La llegada de un bebé al mundo significa un cambio radical en su casa y su familia. Pero probablemente la que más sienta su impacto es su mamá. Dejando de lado el dolor físico del parto, y la modificación de la rutina diaria, el nacimiento supone una carga emocional extra.

Es normal que, luego de dar a luz, la madre transite por un período llamado baby blues o melancolía posparto, que tiene su origen en el caos hormonal que produce el parto. Su principal efecto es un desbalance emocional, con cambios repentinos de humor, llanto sin razón aparente, irritabilidad y ansiedad.

Pero si estos síntomas no se retraen luego de un tiempo, el cuadro podría convertirse en una depresión posparto. Carolina Farías, licenciada especializada en psicología perinatal e investigadora de la Universidad de la República, explicó a Sala de Redacción que la diferencia entre el baby blues y la depresión posparto es que “la sintomatología no se va cuatro, seis o diez semanas luego del nacimiento”, sino que persiste y se prolonga en el tiempo. La dificultad para conciliar el sueño aunque el bebé duerma, la falta de autocuidado y una sensación de vacío son síntomas típicos de esta aflicción.

Según Farías, en estos casos “toda la preocupación [de la madre] está centrada en el bebé, le preguntás por ella y no te puede contestar”. “Es como si ella no estuviera, como si hubiera desaparecido en este rol de la maternidad”, comentó. “Puede decirte que su hijo está creciendo bien, pero no que se siente feliz de verlo crecer”.

La depresión posparto muchas veces no es visible externamente porque se trata de mujeres que “ante la mirada de la sociedad están haciendo lo que tienen que hacer: se encargan de cuidar a su bebé”. Sin embargo, hay una sensación de vacío que es muy interna, “no es una tristeza que comenten casualmente con sus amigos y eso hace que se vuelva muy solitario”. A su vez, ese sentimiento de vacío hace que se sientan culpables por no disfrutar del nacimiento. La culpa las arrastra a pensar que son malas madres, lo cual ocasiona que se exijan más, generando un círculo vicioso en el que sienten que lo que hacen nunca es suficiente.

Farías aclaró que el desarrollo del bebé no se ve afectado directamente por este tipo de depresión: “El bebé no piensa que su madre no lo quiere por estar deprimida, pero sí puede verse afectado en el relacionamiento con esta madre que siempre piensa que hace todo mal”. A su parecer, la situación de depresión posparto tiene un componente de expectativa versus realidad. “El ideal de buena madre que nos vende la sociedad es inalcanzable. Si nos contrastamos con ese ideal, ninguna mujer lo alcanza”, reflexionó. Por eso mismo, opinó que es muy importante visibilizar este tipo de patología, ya que “puede hacerles ver a estas mujeres que lo que sienten es más normal de lo que creen, que no sólo les pasa a ellas y que se puede salir de esa situación”.

Casi invisible

La enfermedad es de difícil diagnóstico por una amplia gama de motivos. Uno de ellos es la falta de seguimiento por parte del sistema de salud. Durante el embarazo, la madre recibe muchos chequeos ginecológicos, pero tras el nacimiento solo se la revisa diez días más tarde, y posteriormente tiene una consulta tres meses más adelante. Así, muchas veces quien detecta el cuadro depresivo es una pediatra o una partera.

En aras de contrarrestar esta carencia en la atención, en 2022 el Ministerio de Salud Pública (MSP) asumió la detección de la depresión posparto como una nueva meta asistencial del Sistema Nacional Integrado de Salud. Una de las estrategias para mejorar el diagnóstico es el uso de la Escala de Edimburgo, un cuestionario que se le realiza a la mujer durante los primeros meses de vida del bebé para evaluar sus síntomas.

En diálogo con Sala de Redacción, Romina Ferreira, partera de la Asociación Española, explicó que las parteras acompañan todo el proceso del embarazo, desde la etapa de preparación hasta la etapa de seguimiento posparto. Acerca de la implementación de la nueva meta asistencial del MSP, destacó que una de las nuevas disposiciones es una instancia de evaluación, 30 o 40 días después del parto, con el fin de detectar eventuales indicios de una depresión. Si bien esto ayudó al diagnóstico de más casos, Ferreira comentó que muchas mujeres no acuden al control.

Al igual que Farías, la partera opinó que hay un componente cultural muy importante en este fenómeno: “A nadie se le ocurre faltar a un control pediátrico, pero muchas faltan a la consulta posparto”. Además de la alteración que supone en la rutina de una madre puérpera asistir a una consulta de este estilo, “la sociedad no espera que la madre se ponga a sí misma como prioridad, sino que espera que priorice al bebé”, señaló.

El test de Edimburgo se realiza en la sala de espera o en la consulta y las parteras dan apoyo y contención “en un momento de tanta vulnerabilidad”, indicó Ferreira. En algunas ocasiones detectan que algo no está bien incluso antes de realizar el test. Cuando detectan algún indicio o síntoma, avisan a una psicóloga de la mutualista para coordinar una consulta “de la forma más aceitada posible”. Ahí es cuando eventualmente el diagnóstico se confirma y se coordina un seguimiento psicológico.

Ferreira comentó que la depresión posparto es un tema que se trata durante la preparación del parto y que, a modo personal, intenta “desmitificarla”, diciéndoles a las madres que “es algo relativamente normal y que existen formas de tratarla”.

Ayudas

En la depresión posparto entran en juego varios factores, como por ejemplo los antecedentes psiquiátricos, que pueden hacer que una mujer sea más propensa a atravesar la enfermedad. Por otro lado, la situación de la mujer en ese momento de su vida también puede ser un factor. Farías destacó el concepto de “vulnerabilidad psicosocial”, que incluye el escenario económico y social de la madre. La experiencia del embarazo en sí también puede ser un factor. Si fue un embarazo complicado, con riesgo de vida para el bebé, o si la mujer sufrió de violencia obstétrica durante el nacimiento, aumentan las posibilidades de desarrollar una depresión posparto.

El tratamiento médico adecuado dependerá del grado de la depresión. En cualquier caso, un acompañamiento psicológico es fundamental para atravesar la situación. Para aquellas madres que sufren una depresión especialmente severa existen opciones psiquiátricas que son compatibles con la lactancia.

Algo fundamental para la mejoría de estas madres es contar con una buena red de contención, que no sólo incluye a la familia y los amigos, sino también al sistema de salud y a grupos de apoyo. Existen grupos de puerperio o lactancia que, según apuntó Farías, son muy importantes para cualquier madre, pero especialmente para aquellas que atraviesan una depresión. “Esos espacios habilitan que puedan plantearse estas situaciones”, señaló.

Farías puntualizó que lo más importante es el apoyo, “dar ayuda sin criticar”. Valoró como algo muy importante “ayudarla con el bebé para que ella tenga tiempo de cuidar de sí misma. Si uno la va a visitar, cuidar el bebé mientras se baña, darle un espacio para que pueda estar consigo misma”.

La psicóloga afirmó que lo ideal sería tener un sistema de salud abierto y de acompañamiento a la mujer no sólo desde el punto de vista social y físico, sino también emocional y psicológico. A su parecer, si la mujer se siente acompañada por el sistema durante el embarazo, recurrirá a él si algo le hace ruido. “Ahora, si siempre que va la rezongan porque engordó o no engordó… Difícilmente recurra si se deprime”, comentó.

Mencionó que el sistema de salud debería estar atento a este tipo de situaciones que, aunque no son la totalidad, representan “un 20% de los casos”, lo cual ”es un montón”.

FacebookTwitter