A partir de 2010 se registra un crecimiento sostenido en la tasa de mortalidad por casos de suicidios en el Uruguay. Según informó el Ministerio de Salud Pública en el acto realizado este viernes por el Día Nacional de Prevención del Suicidio, en 2021 hubo 758 suicidios, 40 más respecto a 2020 y 208 más que en 2010. Tanto las representantes de las organizaciones no gubernamentales (ONG) Resistiré y Último Recurso como el sociólogo Pablo Hein, remarcaron a Sala de Redacción la importancia de concientizar para prevenir este tipo de situaciones. 

Al respecto, Hein explicó que la alta tasa alta de suicidios -en 2021, Uruguay lideró las estadísticas en América Latina junto a Cuba y Guyana, según datos publicados en el portal de la Universidad de la República (Udelar)- tiene que ver con “un devenir histórico, un cambio de sociedad hacia un capitalismo que estamos pasando, un cambio de modelo que centra la mirada en el individuo y en los procesos individuales de las personas”. De acuerdo a Hein, “Uruguay no lo está procesando como debería hacerlo”, ya que se debería atender el cambio dándole prioridad a lo colectivo.

“Cuando se habla de salud mental en Uruguay lo igualamos a salud individual”, sin embargo, “en otras partes del mundo la salud mental se está pensando más como un proceso colectivo”, por lo que ese es uno de los factores culturales que afectan a esta problemática. Además, Hein remarcó que existe “falta de reparación colectiva”, es decir, que la sociedad no ayuda al individuo como debería.

Yaraví Roig, presidenta de la ONG Resistiré, contó a Sala de Redacción que le tocó vivir de cerca esta situación, ya que afrontó el suicidio de su única nieta. Tras ese episodio, Roig tomó la decisión de crear esta ONG que contribuye a la prevención del suicidio y realiza talleres para aquellas personas que atravesaron la pérdida de un ser querido: “La sensación de los que trabajamos en esto es que hay muchos más intentos de suicidio y gente más sola. Nos miramos menos el uno al otro, no nos ocupamos del otro e ignoramos los síntomas que anteceden al suicidio”.

Al respecto, Hein agregó que “el individuo no está solo, sino que lo dejamos solo; una cosa es que me aísle y otra es que me aíslen por causas económicas, sociales o culturales”. Una de las mayores preocupaciones, según explicaron Roig y Hein, es precisamente lo que ha dejado la pandemia en cuanto a la soledad y lo que puede suceder en los años posteriores al confinamiento en materia de suicidios. Roig advirtió que “se nota muchísimo este cambio que se dio pospandemia; uno nota que ha aumentado tanto la cantidad de suicidios como la cantidad de intentos”.

“Si no le das el lugar que tiene que tener el tema, es lógico que siga aumentando; es un problema que no se ha abordado”.

Silvia Peláez, psiquiatra y fundadora de la ONG Último Recurso.

Por su parte, el especialista lamentó que no se le dé la importancia necesaria a este fenómeno social durante los últimos años, tanto por parte de la sociedad como del gobierno. “Tuvimos varias oportunidades en las que la pandemia servía de excusa para iniciar ciertos diálogos acerca de las emociones y los suicidios, sobre todo en edades tempranas”, dijo, y agregó que el Estado apostó a una pandemia que deje la menor cantidad de consecuencias a nivel económico, pero también quedaron consecuencias a nivel social.

Finalmente, la psiquiatra, fundadora de la ONG Último Recurso y coautora de la Ley de Prevención del Suicidio, Silvia Peláez, explicó a Sala de Redacción que faltan proyectos que trabajen en la prevención: “Si no le das el lugar que tiene que tener, es lógico que [el suicidio] siga aumentando; es un problema que no se ha abordado”.

Prevenir antes de intervenir

Para Hein, Uruguay está a tiempo de frenar estas consecuencias y, al igual que Peláez, remarcó la importancia de buscar aumentar la prevención y no reclamar más intervenciones médicas. “La intervención es con un psiquiatra o un psicólogo, pero se hace cuando el paciente ya se cortó”, planteó. En ese sentido, sostuvo que “la prevención la tenemos que hacer entre todos” y aclaró que “la depresión por ejemplo es un estado que teje su malla en lo social”.

Precisamente, para prevenir hay diversos indicios que se pueden detectar antes que se produzca un intento de autoeliminación, por ejemplo, expresiones como “mi familia no me quiere”, “no quiero vivir más” o “no sirvo” son señales que demuestran que la persona está con bajo estado de ánimo y necesita ayuda, explicó la presidenta de Resistiré. En ese sentido, consideró que “hay que ayudar y enseñarle a la gente a prevenir el suicidio”.

Hay algunos desencadenantes que pueden conducir a que una persona tome la decisión de suicidarse. Entre estos, Peláez mencionó que “el consumo problemático de sustancias adictivas -legales o no- produce en ocasiones comportamientos suicidas”, igual que “ser víctima de violencia doméstica, intrafamiliar o social”. A su vez, dijo que hay cambios en la rutina y en la conducta: “Duermen más o menos, empiezan a faltar al trabajo, dejan de ir a lugares que solían concurrir, se retiran de donde se sentían bien, se van de la casa sin avisar, desaparecen”. Sin embargo, Peláez aclaró que no todas las personas que se suicidan o tienen una intención suicida atravesaron o están atravesando trastornos mentales como depresión, esquizofrenia o ansiedad, sino que quienes ocultan sus emociones o se muestran felices pueden estar pasando por situaciones adversas.

En referencia a la prevención, Hein, integrante del Grupo para la comprensión y prevención la conducta suicida de la Udelar, planteó planteó como ejemplo lo que ocurre en el municipio de Cataluña, en España, que contrató a 10 psicólogos jóvenes recién egresados y los puso a trabajar en centros comunales que brindan atención gratuita a personas de entre 14 y 23 años. Se trata de 10 sesiones gratis, en las que los psicólogos “no recetan nada, sólo escuchan, canalizan y luego los derivan para el médico que creen que es necesario”, según explicó. Además, agregó que Cuba tiene médicos de familia que evalúan “los problemas sociales antes de que las personas lleguen a tener esquizofrenia”, por ejemplo. 

Sobre cómo se trata el tema en Uruguay, Hein remarcó: “Hoy sacás el turno para hablar con un profesional y tardan cuatro meses en atenderte”, por ese motivo, recomendó “abrir la ventana y ver qué está haciendo el mundo”. El sociólogo aclaró que en otros países estos sistemas de prevención los paga el gobierno, ya que “es más barata la prevención que un intento de suicidio de un joven; es más barato eso que reparar una muerte”.

Los sobrevivientes

Muchas veces el foco se coloca en las personas que se suicidan o intentan hacerlo, sin embargo, los especialistas advierten que cuando ello ocurre la cantidad de personas afectadas es muy alta y no se debe descuidarlas.

Sobrevivientes, así se les llama a las personas “que quedan después del suicidio”, dijo Roig, y contó lo que siente un familiar después de sufrirlo, en base a su experiencia personal. “En los primeros meses del suceso pasé por un proceso de negación y de ira muy fuerte, no me permitía pensar que mi única nieta había fallecido de esa manera y yo no me había dado cuenta de que ella estuvo sufriendo”, relató. 

“Es un duelo cargado de culpa que queda para toda la vida; por cada persona que se suicida hay 100 personas más que están sufriendo”, expresó Roig, y advirtió que se debe hablar de ese sentimiento de culpa. “El sobreviviente debe compartir su dolor, no puede callar, generalmente se encierra, no quiere que lo vean, no habla de la persona que murió y es todo lo contrario, lo que tiene que hacer es hablar, llorar si es necesario, nombrar a la persona amada que se mató, no olvidarla, mantener el recuerdo siempre”, sostuvo. 

Precisamente, hablar es una de las cosas que para Hein no se ha hecho lo suficiente en el país. “En España, por ejemplo en Cataluña y Valencia, hay programas públicos ya instrumentados hace un año o dos años en los que se está hablando de las pérdidas y el control de emociones, de qué le pasó a los niños que vieron morir a sus abuelos, vecinos, padres”. 

Desde las ONG, tanto Roig como Peláez coinciden en que compartir estos sentimientos con otros hace que la carga sea menor y el duelo más llevadero. “La persona se enoja por un período largo, se siente traicionada y culpable por no haber hecho algo. Son duelos más largos y dolorosos. Es conveniente que esos duelos se hagan en conjunto con otros sobrevivientes, que se compartan las experiencias”, destacó Peláez.

“Es un duelo cargado de culpa que queda para toda la vida; por cada persona que se suicida hay 100 personas más que están sufriendo”.

Yaraví Roig, presidenta de la ONG Resistiré.

En relación a compartir con otros el duelo, desde Resistiré realizan talleres con quienes ya han pasado por el suicidio de un ser querido, contó Roig.

El trabajo de las ONG y los profesionales 

Las ONG juegan un rol fundamental en la atención de las causas y consecuencias del suicidio y se ocupan tanto de aquellos que viven la situación en primera persona como de los que forman parte del círculo de cercanía. Como Yaraví, Roig contó que Resistiré surgió a partir de su caso personal, primero en Piriápolis y luego se trasladó a Maldonado. Según explicó su presidenta, en la ONG se trata tanto la prevención como la postvención, es decir, cuando el hecho ya ocurrió: “La parte de prevención la hacemos con atención a personas con intención suicida, es un momento de escucha, de reflexión y posterior derivación a los centros de salud correspondientes”.

Por su parte, la ONG Último Recurso, de la que Roig fue alumna y Peláez es su actual directora, “surgió para ayudar a personas que estaban muy desprotegidas desde el punto de vista socioeconómico”, explicó Peláez. “El Hermano Franciscano Pedro Frontini [co-creador] se dio cuenta de que se estaban suicidando en los lugares más pobres de la ciudad, era gente que precisaba un lugar en donde se la atendiera”, entonces, “nos llamó a nosotros para ocuparnos de la parte profesional”, añadió.

Último Recurso tiene cuatro objetivos fundamentales: promoción, prevención, investigación y formación académica y postvención. Su co creadora explicó a qué refieren estos términos: “Cuando hablamos de prevención, hablamos de la primera área de prevención que tuvo el país, un sistema de ayuda de 24 horas los 365 días del año en todo el país. Esa línea fue un gran instrumento de prevención, que luego también tomó el Ministerio de Salud Pública”.

La promoción se trata de realizar talleres a periodistas o comunicadores acerca de cómo abordar el tema en los medios de comunicación. En cambio, lo académico se refiere a diversas investigaciones relacionadas con el suicidio, formación y supervisión clínica de profesionales. Por su parte, la postvención es la atención después de que sucedió el hecho para “tratar de mejorar el duelo”, explicó Peláez. 

Las creadoras de las respectivas ONGs coinciden en la falta de atención al suicidio y explicaron que la ley 18.097, que se promulgó en 2007, exige que toda persona con intento de suicidio tiene que ser admitida en una puerta de emergencia, cualquier sea el centro de salud. En suma, debe ser atendida en un máximo de dos horas para que el psiquiatra la vea, diagnostique y medique. Lo que sucede, según Roig, es que “hay mucho desinterés de cumplir con los pasos por parte de los médicos”. En ese sentido, lamentó que “si las leyes existen y no se cumplen, es lo mismo que no existieran”.

Por último, Peláez explicó que el artículo que más se aplica es el que establece que “los medios de comunicación pública contribuirán, según sus posibilidades, a la difusión de información sobre las organizaciones de ayuda a las personas en situación de riesgo, incluyendo ubicación y teléfono de las mismas”.

Sin embargo, señaló que “falta mucho para que los protocolos de atención se apliquen y más en el interior del país, donde casi no hay profesionales de la salud”. Estos protocolos de atención y capacitación del personal se establecen en el artículo 3 de la ley: “Será obligatoria la capacitación del personal de la salud pública y privada, bomberos y funcionarios policiales en la atención de personas con señales de comportamiento suicida, así como en el abordaje del rescate”.


App “Es Vida” 

Fue creada por Carla Manrique, psicóloga social, especializada en violencia doméstica, bullying, adicciones y prevención del suicidio, y cuenta con el respaldo del Ministerio de Salud Pública. Contribuye a la prevención de suicidios en adolescentes y jóvenes a través de un chat en línea. Allí una persona contesta de forma no automatizada y hay “un botón de pánico para tener un contacto directo y rápido con un psicólogo de la Línea Vida”, según explicó Manrique a El País.

Este proyecto todavía está en proceso de aprobación y se encuentra actualmente en los pasos finales. El 7 de junio recibió el aval técnico de la Dirección de Salud Mental de la Administración de los Servicios de Salud del Estado. Sin embargo, desde la cuenta de Twitter Es Vida se quejaron de las demoras de validación: “Parece increíble pero es la triste realidad, en dos meses hace un año que creamos esta app. Nunca pensamos que aún hoy no estaría funcionando y menos que nadie se haga responsable de explicar los motivos. Mientras tanto, dos personas se quitan la vida en nuestro país por día”.

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