Heterogéneas son las actividades que comenzaron el 4 de noviembre y continuarán durante el fin de semana del 12 y 13 en el barrio Larrañaga de Montevideo. Hay desde talleres de cocina y yoga, hasta una actividad simultánea en tres ciudades del mundo. Las propuestas son abiertas y aptas para todo público, y tienen lugar en Quijote 2846.

Hablamos de la primera edición del Festival de lo Común. Un espacio concebido como proyecto cultural y, a la vez, como obra de arte per se. La palabra “común” tiene por lo menos dos acepciones principales. Por un lado, se encuentra vinculada a lo normal o, mejor dicho, a lo ordinario, “común y corriente”. Por el otro, tiene también el significado que se acerca a lo comunitario, al conjunto y, por lo tanto, a la comunidad. De una mezcla de estás definiciones nace el nombre del festival.

Santiago Badt, uno de los impulsores de la actividad, es licenciado en Gestión Cultural por la Facultad de la Cultura de la Universidad CLAEH y está cursando la Licenciatura en Artes Plásticas y Visuales en la Facultad de Artes de la Universidad de la República. En esta última facultad, optó por el taller de orientación estético-pedagógica que está a cargo de Ana Laura López de la Torre y que apuesta a la experimentación, la reflexión sobre el lugar del arte en la sociedad y el trabajo artístico colectivo.

Integración barrial

La instancia también podría funcionar en una plaza o en una fábrica, lugares “que son de todos y a la vez de nadie”, y podría durar cinco horas, cinco días o cinco meses, explicó Badt a Sala de Redacción. Sin embargo, apuntó que al pensar el festival como una obra de arte en sí misma, resulta importante “el cómo, el dónde y el quiénes tienen que ver con la construcción de un sentido, que es lo que hace al fin y al cabo un artista o una obra de arte”. Es por eso que se decidió realizarla en “una casa cualquiera de un barrio cualquiera”.

El evento cultural incluye diferentes actividades en el hogar de la familia de Badt, el hogar del organizador. El artista planteó que el colectivo pretende generar “una propuesta disruptiva desde algo raro en el barrio”, teniendo en cuenta que la casa está ubicada en una zona “residencial y de clase media-alta”, en la que “no hay muchas actividades comunitarias, ni siquiera culturales”. Además de que una serie de movimientos se podían observar en la casa por los preparativos del evento, el colectivo organizador hizo “un esfuerzo por conversar con la vecindad más próxima, por lo menos para ver cómo se recibe esa disrupción” dijo Badt, y aseguró que además están en contacto con la biblioteca, la escuela y las comisiones de fomento del barrio. Según Badt, en general, la gente del barrio se lo ha tomado “muy bien”.

El artista/gestor, como se llama a sí mismo, destacó que el experimento no sólo implica la construcción en común con el barrio, sino también la negociación con su familia, que son quienes habitan la casa. En ese sentido, Alicia Pereiro, la madre de Badt, expresó estar “muy a gusto” con que la actividad se pueda llevar a cabo en su casa, aunque reconoció que “no es nada fácil” reordenar un espacio que es privado y que “en realidad uno pretende que siga siéndolo, para abrirlo a la gente”. Sin embargo, agregó que ella siempre pensó que las casas no pertenecen exclusivamente a los padres: “son de todos” y añadió que “una no tiene derecho a decir esto no lo haces acá porque sos chico”. De todas formas, Pereiro explicó que las partes de la casa que se van a utilizar son las externas y que del interior del recinto solo estarán abiertos el garaje y la cocina. Esta última, además, va a ser el escenario de un taller culinario del que Pereiro va a estar a cargo.

En la vereda, además, se llevó a cabo un campeonato de ping pong, cuya coordinación estuvo a cargo de Ricardo Badt, el padre de Badt, ex campeón nacional de esta disciplina.

Diálogos visuales

Las contribuciones y actividades que conforman el cronograma del evento no se agotan en la familia residente en la casa. Hay, por ejemplo, dos clubes de cine que proyectan películas e instancias de diálogo con sus realizadores y realizadoras. Estos son Cine Casero, que tiene una fuerte impronta de restauración de material de archivo audiovisual y The Breakfast Club, organizadora y coproductora del evento. Entre los audiovisuales que se van a proyectar este fin de semana se encuentra Bosco, seleccionada para representar a Uruguay en los premios Goya y ganadora del festival Detour de Cine Nuevo en la categoría Mejor Película. Luego de su proyección habrá un conversatorio con su directora, Alicia Cano. También podrá verse Las pérdidas, de Agustín Banchero, quien además va a estar presente en el Home Movie Day -el día de las películas caseras o familiares- organizado por Cine Casero.

El primer fin de semana se proyectaron el documental uruguayo Delia, seguido de una charla con su directora Victoria Pitoka Pena, y Retazos de un despojo, dirigido por Lucía Blánquez, que también integró un conversatorio posterior. También se proyectó Los espigadores y la espigadora, de la reconocida realizadora francesa Agnès Varda. May Rodríguez, una de las principales impulsoras de The Breakfast Club, explicó a Sala de Redacción que este club funciona habitualmente como un espacio para ver, analizar y debatir cine. Según dijo, la curaduría de las películas estuvo muy ligada al concepto general del evento, “lo común”, y que, por tanto, hay una estrecha relación con el cine familiar realizado en cada hogar. Rescató que todas las películas son “un poco documentales” y que todas trabajan de una manera u otra con material de archivo “y dialogan mucho con el trabajo de Cine Casero”.

Por otro lado, Lucía Gadea, artista visual y magíster en Comunicación y Cultura, ha estado activando un espacio “de encuentro, diálogo y creación en torno a las memorias comunes”, recogen las redes sociales del evento. Gadea informó que esta actividad, Mapa de la Memoria Común, replica cierta experiencia personal que tuvo al realizar un mapa de la subjetividad en Barriga Negra, Lavalleja. Allí, se dedicó desde 2020 a recabar testimonios, con el objetivo de recuperar la memoria del lugar y luego plasmó las historias recogidas en un telar. Ahora, trabajará de manera similar, en una actividad que se divide en tres etapas durante tres días.

Festival de lo Común. Foto: Luana González.

El domingo 6, día de la primera jornada, la idea fue “habilitar el espacio para compartir historias, sentidos, anécdotas y a partir de estas, registrar juntos esas palabras que son significativas y condensan gran parte del sentido de vivir en ese barrio”, detalló Gadea. En una segunda instancia, prevista para este sábado 12, está planificado el proceso técnico: llevar esas palabras a la serigrafía, técnica en la que trabaja la artista actualmente. Por último, para continuar el diálogo, la idea es que el día de cierre del festival se exhiban los productos creados, sin perder de vista que el mapa siempre está incompleto, porque “siempre hay más historias que se pueden agregar”.

Sobre su vínculo con la idea general del evento, la académica y artista explicó que está directamente relacionado con lo que intenta llevar a cabo: “visualizar lo común en común, porque en realidad siempre es en común, es como que esa cuestión de que los relatos que construimos y los sentidos, siempre son con los demás”.

Las actividades, pausadas entre el lunes y el viernes, continuarán durante el sábado 12 y domingo 13 de noviembre. La primera edición del Festival de lo Común tendrá su cierre a calle cortada, con danzas, fogata, coros y bandas del barrio. Pereiro hizo un llamado a que la gente “se acerque sin miedo” y dejó en claro que su colaboración en el evento tiene que ver con su concepción de la familia: “debe funcionar como una cooperativa: cuando le toca a uno vamos todos para ese lado, porque así debe ser”.

Festival de lo Común. Foto: Manuel Ulfe / Sala de Redacción.
FacebookTwitter