Milongas Extremas tiene casi 15 de años de una trayectoria musical en la que ha conformado un sonido propio, caracterizado por su versatilidad, respeto y fineza con una variedad de elementos musicales de varios géneros, desde la milonga hasta el hard rock y el rock uruguayo. En 2020, la banda lanzó su disco El mismo cielo, que no pudo presentar formalmente por razones obvias. El jueves 4 de agosto Milongas Extremas realizó lo que hasta ahora ha sido su mayor presentación en vivo: “5 estaciones”, en el Auditorio Nacional Adela Reta, del Sodre. Definido como una “invitación a viajar y recorrer cinco momentos donde será protagonista su último trabajo discográfico”, el concierto significó, además, la oficialización de su formato de quinteto: cuatro guitarras y voces, y un bajista. Pablo Piñeyro, Matías Rodríguez, Santiago Martínez y Francisco Stareczek mantuvieron sus puestos en guitarra y voz, mientras que Camilo “Piquela” Gramoso se sumó con bajo y voz. El espectáculo tuvo una concurrencia casi completa y, entre otros invitados, estuvieron las bandas uruguayas La Vela Puerca y La Triple Nelson. Muchas bandas pueden funcionar en torno a las decisiones de un “dueño” o figura principal; los integrantes de Milongas Extremas eligen ser cooperativos entre ellos y formar una empresa con muchos dueños. Matías Rodríguez, una de las voces y guitarras del grupo, dio a Sala de Redacción una perspectiva interna de la banda, acerca de su funcionamiento, sus influencias y su futuro.

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Ustedes empezaron versionando a Extremoduro. En Uruguay, la música española no es tan común o popular… ¿Cómo surgió su fijación con la banda? 

-La primera vez que yo escuché a Extremoduro fue a través de un amigo, en 2004, cuando estábamos en Murga Joven, yo tendría 17 años. Me mostró la canción “A Fuego”, diciéndome que estaría bueno usarlo en la murga. Lo escuché, pero al final no lo usamos ni seguí escuchando tampoco, quedó por eso. Empezamos a escuchar de verdad cuando arrancamos con la banda, en 2008. Santiago ya venía escuchando algo y, de repente, empezó la movida. Aun así, al principio, yo era más del rock argentino y de música en español más cercana a nosotros. Siempre pensé que, al tener el acervo rockero que hay acá, no hacía falta ir a buscarlo a otro lado y, además, había cosas cargadas de juicios, tipo el tema de la conquista. También, era difícil por el acento, y porque es un idioma que entendés, pero no habla como vos, usan palabras como “coño” o “cabrón”, que capaz para otros países, como México, por ejemplo, es más común. Por eso, al principio, costó un poco, después los empezamos a diseccionar.

Con respecto a eso, también intriga cómo ustedes agarraron algo muy español y lo mezclaron con algo muy uruguayo y rioplatense, como es la milonga. ¿Qué puntos en común vieron entre ambos?

-Yo creo que podría haber pasado con alguna otra banda de allá, porque hay cosas musicales, como la estructura rítmica, que coincidían. El tema era que, si lo hacíamos con Los Redondos, ponele, era más difícil, porque son parte de nosotros desde que somos chicos. Entonces, lograr pasarle tarea fina a algo así, capaz nos costaba más. Al no haber tenido tan masticada la música de Extremoduro desde antes, agarrábamos un tema y pasaba rapidísimo… 

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Lo que pareciera ser una labor complicada, para el grupo no lo fue tanto. La conversión de rock español a la milonga fue bastante fluida, porque Milongas Extremas no es una banda de milonga clásica, sino que tiene su propio formato, que va construyendo. La cuestión es evaluar qué tanto “milonguear” una canción, según su melodía y versos, y para eso, recurrieron a los mentores: Alfredo Zitarrosa, Mario Núñez, Atahualpa Yupanqui. “Nuevamente, al no tener ese prejuicio o backup cultural, agarramos cosas con más facilidad. Si no, a priori, tu cabeza lo tranca antes, pero acá no”, dijo Rodríguez. En esa dinámica, pasan canciones de Extremoduro con punteos de Daft Punk. Así lo afirmó: “Sabemos que es con respeto y sin reírnos de nadie”. La banda toma elementos musicales sin preocuparse demasiado por su procedencia, ya que todo instrumento contribuye a su sonido propio. Según el músico, el grupo no teme incorporar herramientas nuevas. “Un día Paio metió un solo de saxo en un tema y quedó”, dijo. 

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Mucha prueba y error, ¿no?

-Sí, todo el tiempo. Para este último concierto ensayamos muchísimo. La mayoría de cosas, tipo arreglos, surgen mientras tocamos. La canción es como un plato, como armar una comida: probás a ver cómo queda, y a medida que más lo haces, no siempre te sale igual. Así cuando estamos tocando…

-“Freestylean” sobre la marcha…

-Claro, freestyle a full. Uno hace un gesto con la ceja, y todos sabemos que hay que bajar o hay que subir. Esas cosas ya no son tan conversadas. De igual manera, nos hemos dado palos, algunos en vivo, como que uno baje y otro suba, pero más o menos te equilibras. También, después de 15 años de tocar, nosotros estamos muy conectados. Nos vemos todos los días, prácticamente.

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Letra y melodía, dos ejes en torno a lo que gira la composición musical. Todos los artistas tienen su método o su propia forma de acercarse a la canción. En una banda con cuatro cantantes y compositores, las fuentes inspiracionales y compositivas varían. Rodríguez saca un fragmento de su flujo de pensamiento y empieza a trabajarlo. “El tema es que no siempre tenés una guitarra a mano; se te ocurre en un bondi o, por ejemplo, ahora que soy padre, todos los días durmiendo a mis hijos invento algo”, dice. Llegan un par de versos con una melodía primitiva, casi al mismo tiempo. La inspiración puede llegar en muchas maneras, de elementos y sentimientos cotidianos. Rodríguez lo expresa así: “En ese momento no estás pensando, estás ‘sentipensando’”.

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Ya vienen tocando hace casi 15 años, ¿dónde chocan comúnmente?

-En muchos lados, porque todos hacemos todo, a veces eso es pisarse o ayudarse. Hay veces en que uno viene con una canción y otro le dice que tendría que decir tal cosa. No es que esté mal, pero en ese momento uno sintió eso y el otro capaz que sintió otra cosa. Chocamos en esas cosas, avasallar una idea que viene, tirar mucho sobre algo que en realidad está creciendo. En algo que siempre chocamos es en las listas para los toques, en el orden de las canciones. Uno quiere empezar al palo, otro más tranquilo. Igual encontramos un equilibrio, no sé cómo, pero es lo que hace que la gente se cope creo. Yo diría que son más los momentos en los que no nos pisamos y nos encontramos, que los que nos pisamos. En esas ocasiones, discutimos por cosas medulares de nuestro proyecto, es un diálogo imperioso entre amigos por el bien de la banda. 

-La pandemia le pegó fuerte a todo el arte, ¿para ustedes fue duro, motivacionalmente?

-Para la banda, más o menos. Fue duro decir “pa, no tengo perspectiva laboral ni a palos”. Yo doy clases y con el Zoom soy horrible. Mucha gente hizo la gestión de conseguirse cámara, tarjeta de sonido y eso, pero yo no la pude hacer porque mi mente no me da. Sin embargo, con la banda estuvimos mucho en contacto aun sin vernos. También, hubo mucha paternidad y de eso sacamos mucha motivación. Igual, cada uno siguió tocando en su casa, hicimos streaming y videos en nuestras casas. Lo más difícil fue aguantar, no enloquecerse. Por suerte, todos estábamos en una situación con una buena casa y una pareja con la que poder aguantar la jugada, y después tener descendencia. En ese sentido, el covid nos vino casi que bien. Por lo menos, en 2021, pudimos empezar con toques, ensayos y eso. Creo que fue creativo, en el sentido que sacamos el disco en 2020 y polentearlo para que pasara lo del Sodre. 

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De una banda como Milongas Extremas se pueden abstraer muchos puntos atractivos. El grupo ha sido receptivo para saber qué les llega a su audiencia de su música. Desde quienes se reencuentran con el formato moderno de Zitarrosa o Yupanqui, hasta las personas jóvenes que se entusiasman con la energía del show. “Nosotros vemos al veterano pasar bárbaro y a los gurises saltar cuando hay pogo”, señaló Rodríguez. A diferencia de lo que se puede apreciar a la vista, otra cuestión es el proceso interno de una persona ante una pieza musical. Por la variedad infinita de criterios, es imposible para la banda saber qué sienten las personas con sus canciones. Rodríguez tiene su perspectiva: “No tiene porqué haber un fin acabado en lo que hacemos, solo tiene que pasar algo del otro lado. La canción, por más arreglos y cosas que le puedas poner, empieza cuando se la mostrás a alguien más, ahí pasa algo”. 

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-De las colaboraciones que han hecho con Iñaki Antón, Jorge Nasser, La Vela Puerca, La Triple Nelson, etcétera, ¿musicalmente, qué piques aprendieron? 

-De Iñaki todavía no sé todo lo que aprendimos. Primero, cuando le mandamos las canciones, nos dijo que probáramos meter más instrumentos. Eso fue una discusión dentro de la banda, el tema del bajo y la batería, sentíamos que se perdía lo del cuarteto de guitarras. Al final, Iñaki tenía razón. Nos enseñó a no cerrarnos a ideas nuevas. Él tiene algo, que solo lo tiene la gente muy crá, que es pelar toda la experiencia sin presumir o alardear. Cuando nos equivocábamos o no nos salía algo, en vez de decirnos “no, eso está mal”, nos daba su opinión y nos trataba de ayudar de manera constructiva y humilde. Terminaba diciendo las cosas de una manera en la que siempre tenía razón. Con Nasser, salió esa movida y fue un orgullo. Lo que tiene Nasser es que parece que no toca, pero cuando no toca, se nota zarpado. Un tipo con mucho peso, y muy cariñoso. Algún día, haremos otra cosa, porque no tuvimos suficiente tiempo. La Vela, unos crá todos, y ahora vamos a ir a tocar con ellos a Argentina. El Enano [Sebastián Teysera], que también cantó en nuestro primer disco, es otro que no te pone el peso arriba. Me acuerdo en ese momento, si alguno le decía tipo “Enano, ¿te animas a tirarlo menos leído?”, él se copaba con ese tipo de comentarios. “Bien metido el peso”, decía. Tenemos una relación muy linda con ellos, y creo que van a salir más cosas juntos. 

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El concierto del jueves 4 de agosto en Auditorio Nacional del Sodre fue el más grande hasta ahora para Milongas Extremas. Fue un momento de mucha ansiedad, expectativa y emoción. “En las primeras canciones, no era que tenía miedo de tocar mal, pero estaba muy emocionado, se me trancaba la garganta para cantar”, expresó Rodríguez. Salir al escenario y ver el auditorio lleno de gente clamando por las Milongas, fue un punto y aparte en la historia de la banda, que además significó una experiencia única para todos los que la presenciaron.

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-Por último, a futuro, ya sea de discos o shows, ¿tienen algún proyecto?

-[Duda] Concreto, nada. Tenemos ganas de empezar con cosas, que no hayan entrado en el disco y ya componer con el bajista, porque hay pila de canciones. Este año se cumplen 10 años de la versión de La ley innata, que es un disco sinfónico de Extremoduro. Lo grabamos, pero en internet suena mal, muchas cosas que están mal. Yo quiero grabarlo de vuelta y, si lo hacemos bien, podemos hacer que suene muy bien, porque aparte tocamos mucho mejor que hace diez años. En muchos aspectos, tocar mejor es tocar menos. Hubo muchos arreglos que los tocamos todos y la mayoría no salieron bien. Muchos los hice yo en la computadora, y soy horrible para eso. Me quedaban todas las pistas cortadas, una guitarra aguda pasaba para arriba… La cuestión es hacerlo bien, grabarlo de vuelta y capaz con invitados, porque si no, no lo vamos a hacer nunca más. Después es sacar algún disco nuevo, sacar algo en vivo, que igual ya hay en YouTube… Crecer, seguir saliendo del país, pero sobretodo la conquista del interior. Es un laburo que lleva mucho tiempo, meternos en el mundo de los festivales, cosas de logística, de contactos, acertar en la lista de temas. Hay que entender cómo cambia el oído de la gente para que se cope. Todo lleva mucho trabajo y vivir de la música, si bien es un logro, implica muchas cosas que nosotros también hacemos: dar clases, talleres, tocar para otro, ser sesionista en un estudio. Cuando el tiempo apremia con la banda, tenés que empezar a suspender todo eso. A mí me encanta dar clases, pero me embolan los malabares. Nuestro máximo objetivo es no tener que hacer otra cosa para vivir, y que sean las Milongas. En ese sentido, lo más importante de la banda son las familias alrededor, todo el mundo nos banca. La música podrá estar bárbara, pero sin ese soporte, olvidate. La banda, que es muchas cosas para nosotros, también queremos que sea nuestro sustento real. No estamos todavía ahí, pero venimos bien. 

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