La festividad es similar al carnaval de mayores, solo que está conformada por chicos de cinco a 18 años, que se agrupan en seis categorías: murgas, parodistas, humoristas, revistas y sociedad de negros y lubolos. El sábado 30 de noviembre se hizo el lanzamiento en el Antel Arena y se dio a conocer el fixture del concurso oficial del Carnaval de las Promesas, que se desarrollará desde el 19 de diciembre al 12 de enero en el Teatro de Verano. Al igual que el concurso de carnaval de mayores, este certamen se evalúa con el puntaje que otorga el jurado a los diversos rubros.
Cuando comience el concurso oficial todos los reflectores están sobre los 1.069 niños, niñas y adolescentes que subirán al escenario. Una de ellas es Ludmila Melcon, bailarina de Quijotes, agrupación de parodistas, que participa del Carnaval de las Promesas, siempre con Quijotes, desde que tenía siete años y ha sido tres veces campeona. “Promesas me marcó, crecí como persona, especialmente ser parte de Quijotes, que hoy en día lo considero mi segunda familia” expresó. Los chicos ven a la festividad como un lugar de aprendizaje, más allá de la competencia. En palabras de Ludmila: “este concurso te forma como persona y artista, es una gran escuela que te inculca valores indispensables para tu vida, te enseña a respetar y a compartir”. Al ser consultada por lo que espera de esta nueva participación, dijo querer “que se mantenga la unión y el respeto que resalta Carnaval de las Promesas” y “que no se pierda el disfrute, para eso lo hacemos”.
Cambia, todo cambia
Para la edición 2019-2020 cambiaron algunos integrantes del jurado: ya no está presente Florencia Caballero y Diego Mutiuzábal; en lugar de ellos ingresaron Maximiliano Xicart, en el rubro de textos e interpretación, y Sebastián Rivero, en voces. El resto del jurado es el mismo que en la temporada 2018-2019: Nicolás Lassa es el presidente, Mariana Escrobar ocupa el rubro de puesta en escena, movimiento escénico e interpretación, Cristian Moyano está en coreografía y bailes, y Victoria Falkin en vestuario, maquillaje, escenografía, iluminación y ambientación.
También hubo algunos cambios en el reglamento. La primera novedad es que este año se agregó una instancia de monitoreo para todos los conjuntos, que comenzó el 27 de julio, en la que Rivero, Escobar, Moyano y Lassa fueron a los ensayos de todos los conjuntos, a presenciar el día a día y ayudarlos a encaminar su espectáculo. En diálogo con Sala de Redacción, Lassa explicó que el objetivo fue “ir y acompañar a los gurises, acoplarnos a ellos, a sus espectáculos y a sus propuestas, a sus procesos creativos desde más temprano”. A la vez, buscaron “garantizar que estén cuidados, eso es fundamental, porque como Carnaval de las Promesas es una fiesta de niños, niñas y adolescentes, hay que atender las exigencias y las posibilidad que tiene cada uno de esos cuerpos, no se le puede exigir por igual a un niño de cinco que a un adolescente de 18”.
Otra regla innovadora es que el 10% de los componentes del conjunto debe tener entre cinco y diez años; la norma tendrá cierta flexibilidad este año, dado que los conjuntos ya estaban conformados cuando se propuso el cambio, pero para el año que viene será obligatorio y se penalizará su incumplimiento. El reglamento anterior establecía que los conjuntos debían contar con siete edades distintas, pero según Lassa muchos tenían componentes de 12 a 18 años, por lo que cumplían con el reglamento, pero no les hacían lugar a los más pequeños. Lassa explicó, además, que la idea de esta regla es pensar en clave de proceso: “este año le pasó a muchos conjuntos que tenían el 50% de 18 años y evaluaron si salir o no; si cada año el 10% de tu plantel es menor de diez años, te asegurás que estén mejor distribuidos en la tabla de edades y nunca vas a tener esos sobresaltos en donde te podes quedar sin conjunto”.
Otra modificación fue que, en acuerdo con los conjuntos, se decidió eliminar la publicidad del Teatro de Verano.
Más que una competencia
A pesar de que Carnaval es conocido como un concurso, la prioridad es cumplir el rol social de inclusión de alrededor de 1.500 niños, niñas y adolescentes que forman parte de él. Eso se nota, por ejemplo, en la disminución del componente competitivo, que se observa año tras año. Tal como dijo Lassa, el Carnaval de las Promesas “tiene que guardar relación con líneas de trabajo que se alinean con las políticas culturales de la IM, que implican este tipo de cosas, de tratar de fomentar un cambio cultural, de que las relaciones entre nosotros no sean en términos de competencia, sino que sean de solidaridad”. En ese sentido, comentó que ahora “hay gurises de otros conjuntos que compiten junto con los que están subiendo, que están arriba del escenario haciendo de utileros, acompañándolos, y esas cosas no se veían”.
Ángel Duarte, dirigente de Adicapro, comentó parte de su rol: “Tenemos que ver qué es lo que podemos generar hoy y qué es lo que podrían llegar a necesitar esas niñas, niños y adolescentes como para poder brindarles un espacio para darle contención en montones de cosas”.
Desde este año Adicapro tiene sede propia -en un predio que le cedió la IM- y allí se han hecho talleres con directores, técnicos y componentes sobre diferentes temáticas, por ejemplo abuso infantil, género y otro con la Junta Nacional de Drogas, informó Duarte. “Necesitamos brindar ese tipo de talleres como para que los directores y los chiquilines sepan cómo manejarse con la problemática que tenemos hoy en día, que no es fácil, que todos conocemos y tiende a agudizarse”, evaluó.
Este año participan 11 conjuntos nuevos. Según Duarte, los directivos de Adicapro siempre van a los locales de ensayo a conocer a los nuevos directores responsables: “cuando hablamos de director responsable eso tiene un peso muy fuerte, porque hay que entender que estamos al frente de niños, niñas y adolescentes que están armando su cabeza, entonces los podemos destruir con cosas que hacemos o generar cosas negativas” expresó el dirigente. Agregó que “un director siempre tiene que entender cuál es el fin de todo esto, y el fin es social, es que hagas algo que te agrade, que te sientas acompañado, que hagas amigos, que no importe ganar o perder”.
A su vez, los chicos están todo el año compartiendo con pares, lo que fomenta la inclusión y la socialización. Esto no solo sucede con sus compañeros de conjunto, sino también con los componentes de los otros grupos, dado que son ellos mismos quienes organizan festivales, bingos, bailes y otras actividades para solventar los gastos del espectáculo, y colaboran con los demás conjuntos.
Duarte destacó, también, la importancia que tiene Carnaval de las Promesas en el vínculo entre los padres, las madres y sus hijos: “ellos viven cosas totalmente distintas, que están fuera de la rutina diaria, el acompañar a sus hijos, el estar atrás de ellos”.
La participación de los niños y adolescentes está regulada por el Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay: para poder formar parte se les exige tener el carné de salud al día, tener controles médicos periódicos y llevar un comprobante de estudio; en caso de no estar estudiando, los responsables del niño o adolescente deben presentar una carta indicando el motivo de esa falta en el estudio.
Duarte hizo énfasis en el rol social del Carnaval de las Promesas: “me he encontrado con chiquilines que hoy son adultos, que son padres, y recuerdan Carnaval de las Promesas. Son tremendos padres, tremendos tipos, y están agradecidos por todo lo que vivieron y aprendieron, y vos lo único que hiciste fue darles la posibilidad de estar en un grupo, de que se vincularan socialmente y se les abriera la cabeza. Eso es lo hermoso de ver en Carnaval de las Promesas, gente que no se te pierda en el camino, porque está bravo para la juventud y la niñez, los caminos de torcerse están a la vuelta de la esquina y este es un lugar de contención”.
El jurado y su rol docente
Lassa dice estar conforme con la nueva integración del jurado, principalmente porque “cumplen con el perfil que se estaba buscando, cualquiera de los cinco tiene una trayectoria formativa relacionada con la docencia, independientemente de sus saberes técnicos también se dedican a la docencia y es parte del perfil que queremos darle al equipo del jurado”.
Para lograr un acercamiento con los componentes, los integrantes del jurado suben al escenario antes de comenzar el espectáculo, para ver si los jóvenes están en buenas condiciones y para arengarlos.
El presidente del jurado expresó “el ejercicio de ser jurado es horrible, en el sentido de que es muy difícil, vos tenés un componente técnico en donde podés y tenés que justificar por qué pusiste un puntaje”. Agregó que no está de acuerdo con quienes dicen que los rubros son objetivos, “todos los rubros son subjetivos porque el arte te pasa por el cuerpo, el arte te afecta, y vos te emocionás o no te pasa nada, y si a vos con un espectáculo no te pasa nada, también tenés que poner a jugar esas emociones en un puntaje”.
A la instancia de monitoreo y del encuentro evaluatorio se le suma una devolución que se les da a los niños, niñas y adolescentes luego del concurso, para que puedan entender los motivos de la nota. Hasta hace dos años solo concurrían los directores, pero desde el año pasado también van los componentes.
El jurado también les dio a los chicos la posibilidad de crear un reglamento alternativo en caso de que no estén de acuerdo con el actual: “esto de acortar las distancias también es decirles que acá no están solamente para ser juzgados, sino que para protagonizar esto y construir ellos el carnaval que quieren para ellos mismos”, dijo.
Lassa es comentarista de Carnaval de mayores, por lo que tiene claro la diferencia entre juzgar un espectáculo a nivel de adultos y hacerlo para menores de edad, “tenés que hacerlo con otro cuidado, con otra empatía, entre otras cosas porque capaz que hay cosas que vos decís que no las van a comprender, entonces vos tenés que tratar de adecuar tu lenguaje a lo que se pueda ayudar a entender, porque le estás devolviendo algo a alguien de siete años”, expresó.