“En Ecuador se realizan prácticas de violencia denominadas clínicas del terror. Allí las personas reciben torturas sexuales, físicas y psicológicas. También descargas eléctricas, violencias correctivas y mala alimentación”, expresó Edgar Zúñiga, docente de la Universidad de las Américas (Udla) y moderador de una actividad que se realizó el 17 de mayo, Día Internacional contra la Homofobia, Transfobia y Bifobia. A pesar de registrar avances en materia de derechos de las personas LGBTI [lesbianas, gays, transexuales, bisexuales e intersexuales], Ecuador tiene una cultura impregnada de discriminación y violencia hacia las personas de esta comunidad. En 2015, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos denunció que entre 2005 y 2014 se detectaron al menos 361 de centros de “deshomosexualización” que se presentan como “clínicas”, pero realizan ese tipo de practicas violentas.

Cayetana Salao, integrante del Taller Comunicación Mujer de Ecuador, expresó que desde 2001 se monitorea la situación de las “prácticas de deshomosexualización”, según los registros aparecieron a fines de los la década del 90′ del siglo pasado, concretamente en 1997, cuando despenalizaron las relaciones sexo afectivas entre personas del mismo sexo. El tribunal constitucional de la época falló a favor de no considerar la homosexualidad como un delito, pero apeló que fuera un asunto tratado por la medicina. Ante esta resolución, la violencia hacia la comunidad LGBT aumentó en el país. 

Según Salao, estos “centros de rehabilitación” funcionan de manera clandestina, atentan contra los Derechos Humanos y en ellos se obliga a los individuos a ser heterosexuales. Los “funcionarios” de estos centros convencen a los familiares de que el individuo va a recibir una terapia que mejorará esa “identidad diversa”. Además, hay familias que consideran que ser homosexual es un pecado, y por ello muchas personas evitan mostrarse tales y como son, contó.

En esta línea, Salao contó que, en 2011, desde el taller se realizó un juicio popular contra el Estado para cambiar esta realidad. Según agregó, se logró visibilizar el tema debido a la atención que los medios de comunicación prestaron, y ello permitió concretar avances. Ante esto, “el Estado generó una pantalla de haber recuperado las víctimas de los espacios de ‘rehabilitación’, pero nosotros no hemos podido encontrar qué pasó con las víctimas y qué pasó con los responsables de las prácticas. Además, falta que el sistema de Justicia y los defensores de Derechos Humanos reconozcan que las prácticas son violaciones a los derechos”, sostuvo Salao. 

Generar un cambio 

Gonzalo Gelpi, psicólogo de la Universidad de la República de Uruguay, compartió resultados de una encuesta que se realizó en el Centro de Referencia Amigable, que consistía en que la gente asociara una palabra con la consigna del 17 de mayo. “Las más repetidas tenían que ver con ignorancia, odio, intolerancia, miedo, rechazo, machismo y discriminación”, expresó.  

Desde su “mirada histórica”, Gelpi se refirió a los Estados-nación modernos como “patriarcales”, ya que están formados en clave masculina. Según detalló, ello se da porque le dan a una familia “modelo” la posibilidad de ser el primer agente de socialización, acompañado de la heterosexualización de reproducción como base del contrato social. Asimismo, el concepto de heterosexualidad está ligado al ideal de norma y es en el siglo XIX cuando tiene existencia jurídica. Según completó, junto con la homosexualidad se configuraron como categorías médicas que después pasaron a ser sociales, para que las personas construyan identidades sexuales en la vida cotidiana. Según el psicólogo, desde la sociología de la sexualidad la heterosexualidad tiene un género porque fue creada por varones en un círculo de élite científica, con el objetivo de crear una sexualidad útil para el sistema capitalista. 

Gelpi explicó que el término “despatologizar” tiene que ver con el derecho de autodenominarse, decidir sobre el cuerpo, la vida y la sexualidad. “Además, genera un enfrentamiento a un orden del mundo que impone una perspectiva de género con sus normas, procedimientos y fronteras”. “Habitualmente, las personas intentan encajar en las categorías que se construyen”, afirmó Gelpi.

El psicólogo aseguró que para cambiar esta situación hay que ir contra lo hegemónico, teniendo en cuenta que la psiquiatría y psicología tienen un poder que puede generar daño, pero que “aún está en vías de repararse”. Según consideró, ello ocurre porque muchos médicos se formaron bajo el viejo paradigma y tienen prejuicios negativos hacia determinados géneros, que llevan a una mala praxis en las intervenciones. En este sentido, indicó que se debe luchar para que los profesionales se actualicen mediante la realización de cursos. “Hay que diferenciar la homolesbo-bitransfobia de la homotrans-ignorancia”, aseguró. 

Una terapia afirmativa 

Por su parte, Omar Ruiz, psicólogo clínico de la Udla, definió al “estigma social” como la actitud de desaprobación hacia el otro y hacia las diferencias propias de la diversidad. Asimismo, dijo que existe el “heterosexismo”, que consiste en “la negación de la migración y estigmatización hacia cualquier forma de comportamiento, creencia, o ideología de una persona que no cumpla con los estándares heterosexuales”.

En cuanto a la persona que se enfrenta a una situación de rechazo por parte de la sociedad, Ruiz mencionó que sufre del “estrés de minorías”, un malestar diario provocado por el entorno a causa de comentarios, chistes, burlas, la pérdida del empleo, la agresión física y/o sexual. Según continuó, luego nace la “terapia afirmativa”, que cambia el panorama de la “terapia reparativa”, ya que se trata de confirmar la orientación sexual de la persona y lograr un estilo de vida saludable. “La terapia afirmativa busca la aceptación. Al momento de aceptarse, un individuo también se desvaloriza como persona, debido a los discursos que se dan en los medios o en la población. Esto lleva a una homofobia interiorizada”, expresó el psicólogo. 

Ruiz explicó que en el proceso de aceptación, en principio la persona pasa por el momento de “identificación homosexual”, que es cuando ya aceptó su orientación sexual y cuenta con una gran red de apoyo. Luego sigue la “visibilidad y la asertividad”, cuando el individuo logra afrontar momentos homofóbicos o transfóbicos y, por último, se da la “resiliencia”, por la que a través de la superación de procesos dolorosos logra establecerse en una nueva vida.

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