Soledad Acevedo es psicogerontóloga y forma parte de la Brigada +65, colectivo que en la pandemia del coronavirus, está colaborando voluntariamente con las personas mayores de 65 años, población de riesgo para esta enfermedad. Acevedo recibe libros y revistas de quienes quieran donarlos y se encarga de llevárselos luego a las personas mayores, para que puedan acceder a contenidos culturales; la brigada también se ocupa de hacer compras para cubrir necesidades básicas de los mayores, como alimentación e higiene.
Este colectivo reúne alrededor de quince personas, la mayoría son diplomadas en Psicogerontología y algunas son estudiantes avanzadas de esa especialización. La ayuda se extiende por varios barrios de Montevideo -Centro, Ciudad Vieja, Barrio Sur, Palermo, Cordón, Reducto, Prado, Atahualpa, Punta de Rieles, Bella Italia, Parque Rodó, Pocitos, Punta Carretas- y algunos balnearios de Canelones -Las Toscas y Bello Horizonte-. Antes de colaborar, les piden a los solicitantes que verifiquen que los comercios más cercanos a sus domicilios no realizan envíos, así se concentran en los pedidos estrictamente necesarios; también se aseguran de que el lugar de retiro de lo que solicitan quede dentro de los barrios que cubren, para poder ir caminando y no tener que usar el transporte público. Para facilitar los pedidos, les solicitan a las personas que realicen una lista con lo que necesitan antes de que ellos lleguen. Pagan las compras con dinero en efectivo y para que los solicitantes tengan certeza de que los colaboradores regresarán, les dejan su cédula hasta que le entregan el pedido.
Según Acevedo, al principio las demandas no fueron tanto materiales, sino que más bien manifestaban las preocupaciones emocionales, en medio de mucho agradecimiento. “En realidad ni las personas mayores ni nadie en la población, está exento de todo el estrés y la incertidumbre que nos colmó sobre todo en los primeros días”, explicó Acevedo.
Luego de haber tenido aproximadamente diez llamados por día, en este último tiempo la demanda cayó 80%, y hay días en que no tienen solicitudes o son muy pocas. Acevedo lo atribuyó a la flexibilización de las medidas sanitarias, además del éxito de la distribución del afiche cuando comenzaron.
Escucha
El proyecto “Psicogerontología Escucha” está conformado por 16 psicogerontólogas aproximadamente que brindan escucha para personas mayores de 65 años que la necesiten; en algunos casos realizan un seguimiento de hasta cuatro llamadas por persona.
Desirée Ambielle, quien integra este colectivo, contó a Sala de Redacción que cuando empezaron recibían unas 30 llamadas por día, pero que luego de una entrevista en Subrayado, ella llegó a recibir 76 llamadas. Últimamente la comunicación ha mermado mucho, algo que atribuyen a la percepción del incumplimiento de las medidas sanitarias, así como también a la apertura de la línea de apoyo emocional 0800 1920 y a otros dispositivos brindados por la Administración de Servicios de Salud del Estado (ASSE). Los dispositivos de ASSE son utilizados en situaciones de mucha angustia que exceden el “encuadre” del proyecto de los psicogerontólogos, dijo.
Según Ambielle, la tarea de su colectivo es “recibir, generar escucha y realizar una derivación a quien corresponda“. Ella atiende de 9.00 a 14.00 y con sus colegas planean seguir con este proyecto rotando profesionales y horarios, en la medida en que sea necesario acompañar en el contexto de distanciamiento físico.
¿Qué sienten las personas mayores en cuarentena?
Ambielle contó que los primeros días hubo muchas llamadas. “Los adultos mayores no son todos iguales y no todos viven de la misma forma”, dijo, y detalló que a algunos les preocupan cuestiones más tangibles como la vacunación o dónde tienen que ir a cobrar -para lo que ellos les brindan teléfonos y crean redes de contención-, mientras que otros llaman con sentimientos como angustia, tristeza y temor. Relató que también han aumentado los síntomas de ansiedad; les comentan, por ejemplo, que no pueden dormir, que no saben qué hacer. “Una de las tantas me decía: me daría la cabeza contra la pared, si tú pensás, la pared separa al otro”, dijo Ambielle.
Además, relató que algunos han sufrido pérdidas recientemente -divorcios o fallecimientos de familiares-, por lo que la situación se complejiza. En la misma línea, hubo estados de mayor urgencia como intentos de autoeliminación, en los que el colectivo tuvo que pensar en recurrir al 911.
Muchas de las personas que se comunican, les cuentan que extrañan su vida cotidiana, su familia y sus amigos, lo que se ve agudizado en quienes no manejan tecnologías de la comunicación. Dijo que muchos hacían actividades fuera de su casa y el aislamiento se los impide, “esta pandemia ha generado que aquellas personas que son activas y que necesitan salir porque complementan su vida desde ese lado, hoy se sientan solas” mientras que hay otros que tal vez en su cotidianidad están acompañados pero que deciden no salir de su casa, “a veces hay un aislamiento propio, no solamente es por edad”, expresó.
Además, también mencionó el “aislamiento impuesto”, por ejemplo en el caso de los residenciales, donde no se tienen permitidas las visitas, lo que ella conoce de primera mano por trabajar en estos lugares, “esa persona también se siente aislada porque extraña, no ve a la familia, no ve a la persona que la va a atender”, mencionó.
Sujetos de derecho
Respecto al lugar que ocupan en la sociedad las personas mayores, Acevedo dijo que más allá de que en este momento sean vistas como población de riesgo, es importante ver cómo se pueden situar “para hacer su aporte a la comunidad, no solamente como sujetos de necesidades, sino también llevando su experiencia”.
Ambielle destacó que la ciudadanía tiene que cambiar la mirada del envejecimiento asociada únicamente a la enfermedad y a la dependencia, a “algo negativo de la vida”; debemos comprender que es parte del ciclo vital y que es posible generar “acciones propias de autogestión” expresó. Para lograr esto y desterrar los prejuicios internalizados en la narrativa popular sobre las personas mayores, debemos crear, en palabras de Ambielle, una “red de educación” y una “mejor narrativa” en los medios de comunicación. A raíz de esto, destacó que “la psicogerontología viene a generar una nueva narrativa sobre el proceso de envejecer y la vejez”.
Acevedo dijo que los adultos mayores pueden aportarnos su experiencia, incluso expresó que “hay algunos de ellos que han pasado por situaciones similares a lo largo de su historia y que tienen algo para transmitir”.
Políticas sociales
Acevedo contó que los sorprendió la viralización que tuvo al comienzo el afiche que circula en internet con los teléfonos para contactarse. También se viralizó una carta con la que buscaron visibilizar el lugar que ocupan las personas mayores en nuestro país y expresar la postura política de su proyecto, a raíz del “giro que tomó la propuesta del colectivo”, y de que llegaran solicitudes a las que ellos no podían responder. Según Acevedo, desde su “postura ética y política” consideraban que no tenían que responder a estos pedidos: “no está bueno que iniciativas a nivel barrial o comunitario opaquen algunas respuestas que en realidad debería dar el Estado”.
En relación al abordaje del Estado respecto a las necesidades de los adultos mayores en este contexto, Acevedo dijo que estamos frente a una situación novedosa, en la que todos sentimos incertidumbre y “un poco sobre la marcha se empezaron a tomar diferentes medidas” y con el transcurso de los días “hay muchas cosas que se fueron resolviendo”. Sin embargo, consideró que se deben tomar otras políticas “que sobre todo tengan a la persona mayor no tanto como sujeto de necesidades sino como sujetos de derecho”. Por su parte, Ambielle dijo que se debe crear una continuidad en los procesos de atención psicológica de las mutualistas, “el psicólogo tiene que estar, si tu hacías un seguimiento de una persona, no podés dejarlo justamente ahora”, dijo, y agregó que se necesitan políticas sociales que hagan foco en la salud mental.
Para Acevedo, esta experiencia permitió mostrar problemáticas que suelen estar acalladas y que deben ser consideradas a nivel estructural, a la vez que brindó la oportunidad de visibilizar la salud mental, en medio de la emergencia del coronavirus.
En octubre de 2019 se formó la Asociación de Psicogerontología del Uruguay (APGU). Una de sus integrantes, Desirée Ambielle, dijo que la APGU fue creada con el fin de visibilizar la profesión y mejorar la salud de las personas mayores en la comunidad. Para ilustrar, relató que hay muchos hogares, residenciales y centros diurnos en los que el personal no está especializado y no hay una exigencia a nivel de salud que estipule que alguien deba tener conocimientos de psicogerontología. Ambielle dijo que el objetivo de la asociación es insertarse laboralmente “pero también posibilitar y generar conocimientos” en lugares que no cuentan con estos profesionales, que son “sumamente necesarios”.