“Sin música, sin libros, sin poesía, sin teatros, sin películas no se podría vivir, es como que te faltara el aire”, resume Roy Berocay, a quien el arte le ha servido de salvavidas y también de motor. No sorprende que cuando el confinamiento lo obligó a postergar su gira con Ruperto Rocanrol, aprovechara para realizar talleres de escritura y charlas para escuelas vía Zoom, hacer conciertos por streaming y lanzar un disco solista y una novela con una temática social fuerte, como lo es la violencia de género, que además retoma aquel personaje tan querido en los noventas como lo fue Mayte.
En una charla cálida y amena por videollamada, conversó sobre sus proyectos y contó cómo fue volver al teatro en Durazno a sala llena y volver a sentir la emoción del cara a cara y cómo días más tarde en el teatro de Rocha el espectáculo se pudo sentir más intenso porque fue con un público de escuelas, con los chiquilines potenciándose los unos a los otros, cantando, bailando y gritando al unísono. “A la gente que le gusta la banda debería venir a vernos en un toque para escuelas, que es un desquicio, una cosa realmente hermosa”, apuntó Berocay, mientras sonreía.
El spin off de Pateando Lunas
-¿Cómo fue el lanzamiento de Superniña, que habla sobre la violencia de género y tiene como protagonista a la hija de Mayte, de tu libro Pateando Lunas, que marcó a varias generaciones?
-La idea original la tuve en verano. Se dio una sucesión bastante importante de femicidios; prácticamente todos los días teníamos alguno. Durante el gobierno anterior se le reclamaba al ministro (del Interior, Eduardo Bonomi), y comencé a plantearme: “¿qué puede hacer el ministro?, ¿poner un policía en cada casa?”. Pensé que no, que se tiene que arrancar mucho antes, con la educación desde las casas, poco menos que desde el jardín de infantes. Esta perspectiva es de mediano y largo plazo, pero por lo menos es algo. Pensé que estaría bueno aportar algo que sirviera de disparador, algo para trabajar en las escuelas, y así surgió la idea de hacer un libro que tuviera que ver con eso.
-¿Qué o quién impulsó esta inquietud?
-Un día estaba mi nieta de tres años jugando en casa y de pronto dijo: “yo voy a ser superhéroe”. Comenzamos a hablar del tema y me quedó la idea rondando en la cabeza. Pensé que esa niña de alguna manera podía combatir esas cosas. Así fue que arranqué el libro, sin saber que iba a terminar siendo la hija de Mayte. Yo siempre improviso y voy inventando la historia a medida que la escribo. De pronto hablo de la mamá de la protagonista y me doy cuenta de que podría ser Mayte. Me quedé impactado, entonces recordé que Pateando Lunas es un libro que salió hace 28 años y Mayte ya sería adulta. Si seguimos la cronología del libro, perfectamente podría tener una hija de 9 años. Las piezas empezaron a encajar.
-Es por eso que se llama Superniña (más allá de Pateando Lunas)?
-Se le agregó al título eso de “más allá de Pateando Lunas” porque si bien los dos libros tienen una vinculación, este segundo no es una continuación del primero. Es otra historia. Además, sentí que como estamos tocando un tema que es también una especie de pandemia, es decir la emergencia de la violencia de género, tenía que ser más frontal, tenía que ser un poco más directo.
-¿Cómo reaccionó tu entorno al enterarse de que ibas a tocar este tema?
-Algunos miembros de mi familia me preguntaron si estaba seguro de hacerlo, tenían miedo de que alguien pensara que me estaba subiendo al carro. Yo respondía que no, porque tengo a Pateando Lunas que salió hace casi 30 años, y nadie me puede acusar de eso, sentía que estaba resguardado.
-Le has dicho a otros medios que una mujer cuando sale a la calle es una superheroína porque nunca sabe si va poder volver a su casa…
-En el libro se cuenta que el papá de la protagonista hace un clic frente a un hecho. Eso, por cierto, es algo que a mí me pasó siendo adolescente: iba arriba de un ómnibus, estaba mirando por la ventana, y vi pasar a una chiquilina muy linda que iba caminando por la vereda y de pronto se topó con una obra y la vi prepararse para cruzar esa zona hostil. Ahí me di cuenta de lo horrible que debe ser que te pasen estas cosas todo el tiempo. Fue la primera vez que me cayó la ficha, sentí empatía. Además, sé que esas cosas le han pasado, por ejemplo, a mi señora, a mis hijas, a mi hermana, y por eso el libro está dedicado, desde mi abuela en adelante, a todas las mujeres de mi familia.
-¿Superniña es lectura para todo tipo de público?
-Claro, yo no creo que sea un libro sólo para niñas por la temática que trata, también quise que fuera entretenido, que tuviera una aventura y que deje a los lectores pensando en algo.
El Replicante
-En plena cuarentena lanzaste tu primer disco solista. Habla mucho sobre vos, tu etapa hippie, una época oscura como la dictadura. ¿Esto fue producto de una introspección causada por el confinamiento o ya lo tenías planeado?
-Es un producto de la pandemia, de tener que parar con todo lo previsto para el año. Al principio nos cuidamos mucho, los primeros tres meses sólo salía para comprar comida, y Superniña ya estaba terminando desde antes. Me puse a escribir una novela de terror para adolescentes que retomaba a los personajes de La misma cantidad de osos, pero con otra historia completamente diferente, y al terminar eso, pensé: “¿y ahora qué hago?”. Estábamos sin ver a los nietos, a los hijos, y ahí me vino la idea. Siempre había tocado en bandas y al final de la dictadura ya había tenido un intento de solista, pero no encajaba mucho porque estaba más volcado al folk y al rock, y terminé por dejarlo. Al resurgir la idea me encerré en el garaje donde tengo un pequeño estudio, y aprovechando que había estudiado sonido, que me gusta mucho, pensé que tenía todo para hacerlo.
-Tiene temas nuevos, pero también algunos compuestos tiempo atrás.
-Hay una canción que de hecho es muy anterior. Se llama Sueña, del año 1976 y la hicimos con mi amigo Beto. Con esta canción ganamos en la categoría dúos, en un programa que se llamaba Estudiantina, prácticamente era lo único que se pasaba en dictadura. Se presentaban solo estudiantes a hacer música, pero ninguno de los que participó lo era (risas). Había sido muy comentada en radio y como nunca la había grabado, decidí hacerle “justicia”. En aquel tiempo, había cosas que no se podía decir, lo que se trasmitía era como telepático y justamente la canción metafóricamente alentaba a soñar y darle para adelante. En dictadura, las canciones eran enviadas a la comisaría para que las revisaran y te decían lo que podías o no decir, o censuraban alguna parte. Mucha gente no tiene idea de lo que fue esa época.
-¿Sentís que hay un deber de información con respecto a esa época?
-Algún día se va hacer algo serio, como podría ser una serie documental. Los medios no han encarado con eso nunca y creo que es a propósito. Está haciendo falta que se recuerde, ¿o vos no te diste cuenta que cuando es fecha del acto del obelisco nunca lo transmiten por televisión? Hay millones de personas que ni siquiera lo vieron nunca. Es una cosa histórica, están todos los partidos. Hay una intención de barrer bajo la alfombra lo que pasó.
-¿Podríamos decir entonces que para vos el arte siempre fue un salvavidas en aquellos tiempos oscuros y que podría estar siéndolo ahora también?
-El arte fue la válvula de escape y mi vocación es lo que siempre condujo mi vida. Yo creo que, sin música, sin libros, sin poesía, sin teatros, sin películas, no se podría vivir, es como que te faltara el aire.
-Volviendo al disco, la intención de rescatar algunas canciones tuyas, ¿es para dejar un legado sobre tú vida?
-Hay ocho canciones que rescaté con la intención de dejar un registro de cosas vividas, por eso es un disco que se podría denominar autobiográfico.
-Comentaste a algunos medios que la noche de la presentación del disco en sala Magnolio había sido “intensa y hermosa”, pero utilizaste la palabra “imperfecta” también, ¿por qué consideras que fue imperfecta?
-Siempre, en todas las actuaciones uno se imagina cómo puede llegar a ser. Dejás preparado el sonido, dos de mis hijos que tocan en Ruperto Rocanrol se pasaron más de dos horas arreglando todo para que saliera perfecto. Cuando me siento a empezar a tocar, aparece un acople de sonido de esos fuertes, todo el mundo parecía estar aturdido. El sonidista había apretado mal un botón y desarmó todo el retorno, y aquel miedo que teníamos de que algo saliera mal, pasó. Tuve que arrancar prácticamente sin escucharme y recién al tercer tema logramos acomodarnos. Toqué los primeros temas prácticamente pensando en el sonido y si se podía arreglar. Me desconcentró y me costó volver a “enchufarme”. Con la música pasa eso: te distraés un segundo porque el público hizo algo y te equivocás. Por eso fue imperfecta.
-Habrá tenido su magia…
-Sí, y muchas cosas que uno se da cuenta la gente no, y las remontás. Pero a uno igual le molesta porque sí se da cuenta…
-¿Qué te depara de ahora en más?
-Estoy metido en un par de proyectos para el año que viene, pensamos hacer un Ruperto Rocanrol en el espacio con proyecciones y en pantallas. Se vendría también el musical de Pateando Lunas; un colega es quien me está ayudando con la adaptación del libro. Tampoco me niego a hacer nuevas cosas que vayan surgiendo, como la que ya tengo en mente y que considero una “quijotada”: un programa de televisión con títeres sobre el Sapo Ruperto. Es una idea entre quien hace los títeres, un productor y yo. Estamos viendo si logramos apoyo para eso. Es bastante difícil el mundo de la televisión, además de caro.
Para Roy quedarse quieto no es una opción, considera que a quien lo hace “se lo lleva la corriente”. Siempre tiene algún proyecto, alguna cosa en mente. Sobre el final, se sintió agradecido por el apoyo, la difusión y el cariño de la gente y dijo: “Todas las cosas que me han pasado, siempre han superado lo que yo podía esperar”.