Sin consideración, sin lamento, sin pudor. A las afueras de Montevideo, en la entrada de la chacra, versa un cartel: “El senador Mujica no puede recibir a nadie debido a una debilidad inmunológica”. Dice que se retira de la política por la pandemia, dice que ya no siembra el odio en su jardín, dice que está viejo. Es difícil presentar a José Alberto Mujica. El primer presidente que fue guerrillero, ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, senador y diputado, de joven ciclista. El político que se tuvo que adaptar al protocolo pero que nunca usó corbatas. Mujica decidió abandonar su banca en el Senado el 20 de octubre.

Cuenta que cuando salió de la cárcel junto con Lucía Topolansky, su compañera, decidieron pedirse su primera licencia militante. Estaban buscando comprar una chacra más grande y en el diario vieron un terreno a la venta. Se subieron a sus bicicletas y se acercaron hasta el Rincón del Cerro: el terreno estaba seco. A partir de acuerdos, préstamos y ahorros compraron la propiedad. Mujica explica que a partir de ese momento comenzó otra etapa en su vida que estuvo rodeada de peripecias. Pasaron décadas: la chacra se ha vuelto una especie de ícono en la política mundial. 

-Se comprometió con la política desde una edad muy temprana y su militancia comenzó en el Partido Nacional. ¿Por qué en 1963 abandonó ese partido?

-En realidad mi primer voto no fue al Partido Nacional, fue al Partido Socialista. Pero adentro del Partido Nacional apareció una figura muy particular que era Don Enrique Erro y yo lo acompañé. Milité en aquella lucha que llevó al Partido Nacional por primera vez al gobierno, incluso fundí una moto que tenía en aquella época. Esto que llaman herrerismo no tiene nada que ver. El herrerismo tenía vetas francamente populares, al punto de que a Erro lo colocaron de ministro de Industria. Al poco tiempo murió (Luis Alberto de) Herrera y al mes de estar en el gobierno ya se armó lío con (Benito) Nardone. Ese lío vino después de que en una comida el embajador norteamericano le transmitiera a Nardone que su gobierno tenía preocupaciones porque el doctor Herrera había tenido una actitud hostil hacia Estados Unidos. Nardone le contestó: “pero Herrera no está en el gobierno”. Alguien que estaba sintiendo le fue con el chisme y nadie entendía nada. El que sintió fue (Alberto) Methol Ferré. Y Herrera salió y dijo: “se nos metió una comadreja colorada en el rancho”. El lenguaje de Herrera era así. Se armó lío ya de entrada. A Erro lo puso Herrera, pero cuando murió había un Consejo de Gobierno que trancó los consejos de salarios y todo lo demás. Al final lo echaron.

-Luego de abandonar el Partido Nacional, junto con Erro fundaron la Unión Popular. ¿Cómo fue la transición de este partido a la conformación del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T)?

-Los gobiernos fueron más reaccionarios porque cuidaban a los sectores dominantes. Esas crisis producían por un lado la respuesta reaccionaria de los golpes de Estado y también los movimientos insurgentes, contestatarios. En ese contexto va surgiendo en algunos círculos militantes la certidumbre de que la crisis a la corta o la larga iba a desembocar en un golpe de Estado y que había que estar preparado para transformarlo en una huelga insurreccional. Ir más allá: esto es lo que va a dar origen al MLN.

La idea original era mantener una doble militancia, en el movimiento social o en un partido, pero secretamente ir haciendo una organización clandestina que acumulara conocimiento, recursos, armas y preparación. Pero cuando vos te metés en cuestiones clandestinas, a conseguir medios, en cualquier momento tenés un accidente y ahí se te complica la cosa. Eso fue lo que nos pasó y de golpe quedaron entre 30 y 40 compañeros clandestinos. Cuando hicimos la autocrítica llegamos a la conclusión de que no se podía tener dos disciplinas, que había que tener una sola; eso dio paso a discusiones internas y originó el MLN.

-Durante más de una década pasó de calabozo en calabozo. En varias entrevistas ha declarado que no sería la misma persona si no hubiese pasado por esa experiencia, pero no habla mucho sobre cómo aprendió a lidiar con las secuelas.

-A mí no me gusta el culto al martirologio, que se transformó en un oficio acá. Más bien he contestado siempre con un chiste: “Yo la que me comí fue por falta de velocidad, porque si hubiese sido más veloz no me hubieran agarrado”. Cuando salió la gente de la cárcel y vinieron los emigrados fue como una heladera que cayó de arriba porque había que reconocer a los viejos y todo lo demás y la verdad que no me gustó, porque en nombre de una vieja patente vos venís a suplantar lo que estaba antes, resistiendo a la dictadura en la calle. Eso trajo ubicaciones distintas entre nosotros, entre la propia fuerza de izquierda. El tiempo pasó y después se fue mezclando. Hay mucha gente que pasó por la cárcel y no militó más. Aparecieron nuevos militantes que no estaban en la cárcel. La vida es más compleja.

-¿Se arrepiente de alguna acción?

-Sí, sí, yo me arrepiento. Nosotros hicimos el MLN para resistir el golpe de Estado y manejamos las cosas tan mal que cuando vino el golpe de Estado el pueblo contestó con una huelga general. Y no parás a un Ejército con una huelga general.

-Fue el único presidente que perteneció al MLN. ¿Cómo se sintió cuando asumió la Presidencia?

-Lleno de responsabilidad, pero yo seguí siendo el mismo tipo. Sigo siendo igual, yo no me disfrazo, soy así. Como presidente no tenía pinta de presidente. No tengo pinta de saco, no pertenezco a ese mundo. Me tuve que bancar algunas cuestiones de protocolo. Para presidente hay que elegir un comandante de bomberos porque más bien hay que vivir apagando incendios.

Para el movimiento popular es macanudo tener patrones progresistas. Se animan a reclamar cosas que a la derecha no.

-¿Qué incendios se encargó de apagar?

-¡Las reuniones que tuve con el PIT-CNT acá en la cocina de mi casa! Para el movimiento popular es macanudo tener patrones progresistas. Se animan a reclamar cosas que a la derecha no. Lo estoy viendo ahora. Me llegaron a plantear el gobierno en disputa, la enseñanza hacía paro a cada rato. Pero bueno, son las leyes del juego.

-En su último discurso en el Parlamento subrayó que hay que cerrar la grieta. ¿Cree que a algún partido político le conviene ensancharla?

-Le conviene a la extrema derecha, a todas las posiciones de extrema derecha le conviene ensanchar la grieta. Es una visión de acumulación de fuerza, responsabilizar a los otros de todo. Este herrerismo tiene mucho de eso, una parte de Cabildo Abierto también, es esa alianza. Este herrerismo ni siquiera es antimperialista, ni siquiera tiene una visión de independencia internacional, ha retrocedido con respecto a lo mejor del herrerismo.

-Podría decirse que Cabildo Abierto tiene un discurso nacionalista.

-Tiene nacionalismo, pero un nacionalismo muy de derecha y además están en el mismo barco. Dice, gargantea, pero en el fondo sigue la política del gobierno. Eso pasa porque es una cosa que se está conformando. Se ha conformado una cosa muy heterogénea ahí adentro.

-¿Qué piensa que busca Cabildo Abierto?

-Quiere el gobierno. El nacionalismo que expresa en los hechos va a ser nada más que declarativo. Pero va a intentar un populismo de derecha, el tratar de arrastrar a los sectores más humildes de la sociedad a una conjunción con gente de extrema derecha. No aplican la promoción, sino el dar lástima. Su discurso es una cosa más enraizada con esta época. Por otro lado declaran sobre los desaparecidos, dicen que hay que dar vuelta la página, pero en los hechos no colaboran con nada. Yo no me trago la pastilla de que no saben cosas.

Cabildo Abierto quiere el gobierno. El nacionalismo que expresa en los hechos va a ser nada más que declarativo. Pero va a intentar un populismo de derecha, el tratar de arrastrar a los sectores más humildes de la sociedad a una conjunción con gente de extrema derecha.

-¿Qué relación tiene con la familia Manini Ríos?

-Yo no tengo relación con la familia. Conocí a un hermano, el que es arrocero.

-Hugo Manini Ríos. Recientemente salió a la luz, después de mucho tiempo, por la aparición de carteles firmados por la Juventud Uruguaya de Pie (JUP). Él fue uno de los principales fundadores de esa agrupación. En diversas ocasiones dijo haber sido votante del MPP en el pasado. ¿Qué opina sobre esto?

-Lo conocí por cuestiones gremiales, pero después no tuve relación. Cada cual vota a lo que le parece. La gente vota para un lado, vota para el otro. A mí no me sorprende, esas cosas pasan. Nosotros teníamos una política rural muy definida, le dimos mucha pelota al Interior.

-¿Y con Guido Manini Ríos? Usted recientemente dijo conocerlo “relativamente bastante” e incluso admitió haber mantenido reuniones con él.

-Era comandante en jefe del Ejército y lo elegimos porque no podés elegir a cualquiera. Tenés seis o siete para elegir. Hay una plaga acá en el Uruguay que se hacen todos masones. Lo elegí porque no era masón. Es Teniente (de Artigas), pero yo no sabía.

-¿Sabe qué peso tienen los Tenientes de Artigas en las Fuerzas Armadas?

-No, no, bien no sé. Pero más o menos sospecho. Y primero, lo que sospecho no te lo voy a decir, y segundo, no hay dato en la computadora para eso.

-¿No me va a decir?

-¿Cómo te voy a decir? ¡Hay cosas que no se dicen! Hay cosas que son reservadas, tenés que aprender que en la vida hay cosas reservadas.

-¿Sabe si hay conflicto entre los militares masones y los Tenientes de Artigas?

-Siempre. Menos mal, porque eso tiende a romper un poco la unidad interna. Los conflictos son por cuestiones de poder. Los Tenientes tienen una expresión política, pero los masones están por todos lados también. El tiempo hará lo suyo.

-Cuando se discutía el desafuero de Manini planteó que sólo él podría aportar la verdad: ¿para usted qué significa esa verdad cuando se habla sobre pasado reciente?

-Información, información de hechos que se podrían aclarar. Pero están bloqueados. Yo sé que él pertenece a una generación posterior. Pero una de las características que tienen las Fuerzas Armadas es que muchísimos son hijos, nietos, descendientes de antiguos militares. Esto crea un grado de confianza entre ellos, estoy seguro que hay cosas que saben. No es un país gigantesco, es un país de dimensiones familiares. Se encuentran más cosas en el casino de oficiales.

-El periodista Emiliano Cotelo le preguntó recientemente sobre reuniones que usted junto a Eleuterio Fernández Huidobro habrían mantenido con generales y coroneles del Ejército en Anchorena.

-Sí, los juntamos a todos para ver si conseguíamos información. Recogimos un estupendo fracaso. Eran todos militares en ejercicio, eran más jóvenes.

-¿Va a contar qué se habló en esas reuniones?

-No, ¿qué te voy a decir? Además no salió nada, nada como pensábamos.

-¿No es negar la construcción de la verdad el no querer contar lo que se hablaba?

-No, no. Si alguien me dice algo en confianza porque no se quiere quemar con los otros y yo lo estoy publicando, estoy quemando una vía. Estoy haciendo que alguno que pueda largar algo, no va a largar nada. Esto es un pacto de confianza, si vos violás la cuestión de procedimiento se baja la cortina, desgraciadamente. Hay cosas que las develará la historia o quedarán por ahí, pero no se puede porque lo poco que se ha conseguido, se ha conseguido siempre así. No veo otra posibilidad. ¿Cuál es la otra posibilidad? La otra es torturar, que nos está vedado.

No creo que estemos galvanizados contra un golpe de Estado, más bien ha habido un cambio en la naturaleza de los golpes de Estado.

-Expresó que Fernández Huidobro decía que “todos los golpes de Estado militar en el mundo que fracasaron fue por la falta de unidad en la oficialidad”. ¿Cómo ve a las Fuerzas Armadas actualmente?

-La verdad es que no tengo elementos para contestar eso. Es una percepción. No creo que estemos galvanizados contra un golpe de Estado, más bien ha habido un cambio en la naturaleza de los golpes de Estado. Siguen existiendo, ya no tienen la evidencia y brutalidad de antes, son más sofisticados. Son golpes de Estado de apariencia civil, como lo que pasó en Bolivia. Los maquillan. El Uruguay pienso que en cierta medida tiene un grado fuerte de civilidad que lo protege. Pero nunca se puede decir ese sentimiento tan puro del “Nunca más”. La historia demuestra que el único animal que tropieza con la misma piedra es el hombre. Porque además la gente aprende con lo que vive, no con lo que le dicen. No quiero sonar a pájaro de mal agüero, quiero decir que es una cosa en la que no hay que confiarse demasiado.

-¿Cómo ve al actual secretario de la Organización de Estados Americanos (OEA)? Supieron ser muy cercanos.

-Almagro es un caso de los que les venden el alma al diablo. Es un soldado de la conveniencia norteamericana. 

-Tras el resultado de las elecciones en Bolivia y el “apruebo” para una nueva constitución en Chile, en algunos círculos se está hablando de una nueva era progresista para Latinoamérica. ¿Usted qué opina?

-Sí, claro que puede venir, pero no sé si es un problema de las raíces o juega la variabilidad que tienen las masas hoy. O una mezcla de todo. En Chile han sido bastante astutos porque encausaron la tensión por una reforma constitucional. No hay ninguna constitución que le cambie la vida a un pueblo, pero seguramente les dio consuelo. Toda constitución es en alguna medida un programa. Seguramente que como programa va a salir una cosa mucho más progresista que lo que había. Ahora, el problema es que después la cumplan, porque las constituciones están llenas de buenas intenciones que no se cumplen.

-¿Cómo ve a la izquierda en esta parte del mundo?

-Tiene un problema: la tendencia a atomizarse. Hay mucho inconformismo en América Latina. Las izquierdas se unen por ideas, las derechas se juntan por intereses.

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