Miguel Soler Roca fue un referente de la educación latinoamericana y, en particular, de la uruguaya. Nació en Cataluña el 10 de abril de 1922, con cuatro años de edad vino a vivir a Uruguay, hizo la escuela pública en Montevideo y se recibió de maestro en 1939. No pudo ejercer inmediatamente la profesión porque aún no contaba con la nacionalidad uruguaya, por lo que su primer año de trabajo fue en 1943. En más de una oportunidad declaró que no fue maestro por vocación, sino que estudió magisterio porque era la carrera más corta que su familia podía sostener económicamente. De todas formas, la carrera lo atrapó por completo y admitió que encontró su vocación por la educación.
A los 99 años, el 19 de mayo falleció en Montevideo, donde se desarrolló un velatorio íntimo para despedirlo. Sala de Redacción se comunicó con personas que compartieron distintos espacios con Soler Roca.
El maestro y director del Instituto Nacional de Evaluación Educativa por el Frente Amplio, Pablo Caggiani, dijo que recuerda a Soler Roca sentado en un banco de obra en una cooperativa, discutiendo de educación con vecinos y docentes, con ese acento medio español que todavía tenía. “No era un tipo de la aristocracia académica, sino que era un dialogador, con esa provocación sobre determinados problemas que, en definitiva, es pedagogía”, agregó. Además, sostuvo que siempre se manejó con horizontalidad y humildad, lo que “a veces es raro que ocurra en ámbitos académicos”.
El director de Educación Rural de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), Limber Santos, describió a Soler como hijo de una época en la que los lenguajes educativo y pedagógico solían tener relación con otras manifestaciones intelectuales: “Esa idea del educador como un intelectual que se vinculaba con los intelectuales, pero también con el mundo cotidiano del peón rural, del habitante, del indígena, del campesino”. Según Santos, Soler Roca “hablaba múltiples lenguajes, según el lugar donde estaba. Era muy metódico, como rasgo de su personalidad y accionar cotidiano, lo metódico en la creación de conocimiento y en el registro, en la escritura, una metodología muy rigurosa que no se limitaba al mundo de los libros. A partir de allí, implicaba el recorrido por el mundo real, el mundo cotidiano”, subrayó Santos. “Crean en lo que puedan aprender en los libros, pero crean más en esa realidad que está al alcance de ustedes”, dijo alguna vez Soler .
Activamente
La edad nunca fue un freno para el maestro, que también se preocupaba mucho por su salud. “Eso también explica cómo llegó a los 99 años, creía absolutamente en la ciencia y, por ende, en la medicina, entonces lo aplicaba para todo y para sí mismo”, señaló Santos, y lo ilustró con una anécdota: “Una vez estaba con presión alta y no pudo asistir a un evento, mandó un mail explicando que el médico le había hecho una serie de recomendaciones y que la mayoría eran incompatibles con la vida intensa que le gustaba llevar”.
Caggiani comentó que Soler era una persona muy accesible, contestaba correos, atendía el teléfono y siempre se hacía el tiempo para recibir a la gente y hablar de lo que fuera. “Siempre estaba instalando en la conversación determinados temas que cuestionan los arreglos que tenemos como seres humanos en términos de sociedad, desde la tierra hasta los Derechos Humanos (DDHH), con énfasis en la necesaria desmilitarización”. agregó. “Vivió en una generación que planteó una preocupación por la justicia social y tuvo sus consecuencias, porque muchos de esos maestros y maestras son desaparecidos o exiliados”, dijo Caggiani, y añadió que siempre tuvo la capacidad de pensar en colectivo: “Miguel es uno de los mejores exponentes de ese colectivo, pero nunca era él solo”.
Santos destacó que a menudo Soler utilizaba “el lenguaje pedagógico vinculado con otros lenguajes” y explicó que reflexionaba sobre el hecho educativo “a partir de lo político y lo filosófico, pero también de lo literario, lo periodístico y lo artístico”. “Lo que sintetiza su forma de pensar lo pedagógico es que los educadores, los maestros en particular, deben leer los diarios porque es necesario saber lo que está ocurriendo en el mundo bajo la premisa de que ‘nada de lo humano puede resultar ajeno’ y que aún cuando un acontecimiento vinculado con lo humano se desarrolle en las antípodas, muy lejos de nuestra cultura o geográficamente muy alejados, eso debe interesar”, expresó Santos.
Desde el gobierno
Luis Yarzábal, presidente del Consejo Directivo Central (Codicen) de la ANEP de 2005 a 2010, recordó que cuando el ex presidente de la República, Tabaré Vázquez, le ofreció el cargo al asumir el primer gobierno nacional del Frente Amplio, antes de dar una respuesta consultó a Soler sobre si estaba dispuesto a ser su asesor. “Estaba radicado en Barcelona, se había jubilado de la Unesco y desde allá muy generosamente me contestó que sí, que él entendía que era un momento muy importante para impulsar la transformación de la educación superior y que venía a acompañarme con una sola condición: ‘No recibir un peso’ por su asesoramiento y que con sus propios recursos se iba a trasladar de Barcelona a Uruguay”, contó Yarzábal.
“La formación y sabiduría de Miguel respecto a la educación primaria y la educación fundamental fueron un soporte básico para mi gestión y fue indispensable, sin su colaboración yo no podría haber asumido ese complejo sistema educativo que supone la ANEP en Uruguay”, indicó Yarzábal.
Por su parte, Marcia Rivera, ex secretaria ejecutiva del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso), describió a Soler Roca como “el símbolo de la solidaridad y el compromiso”. Además, remarcó que era una persona “entrañablemente comprometida con la equidad en todas sus dimensiones, en contra del racismo y de la discriminación contra las mujeres”, que eran temas de suma importancia para él.
“Julio Castro: persona buscada, a seguir buscando”
Palabras pronunciadas por Soler Roca en un homenaje a su compañero y amigo, Julio Castro, realizado en el Paraninfo de la Universidad de la República el 28 de agosto de 1987.
Soler Roca tenía una estrecha amistad con el educador y periodista Julio Castro, secuestrado durante la dictadura cívico militar, en 1977, a quien Soler pondría como faro en la ayuda a la búsqueda por los detenidos desaparecidos de ese período histórico. El día que encontraron los restos de Castro, Soler declaró que con el hallazgo no terminaba el caso, ya que los responsables por ese crimen aún no habían sido juzgados, y hasta sus últimos días reclamó justicia por su colega y amigo.
“Para Soler no fue solamente un gran amigo, fue como un líder, ya que creció a la luz del liderazgo de Julio Castro”, valoró Santos. Cuando Soler llevó adelante el núcleo escolar de La Mina en Cerro Largo, el intercambio epistolar con Castro fue permanente. Soler Roca tuvo a Castro como profesor en el Centro de Cooperación Regional para la Educación de Adultos en América Latina y el Caribe cuando estuvo en México, en 1953, un punto importante para su vínculo, según Santos.
Dentro de la trayectoria militante de Soler, en 1945 se destaca su participación como miembro fundador de la Federación uruguaya del magisterio (FUM) y en 1949 integró la comisión redactora del programa para escuelas rurales en representación de los maestros, en un congreso realizado en Piriápolis.
El primer núcleo escolar experimental: La Mina
Entre 1952 y 1953, Soler Roca viajó a México para estudiar sobre educación fundamental a raíz de una convocatoria de Unesco para trabajar con comunidades indígenas y campesinas. Cuando regresó a Uruguay propuso una modalidad de educación fundamental en territorio, que terminó convirtiéndose en el núcleo escolar experimental de La Mina, en Cerro Largo. El maestro declaró que La Mina fue el capítulo más importante de su vida profesional y que su renuncia a el proyecto fue el documento más valioso que escribió en su vida.
Santos destacó que esa experiencia en La Mina finalizó por falta de apoyo del gobierno. “El Partido Nacional había ganado el gobierno y para la educación rural cambiaron muchas cosas, se desarmó la estructura que se había dado en los años ‘50”. Esta situación fue visualizada por Soler y, al no poder replicar la experiencia en otros lugares, en marzo de 1961 terminó renunciando junto a todo su equipo.
El 14 de julio de 2006 Soler Roca recibió el Doctorado Honoris Causa de la Universidad de la República y, en esa instancia, Yarzábal mencionó tres factores que provocaron la extinción del núcleo de La Mina, identificados por el propio Soler: “La tradicional ceguera de la sociedad uruguaya respecto a la realidad del interior del país, la orientación política conservadora del gobierno del momento y la composición particularmente infortunada del Consejo de Enseñanza Primaria”, subrayó el entonces presidente del Codicen.
Reconocimiento internacional
A comienzos de los años ‘70, el maestro fue designado director de Unesco, la misma institución de la que había sido alumno y asesor en temas vinculados con la educación de adultos, indígenas, y campesinos. Físicamente, primero trabajó en las oficinas de Unesco en México y luego en las de París, donde se jubiló en 1982. En ese entonces se radicó en Barcelona y, lejos del retiro, desarrolló una labor intelectual muy activa. “Miguel Soler es de los jubilados más activos que yo conocí. Gran parte de su producción la realizó como jubilado, sus libros fueron todos después de 1982”, contó Santos.
Entre los años 80′ y 90′ recorrió América Latina por su cuenta y lo reflejó en el libro Educación y vida rural de la América Latina, publicado en 1996. Santos expresó que en ese texto Soler pintó la realidad educativa y social de países como Uruguay, Argentina, Bolivia, Colombia y, particularmente, países de América Central como El Salvador, Nicaragua y Honduras. Agregó que “el recorrido marcó mucho su perfil de interesarse por pueblos latinoamericanos particularmente complicados en lo social o por escenarios de guerra y observar desde la lupa educativa, de las escuelas y de las escuelas ubicadas en entornos rurales indígenas”.
Legado
“Sin desmedro de sus aportes al pensar en la educación y su contexto, el legado de Miguel es el de la coherencia entre su visión de mundo, lo que escribía y su vida personal”, subrayó Rivera. Por su parte, Santos destacó que “dejó un aporte enorme en su forma de ver el mundo desde la educación”. “Entender el mundo desde lo educativo y entender lo educativo desde el mundo”, resumió, y profundizó: “Esa manera dialéctica de ubicar a lo educativo y a la educación en el marco de los acontecimientos económicos, políticos del mundo, es una mirada muy lúcida”.
“Él hablaba de la economicidad y politicidad del hecho educativo, de que no podemos mirar a lo educativo como aislado de sus condicionantes, porque si no tendemos a creer que la educación va a cambiar el mundo y la educación no puede cambiar el mundo por sí sola”, subrayó Santos. Rivera y Santos coincidieron en que “la educación sola no puede y, de algún modo, va a contrapelo de muchos discursos actuales que hablan de una crisis permanente de la educación. Él en realidad la ubicaba en su contexto más amplio y esa es una mirada que fue construyendo durante décadas, es un aporte sustancial de Soler, entre muchos otros”.
Yarzábal aportó que “una de las razones fundamentales para recordarlo es el impacto que tuvo sobre el sistema educativo del Uruguay; la defensa de los principios varelianos de la educación laica, gratuita y obligatoria fue un lema que planteó y ejerció durante toda su vida”. Otro elemento a destacar de su contribución fue la visión sobre el papel de la educación pública en la formación de una nación libre e independiente y soberana, agregó Santos. Por otro lado, Yarzábal resaltó que “un aspecto fundamental de su actividad educativa fue introducir la música, la poesía y la literatura en la enseñanza de niños y adultos en el ámbito educativo de las regiones rurales aisladas”.
Rivera recordó que Soler Roca siempre pensaba que su próximo libro sería el último, pero más allá de su temor, nunca dejó de escribir. De hecho, los entrevistados resaltaron que estuvo trabajando hasta sus últimos días en un nuevo libro, del cual ya tenía tres capítulos escritos y le quedaba trabajar en cuatro capítulos más. “Se cerró esa etapa al irse, que eso no quiere decir que se haya cerrado la producción de Miguel, aún queda mucho de él por proyectar sobre la sociedad actual y futura”, expresó Yarzábal.