Es viernes al mediodía. En la Ciudad Vieja los autos desfilan buscando un lugar para estacionar. En ese rutinario paseo se encuentran cuando algo los descoloca: algunos idealistas están ocupando un espacio privilegiado, en la calle Rincón, entre Juncal y Bartolomé Mitre. Increíble, un grupo de personas usurpando su lugar, con coloridas plantas, mesas y bancos de madera, sonidos de la naturaleza y frases alentadoras, usurpando mientras comparten un sano almuerzo.

—Que no cunda el pánico -comenta el conductor de un auto azul, mientras baja el vidrio de la ventana-. Ahí veo un canal de televisión. Seguramente sea algo casual y el lunes vamos a poder estacionar en nuestros lugares de siempre.

—Por más que sea un día, ¡deben respetar a los dueños de la calle! -gruñe, en cambio, otro conductor al volante de un auto negro, con el capó raspando el suelo, mientras hace sonar su bocina reiteradas veces.

Estas personas son integrantes del colectivo Ciudad Abierta, que busca demostrar en la práctica que sí es posible otro modelo de convivencia vial en la ciudad. Y lo que tanta sorpresa y malestar causa en los dueños de lo autos que pasan por allí es la celebración del Park(ing) Day, un evento iniciado en la ciudad de San Francisco en 2005 que propone, una vez al año, crear un mini parque urbano durante un día en un lugar de la calle de aproximadamente 24 metros cuadrados, donde habitualmente pueden estacionar dos autos.

Del norte, la idea se trasladó a 83 ciudades alrededor del mundo; en Uruguay, este año es la segunda vez que se realiza. La intervención de Ciudad Abierta es una de las tantas actividades que forman parte de la agenda de la semana de la movilidad sostenible, que finalizó el 22 de setiembre con el Día Mundial sin Auto.

Ana Inés Morató, integrante de Ciudad Abierta, cuenta a Sala de Redacción que la iniciativa busca que la gente se cuestione el rol que tienen adjudicado los estacionamientos en las ciudades, como una forma de “privatizar estos espacios”. Sostiene que “uno naturaliza el no tener espacio para transitar por la calle, ni para caminar en la vereda” y “no debe ser así”. Morató comenta que en todas las ciudades los cambios urbanos han costado, porque siempre se parte de la premisa conservadora de aceptar lo que ya existe. A su modo de ver, para que estos temas se vuelvan prioridad de los gobiernos nacionales o departamentales, hay que elevar la voz y generar “un run run social” y “presentar propuestas, golpear puertas y molestar un poco”.

Una sensación de tranquilidad

El sol y el clima acompañan la movida del colectivo, en sintonía con el cantar relajante de los pájaros. Aunque, lamentablemente, el sonido de las aves no proviene de la naturaleza, sino de unos parlantes conectados a una antigua bicicleta amarilla y a una pequeña consola de DJ que acostumbran recorrer las calles de la capital en masivas “rodadas” junto a ciclistas y patinadores, bajo el nombre de Musimóvil. Pedro Brito del Pino, quien “manija” -manejar y meterle manija- este original e innovador vehículo, explica a Sala de Redacción que estos cantos de pájaros tan bien logrados son fruto del trabajo del uruguayo Juan Pablo Culasso, quien se dedicó a grabar en altísima calidad sonidos de naturaleza autóctona. Con el propósito de trasladar a la ciudad la sensación de tranquilidad que transmite un parque, Brito del Pino entendió que era una buena idea reproducirlos en este evento organizado por Ciudad Abierta.

Una sensación de tranquilidad que es rota inmediatamente por el áspero sonido del caño de escape de una moto.

—¡Vamo’ Peñarol, vamo’! -grita el conductor del birrodado, buscando la complicidad de las personas que se encuentran ocupando una mínima parte de la calle.

—Cada uno con su lucha -comenta Morató entre risas.

Su lucha tuvo además de la movida de la semana pasada una serie de propuestas que el colectivo presentó recientemente a la Intendencia de Montevideo (IM) para afrontar el problema del espacio y del estacionamiento en la capital. La primera de ellas consiste en construir parklets en varios puntos de la ciudad, esto es, espacios urbanos en madera con mesas, bancos y plantas. Es decir, un ambiente natural dentro de la ciudad que, a diferencia del Park(ing) Day se mantenga todo el año. Según Morató, estas construcciones podrían realizarse en lugares donde transitan muchas personas, como por ejemplo hospitales o escuelas. Ya existen en otras ciudades de la región, como Buenos Aires, Córdoba, Santa Fé y San Pablo. Si bien en Montevideo es posible observar espacios de estas características, en algún bar o restaurante, estos “pagan bastante más por el alquiler que los autos”, destaca Morató.

La segunda propuesta que plantean desde el colectivo es plantar árboles en las calles y no en las veredas, lo cual le quita espacio al peatón para poder caminar libremente. Morató apunta que esto podría llevarse a cabo en zonas donde se circula a bajas velocidades. “En lugar de poner un cartel que indique que 30 kilómetros por hora es la velocidad permitida, se podría acostumbrar al conductor a que si ve un árbol en la calle, ese no es un camino normal y debe bajar la velocidad”.

Por último, Ciudad Abierta propuso crear cruces seguros en las esquinas, de tal forma que no se pueda estacionar. ¿Cómo? Pintando de rojo las esquinas —como se hizo en algunos barrios de Montevideo— o complementado con la señalización correspondiente. Sobre la eventual aplicación de los cambios, Morató advierte que deben evitarse problemas de comunicación para no generar contraposiciones: “No es lo mismo decir que a partir de ahora no se puede estacionar en las esquinas que decir que ahora se puede cruzar de una forma mejor y más segura”.

Al respecto, Sala de Redacción intentó comunicarse con el director de Movilidad de la IM, Pablo Inthamoussu, para conocer la recepción de estas propuestas, pero no obtuvo respuesta.

“Te obliga a usar el auto”

Pero, de todos modos, los autos son los reyes de la calle y cuando vean sus derechos disminuidos van a poner el grito en el cielo. Entre otras cosas, van a argumentar que a mayor cantidad de vehículos, mejor desempeño de la economía. Morató cree que este tipo de pensamiento es un “fracaso de la política”, porque la ciudad no brinda alternativas de calidad, como por ejemplo un buen servicio de transporte público o espacios para caminar y andar en bicicleta: “Se obliga a usar el auto”.

Acerca de las propuestas de Ciudad Abierta y de cómo reaccionaría la población de Montevideo, Morató considera que como “reaccionamos al ambiente que nos enfrentamos”, la gente lograría adaptarse a las innovaciones, tal como lo hicieron con la prohibición de fumar en espacios cerrados o con el cobro de las bolsas de plástico.

Mientras los vecinos de la Ciudad Vieja giran el cuello al pasar, y ninguno se molesta en consultar el porqué de la manifestación, una señora de tapado rojo y lentes oscuros rompe el hielo. Sin vueltas, se acerca para despejar sus dudas. Un integrante del colectivo le explica que el espacio público “pertenece a todos, pero se destina a un porcentaje menor de la población”. La vecina, que vive frente a la plaza de la Diversidad Sexual, se queja primero de la suciedad que tiene la zona y, acto seguido, termina concordando en cuanto a la exuberante cantidad de autos que hay en la ciudad. “Ojalá no pasaran más autos por acá y se haga una peatonal”, desliza.

Nuestras calles en números
Morató expone la problemática con datos. Los autos en la zona metropolitana de Montevideo ocupan 80 veces más espacio que los ómnibus. Sin embargo, representan sólo el 32% de los viajes, mientras que un 25% corresponde al transporte público. A su vez, el auto puede estacionarse de manera gratuita en el 98% de las calles de la ciudad y en el restante 2%, debe pagar una tarifa cuya suma mensual asciende a $7.480, es decir, menos de la mitad de lo que abona un restaurante para colocar un deck sobre el mismo espacio físico, unos $17.847.

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