El domingo soleado resultó ser una buena excusa para recorrer y conocer más acerca de la historia y la cultura. El ánimo festivo se sentía en el aire, no sólo por la jornada patrimonial, sino también porque en la tarde se iba a disputar el partido entre Nacional y Peñarol. Como marca distintiva del clásico del fútbol, los barrios estaban llenos de gurises y gurisas con las camisetas de sus equipos. Además, en cada esquina, se podían ver personas caminando embanderadas de los distintos partidos políticos repartiendo listas, símbolo de la proximidad de las elecciones nacionales. Los variados colores y las banderas se mezclaban ese fin de semana con los distintivos estandartes amarillos de la jornada patrimonial. 

En busca de alejarme de los típicos sitios históricos de la Ciudad Vieja, Centro y Cordón, decidí esta vez visitar el barrio de Malvín. Los elegidos fueron la Villa Yerúa y la Casa Varenna Espacio Creativo. Sobre la rambla, el viento primaveral refrescaba e invitaba a los amantes de los deportes acuáticos a bajar a la playa. Una veintena de practicantes del kitesurf en el mar se veían desde la orilla, mientras otros llegaban con todo lo necesario bajo el brazo. Casi al límite con Playa Brava está ubicada Villa Yerúa. 

Historias de tango y turf

Para quien no la conoce, puede ser difícil comprender que un museo albergue historias del tango y del turf en un mismo sitio. Pero Victor Bariani, miembro del concejo vecinal del Municipio E, quien ofició de guía en la visita, fue el encargado de transmitir los puntos en común de ambas actividades. Nacido en los cuarenta a menos de una cuadra de allí y gran amante de la historia del “zorzal criollo” Carlos Gardel, el guía contó que la villa perteneció al argentino Francisco Maschio. Fue él, su propietario de entonces, quien bautizó la finca en honor a la ciudad entrerriana que lo vio nacer: Puerto Yerúa. 

La casa está bien preservada y pintada en su totalidad de blanco. Luce fotografías que denotan su historia y permiten ver el paso del tiempo. Cada foto relata un recuerdo: carreras de caballos, escenas de tango y otras memorias de la inusual combinación que lograron Maschio y Gardel. Bariani comentó a Sala de Redacción que el entrerriano era un reconocido y premiado entrenador de caballos de carreras. En tanto que Gardel, fanático también de los deportes ecuestres, coincidió luego con Maschio y a partir de ese momento forjaron lazos de amistad. 

Durante la recorrida, Bariani hace una pausa sobre una fotografía que señala como especial. En ella se puede ver a Maschio y Gardel, junto a un tercer amigo, el que posteriormente sería inspiración de alguna de sus grandes canciones. Era el jockey Irineo Leguisamo, quien además montaría a su conocido caballo, Lunático. El guía recuerda que en los años previos a la restauración e inauguración de la villa, tras el convenio logrado con la Asociación Uruguaya de Propietarios de Caballos de Carrera, los vecinos organizaban milongueadas en este sitio para cada Día del Patrimonio. En esas instancias conmemoraban el tiempo que “Carlitos” veraneaba en la residencia de su amigo Francisco. 

En el piso superior del recinto hay unos balcones amplios, con vista a la rambla. Al contemplar desde allí, la mirada se pierde entre los pensamientos. Imagino cómo serían sus alrededores hace un siglo atrás: de guitarras, caballos, olas golpeando de cerca, sin el bullicio de una rambla repleta de autos, y con un tal “Carlos” entonando estrofas de una nueva canción.

Todo hecho con papel 

Pero el recorrido patrimonial no terminaría allí. A pocas cuadras, por la calle Gallinal, se encuentra la Casa Varenna Espacio Creativo. Desde afuera se aprecia una residencia de época. Al acercarme, alguien abre la puerta. Detrás de mis pasos, la cierra de inmediato. El viento sopla con fuerza. “Todo lo que van a ver acá está hecho con papel”, fueron sus primeras palabras, apenas entramos. Se presenta, es Carlos Pirelli y estoy en su atelier.

Pirelli cuenta que es escenógrafo, docente y artista visual. Además, agrega que trabaja con el papel desde hace 30 años y abre su atelier al público solamente en la celebración del Día del Patrimonio, desde hace 20. Destaca que en cada edición realiza una nueva muestra, acorde a la temática. 

Ubicados en la sala de estar, Pirelli comenta que todo lo que se ve está hecho con sus manos, sin la ayuda de ninguna herramienta de moldeado, mientras detalla el proceso de elaboración de una cortina que se encuentra en la ventana. Del techo cuelga una campana y nos pide mirar hacia allí. Son varias las piezas en exposición y cada una tiene su particularidad. El artista detalla el proceso de cada obra y cuenta el tipo de papel que utilizó y la forma en la que lo trabajó. Más tarde, citó las construcciones chinas y japonesas como ejemplo y destacó la resistencia del material. Hizo hincapié en el origen del papel: la madera. 

Las esculturas de Pirelli no tienen nombre. Si lo tuvieran, entiende que limitaría la mirada del observador. “Los nombres se los dan las personas con sus propias interpretaciones”, aclara. Y comenta que si bien su infancia transcurrió en otro barrio, se siente muy identificado con Malvín, ya que pasaba todos sus veranos en esta casa visitando a su abuela y familia. Años más tarde, se mudó a este lugar con sus padres, y a partir de allí se convirtió en su hogar. Disfrutar hoy de su atelier y abrir su espacio al público para compartir su arte se transformó para Pirelli en un clásico del Patrimonio.

La tarde cae en Montevideo y Malvín sigue ventoso.

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