Nació en Nueva Palmira, en el departamento de Colonia. Escribió su primer poema cuando era niña, a los once. Lo tituló “Respeto al agua”, y fue el primer poema de tantos en los que demostró poseer una voz firme y militante. Mucho antes de interesarse por la poesía, pasó sus días en la casa de cultura de su ciudad en la que su madre daba talleres literarios y de radio. Haber crecido viendo a su madre enseñarle constantemente a otras personas facilitó su interés temprano por la literatura.
Tenía esa idea de que la literatura, específicamente la narrativa, era algo que la “capturaba, aislaba del mundo y entretenía”. Pero con la poesía era distinto. No podía sentirla como un refugio por ser todavía incomprensible. Los poetas le resultaban personas pedantes y agrandadas, que decían “lo que todo el mundo podía decir, pero de manera complicada”.
Algo cambió cuando descubrió a Mario Benedetti, en un homenaje que hicieron en su escuela luego de su muerte. Con los versos “y así entre todos logran / lo que era un imposible / que todo el mundo sepa / que el sur también existe” —que todavía recita de memoria— descubrió un lenguaje más coloquial, distante de lo incomprensible de la poesía que hasta ese entonces había leído. Cuando volvió de la escuela a su casa, le mostró el poema a su madre, y pidió que se lo explicara. “Cuando lo entiendo me maravillo con el poema”, dice, porque le muestra que es posible adoptar una voz crítica y a la vez que proceda “desde un lugar de amor”. Con once años, Florencia entendió que quejarse por lo que uno quiere, por cambiar el mundo, también es una forma de amor. Comprendió, sin ser consciente del todo, por qué escribir. Por qué escribir poesía.
Llegar a ser poeta
La voz militante que surgió en sus primeros poemas de la infancia cedió lugar a una poesía que califica como “cursi”. Fue una etapa de su escritura de la que prefiere no hablar, dice entre risas. A medida que la escritura tomaba cada vez más importancia en su adolescencia, aparecieron también las dudas sobre si compartir su poesía o no. La primera vez que se animó fue en Va de nuevo, una revista digital de un colega de su madre.
Pero años después, en 2020, su madre la incentivó a presentarse a Las fauces invisibles, el Primer encuentro nacional de poetas mujeres jóvenes y ultra jóvenes, para compartir sus poemas en la Biblioteca Nacional. Quedó seleccionada. Recuerda el día del evento con mucha emoción. “Fue ahí donde empezó todo”, expresa, no sólo por haberse animado a leer, sino porque conoció a otras mujeres poetas, con sus mismos intereses y las mismas preocupaciones que ella. Además, fue un antes y un después en el reconocimiento de sí misma como poeta. “Pienso, y decir que yo a los once años cuando escribí mi primer poema no era poeta es un error. Lo era y lo soy”, comenta.
Y sí que lo era. Porque al año siguiente, en 2021, ya había publicado su primer libro, El patio de mi casa. La oportunidad le llegó mediante la editorial artesanal del Sindicato de Trabajadores de la Industria Química (STIQ), que se encarga de publicar autores locales. Su madre le insistió para que aprovechara la oportunidad, y no fue hasta que el STIQ anunció que iban a estar en Montevideo para darles algunos de sus libros a José Pepe Mujica que se puso a trabajar en el poemario. “Mi madre hizo, en apuros, una primera edición artesanal para llevarle a Mujica”, cuenta, aunque confiesa que es probable que no lo haya leído.
De El patio de mi casa se realizó una tirada artesanal que se vendió en ferias y eventos literarios. Florencia lo describe como un poemario que, con la intención de que tuviera musicalidad, separó en tres capítulos: infancia, adolescencia, y poemas más recientes al momento de su publicación. Si lo piensa en retrospectiva, le resulta difícil defender algunos de los poemas que aparecen en el libro, que escribió en su preadolescencia. “Siento que crecí mucho poéticamente desde entonces, y lo peor es que muchas veces los poemas que menos me gustan son los que más le gustan a la gente”, afirma ahora, con 19 años.
Después de la publicación y presentación de El patio de mi casa, llegó el momento de salir a venderlo. En una feria artesanal de Colonia, a la que su madre fue invitada, ocurrió una de las tantas cosas que hacen que Florencia esté convencida de que todo sucede por algo. Allí, conoció a referentes de la editorial Forma (ex Fardo), y les mostró su libro. Fue un saludo cordial, explica, pero a la semana le escribieron con una propuesta. El Instituto Nacional de Letras del Ministerio de Educación y Cultura lanzó el llamado Amanda —en homenaje a la autora Amanda Berenguer—, en el que se incentivó a presentar un libro inédito en conjunto con una editorial para su publicación. “A mí me pareció maravilloso, pero estoy hablando que habían pasado apenas dos semanas de que yo había presentado mi primer poemario”, cuenta Florencia, que todavía parece no poder creer cómo se dieron las cosas.
Tenía un mes para escribir un poemario. De cero. Acababa de dejar casi la totalidad de su obra en El patio de mi casa, pero sabía que estaba ante una oportunidad muy grande para dar a conocer su obra. Se dedicó “enfermizamente” a escribir, cuenta: escribió el poemario en apenas dos días.
“¿Por dónde más me desbordo?”
“Vomité 14 poemas en dos horas / me dijeron que no era sano / tampoco llorar todos los días. / ¿Qué se hace con tanta vida entonces? / ¿Por dónde más me desbordo?”. Así comienza Otoños depurados, el segundo poemario de Florencia Parentelli, editado por la editorial Forma en abril de 2022 y seleccionado en el concurso Amanda. Otras nueve personas quedaron seleccionadas, entre ellas la reconocida poeta Tatiana Oroño, que Florencia reconoce “admirar muchísimo”.
El título es una metáfora, señala. El otoño simboliza la estación en la que nació y su condición de poeta romanticista. Decidió ponerlo en plural porque representa “los distintos yo”. La depuración, entonces, es el proceso que atravesó en la escritura del libro: “lo hice en muy poco tiempo y buscando cosas de todos lados, sentí que estaba evocando distintas imágenes y depurándolas”, relata.
El poemario, además, descubre una voz inquieta por la experiencia femenina. La autora está segura de que si hoy día sigue tan viva la poesía es gracias a las mujeres. “Me parece que ser poeta y ser mujer es necesariamente un acto político y hay que responsabilizarse de eso”, dice, reivindicando el lugar de las mujeres en la literatura, que “por siglos sangró muchísimo”, y es una “herida que tenemos pendiente curar”. Actualmente, integra el colectivo poético La mujer, la palabra, en el que destaca el compromiso de tantas mujeres que, como ella, le dedican gran parte de su vida a leer y escribir literatura.
Florencia Parentelli atraviesa la poesía con dirección y conciencia de que le está escribiendo a muchas mujeres. Reconoce que “quiere recitar lo más parecido / a lo que podría haber sido / llegar a tomarles la mano”. Y, si bien muchas veces se enoja con la literatura “por lo poco que me devuelve” o “lo poco que me salva”, sabe, bien en el fondo, que si no se dedicara a la literatura, no sabría qué estaría haciendo.