En materia de desvinculación estudiantil “no hay medidas para atajar la situación, que realmente es dramática” afirmó en diálogo con Sala de Redacción, Pablo Caggiani director del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (Ineed) en representación del Frente Amplio. Caggiani agregó que las políticas educativas que se están desarrollando no presentan “acciones que mitiguen los efectos de la pandemia sobre las infancias” y dejan consecuencias que varían según la situación social y económica de cada niño, niña o adolescente, expresó.
Renato Opertti, licenciado en Sociología y magíster en investigación educativa, aclaró a Sala de Redacción que actualmente se prefiere hablar de “expulsión” y no de “deserción”. Caggiani concuerda con esta postura porque el término deserción “coloca en el niño una responsabilidad que es del mundo adulto”, manifestó.
En junio, la Secretaría de Comunicación de Presidencia de la República informó que la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) “está realizando un relevamiento de la deserción estudiantil en escuelas, liceos y la UTU” a través de un monitoreo integrado por equipos de protección de trayectorias, maestros comunitarios, profesores orientadores pedagógicos, adscriptos y educadores. Según dijo a Sala de Redacción Carolina Bello, directora de Comunicación Social de la Dirección General de Educación Secundaria, estos datos que aún no se han terminado de procesar.
La publicación de la Evaluación Nacional de Logros Educativos, Aristas, correspondiente a 2020, mostró un “aumento de las brechas educativas”. En el informe se enuncia que los estudiantes de contextos más vulnerables fueron quienes menos asistieron y que la frecuencia varió entre “94,9% en el contexto muy favorable a aproximadamente el 70% en el muy desfavorable” en los alumnos de tercero y sexto de escuela. Caggiani manifestó preocupación por la falta de esta información en educación media.
En busca de explicaciones
Opertti entiende que esta problemática, que se presenta “desde hace mucho tiempo atrás en Uruguay”, comprende diversos factores. Para el experto, además de los aspectos sociales, económicos y culturales del problema, hay una dimensión educativa muy importante: “la calidad de la respuesta curricular y pedagógica, y la capacidad de empatizar con los alumnos”, expresó. La carencia en las propuestas educativas, según Opertti, recae en que “no incentivan a que el alumno tenga un rol protagónico en su aprendizaje”. Para él, es un problema anterior a la pandemia y cree que en la medida en que las propuestas pedagógicas sigan con estas deficiencias, las tasas de expulsión no bajarán.
Para Caggiani, quien fue consejero electo por los docentes en el Consejo de Educación Inicial y Primaria entre 2016 y 2020, hay otros dos factores que han afectado la desvinculación estudiantil en el actual período de gobierno. Por un lado, mencionó la política de promoción que permitió que hubiera repetidores en 2020; dijo que esa fue “una resolución rarísima” que colocó “la responsabilidad en niños de seis años, en si se conectaron o no”. Además, consideró que los estudiantes que tuvieron problemas de conexión “probablemente fueron los más dañados por los efectos de la pandemia” y la respuesta de las políticas educativas fue “castigarlos nuevamente”, señaló.
La otra dimensión a la que hizo referencia el director del Ineed fueron las medidas de apoyo pedagógico: “en vez de tener respuestas de protección, lo que hay son respuestas que generan mayores problemas”, opinó. Como ejemplo de eso, Caggiani evocó el caso de los maestros comunitarios, que “cuando uno piensa que debería ser más importante la tarea, la respuesta de la administración fue sacarles un mes de salario”, expresó.
También criticó que no se le hayan agregado horas al proyecto “Trayectorias protegidas”, que consiste en implementar una alfabetización de impacto entre agosto y noviembre con alumnos que no han adquirido la lectura y/o la escritura. “Hay un repliegue del Estado en la protección de las infancias y en garantizar derechos en el peor momento de los últimos 100 años para ese sector de la población”, concluyó.
Según Opertti, la pandemia ha visibilizado que a pesar del avance en el acceso y uso de los recursos tecnológicos que se tuvo a partir de proyectos como el Plan Ceibal, la educación no incorporó estos elementos a sus propuestas. Dijo que si eso hubiese ocurrido, los docentes y los estudiantes habrían “utilizado de una manera más sostenida las herramientas digitales durante el período pandémico”. Para él, esta dimensión influye directamente en la expulsión estudiantil.
Situación en UTU
Juan Pereyra, director general de UTU, explicó a Sala de Redacción que una de las razones por la que los estudiantes se desvinculan es el carácter práctico de la mayoría de sus cursos técnicos, lo que hace “bastante complicado no tener presencialidad”.
Otro de los aspectos que a su entender complican la vinculación está relacionado con el nivel socioeconómico de los estudiantes, “más en el caso de UTU que tiene una atención en población muy carenciada y en los quintiles más bajos”, dijo. En esos casos, el problema recae en la falta de conectividad o de equipos tecnológicos y en “cuestiones sociales muy complejas”, como la ausencia del apoyo familiar, explicó.
Contó que la mayor presencia de los alumnos es a través de la plataforma Crea de Ceibal, y también por Zoom y Whatsapp, y agregó que cuando no se conectan “se busca la manera de entablar un contacto con la familia” y reconoció que si bien en muchos casos se logra que vuelvan, en otros no.
Pocos datos y algunos indicios
En el “Estado de Situación 2020, Monitor de Educación Inicial y Primaria”, la ANEP no reportó los indicadores de asistencia insuficiente y de abandono. Para medir estas situaciones, se considera el número de días del calendario escolar normal, que ronda los 180, y se entiende que está en una situación de abandono intermitente quien haya concurrido a clase menos de 70 días. Durante 2020, debido a las medidas sanitarias impuestas, la cantidad de días que los alumnos concurrieron de manera presencial fueron 63, puntualiza el informe.
En 2019, según el monitoreo, 1.397 estudiantes de primer a sexto año de escuela se encontraban en situación de abandono intermitente, un número similar al que se había registrado en 2018 (1.341). En educación inicial, 3,3% de los alumnos concurrieron menos de 70 días a clase en 2019; en 2018 esa proporción había sido de 3,2%.
“Los estudios que analizan el abandono escolar en Uruguay son escasos” afirmaron Gioia de Melo, Elisa Failache y Alina Machado en un informe de 2016 encargado por el Ineed. Las autoras analizaron una encuesta realizada a adolescentes de 15 años, en promedio, que habían dejado de asistir al sistema educativo formal antes de culminar el Ciclo Básico. Uno de los datos más relevantes que recogieron fue que en la mayoría de los casos, la decisión de abandonar el sistema educativo había sido apoyada por la familia del estudiante o, incluso, que el propio estudiante había tomado la decisión.
Otro aspecto que surgió en este análisis, que ya se veía en anteriores, fue que la desafiliación o la no inscripción en el Ciclo Básico presenta un patrón más marcado en los varones. Según la encuesta analizada, más de 70% de los adolescentes encuestados cortaron el vínculo con el sistema educativo cuando tenían entre 11 y 14 años. Además, las autoras llegaron a la conclusión de que hay una relación estrecha entre la pérdida del vínculo con el sistema educativo y la ruptura definitiva.
En relación con los motivos que llevan a la desvinculación estudiantil, este estudio destacó como primera causa las dificultades en el aprendizaje, seguida por la preferencia por aprender cosas que no se incluyen en la currícula. En relación a las dificultades de aprendizaje, las autoras destacaron que para los alumnos que se autoperciben con esos problemas “los espacios de apoyo pedagógico personalizados no son vistos como suficientemente efectivos o no se asiste porque están estigmatizados”.