“Su lucha, su historia, su resistencia y su muerte violenta nos hacen tener la certeza de que en este momento volvemos a una fragilidad de la democracia en Brasil, que puede incurrir en una fragilidad para la democracia en Latinoamérica. No es sólo Marielle (Franco), es un conjunto de factores: la prisión de Lula (Da Silva), el impeachment de Dilma (Rousseff) y la intervención federal en la seguridad de Río de Janeiro. Marielle es el símbolo de todo esto y de nuestra resistencia. Marielle es un símbolo de alerta para continuar en la lucha”, dice Mônica Francisco. 

Lo dice con vehemencia. Con la misma vehemencia abraza y sonríe. Con la misma vehemencia era asesora de Marielle Franco y es ahora diputada estatal de Río de Janeiro por el Partido Socialismo y Libertad (PSL). Francisco tiene una mirada que escasea: firme y sensible, dura y veraz, fogoza y dulce, fuerte y perspicaz. Es amena en el diálogo y calibre en el tiempo: sabe de dónde viene, dónde está y a dónde va. 

-¿Corremos? Quedan 5 segundos, le digo.

-Corramos.

Fotografía: Camila Zignago

No hay viento pero a ella le vuelan las trenzas. Los labios le combinan con el color del pelo y con los lentes que se pondrá más adelante. Después, también, le combinarán con el pañuelo que sostendrá a lo alto, con sus manos abiertas en la literalidad, con sus manos en forma de puño en lo simbólico: no a la reforma, se leerá. 

Cruzamos 18 de Julio. No tenemos mucho tiempo. El encuentro también es calibrado. Entre la avenida y el callejón Barbato espera “Algo más que miedo”, un intercambio organizado por el Colectivo Catalejo y la Fundación Friedrich Ebert (FES), con panelistas de Uruguay, Brasil y Argentina, que hablarán sobre las distintas formas de encarar las violencias sin apelar a la represión ni militarización. Francisco será la última oradora. 

“Soy una mujer negra, de las favelas de Río de Janeiro, que lucha hace casi 30 años contra el terrorismo de Estado”, se define Mônica Francisco: “Hoy, en Brasil, yo puedo decir con toda la certeza que es uno de los peores contextos para estar. Pero ya estábamos en la lucha, en las calles, en las favelas y en otros lugares; tenemos una misión”.

El legado

La misión de Francisco se remonta a las mujeres de las favelas, al movimiento social, a la democratización de los medios, a resistir y evitar el avance armado en Río de Janeiro pero sobre todo en las favelas. Mônica viene de ahí, de la Favela de Boré. Su lista de acción es extensa: directora de la federación de radios comunitarias de Río de Janeiro, fundadora del Foro de Cooperativismo Popular en la militancia de la economía solidaria, actuaba en la Red de Mujeres Emprendedoras, fue escritora en El Periódico de Brasil por cuatro años y -aunque podría seguir-, creó el movimiento de enfrentamiento a la muerte de jóvenes en las favelas llamado “Posso me identificar”. El movimiento se amplió y generó una red llamada “Red de los Movimientos de Favelas Contra la Violencia”.

En ese camino conoció a Marielle Franco: activista indiscutible por los derechos humanos, por el feminismo, por la colectividad LGTBIQ, por los y las negras. “Jóvenes Negras Moviendo Estructuras”: ese fue el último encuentro en que supo estar Marielle Franco. El auto oficial la dirigía a su casa cuando un vehículo los interceptó: le dispararon nueve veces, cuatro balas recibió. Murió Franco y murió el conductor, Anderson Gomes. Fernanda Chaves, su asesora, resultó herida. Todo indica que fue un asesinato planeado. Aún los autores intelectuales no han sido capturados. 

Pasaron un año y siete meses del asesinato de Marielle Franco. Francisco llegó a la política por ella. Cada vez que la nombra los ángulos de la cara le cambian: se vuelven tristes pero a la vez, tienen un aire esperanzador. Trabajaron juntas y fueron compañeras por 12 años. Cuando Marielle fue electa en 2016 como concejala de Río de Janeiro por el PSL, la invitó a trabajar allí juntas. El legado continúa. 

Puntos de fuga

Su lucha también tiene dos caras opositoras: Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, y Wilson Witzel, gobernador de Río de Janeiro y fiel seguidor de Bolsonaro. Ambos defienden la “mano dura” para combatir la inseguridad.

Witzel es un ex juez federal del Partido Social Cristiano (PSC). Bolsonaro, según Francisco, se cataloga como evangélico pero es católico: “fue hasta Israel, se bautizó en Jordan. Hizo toda una escena, una estética, con pastores que donó el PSC y creó un personaje”. La oposición entre ellos no sólo se manifiesta en la manera de encarar las violencias sino a la hora de hablar y sentir la religión. 

Francisco es pastora evangélica. La mayoría de los votos por Bolsonaro fueron de sectores evangelistas. Pero lo que se pregona desde el gobierno no es una verdadera teocracia, piensa; toman el discurso de que “la nación es feliz con su Dios, el Señor”, “la familia está en crisis y eso es una sociedad en crisis”, “se necesitan hombres de Dios para conducir el pueblo”, con el objetivo de llegar a la “gente simple, humilde, que en las iglesias encuentra los únicos lugares de sociabilidad y de entretenimiento”. Esas personas, dice, no tienen transporte, no tienen salud, no tienen educación, “no tienen nada”. 

El desafío en este punto es “la disputa por la narrativa”. En la segunda vuelta -balotaje-, desde el PSL lograron, según Francisco, que el 40 por ciento de los evangélicos más conservadores y tradicionales eligiera al candidato presidencial Fernando Haddad, a partir del discurso de que “el amor va a vencer el odio”, “Jesús es el amor, no puede aceptar la muerte de las personas”, mediante cánticos, gritos y oraciones en las calles, “pero el tiempo del segundo turno fue muy corto”, explica. 

También fue corto el tiempo que pasó para que Río de Janeiro tenga el número más alto -que no tenía desde hacía dos décadas- de personas fallecidas por día en manos de la Policía militarizada brasilera. En el primer semestre de este año, en promedio, cinco personas fueron asesinadas por día por las fuerzas de seguridad estatales. Según la cadena de medios local O Globo, estas fuerzas militarizadas son causantes del 38 por ciento de los homicidios en la ciudad.

Autos blindados, helicópteros y francotiradores azotan, en su mayoría, a las favelas. La excusa es el crimen organizado, la realidad es la muerte de más de 16 niños y niñas en lo que va del año. El Instituto de Seguridad Pública contabilizó 434 personas muertas en operaciones policiales sólo en los primeros tres meses de este año. En comparación con el mismo período de 2018, las muertes aumentaron un 17,9 por ciento.

-¿La Policía militarizada atenta en mayor medida contra los sectores más vulnerados como los de menor ingreso económico, los colectivos LGTBIQ y las personas negras?

-Ellos atacan a todos pero con estrategias diferentes. Ellos dicen que nosotras, las defensoras de los derechos humanos, somos las culpables reales de las muertes, porque defendemos el uso de drogas y a los “traficantes”. Pero son ellos los que imponen una forma de terror en las áreas donde viven las personas más pobres, con el uso excesivo de la fuerza. Horas, horas, horas y horas de tiroteos infinitos, hasta invaden iglesias. Mirá qué contradicción. Son extremadamente beligerantes. Los números de las inversiones en armamento, equipamiento y equipos bélicos no tienen transparencia. Esto es una máquina de matar. Es una política de muerte. Es la necropolítica que da a lo que ve. Es una forma de herir la pobreza, a los jóvenes y a las mujeres. Cuando hablamos de la reforma (Vivir sin miedo), se me viene a la mente todo esto.  

Manos, duran

Los meses siguieron y el número de muertos por las fuerzas estatales de Río de Janeiro aumentó: desde el ascenso de Witzel, quien promovió el libre disparo para “criminales que porten fusiles”, los asesinados fueron 1.249 desde el 1° de enero de 2019 hasta agosto, según el Instituto Sou da Paz. 

Francisco es clara en su portuñol. Sabe que nos queda poco tiempo, pero también sabe que queda mucho más por decir. Hace referencia al híper encarcelamiento y al tratamiento diferenciado de quienes pertenecen a las periferias y a las áreas de las favelas. También hace referencia a que hay un ataque directo a todos los que defienden los derechos humanos, inclusive ella y todas las parlamentarias. Un ápice de su postura podría denotar miedo, pero es imposible que prevalezca cuando la sonrisa se mantiene cristalizada.

Ante la inseguridad cree que hay que forjar la articulación con la Defensoría Pública, con abogados populares, con medios alternativos “que no son más alternativos sino cada vez más oficiales para los movimientos sociales”, con la Universidad, con los centros de investigación y con el ministerio público. Cree que hay que unir a los diversos actores para construir estrategias y salidas. Cree que los pequeños grupos locales crean tecnologías sociales para protegerse mutuamente; porque hoy “se necesita más resistencia”. 

Nuestro mano a mano terminó con un abrazo. Cuando toma el micrófono en el callejón de Germán Barbato la voz se alza y la gente se calla. “La clase militarizada necesita tener enemigos porque están educados para tenerlos y están preparados para neutralizarlos. Por eso se dan los enfrentamientos”, enuncia. Cuando el discurso toma más fervor, el portugués le crece desde los poros. Le entendemos. “La revolución será feminista. La resistencia es feminista”, dice en uno de los últimos minutos. “Tenemos que seguir en las calles. El miedo no nos puede paralizar. Es posible construir un futuro. Es posible ocupar el poder distinto”, insiste. Ya casi termina, aunque el público quiere escuchar más, aunque ella tiene tanto más por nombrar. “Ocupemos el poder no para mantenerlo, sino para subvertirlo, para repartirlo con el pueblo; con el movimiento social, con los jóvenes, con las mujeres, con las personas en situación de calle”, culmina. 

Las trenzas rojas se materializaron en fuego. La música empezó a sonar, Mônica empezó a bailar. Bailar, cantar y abrazar al otro también es una razón por la que “nos tienen miedo”.

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