La vuelta a las clases presenciales en parte de los cursos de Secundaria y en UTU fue evaluada de forma positiva por los representantes docentes, sin embargo persisten problemas de infraestructura y hubo centros que no abrieron.
El 1º de junio reiniciaron las clases presenciales en varios centros educativos, entre ellos los últimos años de bachillerato liceal y UTU (excepto los establecimientos ubicados en el área metropolitana, que abarca Montevideo, parte de Canelones y San José). El representante de los docentes en el Consejo de Secundaria, Carlos Rivero, en diálogo con Sala de Redacción dijo que hay “un proceso permanente de mantenimiento edilicio, siempre hay cuestiones a corregir”. “Las plantas educativas de Secundaria son muy amplias, muy diversas en todo el país, y se está poniendo especial cuidado”, señaló.
En ese sentido, contó que varios días antes de la vuelta a la presencialidad se llevó a cabo un relevamiento teniendo en cuenta cuestiones básicas como el abastecimiento de agua potable. Además se dividieron grupos a la mitad para favorecer la distancia física en salones pequeños, creando una especie de rotación para que la mitad de los alumnos concurran un día y la otra mitad al siguiente.
Freddy Amaro, representante docente en el Consejo de UTU, planteó a Sala de Redacción que “hay cuestiones a mejorar” en cuanto a la infraestructura, y que comenzaron las clases en los centros “que cumplían con lo que está previsto en el protocolo”. Esto llevó a que seis centros no fueron abiertos ya que tenían condiciones a mejorar. En cuanto a las obras, el integrante del Consejo de Secundaria mencionó que “continúan con un cronograma preestablecido y que apunta a mantener los edificios en condiciones”. Ante esta coyuntura, las autoridades tuvieron especial atención en la limpieza y el suministro de agua.
El regreso
Rivero describió el retorno a clases como “ordenado y cuidado”. Dejó claro que Secundaria estableció mecanismos de explicación del protocolo en cada uno de los liceos, donde se reunieron docentes, funcionarios y la dirección para establecer las pautas generales para cada centro en particular. Esto permitió llegar al 1º de junio con la mayoría de los liceos en condiciones y con un protocolo de acción con elementos de limpieza. “El porcentaje de asistencia de los alumnos convocados fue alto en todo el país, anduvo en el entorno del 70%, en algunos lugares más, en otros menos”, comentó Rivero.
Por otro lado, Amaro describió el reinicio de clases presenciales en UTU como “organizado”. Junto con las autoridades pudo realizar una recorrida por diferentes centros, donde visualizó la aplicación de los protocolos y “el sentir” de las personas ante la incertidumbre que trajo el contexto de la pandemia. “Tuvimos una asistencia que ronda según la zona entre el 70 y 90%”, dijo.
Instancia virtual
Cuando se decretó el cierre de los centros educativos, los docentes, “por mandato ético, decidieron mantener el vínculo pedagógico con los estudiantes”, en primer lugar para saber cómo estaban llevando el encierro y también para empezar a trabajar contenidos de los programas, explicó Rivero. “En Secundaria se utilizaron todos los mecanismos posibles: plataformas habilitadas, grupos de Whatsapp, blogs liceales y páginas de Internet. En algunos casos, sobre todo en el Interior, donde la conectividad era muy mala, los docentes fotocopiaron materiales y los entregaron casa por casa a los alumnos y luego los recogieron para hacerles la devolución”, relató.
Por otro lado, Amaro planteó que los docentes de UTU “apelaron a un conjunto de estrategias y fueron creativos para de alguna manera tener vínculo con los estudiantes, no sólo por la plataforma Crea de Ceibal sino por otros medios, algunos por Whatsapp, otros enviando tareas”. Agregó que hubo “una variedad importante” de métodos para mantener el vínculo con los jóvenes. Alrededor de un 50% de los estudiantes de UTU no tuvieron accesibilidad, lo cual no significa que nunca hubiesen ingresado a la plataforma pero sí que no tuvieron un contacto fluido para el desarrollo de las tareas y para seguir las clases, explicó Amaro.
Rivero evaluó el vínculo social que se genera en un centro educativo como “insustituible”, y aunque reconoce que la tecnología “permitió que los alumnos se mantuvieran conectados con lo educativo y con sus profesores”, insistió en que “la presencialidad es una cuestión que no se puede sustituir muy fácilmente”. Sobre la instancia virtual que vivió la educación uruguaya, Amaro reflexionó que “toda experiencia nos deja un aprendizaje” y que por más que nadie hubiera querido pasar por esta crisis sanitaria su evaluación de la educación en este contexto tiene “muchos aspectos positivos”.