y por lo que no puede hacer. El proyecto le da vida y le disminuye la angustia, pero hay en su voz rastros de impotencia.

-Un día me puse a buscar imágenes sobre pandemias históricas, para investigar a donde me podía llevar eso. Pude observar cómo las fotos parecían sacadas de una película de Netflix. La fotografía de prensa era muy perfectita, linda, estética, pero a su vez mostraba una crudeza terrible, es decir, había un distanciamiento entre el contenido y la imagen. Esa distopía fue un puntapié inicial para empezar a laburar.

 “Entramos en este proyecto para actuar y reclamar, es un acto militante ante la prohibición de no hacer. Están los teatros cerrados y están abiertas las iglesias y los shoppings, la pregunta es por qué. Yo creo que hay una decisión política de fondo: los teatros se cierran, porque en los teatros se dicen cosas

En esa elaboración comenzó a revisar cuadros que había visto en museos, algunos en vivo, otros por interés. Cuando trabaja en el teatro, muchas de sus fotos las refiere a pinturas. Estudia la iluminación de los artistas plásticos, de pintores, de escultores, no para copiarlos sino para tomar elementos y armar el puzzle de la imagen. A raíz de esto pensó por qué no bajar a tierra esta idea básica, de hacer la copia del cuadro y por qué no llevarlo al Montevideo de hoy. Así fue como se propuso buscar una cosa más concreta en las obras y quedaron unas 20 imágenes.

 -¿Cuándo comenzaron a concretar el proyecto? 

-Arrancó en abril. Hablé con dos amigos, German Weinstein y Jimena Etcheverría -directores de la escuela de teatro “Implosivo”- y comenzamos a construir un poco más esa idea inicial. Al principio no entendían muy bien, pero había algo en ese pienso que les había gustado. Yo tenía más interrogantes que respuestas, aunque teníamos claro que cada uno haría lo que sabía hacer: ellos actuar y yo sacar fotos. Germán y Jimena son parte de un colectivo que se llama “Primer Ensayo”, hace un año que militaban e iban armando un montón de propuestas pero ya no sabían cómo seguir. El proyecto les vino como anillo al dedo.

-¿Cuál era la idea que unía a los actores y actrices involucrados en la fotografía?

-Una propuesta. Hasta ahora, ni ellos ni yo teníamos un espacio donde poder manifestarnos. Hoy desde el escenario, expresarse con un público presente no era posible. Queríamos empezar con un autor nacional, por eso elegimos a Blanes. Es el pintor de la patria, queríamos pegar también por ahí. Tiene ese cuadro maravilloso “La fiebre amarilla”, que realmente es increíble, cada vez que voy al museo quedo un rato largo viéndolo porque me parece bellísimo y a la vez crudo.   

Persichetti entiende que la mirada de cada autor es distinta. La composición, el color, hacen al artista y su firma. Tenía varios amigos con los que había compartido proyectos y estuvo a un paso de invitarlos, pero decidió que no. Este tenía que ser un proyecto fotográfico personal, con un equipo que se dedicara a actuar.

 -La fotografía que construyeron con el cuadro de Blanes tuvo un gran impacto.

-Fue la que más repercusión tuvo: más de 180.000 personas miraron la foto en el primer día. Leí muchísimas devoluciones y repercusiones. Gabriel Pereyra me escribió, Gustavo Leal utilizó la imagen para escribir su propio mensaje dirigido a (Luis) Lacalle Pou. Muchas personas se identificaron con el mensaje y no modificaron el discurso, sino que se sumaron a él. 

-¿Por qué crees que el proyecto tuvo esta repercusión?

-El año pasado hubiera sido diferente. Todos pensábamos que esta pandemia se acababa ahora, en pocos meses, llegaba el verano y terminaba. Hoy creo que la gente está cansada de la pandemia y del gobierno. Necesitamos agarrarnos de cosas, yo no tenía de qué, mis compañeros del teatro tampoco. Creo que el público también tomó esta propuesta como oportunidad de protesta.  

 -¿Por qué definiste trabajar de esta manera la pandemia? Porque podrías haber sacado fotos en el CTI, a los enfermos, al sector salud...

-Si yo produzco una foto nueva, las personas van a empezar a hacer lecturas desde cero. Creíamos que mucha gente iba a conocer la pintura. Tal vez no iba a conocer el nombre del cuadro, o quien lo pintó, pero si le podía sonar familiar o reconocer la imagen. No ponemos el nombre del autor a propósito, pero sí el de la obra porque es una invitación al espectador a jugar en ese paralelismo, en la búsqueda de conocer de quién es. Creemos que salió bien, nosotros colgamos la foto y a los cinco minutos hay alguien que cuelga dos más.

El mundo digital permite eso y para él está demás. Hay algo lúdico que se da en esa búsqueda. De alguna manera la persona investiga, googlea y ese nombre le va a llevar a un autor. Estudiás historia del arte sin querer, dice Persichetti. Te lleva al museo, y esto a partir de un proyecto de denuncia.

Por otro lado, conjuntamente tienen que estudiar, estar al día con la agenda, investigar artísticamente autores, escritores, qué pasaba en la historia del arte con esos cuadros y con esas obras. Persichetti destaca la importancia del intercambio generacional: él tiene 48 años y está haciendo un proyecto con jóvenes de 20*, convergen juntos en una búsqueda política y fotográfica. El proceso es lo importante, luego el público decidirá si la foto es interesante o no.

“En general trato de que mis fotografías se separen del periodismo, no porque no me guste, me encanta y de hecho tengo muchos amigos fotoperiodistas y los admiro muchísimo, pero yo estoy vendiendo un espectáculo”

-Al tener la posibilidad de entrar más en detalle en las fotos, hay que cuidarlas más ¿no?

-Sí, igual jugamos a tener elementos distintos. Por ejemplo, con el cuadro de “Los comedores de patatas” de Van Gogh se nos ocurrió colocar un retrato de Pepe Batlle, apelando al tiempo pasado de las “vacas gordas”, el Uruguay de 1950 y “la Suiza de América”. Queríamos hacer un guiño político sobre las clases sociales y el bienestar social. Es un juego de lecturas, de todas las interpretaciones que nos permite la imagen. Blanes había sido el primero en politizar sus propios cuadros. Los treinta y tres orientales eran blancos y colorados, entonces en su obra “Juramento de los treinta y tres orientales” decidió poner en sombras o de espaldas a los colorados. Al ser blanco, el juego político que encontró fue este. Después me enteré, gracias a Tina Ferreira, que hay dos afros, a uno se le ven apenas los puños de la mano y el otro está completamente tapado. A mí me genera una nueva dimensión política, una variante que multiplica las posibilidades de sentido.

Alejandro Persichetti / Uruguay: ensayo pandémico #2: “Los comedores de papas” Cuando las papas queman. Abril 2021.

-¿Es diferente la manera de hacer fotografía de prensa a lo que ustedes hacen?     

-Claro, porque jugamos con el concepto de teatralidad. En general trato de que mis fotografías se separen del periodismo, no porque no me guste, me encanta y de hecho tengo muchos amigos fotoperiodistas y los admiro muchísimo, pero yo estoy vendiendo un espectáculo. Hay un lugar onírico en el cual tiene que estar esa imagen. Esto es arte digital en el que todo es mentira, ninguna foto ocurre en la realidad. Si hubiera ocurrido de verdad yo sería tremendo fotógrafo de prensa.

-¿Cómo armás la fotografía? Desde lo escenográfico, los personajes, el ámbito que elegís para colocarlos.

-Hay varios planos. Una vez que elegimos qué, hay que pensar si es realizable o no desde el punto de vista fotográfico, porque hay cuadros que me encantaría hacer pero son impensables e imposibles por la cantidad de gente o por la escenografía que habría que colocar. Buscamos con lo que tenemos a mano, porque realmente no tenemos un mango, lo único en que gastamos fue en una banda presidencial. Tenemos salas de ensayo, algún vestuario y cajones, con eso componemos.

Alejandro y su grupo producen el espacio, lo copian exactamente y luego lo arman desde un lugar creativo. Dónde está la luz, se imaginan si el pintor hubiese sido fotógrafo, qué lente hubiera usado, dónde hubiese puesto la cámara, dónde se pararía, a qué distancia. Tratan de leer todo y la información que no consiguen la proyectan o construyen.

-Construimos el lugar del “vichón” del cuadro de Blanes y lo pusimos con un celular, era el vecino que estaba queriendo subir una foto a la red. Lo que más nos complicó fue el niño, que para ese cuadro es muy importante y representa la dualidad entre la vida y la muerte. Pero los niños no pueden actuar y quisimos evitar problemas. La atención la llevamos para otro lado y pusimos un muñeco en su lugar, la referencia está. Le buscamos un vestuario que nos permita acercarnos al personaje retratado pero colocándole un elemento distintivo para traerlo al contexto actual.

-¿Qué lugar tiene el grupo en el diseño, en la construcción de la fotografía y en la posproducción?

En el post, estoy yo solo. Bueno, estoy con toda mi historia arriba y con mi intuición. A los gurises les llevo la foto casi terminada para que opinen sobre una decisión de color, por ejemplo. Busco a veces una tonalidad un poco distinta. Ponemos algún elemento para que se diferencie. Algunas fotos son muy distintas, como la de “Los fusilados de Goya”, en donde no hay armas, sino que hay cámaras que disparan. Me acuerdo que el día de la foto se había hecho el asado del presidente con la AUF y todo el mundo criticaba, en ese mismo momento nos preguntamos por qué no hicimos la última escena con un montón de pelotas de fútbol. Además sucedió que al otro día echaron a (Eduardo) Preve de Canal 10. Con esto a último momento cambiamos el discurso, lo que íbamos a decir debajo de la foto, esa es otra parte muy compleja.   

Alejandro Persichetti / Uruguay: ensayo pandémico #3: “Los fusilados” Libertad o traición. Abril 2021.

-En la escritura del pie de foto ¿están todos involucrados?

-Sí, en la primera escribí sólo la información que se encontraba debajo de la foto de Blanes, a todos les pareció bien. No teníamos muy claro esta repercusión y a cuánta gente le iba a llegar, vas midiendo. Acostumbramos al público a que los domingos a las ocho, algo van a tener. Definimos tratar temas genéricos: la muerte, el hambre, la miseria, los medios de prensa, el poder.

-¿Para dejarlo a la libre interpretación?

-Exacto, de hecho resolvimos como colectivo no contestarle nada a nadie. Porque nos han criticado de politizar el arte, que somos una copia. Ya sabíamos que podía pasar. El juego de las redes siempre está presente y me tiene un poco cansado. De todas formas hay que reconocerles que democratizaron un montón de cosas. Sobre todo para los que hacemos arte, es una muy buena herramienta. Hoy se sube un cuadro a las redes y lo ven miles de personas. 

-¿Cuáles son los impactos en la comunidad artística? ¿Qué has recibido de otros artistas y fotógrafos?

-Personalmente el comentario que más me importa es el de colegas, es con quien vos te medís, es tu vara para entender más o menos dónde uno está parado desde el punto de vista fotográfico. Muchos me escribieron para decirme lo interesante que les había parecido esta propuesta. Para mí eso fue una legitimación y una gran satisfacción.  

-¿Cómo sigue este proyecto? ¿Qué planes tienen?

-En principio vamos a construir 12 fotos. A mí me gustaría mucho -y esto es a nivel personal- hacer una exposición o un foto libro. Daría cuenta de la cultura en pandemia en Uruguay. El libro legitima un lugar tangible, un producto. La red social y la inmediatez hacen que se esfume todo muy rápido. Puede ser muy interesante pensar en un libro con un relato del detrás de escena y después ver cómo incluir todos esos mensajes de las personas que se han interesado por el proyecto. 

*El grupo “Primer Ensayo” está compuesto por Germán Weinberg, Ximena Echevarría, Apa Angeloni, Mariana Caballero, Nicolás Muñoz, Leidy Laura Sosa, Alejandra García, Matilde Leyba, Joaquín Bacci, Gastón Silva, Toia Cestau, Agustín Romano, Romina Grassi, Bruno Acevedo, Mavi Parada, Laura Silvera, Inés Nuñez.

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