De raíces alemanas, Felipe Klüver nació el 7 de junio del 2000 en Mercedes, Soriano. Hijo de Eduardo Klüver y Alicia Ferreira, es el único varón de cuatro hermanos. Su infancia estuvo marcada por el campo. De actitud inquieta, salía de la escuela rural y pasaba la mayoría de sus horas con su padre en el campo. Además de correr por el pasto y jugar con los animales, comenzó a manejar el tractor a los 10 años con el fin de colaborar con las tareas de campo.

Reconoce que de chico era hiperactivo, pero explica que el remo fue la solución, ya que era el lugar en el que podía canalizar gran parte de su energía, superando ampliamente a los otros deportes que había practicado hasta entonces. De ser una solución a una pasión: así sería la evolución del remo en la rutina diaria de Felipe Klüver.

Su inicio en el deporte fue gracias a un compañero de la UTU. Valora haber comenzado en ese momento de su vida fue “lo ideal”, porque era una etapa de probar cosas nuevas y porque fue “por gusto propio”, no por una decisión de otros. Comenzó en la escuelita del Mercedes Rowing Club, pero luego pasó a entrenar en el Club Remeros en la misma ciudad, que “es y será” su segunda casa, expresa. 

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¿Qué tan importante fue tu familia en este trayecto?

—El sostén de todo, siempre se lo tomaron bien y apoyaron. Sabían que mi vida iba a estar ligada al deporte de una u otra forma. Mi padre fue estricto y me pidió que terminara los estudios, esa fue su única condición.

¿Cuesta conseguir el apoyo de sponsors en Uruguay? ¿Qué opinión tenés respecto al resultadismo?

—Al principio fue difícil porque no es un deporte principal como el fútbol o el básquetbol, entonces todo tuvo que ser más trabajado. Es algo que hasta el día de hoy me cuesta, no es que por mis logros ya tengo sponsors asegurados. Quizás en otro país sería distinto, igualmente no cambiaría nada. Me encanta ser uruguayo, y también me gusta que todo cueste un poquito más porque se saborea mejor al final. Sobre el resultadismo, está y va a estar siempre, y no es algo propio de nuestro país. Cuando te toca salir a competir al exterior te das cuenta de que esa presión está en todos los competidores, es una cuestión que hay que saber sobrellevarla y que no se vuelva contraproducente.

¿Pensaste en dejar alguna vez?

—Alguna vez se me pasó por la cabeza, pero nunca fue una idea con la fuerza necesaria como pasar de pensarlo a ejecutarlo. Siempre hubo un desafío próximo, o alguna situación que volvía a motivar de cara al futuro.

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Al hablar de su etapa en la selección uruguaya de remo, no puede no mencionar a Osvaldo Borchi, entrenador de la selección. Klüver explica que es una persona importante para su vida “no sólo desde lo profesional, sino también desde lo personal”. Cuenta que no sólo fue su entrenador de remo, sino en la vida, sobre cuestiones “que van más allá del deporte” como la disciplina, el carisma, la rebeldía, el amor propio, aspectos que “también aplica él en su vida”. Recuerda que los primeros días de entrenamiento con Bruno Cetraro, su compañero de competencia, fueron “duros por la exigencia” pero que el trabajo en equipo de trabajo permitió que todo fuera más “fluido y fácil”.

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Antes de llegar a los Juegos Olímpicos (JJOO) junto a Bruno, tuvieron que clasificar, ¿qué tan difícil fue dar el salto y ganarle a Brasil para clasificar?

—Fue una locura linda, fuimos sin ser favoritos y dimos el golpe para disputar nuestros primeros JJOO. Fue a lo uruguayo, ja. En el remo pesa mucho donde se compite porque el local conoce mucho el territorio, así que no me preguntes como pasó pero ganamos.

¿Cómo es ser finalista en tus primeros JJOO? 

—Otra locura más, fue el escenario ideal para saltar a esa fama nacional. Representar al país en un evento de ese tamaño tiene estas cosas, alcanzás un mínimo logro importante y te van a conocer. Me costó “caer” porque no había tiempo para parar y hacer una pausa, era competir y descansar, un ciclo que se repetía hasta el día de la final. Caí cuando terminamos y cuando llegamos al país termine de caer del todo. Fue hermoso. 

¿Cómo fue el proceso de volver y alejarse de los flashes de los JJOO para preparar otras competencias?

—Lo tomé natural, no todos los días se es finalista olímpico. Es un proceso propio de cualquier deporte, después del logro uno tiene que decidir si quedarse con eso o ir en busca de más. A mí dame lo segundo, siempre quiero ir por más.

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En los Juegos Suramericanos de la Organización Deportiva Suramericana, Uruguay obtuvo siete medallas de oro, de las cuales cuatro fueron para Klüver. Se destacó en las modalidades de doble par abierto, doble par ligero, cuádruple par y ocho con timonel. Además, consiguió de bronce en la modalidad cuatro sin timonel. 

Al preguntarle cómo se siente siendo campeón mundial juvenil explica que es “un montón”, porque es la “confirmación” del trabajo del día a día y que se está caminando en el sentido correcto. Comenta que en estas competencias el objetivo es “medirse” con los otros países para evaluar el desempeño personal y de los competidores, y que ellos “por suerte” estaban “muy bien” y lograron ser campeones. Además, agrega que estos logros individuales “nutren” el orgullo personal y “ese amor propio” que se tiene que tener: “Sin dudas que es valerse por uno mismo y demostrar que se está a la altura”. Asimismo, señala que Cetraro es un “gran compañero” y no duda que van a seguir obteniendo logros en conjunto e individualmente. 

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De cara a las próximas competiciones ¿vas a volver a competir con Bruno en la misma modalidad que en Tokio?

—Seguramente. El doble par peso ligero es una modalidad hermosa y es la que nos puso en la escena mundial la última vez. Hay que seguir insistiendo por ahí.

¿Da el cuerpo y el tiempo para preparar dos modalidades diferentes?

—El principal desafío pasa por lo psicológico y el intentar hacer ese cambio de chip estando en plena competencia.

París 2024 está muy cerca, ¿cuál es el objetivo real?

—Me cuesta ser realista porque soy muy soñador. El objetivo real es repetir la final olímpica y, cuando estás ahí, por inercia y por deseo, vas en busca de la medalla olímpica. 

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