Salen de los templos con su fe en sus manos, lo religioso les recorre, pero no así la religión. Han dejado atrás cualquier institución que les imponga un qué y un cómo en sus creencias. Ahí mismo comienza su búsqueda personal con lo divino; muchos lo llaman espiritualidad, otros tantos energía o incluso el universo. Por momentos puede ser una actividad grupal, como el reiki o el yoga, y en otras ocasiones es simplemente una muda y solitaria certeza interior.
En un país en el que más del 90% de los uruguayos afirma creer en un dios (que no significa el de la religión judeo-cristiana), solo el 36% manifestó pertenecer al catolicismo, que sigue siendo la religión más predominante en el país según el último informe de la Corporación Latinobarómetro publicado en 2023. El abanico religioso se expande al otro 54% de los uruguayos, donde el 4% se identificó como evangelista “sin especificar”, 3% como perteneciente a cultos afroamericanos o umbanda y el 47% de los entrevistados (la gran mayoría) dijo no tener religión, es decir se clasificaron como “creyentes sin religión”.
Estos últimos conforman un grupo “religioso” que ha crecido velozmente en los últimos años. En el 2020 la cantidad de uruguayos que manifestaron no pertenecer a ninguna religión era 39,6%, siete puntos y medio menos que la encuesta del 2023 (Corporación Latinobarómetro).
Un error muy común es interpretar la clasificación “sin religión” como ateo o agnóstico, cuando “sin religión” no significa sin creencias religiosas sino que estas personas resignifican sus creencias. No las descartan, sino que las sacan de las instituciones y los “templos” tradicionales para apropiarse de las mismas y así poder transformarlas a su manera. Es decir, se ha dado una “privatización de la fe” o de la “espiritualidad”, donde el individuo “liberado” de las distintas religiones y dioses comienza la búsqueda de lo religioso desde su persona. Individualizan la propia manera de resignificar a dios y lo hacen en una actividad, en energías y en todo lo que los vincula con lo divino; y todo eso es una práctica de tipo religiosa.
Este contexto religioso del país se debe a múltiples causas culturales, locales y de la actualidad global. Los creyentes sin religión son mayoría en el Uruguay y van en aumento.
¿En qué creen los que no creen?
El doctor en sociología y presidente de la Asociación de Ciencias Sociales de la Religión de América Latina, Néstor Da Costa, se ha dedicado a investigar y analizar a estos emergentes grupos de la sociedad uruguaya.
En su artículo “La religión como experiencia cotidiana: creencias, prácticas y narrativas espirituales en Sudamérica” , afirma que la respuesta a la pregunta “¿en qué consisten las búsquedas espirituales de los no afiliados?”, “no es unívoca, sino que abarca un amplio abanico de posibilidades, de nuevos rumbos y nuevas propuestas. Las mismas incorporan elementos de diversos orígenes y tradiciones, lo que para algunos autores es también propio del momento histórico que nos toca vivir, caracterizado como un tiempo donde se produce un ‘giro subjetivo de la cultura moderna’”.
El camino espiritual de los creyentes sin religión es muy diverso, existe una gran cantidad de prácticas y áreas donde vuelcan su religiosidad como por ejemplo “autoayuda, budismo, chakras, Dios (no el judeo-cristiano), el universo, energía, florales de Bach, registros akashicos, meditación, regresiones de Bryan Weiss, reiki, taoísmo, yoga, entre muchas otras”, afirmó Da Costa en diálogo con Sala de Redacción.
El investigador explica que las búsquedas que hoy se denominan “espiritualidades de la Nueva Era (o New Age, en inglés)” se encuentran muy presentes entre los integrantes de este grupo, así también como la combinación de diferentes propuestas y actividades que son interpretadas por las personas luego de experimentarlas y vivenciarlas, integrando estas diversas formas de practicar lo divino a su búsqueda. Lo hacen en primera persona, desde la experiencia y reflexión personal.
El presidente de la Asociación de Ciencias Sociales de la Religión de América Latina remarcó que los creyentes sin religión “visualizan la espiritualidad como una experiencia vivida, personal y no como algo vinculado a la pertenencia a grupos o instituciones religiosas o adopción de credos predefinidos. Esto aparece como un claro elemento diferencial entre creyentes inscriptos en tradiciones religiosas institucionalizadas y las personas creyentes sin afiliación institucional.”
El principal motivo para que los “creyentes sin religión” se alejen de las iglesias o templos y tomen su búsqueda personal es el sentimiento de que las religiones establecidas no les dan espacio de crecimiento espiritual, es decir, libertad. “Las personas no salen de la iglesia y se afilian a otra institución u organización sino que van tomando caminos de búsqueda personal, un día toman uno, otro día otro y así van armando su propio itinerario vital”, indicó Da Costa.
Todavía no se ha identificado un lugar u organización fijo donde poder catalogar sus creencias, aunque las organizaciones más visibles pueden ser los centros espirituales. Pero estos también son limitados en cantidad de gente, por lo que muchos “creyentes sin religion” se van a otros lugares, a otras búsquedas, siendo cada vez más común una búsqueda de un universo simbólico de creencias y no una en línea con un dios o una institución.
Templos modernos
Hay múltiples maneras de profesar la religiosidad para estas personas, por lo tanto Sala de Redacción decidió profundizar en la “espiritualidad” en específico, concentrándose en uno de los centros espirituales que existen en nuestro pais.
Uno de los tantos de Montevideo es Tiféret, un “espacio de sanación e integración”. En este centro se realizan actividades como psicoterapias, meditaciones grupales, yoga, constelaciones familiares, flores de Bach, registros akáshicos, mindfulness, entre otros. Estos centros funcionan como “templos” para muchos creyentes sin religión que buscan expandir su religiosidad y retomar sus búsquedas espirituales.
Dafna Curiel, terapeuta gestáltica y fundadora de Tiféret, profundizó en diálogo con Sala de Redacción sobre los centros espirituales y las búsquedas espirituales que se dan en los mismos. Curiel dijo que estos surgen ante la necesidad de una gran parte de la sociedad uruguaya de experimentar una “espiritualidad profunda”, búsquedas espirituales libres, sin marcos ni estructuras fijas que interrumpan estas búsquedas personales de conexión con lo divino. Algo que las religiones tradicionales no pueden ofrecer, por lo que estos “desertores religiosos” comienzan a gestar su camino a través de diferentes prácticas y/o actividades que luego vuelcan en estos centros espirituales.
Curiel afirma que cuando hablamos de espiritualidad hablamos de una experiencia divina, que se puede traducir a la experiencia del corazón y del alma. “Es la actitud de mirar el mundo suspendiendo el juicio, es ir descubriendo, sacando las capas para descubrir qué es lo que está dentro y qué es lo que resuena en cada uno, qué es lo que nos hace sentir. Todo esto desde diferentes lugares y de diferentes maneras (practicas e actividades)”, dice la fundadora de Tiféret.
“La espiritualidad también es conectar con el misterio y asumir que como seres humanos minúsculos, nunca vamos a entender de qué se trata esta inmensidad”, concluyó Curiel.