Diego Soria, profesor y funcionario de la Escuela de Cine del Uruguay (ECU), presenció, gracias a un acierto del destino, la visita de Omar Ahmed en 2016. Ahmed, como representante de la Escuela de Formación Audiovisual Saharaui, viajó a Uruguay para estrechar lazos cinematográficos e invitar al alumnado y profesorado uruguayo a conocer e intercambiar conocimiento con la escuela Saharaui. Ese encuentro no pasó desapercibido para el profesor uruguayo. La despiadada historia del pueblo saharaui lo marcó. “El tema me apasionó porque, en parte, termina de revelarme cómo realmente funciona el poder”, explicó Soria en diálogo con Sala de Redacción. Aparte del deseo de contribuir con esta escuela de cine africana e impartir un curso de iluminación y cámara, decidió hacer una película: Salam.

La historia del pueblo saharaui

En 1975, luego de la muerte de Francisco Franco y el final de la dictadura franquista, asumió Juan Carlos I como rey de España. Con la excusa de controlar la crisis que atravesaba España, se reunió con el rey Hasán II de Marruecos para “ceder”, por un “extraño acuerdo” en los términos de Amnistía Internacional, el territorio del Sahara Occidental a Marruecos y a Mauritania, que hasta entonces era colonia española. Soria, con indignación, cambia la voz para interpretar a Juan Carlos I y recrear lo que le dijo a Hasán II: “Yo me retiro y agarralo vos. A los saharauis tiralos para afuera”.

El 26 de febrero de 1976 el gobierno de España comunicó a la ONU que finalizaría su presencia en las tierras africanas y con ella toda responsabilidad sobre lo que allí sucediera. En varias resoluciones las Naciones Unidas señalaron que el futuro de los territorios no autónomos sólo se puede decidir por un proceso de libre determinación entre sus habitantes, pero en el Sahara Occidental no hubo opción: ante su anhelo de independencia, el pueblo saharaui fue masacrado y desplazado de su tierra. En 1973 se creó un movimiento independentista saharaui para luchar por la autodeterminación del Sahara Occidental: el Frente Popular de Liberación de Saguía el Hamra y Río de Oro (Frente Polisario). Primero enfrentaron a España y luego a Marruecos.

Argelia acogió entre sus fronteras desde 1975 a una parte de los saharauis que se instalaron en campamentos de refugiados, como solución provisional luego de un éxodo forzado liderado por las mujeres del pueblo. Durante su estadía allí, a Soria le contaron que las mujeres ataban a sus hijos a las cabras para cargar lo máximo posible y que el rol que tuvieron es un gran ejemplo de la fuerza política de las mujeres en la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). Actualmente es un Estado con ‘’reconocimiento limitado’’ -unos 80 países lo reconocen, entre ellos Uruguay-, pero aún persiste el reclamo de soberanía sobre el Sahara Occidental.

Marruecos construyó el cuarto muro más grande del mundo, de arena y rodeado en toda su longitud por minas antitanques y antipersonas. Esta construcción partió al pueblo saharaui en dos. Una parte quedó en el Sahara Occidental, condenada a vivir bajo la dominación de la monarquía marroquí. Hasta el día de hoy los habitantes son reprimidos y torturados por la fuerza marroquí, ante cualquier manifestación a favor de la RASD. La película incluye filmaciones que prueban este hostigamiento.

Eduardo Galeano visitó los campamentos en 2006. En su libro Espejos: una historia casi universal (2006), incluyó un fragmento sobre el muro:

“El Muro de Berlín era noticia cada día. De la mañana a la noche leíamos, veíamos, escuchábamos: el Muro de la Vergüenza, el Muro de la Infamia, la Cortina de Hierro…
Por fin, ese muro, que merecía caer, cayó. Pero otros muros brotaron, y siguen brotando, en el mundo. Aunque son mucho más grandes que el de Berlín, de ellos se habla poco o nada.
Poco se habla del muro que los Estados Unidos están alzando en la frontera mexicana, y poco se habla de las alambradas de Ceuta y Melilla.
Casi nada se habla del Muro de Cisjordania, que perpetúa la ocupación israelí de tierras palestinas y será 15 veces más largo que el Muro de Berlín, y nada, nada de nada, se habla del Muro de Marruecos, que perpetúa el robo de la patria saharaui por el reino marroquí y mide 60 veces más que el Muro de Berlín.
¿Por qué será que hay muros tan altisonantes y muros tan mudos?”.

La otra parte quedó en los campamentos de refugiados de Argelia, destinados a sobrevivir en condiciones extremas bajo el amparo de las Naciones Unidas, la ayuda internacional y la solidaridad del gobierno argelino. ‘’Es como el desierto del desierto. No hay nada’’, comentó Soria sobre el lugar que conoció con su propio cuerpo. Está en la región de la hamada, un terreno pedregoso, árido, duro. Una de las zonas más inhóspitas del mundo, con temperaturas que alcanzan los 50 grados en verano y donde la vida animal y vegetal brilla por su ausencia; allí, en condiciones de extrema dureza, subsisten hace más de 40 años 200 mil refugiados saharauis que aún esperan recuperar su patria.

Hay un tercer espacio habitado por saharauis: los territorios liberados. Es el lugar que protege el Frente Polisario desde que arrancó la guerra, una pequeña parte del Sahara Occidental que aún conservan y donde resisten. Se la considera una resistencia pacífica, al igual que la situación actual del conflicto, aunque todavía existen esporádicos intercambios de disparos en la frontera, según constata Amnistía Internacional. sede española.

En 1988 se acordó entre las autoridades marroquíes y el Frente Polisario el llamado Plan de Arreglo, aprobado por la ONU en 1991. Se planteó la celebración de un referéndum en el cual se pediría a la población saharaui elegir entre la independencia del Sahara Occidental, la integración a Marruecos o ser un Estado autónomo dentro del Estado marroquí. Fue el ex canciller y jurista uruguayo Héctor Gross-Spiel el representante del secretario general para el Asunto del Sahara Occidental de la ONU, quien viajó, medió y constató la posibilidad y necesidad de encontrar una solución. La celebración del referéndum se ha pospuesto desde entonces por la negativa del gobierno de Marruecos de llevarlo a cabo.

En la última resolución tomada sobre este conflicto, la 2.602 del 29 de octubre de 2021, el Consejo de Seguridad de la ONU reafirmó su “compromiso de ayudar a las partes a alcanzar una solución política justa, duradera y aceptable para todas ellas’’. Sin embargo, el conflicto sigue latente y los saharauis desterrados.

La película

Diego Soria, quien ofició de director de fotografía, contactó a Agustina Willat para la dirección de la película y, junto a Cristian Horta, que en ese momento era un estudiante de la ECU, decidieron viajar a tierras saharauis para filmar Salam. El primer viaje fue en 2017 y no contaban con fondos. ‘’Fue una apuesta que hicieron ellos, se pagaron los pasajes ellos, la escuela básicamente lo que hizo fue conseguir permisos y facilitar el tema de la visa de Argelia’’, explicó Enrique Buchichio, director de la ECU y productor del documental. Más tarde obtuvieron el Fondo de Desarrollo del entonces Instituto del Cine y el Audiovisual de Uruguay (ICAU), que permitió reintegrar algo de lo invertido para el primer viaje. Luego de conocer la realidad de los saharauis, volvieron con una idea mucho más clara de qué película querían hacer y quién iba a ser su protagonista: Afda, un cineasta saharaui que, acompañado de egresados de la escuela de cine local, intentan construir un cine propio. Su experiencia les confirmó que el cine saharaui sería el hilo conductor del documental, el verdadero oasis que asienta la vida en el árido desierto. Esto les permitió escribir un nuevo tratamiento y presentarlo a nuevos fondos.

Para viajar por segunda vez y filmar la película en su totalidad, tuvieron que esperar a 2018, cuando consiguieron el Fondo para el Fomento y Desarrollo de la Producción Audiovisual Nacional (Fona). “Sabíamos que se iba a tratar sobre cine. Es decir, vamos a filmarlos a ellos haciendo cine. Y ahí no tenés cómo perderte. Ya sabíamos que ellos iban a filmar un cortometraje y que a su vez iban a tener que hacer proyecciones de cine’’, comentó Buchichio al recordar cómo se organizaron para encontrar lo que fueron a buscar. La idea de la película, en cierta medida, no es muy ajena al espectador uruguayo. Según Buchichio, por más que nuestra realidad y la saharaui no tengan punto de comparación, tenemos similitudes cinematográficas. “Ellos, de alguna manera, están construyendo un cine propio como lo hicimos acá en Uruguay hace no muchos años’’, explicó.

La segunda visita duró casi dos meses. Entre los dos viajes, generaron 80 horas de material en bruto. ‘’Costó encontrar una estructura narrativa’’, admitió el productor, que dijo que recién en la edición, Salam empezó a tomar forma. La montajista fue Magdalena Schinca, editora, directora y profesora de la Facultad de Información y Comunicación (FIC). La posproducción fue interrumpida por falta de dinero y por la pandemia, así que el proyecto descansó un tiempo hasta que en 2022 Buchichio aplicó y consiguió el apoyo del programa Uruguay Audiovisual para terminar la película.

Dicen que en el Sahara Occidental las estrellas se ven como en ningún otro lado. De hecho Diego Soria contó que casi se trae cinco. ‘’Ahí cae muchos meteoritos y como es todo arena, ellos tienen la vista afinada para encontrarlos. Los viejos saben distinguir las estrellas y salen a buscarlas’’, recuerda con emoción. Pero no las pudo sacar del campamento de refugiados. Le dijeron que está prohibido viajar con las estrellas en el avión. Tanto a las estrellas como al pueblo saharaui, los someten a un destino egoísta que desesperanzadamente aparenta ser cada vez más rígido e inmutable. El equipo de Salam pudo filmar a los saharauis y sus estrellas para que, aunque sea por 68 minutos, no quedaran atrapados por siempre en ese fatal e inhumano destino. Salam como documental elige no poner el foco en el conflicto, sino en las personas que lo sufren y en cómo el cine guarda la identidad de un pueblo al que arrancaron de su tierra sin piedad. El cine como trinchera. El cine como resistencia. El cine como lo que fueron y sueñan con volver a ser.

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