Habíamos quedado de vernos a las nueve de la mañana para conversar sobre su libro. Llegué un ratito antes de la hora pautada a la puerta de su casa, estaba la ventana abierta y se veía como el té con limón estaba recién hecho, humeando mientras esperaba por el primer sorbo. También se veía una libreta con algo escrito, ella es muy de anotarse cosas sobre todo para no olvidarse; ahí pensé que quizás se había acordado de algo y había salido.
Minutos más tarde, doblando la esquina vi a Lala (el seudónimo de Gabriela Píriz) llegar en su bicicleta con el canasto lleno de libros y flores, su pelo rubio, sus ojos azules, sus manos delicadas, sus vestidos que hacen que parezca salida de un cuento donde todo le va bien.
Todo no siempre estuvo bien para ella en realidad, pero siempre confió en que lo estaría y así fue que surgió el personaje de su cuento infantil “La historia de Todo”.
“Siempre me van a ver sonriente, metiéndole onda y ganas pero pasé cosas muy oscuras, donde por suerte siempre hubo gente que me rescató y eso fue lo que me impulsó a hacer este libro”, dijo mientras tomaba el té, contemplando con nostalgia y gratitud una foto de su abuela.
Al principio ni siquiera estaba pensado como un libro, sino que eran unos párrafos sueltos escritos en notas del celular. Se lo leyó a una amiga y le dijo que escribía lindo, pero no mucho más. Entonces, como los sueños de muchos artistas pasó a dormir en un cajón.
Tiempo después, sintió que tenía que compartirlo con alguien más y decidió hacerlo nada más ni nada menos que con una amiga maestra. Quizás por el ejercicio de la profesión, por las miles de historias de niñas y niños que ha ido conociendo o quizás por su capacidad de empatizar con esos párrafos que reflejan entre líneas el corazón de la autora, fue esa maestra quien logró sacar esta historia de su escondite. “Me prohibió que quedara guardado entre mis cosas, que ese libro era un regalo. Y ahí me di cuenta que sí, que tenía que empezar el proceso de editarlo”, expresó Lala y le sonreía hasta el alma.
“Todo” es el nombre que elige la mamá del personaje porque siente que todo el amor del mundo puede caber en él, pero a su vez sabe que en la vida irá encontrándose con distintas adversidades, entonces le pone “Vastarbien” de segundo nombre para imprimir en su identidad el valor de la resiliencia. El cuento se enfoca justamente en la resiliencia infantil, sobre todo en esas infancias sesgadas por la violencia intrafamiliar. La resiliencia es la capacidad que uno tiene de poder superar una adversidad pero incorporando herramientas para, al momento de enfrentarse a una misma situación, poder resolverla diferente.
A partir de los distintos sucesos que van aconteciendo a lo largo de la historia, la autora buscó dejar en evidencia los diversos sentires de los niños y las niñas, el crisol de emociones que habitan y entre ellas la más fundamental (o la que más queda marcada en el texto): el miedo.
De la mano del miedo, hay un montón de otras emociones que se desencadenan. La frustración, la tristeza, la incertidumbre, la impotencia, la ansiedad. Esta ultima, es decir la emoción que habita el miedo, en sí misma no es nada, dice la autora; todos somos más o menos ansiosos, los ritmos de cada uno son diferentes. Pero la ansiedad que provoca el miedo es una ansiedad con estrés: “se puede sentir ansiedad de que llegue tu cumpleaños, pero es muy diferente a la ansiedad de que llegue papá o mamá de trabajar por lo que puede pasar si tuvo un mal día. Son situaciones muy distintas”, sostiene la autora.
El miedo es una de las emociones innatas con la que nacemos, como también lo son la ira, la tristeza, la alegría, la sorpresa y el asco. Pero cuando el miedo se presenta dentro de la casa y no hay lugar “donde escapar” es una vivencia extremadamente dolorosa y determinante para cualquier infante, que lo lleva a estar siempre en situación de alerta. “Los niños en situación de alerta no aprenden, no juegan, no se ríen, están siempre como esperando el golpe de la puerta, el ruido de las llaves, el castigo, la penitencia, el maltrato, el grito, la falta de amor… y todo esto les anula”, explica la entrevistada.
En muchos casos el adulto que está provocando la violencia es el mismo referente a quien el niño tendría que dirigirse para expresar lo que siente, lo que resulta un juego bastante macabro. Quien imprime la violencia es la única persona que en realidad debería darle el espacio de contención que merece.
Ahí es donde juegan un rol imprescindible los otros referentes o espacios que van apareciendo en la vida de los infantes; los docentes, la escuela, los libros, los juguetes, los muñecos. Así como los referentes adultos de otros ámbitos, las dinámicas de las familias de otros niños donde pueden ver como el amor no tiene que ver con maltrato.
La escuela como segunda casa, como lugar de contención, de seguridad y los libros como lugar de escape a posibles realidades son a veces los únicos sitios en el que se sienten protegidos, o donde viven situaciones de amor a los que no están acostumbrados. Que la maestra les lea un cuento, cosa que quizás es algo que en su casa no reciben, puede ser muy significativo y determinante a la hora de sentirse identificados.
Llamado de atención: la actitud propia de la escritora en su infancia
Mientras observaba con dulzura una foto de su niñez con su maestra, Lala hacía un recorrido por anécdotas que datan de los 80s. “Ella era mi maestra, mi referente de más confianza, con quien iba a hacer los deberes en el recreo. A partir de esta foto, copiamos el saco que tiene la maestra del libro. Y cuando fui a buscarla, no se acordaba de mi”, hace una breve pausa. Y pensativa continúa: “hay personas que son agentes de salud sin saberlo, para mí era imposible que mi maestra no se acordara de mí, ella me ayudó un montón, era mi referente adulto de más confianza. ¿Cómo no se va a acordar de mí si fui dos años a su clase? Ahí fue que entendí que hay gente que es eso, que es referente sin saberlo simplemente por cómo te trata, por cómo te mira, por cómo te cuida, por el espacio que te da, por cómo te acompaña y te sostiene. Esa es su forma de ser y es eso lo que la transforma en un referente para un niño. Pero no por eso luego se acuerda o tiene consciencia de lo que significó en esa infancia”.
En la escuela pública y en la biblioteca, Lala se sentía a salvo. Hacía talleres literarios, teatro, huerta, jugaba con los compañeros, pero también estaban presentes algunos problemas de conducta; era conflictiva, rebelde, reflejo de que la única forma que sabía vincularse era el amor con la violencia mezclada. “Son solo algunos los referentes adultos que tienen la capacidad de comprender eso y logran abrirse a entender que ese niño lo que está haciendo es reproducir un tipo de vínculo que vio en otro lado, porque solito no lo aprende”, reflexiona.
Un niño solo puede llegar a aprender a amar si se lo permiten, si le dan cariño, si le contemplan, le cuidan y le enseñan a descifrar las emociones. Solemos olvidar que por mucho tiempo los niños no tienen todas las herramientas que quisiéramos para poder poner en palabras lo que sienten, y sobre todo, que los sentimientos son no solo difíciles de nombrar sino también de reconocer. “Los adultos nos ponemos como muy exigentes todo el tiempo con los niños, queremos que sean perfectos. Eso no es posible y tampoco es la realidad. Me parece que se pierde mucho esto de cuidar la niñez, ese lugar tan sagrado, donde volvemos siempre como adultos, a ese niño interior que depende mucho en las condiciones que esté para poder encarar el mundo como adulto; si está lastimado, dañado, con traumas o si se trata de un niño sano, feliz y cuidado”, expresó mientras le daba el último sorbo al té.
Un sueño hecho realidad
El domingo 31 de Octubre, en la 43ª edición de la Feria Internacional del Libro, se presentó oficialmente “La historia de Todo”. En el salón dorado de la Intendencia de Montevideo estuvo la autora, acompañada de la editorial Psicolibros Waslala, además de una intérprete de lenguaje de señas.
Es un libro autofinanciado que tiene como objetivo llegar a la mayor cantidad de niños posible y que se pueda utilizar como insumo de trabajo, tanto para abordar ciertas temáticas como para aprender por ejemplo el idioma español a la vez que se trabajan las emociones, explicó la autora. “Me piden mucho que les repita la parte del miedo porque inconscientemente es como que la cortan, no la escuchan y se pierden, se desdibujan porque no quieren identificar esa parte que les es tan propia”, explicó a Sala de Redacción la autora, quien considera que lo ideal es que en todas las instituciones pudiera haber referentes capacitados que puedan acoger justamente los sentimientos que la historia genera.
La editorial está trabajando las condiciones necesarias para que el libro esté en Plan Ceibal y pueda estar en todas las escuelas del país, es decir, un formato digital con un código QR para acceder a la lectura en lenguaje de señas y como audiolibro. Asimismo, en formato papel aspiran a una edición en español-portugués y con lenguaje inclusivo.
Quien hizo la devolución y escribió la contratapa fue María Luisa de Francesco, experta en literatura infantil y juvenil, con quien la autora hizo teatro y estudió letras. Su editora, Lourdes Pérez, fue una de las principales patas de este proyecto junto al ilustrador Augusto Giussi, quien hizo un trabajo increíble con pistas dibujadas que buscan poner en evidencia situaciones que no son corrientes en las ilustraciones de libros infantiles, pero que deberían. Por ejemplo, la maestra de Todo es afrodescendiente, Todo usa ropa fucsia con amarillo, una gorra boliviana o un morral para fomentar la diversidad y que no existe eso de colores para nenes o para nenas. También aparece con la túnica de la escuela bien sabandija, con la moña desatada pero que parece una capa de superhéroe, también el colectivo LGBT está presente.
Sobre esto último, Gabriela dice: “en un momento pensé que quizás es raro que haya una pareja homosexual en una plaza besándose en un libro infantil, quizás no me lo compren si incluye eso, pero a la vez creo que no podemos ser más una sociedad hipócrita. Es lo que sucede y mucha gente está sufriendo por eso. Y justamente es un libro que busca visibilizar el sufrimiento, pero también la libertad y el hecho de que hay gente que no tiene determinados privilegios que otros sí gozamos. De eso se trata el libro, de darle voz a eso que muchos buscan callar”.
La historia de Todo está pensada para “niñes y para les niñes que fuimos”, resume la autora, e intenta plasmar en un lenguaje simple y lleno de color el sufrimiento de las múltiples infancias. Está pensado para dejar en evidencia situaciones que no son corrientes y otras que preferimos no ver pero que de todos modos existen. Todo es el niño que logra superar las adversidades al encontrar la calma y la entereza frente a sucesos estresantes. Es un libro que trata de visibilizar los conflictos, consecuencias y sentires de los niños en situaciones similares a las que vive el personaje. Es un cuento que busca dejar en evidencia eventos de toda clase, con pistas dibujadas haciendo cuestionar lo establecido. En pocas palabras: trata de las infancias, la presencia de la violencia intrafamiliar y la resiliencia de algunos seres humanos que a pesar de todo siguen viendo el mundo con amor.