En los doce años que duró el régimen cívico-militar en Uruguay, tras el Golpe de Estado del entonces presidente Juan María Bordaberry y las Fuerzas Armadas (FFAA), el fútbol fue, para muchos, un refugio, un resguardo y también una trinchera de resistencia.

A principio de los años ’80, la pasión característica del uruguayo por el fútbol, se conjugó con un cúmulo de victorias para los equipos orientales. En el período de 1973 a 1985, tanto el Club Atlético Peñarol como el Club Nacional de Football se proclamaron campeones de América y del mundo. Por un lado, en el ’80 Nacional conquistó la Copa Libertadores y la Copa Intercontinental, mientras que Peñarol las consiguió en 1982. Además, la selección uruguaya obtuvo la Copa América al año siguiente, y se consagró campeona del -hasta hoy día controversial- Mundialito del ‘80.

“Quien dice que entre fútbol y política no hay vínculo, o no sabe nada, o sabe demasiado”, afirmó el historiador Gerardo Caetano, historiador y ex-futbolista, en la charla “Fútbol y dictadura” que dio junto al cineasta Sebastián Bednarik en junio en el ciclo “A 50 años del golpe de Estado” que organizó Cinemateca Uruguaya. Allí sostuvo que “la épica de Uruguay es la épica del fútbol uruguayo”. En 2021, Caetano había explicado a la revista Túnel que, a su entender, la identidad uruguaya y esa idea del país chico que puede lograr grandes hazañas, está construida sobre relatos futbolísticos. Por este motivo, no es extraño que se haya visto al fútbol como una trinchera, como un espacio de rebeldía en el que todavía se podía manifestar, -aunque fuera de manera simbólica- el repudio al régimen. Ricardo “Profe” Piñeyrúa, explicó a Sala de Redacción que, en su lectura, no es que la dictadura no haya tenido un plan cultural, en todo caso ese plan puede haber fracasado. Indicó que una de las principales vías por la que el régimen intentó -aunque sin éxito- acercarse al pueblo, fue el fútbol.

No fue un año más

El ’76 fue un año muy particular para el fútbol uruguayo. Hasta ese momento, los títulos siempre se habían repartido entre Nacional y Peñarol pero luego de 44 años de aquella hegemonía, el 25 de julio del ’76, en el estadio Luis Franzini, el Club Atlético Defensor se consagró como el campeón del Torneo Uruguayo de Primera División.

En su libro Una vuelta a la historia. Defensor del 76: memorias de una hazaña en dictadura, el periodista Santiago Díaz recoge testimonios de personas que se convirtieron en hinchas del club a partir de aquel año, por todo lo que el equipo representaba. “Si uno mira los estadios en los que jugaba Defensor puede apreciar que había muchísima gente, estaban prácticamente llenos”, contó Díaz a Sala de Redacción y agregó que no era porque el equipo violeta tuviera originalmente mucha hinchada, sino “porque mucha gente se sintió identificada y decidió acompañar al equipo”.

“No es que fuera en contra de la dictadura, pero iba en contra de la lógica, iba en contra de lo establecido, que era: el campeonato uruguayo lo ganan Nacional y Peñarol”, relató Piñeyrúa, quien fue uno de los adeptos que consiguió Defensor, a raíz de esa campaña. Piñeyrúa recordó el día en que el equipo se coronó campeón: “la cantidad de gente que había en el Franzini no se repetirá nunca más”, dijo, y agregó que “no eran solo los hinchas de Defensor, era una cantidad de gente que había tomado a ese equipo como un símbolo de que se podía enfrentar a la dictadura”.

Plantel del Club Defensor Sporting, año 1976. Página web oficial del Club

Aquel plantel estaba dirigido por José Ricardo De León, quien estaba públicamente identificado con el Partido Comunista. También integraba el equipo Pedro Graffigna, “que se había ido de Chile, medio buscado”, comentó Piñeyrúa. El presidente durante aquel período fue Julio César Franzzini, militar y marino opositor del golpe, mientras que el vicepresidente era Eduardo Arzuaga, integrante del Frente Amplio y amigo de Zelmar Michelini.

Aunque en el equipo también se encontraba, ya sobre el final de su carrera, el futbolista Luis Cubilla, manifiesto votante de la derecha, en su mayoría eran “tipos de izquierda”, agregó Piñeyrúa. Además de estas inclinaciones políticas, que identificaban a Defensor como un cuadro opositor al régimen, Piñeyrúa lo describió como “una comunidad” y eso, señaló, podía verse en cómo se manejaban las multas por llegar tarde a entrenamientos o reuniones grupales. “Las multas no iban a la directiva, sino a una caja del grupo”, o en actitudes del director técnico De León que, por ejemplo, hacía todos los cambios posibles para que más jugadores cobraran el premio por jugar.

Caetano integró aquel plantel del ‘76; en su intervención en Cinemateca, definió las charlas de De León como “casi filosóficas”, y explicó que “sin hablar de política, hablaba de valores, que finalmente tenían que ver con la visión política”.

Un caso que con el paso de los años sigue recordándose es el de Julio Filippini, un joven de 19 años que se encontraba en las divisiones juveniles y le tocó debutar en primera división frente a Nacional. En ese debut convirtió un gol y le cometieron un penal, lo que resultó fundamental para que el equipo violeta venciera al conjunto albo.

Luego del partido, Filippini fue entrevistado por Víctor Hugo Morales, que le preguntó a quién iba dedicado el gol: “A mi hermano y a sus compañeros del penal”, respondió el jugador. Eduardo Filippini, hermano de Julio, era tupamaro, y se encontraba preso en el Penal de Libertad. Los días siguientes, al enterarse que Morales había sido citado a declarar, el futbolista pasó escondido en casa de su suegra.

Ese año no volvió a jugar y al terminar la temporada, Defensor decidió no renovarle el contrato. Aunque continuó su carrera en el fútbol universitario, el profesionalismo no volvió a ser una opción para él. En una entrevista con Sala de Redacción, Filippini recordó, aún con algo de amargura, este episodio y su frustrada carrera de futbolista.

Julio Filippini, 1976. Página web oficial del Club Defensor Sporting.

Luego de coronarse campeón en su estadio, el equipo violeta dio la vuelta olímpica al revés. “Yo estaba en la tribuna de enfrente y, te soy sincero, ni siquiera noté que habían dado la vuelta al revés, no me puse a pensar para qué lado tenían que dar la vuelta … y creo que ellos tampoco”, cuenta Piñeyrúa, entre risas. 

En el libro escrito por Santiago Díaz se recogen distintas teorías y conjeturas acerca de si fue algo premeditado, espontáneo o hasta inconsciente. Nunca se pudo esclarecer el motivo de ese cambio de sentido, lo que sí es cierto, es que se ha transformado en parte de la cultura del club. “Hoy en día creo que tiene más un mensaje político-deportivo, como de hacer todo distinto”, opinó Díaz con respecto a la tradición instalada. 

Sobre la relación que se generó entre el ámbito futbolístico y la época dictatorial, Díaz concluyó: “Sabemos que el fútbol es parte de nuestra identidad, que tiene un arraigo muy fuerte en nuestra población y creo que ese Defensor dio una pequeña señal de que, realmente, los poderosos podían caer”.

Una copa diferente

El 30 de noviembre de 1980, el pueblo uruguayo se enfrentó en las urnas a una de las decisiones más importantes de su historia. El régimen militar había impulsado una reforma constitucional que, de concretarse, los legitimaría y los afianzaría en el gobierno. El Plebiscito del ‘80, en el que triunfó el “No”, fue un golpe duro para el gobierno de facto, que constató que no contaba con el apoyo popular que creía tener. Este episodio marcó el comienzo del proceso de retorno a la democracia.

Ese mismo año, un mes más tarde, se disputó en Uruguay la Copa de Oro de Campeones Mundiales, conocida popularmente como “Mundialito”. En este torneo compitieron todas las selecciones campeonas del mundo hasta ese entonces: Uruguay, Brasil, Argentina, Italia y Alemania. La única ausente fue Inglaterra, que decidió no participar porque en el fútbol europeo estaban en plena temporada y la liga inglesa al igual que los clubes, no quisieron liberar a sus jugadores; en su lugar, ingresó la selección de Holanda.

El ideólogo y precursor principal del Mundialito fue Washington Cataldi, quien era presidente de Peñarol y pertenecía al Partido Colorado. Cataldi tenía muy buena relación con João Havelange, presidente de la Federación Internacional de Fútbol Asociación​ (FIFA) en ese entonces, por lo que conseguir la aprobación de este organismo para realizar el torneo no fue una gran dificultad.

El problema mayor fue conseguir el dinero que requería un evento de esas magnitudes. Angelo Vulgaris, un empresario griego, fue el primero en tener intenciones de hacerse cargo del asunto. En el documental Mundialito narra el episodio: Cataldi le comentó a Vulgaris sobre el torneo y le dijo que buscaba a quien venderle los derechos de transmisión para financiarlo. El griego llamó a esto “el destino”, vio una buena oportunidad de negocios, y decidió actuar de intermediario. Según relató Vulgaris, una comitiva la que se encontraban Cataldi, Julio María Sanguinetti y él, viajó a Italia y acordó con Silvio Berlusconi, director del Canal 5 de Italia, la venta de los derechos.

Al principio, los militares no eran afines a que se realizara el torneo. Caetano afirmó que incluso, “lo vieron con recelo, pero luego se subieron al carro”. En la misma línea, el ex presidente Sanguinetti comentó en Mundialito que “el gobierno le tenía miedo”. Yamandú Flangini, presidente de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) entre 1978 y 1980, contó en una entrevista para Sport 890 que, siendo presidente de la divisional B, lo llamaron para ofrecerle ser presidente de la AUF, porque Mario Garbarino había renunciado. Flangini respondió que, por ser capitán de navío y pertenecer a la Marina, tenía que consultar a un superior. El vicealmirante [Hugo] Márquez, con quien Flangini no tenía buena relación según su relato, le dijo que podía tomar el cargo, pero que había orden “desde arriba” de que el Mundialito no se llevara a cabo.

El plebiscito

Caetano explicó en Cinemateca que es lógico que el régimen tuviera ciertas expectativas si pensamos en dos hechos que en aquel entonces eran muy recientes: en setiembre de 1980, el plebiscito impulsado por la dictadura pinochetista en Chile para aprobar o rechazar la Constitución Política de ese año, elaborada por el régimen militar, había obtenido una abrumadora mayoría en las urnas. El gobierno militar uruguayo estaba convencido de que triunfaría en el plebiscito de noviembre, de similares características.

Por otro lado, en 1978, Argentina se había coronado campeón del mundo como local, en un torneo que tuvo una gran intervención del régimen y resultó ser una buena propaganda para el gobierno de facto. Según Caetano, “en la lógica militar dijeron: ‘hacemos el plebiscito, ganamos, por supuesto, y luego vivimos un episodio que nos va a reconciliar con el mundo. Van a ver al nuevo Uruguay y a un régimen legitimado por las urnas. Pero además nos va a reconciliar con la sociedad uruguaya, que va a ver a la selección mayor ganando el Mundialito'”.

Sin embargo, el 30 de noviembre de 1980, un 57% de los votos válidos marcaron la victoria del No. “Todo cambió, porque entonces el plebiscito pasaba a ser una especie de boomerang”, concluyó el historiador. El seleccionado uruguayo contaba con muchas figuras: Hugo De León, Ruben Paz, Venancio Ramos, Waldemar Victorino y Julio César “Cascarilla” Morales, entre otros. “Además, aunque la selección uruguaya estaba en un periodo futbolístico bastante malo, todavía en esa época estaba la idea de que Uruguay tenía que ganar todo”, comentó Piñeyrúa. La celeste llegó a la final luego de derrotar a Italia y Holanda por dos tantos contra cero, en ambos casos.

Para reforzar la idea de que los militares no tuvieron intervención durante el torneo, Alberto Kesman, periodista deportivo de larga trayectoria, afirmó a Sala de Redacción: “No encontramos ninguna situación en donde la dictadura hubiera ejercido presión como para decir ‘se ganó injustamente’”. Kesman, que tenía 30 años en aquel momento, comentó que “el fútbol se jugó normalmente dentro de la cancha y la afición concurrió a los estadios”. Agregó que “no se sentían rechazos adversos de la tribuna, sino que habían alientos para el equipo uruguayo”. La final del torneo se disputó entre Uruguay y Brasil y terminó dos a uno a favor de la selección charrúa. Una victoria que, por sus similitudes, recordó a la final del Maracaná, ocurrida 30 años antes.

Algunos relatos de la época narran que hubo cánticos contra el régimen luego de la obtención del título, incluso que en los estadios se podían ver pancartas que condenaban a la dictadura. Kesman, contó que “en 18 de Julio se hizo una manifestación de alegría por el campeonato, también de alguna manera se marcaba una presencia de rechazo al régimen”.

Se va a acabar
“Uruguay estaba ganando dos a uno, Brasil tenía un equipo formidable. Le estaban apedreando el rancho a Uruguay y todos estábamos al borde del colapso. Y, seguramente a un coronel o general se le ocurrió, que la banda de música del Ejército, entrara por el borde de la cancha. Entraron formados y vieron que la cosa venía mal, porque empezaron a sentir gritos. Comenzaron a afinar y los gritos aumentaron más. Entonces, a alguien le entró una chispa de razón y dijeron ‘no, paren’. Ahí la cosa ya estaba en los últimos minutos y todo el mundo expectante para que termine el partido. El partido termina y arranca el griterío. Y la banda militar, nuevamente al mando del coronel director, hacen fila y entran desde la Olímpica hacia la América con los trombones. Los jugadores y los hinchas que entraban [a la cancha] empezaron a desordenar las filas y se les caían los trombones. El coronel gritaba: ‘¿Qué pasa?’. Y eso era incontrolable. Hasta que entendió y dijo: ‘¡Retirada, retirada!’. Y se fueron corriendo sin tocar nada. La gente, enardecida, gritaba: ‘Arriba Uruguay, Uruguay nomá. Se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar’. Yo ahí es como que vi un fogonazo y dije: ‘se acaba la dictadura’”, recordó Caetano en su charla de Cinemateca.

Hasta el día de hoy, no es de público conocimiento el paradero exacto de la copa. Flangini contó a Sport 890 que cuando la Copa de Oro no estuvo más en la AUF, preguntó sobre su paradero y le dijeron “que la habían dejado en un cofre de un banco de plaza”. Tanto el trofeo como una gigantografía que mostraba al plantel campeón del Mundialito fueron retirados de la AUF en la gestión siguiente a la de Flangini, que concluyó: “Para mí, es claramente, un tema netamente político”.

Rodolfo Rodríguez sostiene la copa luego de salir campeones del Mundialito. 1980. Página web oficial de la AUF.
Rodolfo Rodríguez sostiene la copa luego de salir campeones del Mundialito. 1980. Página web oficial de la AUF.

Más allá de los 90 minutos

En varios ámbitos se han creado colectivos que buscan visibilizar situaciones relacionadas con la dictadura y el fútbol no ha sido la excepción. Más allá de manifestaciones puntuales, como banderas referidas a la dictadura que hemos podido ver en fechas significativas, varios colectivos organizados mantienen una militancia activa, que reivindica la memoria y condena lo ocurrido.

Foto: Cuenta de Twitter Bolso Antifascista.
Foto: Cuenta de Twitter Bolso Antifascista.

El colectivo “Bolso Antifascista”, integrado por hinchas de Club Nacional de Football, realizó en 2021 la campaña Memoria nacional, en la que recolectaron relatos sobre lo que fue ser hincha del club durante la dictadura. Además, el grupo mantiene a través de sus redes una militancia constante que busca rememorar y condenar las atrocidades cometidas por el régimen. Año a año, el colectivo realiza actos el 20 de mayo, el Día del Detenido Desaparecido, y el 27 de junio, aniversario del golpe de Estado.

Foto: Facebook oficial de Hinchada con Memoria.

La agrupación “Hinchada con memoria”, integrada por hinchas de Peñarol, lanzó en 2018 la campaña Un gol contra la impunidad que buscó, en primera instancia, la expulsión de Miguel Zuluaga, jefe de seguridad de la selección uruguaya, acusado de haber participado en interrogatorios de la Dirección Nacional de Información e Inteligencia. A raíz de esto, Zuluaga fue desafectado de la selección y no fue al Mundial de Rusia 2018. 

En 2021 el colectivo desarrolló la campaña Otro gol a la impunidad para pedir la expulsión de los padrones sociales del Club Atlético Peñarol de Manuel Cordero y José Gavazzo, condenados por cometer delitos de lesa humanidad durante el régimen militar. En esta campaña participaron los jugadores Cristian “Cebolla” Rodríguez y Fabián “Lolo” Estoyanoff. Tras meses de manifestaciones y reuniones con la directiva mirasol, Hinchas con memoria logró su objetivo: Gavazzo y Cordero fueron retirados del padrón social.

Si bien no es la norma general, cada vez es más frecuente ver a futbolistas haciendo manifestaciones políticas. Caetano señala, que esto no era lo habitual, “la idea que imperaba, era que el futbolista tenía que dedicarse exclusivamente a jugar al fútbol y todo lo demás no existía” afirmó, y agregó que “era muy mal visto que un futbolista asumiera una postura respecto a un tema de la sociedad”.

Caetano recordó una enseñanza que le dejaron sus compañeros más veteranos en aquel Defensor del ‘76. “Nunca aceptes tomar una copa con un dirigente”, expresaron y, años después, durante las investigaciones sobre los detenidos desaparecidos, alguien le dijo: “Nunca aceptes tomar una copa con un militar”. Caetano definió estas dos frases como “sabios consejos”.

Gonzalo Diana / Jonathan Rey

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