En Uruguay no existe una industria cárnica equina, no se crían caballos para el consumo humano, pero aún así hay frigoríficos que los compran. Pablo Amorín, cofundador de Santuarios Primitivo y domador de caballos, dialogó con Sala de Redacción sobre el tema. “Es descarte genético”, dijo al respecto de los animales que son sacrificados. Lo que sucede es que las cabañas que se dedican a la cría genética descartan a la mayoría de los potrillos y los venden a los mataderos.

Pablo Amorín y Martín Erro crearon Santuarios en octubre del 2019. Luego de que Amorín residiera un año y medio en Brasil, retirado en un monasterio budista, Erro lo llamó diciéndole que quería hacer algo con caballos, a lo que Amorín le contestó: “llego y voy pa’ ahí”. Días después empezaron a trabajar en el proyecto. En una tormenta de ideas surgió la de crear una estructura que conecte a los caballos que necesitan un lugar con propietarios de campos dispuestos a recibirlos. Su metodología de trabajo es la siguiente: los “tropilleros” (personas que se encargan de hacer la transacción económica y el envío de los animales) contactan a Santuarios gracias a un acuerdo preestablecido, la organización busca un campo para alojarlos y reúne dinero para comprarlos. Amorín contó: “Tenemos dinero para 20 caballos, entonces bajamos a 20 del camión y esos no van al frigorífico”. 

El dinero del que disponen es esencial para establecer la cantidad de caballos que van a vivir. Amorín explicó que deben competir con los precios del frigorífico y que cada animal cuesta alrededor de 500 dólares. Las proyecciones que tiene la organización dependen de lo económico, si bien están satisfechos con el proyecto, tienen que hacerlo sustentable en el tiempo y aspiran a tener un espacio propio, un “santuario chico donde se pueda dar un vínculo de tratamiento y de recuperación psicológica”, concluyó Amorín. Santuarios no comercializa a sus caballos, aunque los equinos son adoptados por particulares. La organización no los vende porque el objetivo es asegurarse de que vivan y mueran libres, puesto que están inspirados en la práctica budista Salvar Vidas, que consiste en salvar a cualquier ser, desde una lombriz hasta un caballo. 

La organización cuenta con un sistema de donación al que hay un link en su cuenta de Instagram; allí también tienen información sobre los casi 100 caballos que han rescatado y los distintos santuarios, que muchas veces son estancias turísticas, la mayoría ubicadas en el departamento de Maldonado. Amorín destacó al emprendimiento turístico Los Guayabos, ubicado en las sierras, rumbo a Aiguá, que alberga a 10 caballos. También hay santuarios en Lavalleja y Treinta y Tres.

Cosmovisiones alternas 

Amorín se crió en Punta Ballena “cuando eso era todo monte”; luego se mudó a un campo con su familia y ahí se acentuó su relación con los equinos, que se afianzó más tarde con un viaje a Argentina, donde aprendió la técnica de doma de los indios ranqueles. Este tipo de “doma india”, creada por la familia Scarpati en La Pampa, Argentina, destaca por no ejercer la violencia o la imposición del humano hacia el animal. En el campo de los Scarpati los caballos viven libres y se mueven a su antojo, y son tratados como miembros de la familia. Amorín explicó a SdR que el bastión filosófico de esta práctica es que para domar al animal primero hay que domarse a sí mismo. La conexión no es sólo con la tierra, también es con la psiquis. Además, la perspectiva cambia: “ellos”, los indios ranqueles en quienes está basada la “doma india” creada por Oscar Scarpati, veían a los caballos y a los perros como regalos divinos.

La doma que practica Amorín está alejada de la idea antropocentrista piramidal que pone al humano como amo del reino animal. Los equinos son “espejos de 500 kilos”, dijo Amorín, ya que ve a los animales como el reflejo de los seres humanos: si la persona tiene un sentimiento y el caballo lo nota, adopta ese sentimiento. A su vez, añadió: “Hay que ofrecerle el alma al caballo porque si no se la muestras, él no te la muestra”, y explicó que lo que se hace en la doma tradicional es quebrantarles el alma.

Sobre las tradiciones gauchas, Amorín dio su opinión como alguien nacido dentro de esa cultura y expuso que “hay un culto a la tradición que no tiene mucho que ver con la vida del gaucho; se idolatra una idea del gaucho duro, violento y carnívoro”, pero añadió que eso es algo mitológico.

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