Gracias a los cambios de protocolos y aforos por la pandemia de covid-19, los lugares privados en los que se desarrollaban fiestas y eventos se han reconvertido para continuar en funcionamiento, luego de meses de inactividad. Después de que el Ministerio de Salud Pública pisara el freno para la organización de estos eventos en marzo de 2020, en agosto los salones fueron habilitados a abrir. Con medidas sanitarias específicas, distancia física y un aforo máximo de 60 personas para pequeños eventos, 80 para eventos en espacios cerrados y 100 al aire libre, el panorama se mantuvo hasta el 20 de marzo de este año, cuando las resoluciones quedaron sin efecto y los salones volvieron a la realidad de un año atrás.

Sala de Redacción habló con dos emprendedores que trabajan en salones de fiestas y eventos. Uno de ellos es Alejandro Fernández, dueño de la chacra Los Álamos, ubicada en las afueras de Montevideo, quien el viernes 13 de marzo del año pasado recibió la notificación de que ese fin de semana sería el último en el que estarían habilitados los eventos que se llevan a cabo en su dependencia, debido a la aparición de los primeros casos de covid-19 en Uruguay. 

Por su parte, Adriana Molina, dueña de Rincón Violeta, contó que el local que alquila para trabajar está ubicado en Agraciada y Bulevar Artigas y en este año y medio ha lidiado principalmente con dos problemas: la poca demanda de cumpleaños y los gastos fijos que debió costear. Según Molina, el 20 de Marzo del 2020 realizó el último cumpleaños sin restricciones y desde esa fecha hasta diciembre pudo tomar reservas con un aforo de hasta 60 personas. 

Fernández percibe que pocas medidas consideraron la situación de las chacras: “Hace siete u ocho meses se nos permitió tramitar el permiso para funcionar como bar o restaurante, pero es para repartir la miseria”. A pesar de que lo tramitó porque tenía un costo bajo y pensó en disponer del lugar para llevar adelante alguna fiesta que sea compatible, Fernández reconoció que ellos no están preparados para trabajar como un bar. “En 15 meses no hemos hecho absolutamente nada”, agregó.

Molina señaló que lo recaudado en estos meses no llega a cubrir los gastos básicos. Las fiestas más grandes fueron prohibidas y muchos que tenían reservas tuvieron que cancelarlas. “Se nos complicó cubrir los gastos sin cumpleaños normales porque estamos ubicados en un muy buen punto”, reconoció, y agregó: “En estos meses tuvimos los gastos que hubiéramos tenido en un panorama de trabajo normal: alquiler, BPS, OSE UTE. Todo tuvimos que pagar”. 

Las medidas

En Los Álamos, Fernández y su esposa trabajan en cada evento que se realiza y los acompaña un empleado fijo: un casero que se dedica al mantenimiento del salón y de la chacra. “Tuve que mandarlo al seguro de paro por tres meses”, afirmó. Según cuenta, el seguro de paro fue sólo durante ese período porque es una persona muy arraigada al lugar y que vive en la chacra. “Vino desde el interior, tuvimos que hacer un esfuerzo muy grande para mantenerlo”, sostuvo

En Rincón Violeta enviaron a varios empleados al seguro de paro y Molina consideró que la extensión de dicha herramienta otorgada por el gobierno fue beneficiosa. No obstante, recordó que tuvieron que devolver las señas por las fiestas que se cancelaron. “Algunas las estamos pagando mensualmente, porque los ahorros se terminaron”, indicó. 

Para Fernández, lo que han hecho con los salones y chacras es muy poco: “Me gustaría ver quién soporta estar 15 meses sin cobrar su sueldo”. Por su parte, señaló que algunos tuvieron espalda económica para enfrentar la situación, pero muchos emprendimientos del rubro no viven la misma realidad. “El Gobierno nos abandonó. Me siento abandonado”, aseguró el empresario. Además, consideró que este tema está siendo manejado por gente que no entiende de fiestas y que piensa que los eventos son un lugar donde solo “es chupar y tirar papelitos”.

Molina cree que el gobierno los ignoró y no entiende por qué no los dejan volver a trabajar como al principio de la pandemia “con un aforo máximo y los protocolos correspondientes”. Además, aseguró que nunca tuvo problemas asociados al coronavirus: “Nadie de acá se tuvo que hacer hisopados e intentamos tomar todas las medidas posibles para evitar contagios”. La medidas de limpieza que lleva a cabo el salón implican la desinfección de los espacios antes y después de las fiestas con productos que se utilizan en los sanatorios.

En el mismo sentido, Fernández siente que están por fuera del radar. “Creen que somos millonarios o que es nuestro quinto negocio. Hay muchos boliches abiertos con la misma capacidad que una fiesta”, comparó. En tanto, Molina cree que repercuten “las fiestas clandestinas con muchos contagiados para no habilitar las nuestras”.

Consultados sobre la solución a largo plazo, ambos propietarios creen en la vacunación de la población como camino a la vieja normalidad. “Quiero que pasen tres o cuatro meses y mucha más gente esté vacunada. Yo no tengo otra cosa para hacer, puse todo lo que tenía para este negocio”, dijo Fernández, y agregó que no “cierra ni loco”. En la misma línea, Molina dijo que está “esperando la vacuna, aunque ves cómo los shoppings están abarrotados de gente y no entendés el doble criterio para habilitar un negocio y no otro”. 

Nueva oportunidad

No solo fueron malas noticias las de estos meses. Molina y su esposo lograron impulsar un proyecto que hacía mucho tiempo tenían en mente pero por diferentes circunstancias no habían podido llevar adelante: “Cuando compramos el terreno donde hoy es mi casa, la idea siempre fue construir un salón de fiestas”.

Donde muchos ven problemas, ellos vieron una oportunidad. “Tenemos el proyecto del nuevo salón que nos va a dar otra opción, al menos hasta que termine el contrato de Rincón Violeta, en 2022”, aseguró Molina. Además, le permitirá tener un plan b en caso de que se vuelva insostenible mantener un alquiler sin contar con ingresos, en caso de que la situación siga como hasta ahora. La emprendedora sueña con que la covid-19 les dé un respiro y ya este año poder trabajar en ambos proyectos. Su idea “es tenerlo terminado a fin de año y a partir de ahí trabajar con los dos en paralelo”.

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