“Yo soy una mujer rural de nacimiento”, cuenta a Sala de Redacción (SdR) Margot Espino, docente y directora del Centro Educativo Rural (CER), ubicado en San Jacinto, Departamento de Canelones, y comenta que le gusta el trabajo rural, aunque tuvo una vida difícil desde la niñez. Hacía “mucho sacrificio” para ir a la escuela: una travesía de cuatro kilómetros en la que cruzaba un arroyo y por ese motivo su madre le mandaba un pantalón y un par de zapatos extra para cambiarse antes de llegar. María de los Ángeles Fernández, también docente, vivió una experiencia similar. Por motivos de distancia, todos los lunes partía en ómnibus rumbo a la casa de su abuela -que estaba ubicada a unos 12 kilómetros-, y se quedaba toda la semana para asistir a una escuela rural. 

Espino viene de una familia rural. En su casa se dedicaban a la plantación hortícola -tomates, papas, boniato, cebolla, ajo-, mientras que en la casa de sus abuelos paternos se dedicaban al ganado, al maíz y al trigo, y en la de sus abuelos maternos a la cría de porcinos y la quinta frutal. “Nunca nos pusieron a hacer tareas de fuerza o de riesgo, pero siempre ayudábamos en lo que fuese necesario”, explica y agrega que todo el conocimiento que hoy posee lo obtuvo de sus abuelos. El trabajo de campo “no es para cualquiera, tenés que ponerle algo de gusto”, expresa.

La familia de Fernández se dedicaba a la cría intensiva de ganado ovino y bovino. Comenta que en su casa “se producía mucha lana”, pero que, con el tiempo, la práctica se fue modificando por la invasión de jabalíes en los campos. Además, recuerda que durante la época en la que ella concurrió al liceo, su familia decidió intentar con otras fuentes de ingreso, “porque sólo de la ganadería no se podía obtener dinero”. Experimentaron en otros negocios que les aseguraran sustentabilidad económica: venta de leña fina para parrilla, carbón de leña. “Mis padres no eran chacareros, pero incursionaron en la plantación de boniatos para vender; siempre hubo una chacra que abasteció la alimentación familiar, árboles frutales, gallinas”.

“Las mujeres rurales cultivan alimentos de calidad para todas las personas” es el lema de este año para conmemorar la fecha. “Las barreras culturales y las normas sociales discriminatorias continúan limitando el poder de las mujeres rurales en la participación política dentro de sus comunidades y hogares”, escribe la ONU en una noticia publicada en su sitio web. Además, explica que su trabajo es invisible y no remunerado, y que mundialmente los indicadores de género y desarrollo demuestran que las mujeres rurales están en peores condiciones que los hombres de campo y las mujeres urbanas. Asimismo, invita a apreciar la labor de estas “heroínas en la lucha contra el hambre” -uno de los objetivos de Desarrollo Sostenible- y a reivindicar espacios donde puedan tener “los mismos derechos que los hombres”.

Remover la tierra

“La mujer rural trabaja el triple”, asegura Espino, y sostiene que siempre ha luchado por sus derechos. Igualmente, asegura que ahora se visibiliza un poco más la posibilidad de que la mujer tenga otros espacios: “Que vaya a gimnasia, que tenga sus salidas, que el hombre se quede más con los niños”.

“Conseguir la igualdad de género y empoderar a las mujeres no sólo es lo correcto, sino que es un ingrediente fundamental en la lucha contra la pobreza extrema, el hambre y la desnutrición”, señala la ONU. Además, sostienen que las mujeres rurales representan un 40% de la fuerza laboral agrícola en los países en desarrollo, pero que “se enfrentan a una discriminación significativa” respecto a la igualdad de remuneración, la participación en la toma de decisiones, la propiedad de la tierra y el ganado.  

Espino dice que ha luchado “hasta el cansancio”, pero que sigue “viendo con dolor” que hay situaciones que se mantienen: “mujeres que reciben una importante herencia y se la maneja el marido”, por ejemplo. Hoy en día trabaja en el CER y cuenta que cuando se sumó al equipo percibió que las mujeres rurales tenían poco protagonismo, por lo que decidió incentivarlas y ayudarlas. “En cuatro años participaron por “Sembrando” [programa de Presidencia de la República que busca fortalecer iniciativas emprendedoras a través de capacitación y espacios para compartir experiencias] y ahora tienen una huerta comunitaria”, comenta: “se logró darles empoderamiento en ese espacio”.

En el mes de mayo de este año el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca presentó un informe sobre el Plan Nacional de Género en las Políticas Agropecuarias, desarrollado con el Instituto Nacional de Carnes, el Instituto Nacional de la Leche, el Instituto Nacional de Semillas, entre otros. Allí se acuerda que todos los organismos mencionados en el documento priorizarán “trabajar en una acción común que permita a la institucionalidad pública agropecuaria ser un agente relevante en la reducción de desigualdades de género en el medio rural y el sector agropecuario del país” durante el período 2021-2024.

El objetivo de este plan es reducir las desigualdades de género en el acceso a recursos y reconocimiento dentro del sector agropecuario y de la pesca y en el medio rural. Además, se definieron cuatro objetivos específicos: la promoción de los sistemas productivos y las cadenas de valor agropecuarias con equidad de género; la integración de la perspectiva de género en la capacitación, extensión, formación y comunicación agropecuaria; el fomento del empoderamiento y la participación de las mujeres del medio rural y del agro; y el refuerzo de la perspectiva de género en las instituciones públicas del agro y el medio rural.

Tanto Fernández como Espino concuerdan en que la mujer rural es un pilar fundamental en su ámbito. Fernández considera que el rol de la mujer en el campo hoy en día se equipara al del hombre: “Hay muchas mujeres que viven solas, que se trasladan y resuelven negocios, que hacen emprendimientos en el área rural, en mi zona lo veo así”, sostiene. Mientras, Espino expresa que es una lucha: “Yo me doy cuenta de ello cuando voy a vender ganado y me preguntan si mi marido lo vende. Y yo les digo: ¿mi marido qué?, el campo es mío, los animales también. Lo heredé de mis padres”, comenta entre risas.

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