Se define como aspirante anarquista y rebelde innato. Fue funcionario de la Intendencia de Montevideo, actor de teatro y profesor de yoga, pero sobre todo es conocido por ser el fundador, cantante y compositor de La Tabaré.

Tabaré Rivero nació en 1957. En su juventud, tuvo rebeldía y deseó poder transmitir el arte que el contexto político no le dejaba expresar. La Tabaré nació en 1985, con la llegada de la democracia, y se posicionó como una banda pionera del rock uruguayo posdictadura. 37 años después, por ella ha pasado una treintena de músicos; su fundador y pieza permanente declara sentirse en una de las etapas de mayor disfrute de la banda, con un grupo de compañeros que lo hace sentir bien.

Montevideo, la ciudad que Rivero ha sonorizado con sus letras, es su lugar hasta hoy; reunidos en uno de sus bares más antiguos, la conversación giró en torno al rock, su visión de la actualidad, su trayectoria y su rechazo a lo comercial.

-¿Cómo estás vos y cómo está la banda?

-Bien, después de 37 años, nada me preocupa demasiado. Estoy disfrutando como loco, grabando un disco, haciendo toques y aprovechando.

-¿Cómo fue la vuelta a los escenarios luego de la pandemia? 

-Primero que nada, estábamos deseando ensayar; algo que antes hasta nos aburría. Volvimos con ganas de estar juntos, de brindar, de encontrarnos y tocar… así que bien, y cuando empezaron los toques, más aún.

-¿Cómo ven al público?

-El público de La Tabaré es un público adulto, de gente que viene escuchándonos hace 37 años; hay jóvenes, pero tampoco gurises de 15 o 16. Vemos un público cambiado. Ya no es el público roquero, sino que es un público que abarca muchos estilos, muchos gustos musicales, pero nos recibe bárbaramente bien.

-Has contado que cuando viviste en Italia, extrañaste mucho Montevideo y el estilo del rock de acá. ¿Te sigue sucediendo?  

-Uruguay me hace volver y quedarme, sin lugar a dudas. Sobre todo Montevideo, que es el lugar donde nací, viví y me gusta estar. Me gusta mucho Montevideo a pesar de todos sus inconvenientes, tampoco soy ciego, obviamente, pero me gusta quedarme en Uruguay. Me gusta como se vive la música acá todavía. 

-¿Cómo ves al rock uruguayo?

-Mi punto de vista es que cuando yo empecé con el rock, era una música verdaderamente revolucionaria en todos los aspectos, no solo políticamente, que tenía mucho de eso, sino también de compromiso cultural; o sea, las letras de las canciones eran extremadamente innovadoras y la música era innovadora. Se entendían todos los estilos, pero dentro de la honestidad musical, no se aceptaba en aquellos tiempos la música comercial, hecha especialmente para vender. Ese tipo de música era rechazada por los roqueros, el público y los músicos. El rock era una transgresión con respecto a todo lo que era el gran negocio musical de la época. Ya a mediados de los 70, empezó a desvirtuarse, había sido todo hecho en los 60, yo creo que ahí fue el gran cambio cultural. Todo se hacía para transgredir; hoy por hoy, nada de eso existe. Todo ya fue transgredido, todo ya fue manoseado y vendido. Entonces, es normal que el rock esté pasando a una decadencia.

El rock era una transgresión con respecto a todo lo que era el gran negocio musical de la época. Ya a mediados de los 70, empezó a desvirtuarse, había sido todo hecho en los 60, yo creo que ahí fue el gran cambio cultural. Todo se hacía para transgredir; hoy por hoy, nada de eso existe. Todo ya fue transgredido, todo ya fue manoseado y vendido. Entonces, es normal que el rock esté pasando a una decadencia.

-¿Crees que el rock perdió el mensaje más sociopolítico y de crítica?

-Hay bandas que lo sugieren, pero no alcanza con eso; porque el público escucha eso e inmediatamente después escucha otra cosa. Y el público que no está atento o que [quienes escuchan] no son poetas, ni son músicos, ni sociólogos, no tienen por qué entender que le estén mezclando todo. Como decía aquel tango, “la biblia junto al calefón”: un gran cambalache, todo mezclado con todo, agarrá lo que quieras y si no entendés nada, mejor. Eso es lo que nos están ofreciendo. 

-Entonces, ¿cómo debería ser el rock?

-Como en los 60, como las buenas bandas de los 60. No existen ya las bandas que busquen llegar al límite de la experiencia sensible de la gente. O sea, buscar sonoridades nuevas, buscar letras que conmuevan pero, desde las entrañas, incomodar de alguna manera.

-Tu carrera artística inició en el teatro y, de alguna forma, conservas algo de la actuación en el escenario, ¿no?

-Cuando empezó el rock, encontré lo que yo quería hacer toda mi vida, pero como había dictadura, estaba prohibido. Cuando volvió la movida del rock, cuando empezó apenas la democracia dije, “voy a hacer una banda”. Al ver que me iba bien con la banda, que venía público, dije “nunca más hago teatro”, pero la gente de afuera me hacía ver que en el escenario tenía una actuación natural. Me sabía mover en el escenario mejor que mis colegas de aquellos tiempos. Ahora los músicos aprendieron y se mueven bien, pero en aquellos tiempos eran momias.

-Siempre has buscado cierta conjunción de las artes…

– Si, no solamente con actores, sino con bailarines profesionales, con titiriteros profesionales, con malabaristas y mucho más. Todo lo que sirva para decorar la escena. Inclusive, acepté últimamente la pantalla, que en una época era “vamos a mostrarle a la gente sangre, sudor y lágrimas, no algo electrónico”. Ahora, como encontré a alguien que hace buen arte, buenas cosas en la pantalla, se acepta también, porque hay que aceptar los cambios.

¿Cómo ves la situación política y social actual?

-Yo, fui un crítico del Frente Amplio, porque si bien lo he votado, es lo menos malo de lo que había. En este momento estamos en lo peor; no de lo más malo, porque lo más malo siempre es el poder militar. Pero la derecha siempre tiene sus grandes trampas, sus grandes negocios y sus grandes estafas y estamos pasando un momento de crisis grande, un retroceso. 

Aspiración política
“Me considero un anarco comunista; aunque mucha gente diga que es una  contradicción, no lo es, leyendo a Marx te das cuenta. De todos modos, considero que no soy un tipo lo suficientemente educado con buena intención para llegar a ser un verdadero anarquista. El anarquista no es lo que la gente cree, patear tachos de basura o [generar] violencia y caos. Es todo lo opuesto: el anarquismo es una sociedad, regida o cuidada por uno mismo, y para cuidar a una sociedad, se debe educar a las personas para que sepan convivir en sociedad. Y luego, el comunismo habla también de la disolución del Estado, más allá de lo que mucha gente piensa. Para mí sería lo ideal, pero como no fui educado para eso, soy un tipo egoísta, a veces celoso, a veces envidioso, como todo ser humano; por eso digo que soy un aspirante anarquista”.

-Están preparando un nuevo álbum ¿Tendrá contenido de actualidad? ¿Habrá referencias a la pandemia?

-No vamos a hacer canciones que estén dedicadas a lo que sucedió en la pandemia, porque aparte no tenemos muy claro qué pasó, si fue una gran burla a todo el mundo, lo cual no quiero pensar porque estaría de acuerdo con Bolsonaro y con Trump; pero, por otro lado, no paro de pensar que algo raro hubo y que no fue tan tan grave como lo plantearon los medios de difusión. Tengo una gran duda, no tengo certeza ninguna. No me animo a contar más que eso. Pero sí puedo decir cosas en las letras sobre las incomodidades. No me gusta hacer letras extremadamente políticas, mis letras tratan de ser poéticas, tienen siempre un mensaje de lo que veo, de mi sentir, que supongo que es el sentir de mucha gente, ¿no?

-Siempre te preguntan por tu rebeldía, ¿es así?, ¿cómo has convivido con ella?

-Soy un rebelde innato. Yo nací rebelde. Me revelé en la escuela, en el liceo, en todos lados. No está bueno, no sé por qué me he revelado, ¿tal vez porque era un tipo con el síndrome de distracción? No sé. Pero un rebelde es un tipo que está en contra de algo y reacciona intelectualmente para cambiar eso que le molesta. Yo no, yo no sabía qué me molestaba. Sí viví toda mi juventud desde los dieciséis a los veintiocho años, que es la mejor época de la vida, en la dictadura y en un aburrimiento profundo. Yo me considero un rebelde innato, viví en rebeldía. Y luego, con el correr de los años, me di cuenta de que yo era un tipo infeliz con esa rebeldía, pero que mucha gente vive en un sistema al que no puede adaptarse. Y ese sistema se llama capitalismo. Es muy difícil adaptarse a un sistema donde te obligan a competir, a ser el mejor, a luchar por superarte.

¿Cómo ha sido la relación de tu rebeldía con el lado comercial de la música?

Aprendí en el teatro, durante la dictadura, que si querías decir cosas profundas, no podías vivir del teatro; para vivir del teatro tenías que hacer comedias facilongas. Así me enseñaron, sin decírmelo explícitamente, que uno no iba a poder vivir del arte que uno quería, diciendo lo que uno quería. Yo quería decir cosas y lo primero que hice fue conseguir un empleo. Entonces, siempre dije y canté lo que quise sin ningún tipo de traba; y ahora nos damos el gusto de poder ir a tocar gratis, lo cual me gusta mucho. Siento que es mi aporte desde mi arte, más allá de las letras de las canciones.

-¿Cómo es tu rebeldía ahora?

-Ahora creo que soy un tipo que me revelo ante determinadas cosas y banco otras, porque si no, hubiera terminado en el manicomio. Igual le tengo respeto a los rebeldes, a los que de verdad llevaron la lucha adelante; yo no soy de eso. Yo soy un poco más cobarde como para llevar una lucha. Creo que mi rebeldía pasa por el plano artístico. Por eso me molesta tanto cuando encuentro colegas que son complacientes con todo; si a la gente le gusta bailar, hacen música para bailar. Los cómplices me molestan más que los que lo hacen, porque a veces los que lo hacen son tan ignorantes que no se dan cuenta, pero el que lo publicita, el que lo promueve… es contra ellos que tengo mucho fastidio.

-¿Cómo te llevas con la juventud?

-Me di cuenta ahora, que tengo 65 años, que hace años que no charlo con alguien de mi edad, que no tengo un amigo de mi edad. De hecho, los músicos de la banda, el mayor tiene 41 , la menor es Pamela, que tiene 30 recién cumplidos. Cuando empecé con la banda, tenía 27 años y los músicos tenían 18; siempre fueron mucho menores que yo. No tengo humor con la gente de mi edad, los chistes que hago no les causa gracia y viceversa. Se trata más que nada de eso, no me divierto tanto con la gente de mi edad.

-¿Qué es triunfar para vos?

-Me agarrás en un momento muy difícil, tengo dos hijos, uno tiene 32 y el otro 22; el de 32 no me da ni bola, cosa que me hace sentir fracasado. Porque yo puse mucho ímpetu en la banda, pero más ímpetu en la familia. Amé mucho a mis hijos, y no entiendo por qué este fracaso, de alguna manera. Eso, para mí, es frustración, es fracasar.  El triunfo lo vivo desde el punto de vista de estar con gente con la que me entiendo, que charlamos, que nos respetamos. Encontrar un modo de vivir la vida con respeto hacia el otro, eso para mí es el triunfo. Después, estar primero en el ranking, o que nos vaya a ver mucha gente, bueno, es eso, no mucho más que agradecer. El éxito consiste en el sentirse más o menos pleno con la vida, a pesar de este mundo a las corridas que nos toca vivir.

-¿Qué te genera más presión en cuanto a tu música o la banda?

-Los espacios grandes no me gustan porque siento que la gente va solo a divertirse. Me pone más presión tocar en un teatro en el que haya unas cien personas o en un bolichito en el que la gente esté atenta mirando, que tocar en un escenario enorme, en el que la gente percibe un espectáculo global. En shows chicos, la gente está muy atenta a cada músico, a ver qué hace. Hay mucha más atención de parte del público a las letras, a los errores de letra, a los pifies de los músicos.  

-Te gusta el público que te entiende y aprecia tus letras… 

–Exactamente.

-No solo estás en contra del artista que hace música comercial sino también del público que acepta…

-Exactamente, es un problema social en general. En su momento, los medios de comunicación le vendieron el rock a todo el mundo, es un gran negocio. Por eso me gusta la gente que está atenta a todas las trampas y modas que hay para conseguir un laburo, para tener una pareja estable, para todo.

 -¿Cómo ves el futuro de la banda?

-A esta altura del partido, el futuro puede durar tres meses, tres semanas, tres años. Sé que cambiar mi estilo musical para hacer dinero, no lo voy a hacer, no voy a cambiar mi forma de pensar con respecto a lo artístico. Yo estoy plenamente conforme con todo lo que me ha tocado. A veces me reprocho haberme complicado cuando tendría que haber estado disfrutando. Por suerte, la vida me permite llegar ahora a esta edad y disfrutar. Disfruto mucho con la banda.

-¿Imaginaste llegar hasta acá?

–No, ahora disfruto como loco. No sé cuál es el futuro, pero sospecho que mientras me avisen cuando esté chocheando mucho, estará todo bien.  Nunca me imaginé que iba a poder tener una banda cuando tenía 17 o 18,  y hoy me digo a mí mismo: “te das cuenta que llegaste a lo que querés y hace 30 años”… Quizá hace ocho años, nueve años, que estoy disfrutando realmente; los primeros años fueron un poco competitivos.

FacebookTwitter