Bates, cascos, guantes, lanzadores, receptores. Todo suena desconocido dentro de la cultura deportiva uruguaya, ya que el béisbol no es una disciplina popular. Es más, ni siquiera entra en los llamados deportes de segundo orden. En los últimos años, Uruguay pasó por una ola migratoria importante, sobre todo proveniente de Cuba, Venezuela y República Dominicana. Estos inmigrantes no solo llegaron en busca de nuevas oportunidades, sino que trajeron costumbres que enriquecen la cultura. Este es el caso de la práctica del béisbol y softbol, dos deportes de bateo similares, pero con algunas diferencias. 

Los primeros registros sobre los deportes de bateo en Uruguay datan de 1915, algunos artículos cuentan que su llegada fue a través de profesores de educación física con “ganas de innovar”. Durante estos años se crearon varios equipos, pero el círculo era muy reducido. Según un artículo del diario Tribuna Popular publicado en 1954, el deporte tuvo un renacer durante la década del 40 del siglo XX. En la nota cuentan cómo, al igual que en la actualidad, fue una oleada de inmigrantes venezolanos que generó el ambiente para desarrollar el deporte.

En ese “boom” se crearon los primeros equipos y, posteriormente, una Comisión de Actividades de Baseball y Softball para la organización de torneos. El éxito que tuvo llevó a que se dé un paso adelante. Así se creó la Federación Uruguaya de Baseball y Softball, integrada por 13 clubes. “El softbol acá se juega hace más de cincuenta años. Yo arranqué desde muy chico y siempre fue algo recreativo. Cuando me hice mayor vi que se puso más serio e incluso hemos llegado a jugar un Panamericano en Bahía Blanca, y varios torneos en el exterior”, contó a Sala de Redacción Richard Castaño, ex jugador que destacó por ser de los pocos lanzadores uruguayos en competir y destacarse en el exterior. 

Más de cincuenta años después de la fundación de una federación que ya no existe, el deporte casi desaparece del país. Quedaba algún grupo de amigos que se juntaban a jugar los fines de semana, pero no lograban completar equipos. A mediados de la década pasada, gracias a la llegada de los inmigrantes, se generó un mayor número de personas interesadas. La voz comenzó a correr. Carlos Filippini, uruguayo que emigró a Venezuela a los cuatro años y retornó al país en 2018, contó a Sala de Redacción sus primeros acercamientos al deporte en Uruguay. “Yo no hacía mucho durante esos años, solo trabajaba. Un día, un amigo me dice que los domingos juegan pelota en el Parque Rivera”. La popularidad aumentó lo suficiente como para crear los primeros cuatro equipos. La “segunda oleada”, como lo denominan varios de los participantes, generó que el número de equipos sea mayor y, en pos de una mejor organización, se oficializó la Liga de Softbol de Montevideo. 

Sala de Redacción se contactó con Ramón Salinas, actual presidente de la liga, quien contó que la cantidad de equipos obligó a que se tome la iniciativa para salir de la informalidad. “Me involucré porque es un deporte que practiqué toda mi vida. Al principio éramos un grupo de inmigrantes, que simplemente nos juntábamos a jugar. Poco a poco, con la explosión migratoria se hicieron más equipos y decidimos dar un paso adelante con la liga”, dijo. En 2019 se convocó a elecciones en las que votaron los diez dirigentes de los equipos participantes para elegir un presidente, que fue Salinas. La liga cuenta con 16 equipos que se separan en dos divisiones y los encuentros se disputan todos los domingos en la Plaza Rivera, en Avenida Bolivia y Verona. También se pueden ver en vivo a través de los canales oficiales de la Liga, tanto en Facebook como en YouTube


La esencia y reglamento de ambos deportes es el mismo. La ofensiva tiene como objetivo anotar “carreras”, para lo que deben batear y avanzar las bases hasta llegar al home. La defensa tiene que sacar tres outs por entrada. Se puede sacar outs de varias formas, pero la más tradicional es atrapar la pelota sin que toque el suelo una vez golpeada. En el caso en que toque el suelo, la defensa debe tirarla a primera base antes de que llegue el bateador. La otra forma es a través del “ponche”, que significa lanzar tres strikes sin que el atacante logre golpear la pelota”. A diferencia del béisbol, en el softbol el lanzador tira por debajo del hombro y no por encima de la cabeza, la pelota es más grande y pesada, el terreno de juego tiene alrededor de 25 a 30 metros menos de extensión, y se juega a siete entradas en lugar de nueve. 

Un lugar de salvación

Sala de Redacción recorrió diferentes lugares de entrenamiento y los juegos que se disputaron un domingo. Entre los inmigrantes se repitieron mucho las palabras “sorpresa” y “alegría”. Uno tras otro manifestaron que no estaban enterados sobre la práctica del deporte en el país y al saberlo les cambió la vida. “Fue una locura, porque nunca pensé que se jugaba acá. Es más, ni siquiera me traje mis cosas. Cuando llegué y me enteré que hay softbol, escuelitas, y entrenamientos, me sorprendí por completo”, dijo Roger Piñate, venezolano que llegó al país en 2016, y actualmente es entrenador de los Capitalinos. Para los venezolanos y cubanos, la “pelota” significa lo mismo que el fútbol para el uruguayo. Sus Luis Suárez son jugadores de béisbol en la cúspide de las Ligas Mayores de Estados Unidos.  

Para otros, no es solo un deporte importante, sino también es su fuente laboral. Daniel Condes, un cubano de 26 años llegado al país hace pocas semanas, en búsqueda de mejores oportunidades laborales. Condes fue jugador profesional en la liga cubana de béisbol. Integró la selección absoluta de Cuba en la Serie Nacional, torneo similar a la Copa América, pero entre países del caribe. En su juventud fue un lanzador que, en terminología de béisbol, “tiraba bien duro”. Según cuenta, en su mejor momento, sus lanzamientos “tocaban los 95”, esto quiere decir que tiraba a unos 150 kilómetros por hora.

Una serie de lesiones frenaron su carrera y, a pesar de dar vueltas en busca de un nuevo equipo, no tuvo más opción que partir de su país. “Llegar y encontrar la pelota acá me llenó de alegría, porque yo vine para quedarme a vivir y ahora que he visto que está el deporte, aumentan mis ganas de quedarme”, expresó. A pesar de su timidez a la hora de hablar, Conde no pudo ocultar su sonrisa cuando contó sus sentimientos hacia el deporte: “Tener el béisbol, que es algo que los cubanos llevamos en la sangre, es muy importante. Yo arranqué a los cinco años, es parte de mi vida, encontrarlo aquí fue salvarme el pensamiento, ya estaba muy estresado por no poder jugar”. 

Las historias también incluyen a los más chicos de la familia, hijos que tuvieron que viajar y abandonar sus amigos y costumbres. “Si te digo la verdad, me salvó la vida. Yo jugaba pelota desde que nací y tenía a mi equipo de toda la vida, separarme fue muy duro”, dijo a Sala de Redacción Juan Ángel Gómez, joven de 16 años que juega en el Club Repecho. “Yo discutí mucho con mis padres cuando tuvieron que tomar la decisión de venirse a Uruguay, no quería dejar el béisbol. Por suerte mi padre tenía unos conocidos que me acercaron a este equipo, fue un alivio”, cerró. 

La aceptación del público 

La práctica de los deportes de bateo podría reducirse únicamente a grupos de inmigrantes que lograron organizarse para disputar un torneo. Pero, por suerte, no fue así. La aceptación de los uruguayos fue magnífica, no solo en cuanto a la integración de los equipos, sino en el apoyo económico con los sponsors. Por ejemplo, el equipo Carboneros es apoyado por el club Peñarol. “La respuesta fue genial, hay muchos uruguayos que se acercan, algunos por curiosidad, otros porque les gusta el deporte y finalmente pueden practicarlo”, dijo Filippini. Los Capitalinos son el equipo con mayor cuota de jugadores nacionales, incluso el principal directivo del club es uruguayo. “Soy fanático de este deporte desde los 17 años porque me tuve que mudar a Estados Unidos. Al principio es difícil que te guste algo que no entendés, es lo que le pasa a los uruguayos”, dijo Carace Torrano, referente de dicho equipo.

Sobre su decisión de abrir Montevideo Baseball Club, Torrano dijo que el objetivo principal era “generar un lugar de formación y aprendizaje, para que más niños se acerquen al deporte”. “La idea es popularizarlo y masificarlo , pero empezar en edades iniciales. Aquí tenemos niños que con cuatro o cinco años empiezan a venir”, expresó. “El uruguayo se volvió bastante curioso con la cuestión deportiva. En los últimos años abrieron bastante la cabeza en hacer distintas disciplinas. Con esta oleada de inmigrantes el softbol volvió a reflotar, para mí esta es la definitiva”, finalizó. 

Algunos jugadores uruguayos ya integran equipos que disputan partidos competitivos en la Liga. “El nivel es buenísimo, a mí siempre me gustó el deporte, pero nunca tuve la oportunidad de jugar, más que hacer algunos pases con amigos; esto es una locura para mí”, dijo Martín Bossini, jugador uruguayo de Carboneros. Por su parte, agregó que intenta traer varios amigos al deporte, pero no logra convencerlos por el “arraigamiento a los deportes tradicionales”. 

No parar de crecer

Sí bien la liga tuvo un desarrollo abrupto y acelerado en los últimos años, sus dirigentes y entrenadores todavía tienen muchos “reclamos” y objetivos a futuro. Los más importantes son contar con un espacio propio para los partidos y crecer en la rama femenina y categorías inferiores. 

Salinas dijo que actualmente hay proyectos para conseguir un nuevo espacio y que se busca adquirir un terreno baldío cerca de Carrasco. “Actualmente estamos en conversaciones con el Concejo Vecinal para lograrlo. Buscamos una relación ganar-ganar, porque ese terreno está sin utilizar y nosotros tenemos el objetivo de obtener la concesión, pero con el deber de abrirlo a la comunidad, hacer el proyecto de iluminación” y otros arreglos, dijo el presidente de la Liga. Torrano también se expresó por la necesidad de conseguir un lugar propio donde disputar los juegos en mejores condiciones, “con infraestructura básica, pero la justa y necesaria para realizar el deporte”. “Una cancha que sea exclusivamente de baseball y sóftbol, con baños y vestuarios”, dijo. 

Otro de los puntos importantes es lograr una mayor inclusión de mujeres en el deporte. Según Salinas, no hay una liga femenina por la baja cantidad de jugadoras, pero los tres equipos conformados juegan amistosos regularmente. En pos de la competitividad buscan alejarse del deporte mixto, pero afirmó que hacen todo lo posible para “incluir a las chicas que se acerquen en los equipos y entrenamientos”. 

Otra clave es la renovación generacional que necesita cualquier disciplina para mantenerse a flote.  Actualmente, hay solo dos escuelitas de béisbol. Al respecto, Castaño dijo que “renovar las generaciones es muy difícil porque el fútbol y el basquetbol se llevan un gran porcentaje. Hay un par de escuelas de softbol en varios puntos de la ciudad. De a poco y por presencia los equipos se van a armar mejor, con más chicos. De todas formas, es un proceso largo y que necesita de mucho tiempo, no es instantáneo”. 

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