La disputa de una nueva tecnología que llega para despojar a la anterior no es nueva, existió cuando se creó la radio, el cine y la televisión. La llegada de algo novedoso se percibe como una amenaza, pero en general hay espacio para distintos soportes. La autora de Misterio en el Cabo Polonio, Helen Velando, sostiene que su propia experiencia demuestra la convivencia posible entre libros y tecnología: “Si niños y adolescentes no leyeran, yo no podría vivir de esto”, resumió.
También en diálogo con Sala de Redacción, Federico Ivanier, autor de Martina Valiente y El Bosque, dijo que hoy se compite por la atención del lector con plataformas que ofrecen gratificación inmediata mientras la lectura requiere otra disposición: “atención, imaginación y tiempo. Eso es difícil cuando estás acostumbrado a TikTok o YouTube”.
Según datos relevados por UNICEF, más del 60% de los niños accede a una pantalla antes de los tres años en América Latina. Además, el estudio señala que las pantallas reducen la empatía e inhiben la capacidad de los niños de decodificar gestualidades y aprender habilidades sociales. La Organización Mundial de la Salud, por su parte, recomienda que menores de dos años no pasen tiempo frente a las pantallas y que niños de dos a cuatro años no le dediquen más de una hora al día.
Para Helen Velando no se trata de demonizar la tecnología. “Es maravilloso cuando genera vínculos. El problema es cuando sustituye todo: el juego, el diálogo, la imaginación. Eso empobrece la experiencia emocional y humana del niño”, afirmó.
La autora plantea una visión crítica, pero no conservadora. En sus obras suele integrar la tecnología con humor y reflexión. En Super Pocha y el ladrón de palabras, por ejemplo, un virus informático borra sustantivos, adjetivos y verbos, lo que provoca un caos lingüístico en un mundo infantil. “También eso es problematizar la tecnología. Pero desde el juego, no desde el miedo”, explicó.
Por otro lado, Ivanier reconoció que las historias no necesitan estar plagadas de referencias tecnológicas para conectar con el lector contemporáneo. “No me gusta atarme a lo que está de moda. Si mi novela depende de una red social que va a quedar obsoleta en dos años, pierde fuerza”, explicó.
Aunque sus personajes pueden usar celulares o mandarse mensajes, para él la clave está en otro lado: “Lo importante es que el lector crea en ese mundo. Si lo llevás con una mano firme, va a seguirte. No importa si hay pantallas en la historia o no”. En concordancia, Velando dijo que “un niño que descubre el placer de leer puede tener un celular al lado y aun así volver al libro. Son formas distintas de experimentar el mundo”.
La atemporalidad de las historias se logra al no arraigarse a lo momentáneo. Esto se refleja en El Principito o en Harry Potter, dos de los libros más vendidos de la historia centrados en mundos fantásticos por fuera de nuestra realidad. Estos títulos en conjunto han vendido más de 260 millones de ejemplares y El principito ocupa el segundo puesto de los libros más traducidos del mundo (el primer lugar lo ocupa la Biblia).
El auge de la literatura infantil y juvenil
La literatura infantil y juvenil representa un 30% de las ventas literarias en Uruguay según un relevamiento realizado por El Observador. Este peso en el mercado uruguayo posiciona a la literatura infantil y juvenil dentro de los géneros con mayor público, a la par con tendencias globales, en las cuales el género también ronda dicho porcentaje.
Según el reporte de ISBN (Número Internacional Normalizado para Libros) de La Biblioteca Nacional esta tendencia se confirma desde 2023, año en que la solicitud de títulos infantiles representó el 23% del total superando a la novela (20 %) y a los libros universitarios (16,6 %).

Por otro lado, la plataforma Biblioteca País creada por Plan Ceibal aumentó a 21% el número de ingresos a la plataforma estudiantes en 2024, porcentaje que no se alcanzaba desde la pandemia. Además, el 84% de los préstamos realizados ese mismo año corresponden a estudiantes y el resto a docentes.

En marzo de 2025, la Cámara Uruguaya del Libro lanzó el Premio Bartolomé Hidalgo Infantil y Juvenil, este hecho fue un paso significativo para reconocer la producción nacional y fortalecer la visibilidad del género en el país. También se promueven instancias como la Feria del Libro Infantil y Juvenil de Montevideo, momento de cercanía cultural que se realiza desde hace 23 años.
Una posible coexistencia
Ambos autores coinciden en que la literatura infantil y juvenil actual se define por el entorno: con dispositivos, con cuentos, novelas o con nuevas formas de entretenimiento. Pero también remarcan el rol de las personas referentes. “Un niño no elige tener un celular a los tres años. Lo tiene porque alguien se lo da. El acceso a los libros también necesita de alguien que los acerque”, apunta Velando.
La mediación que se crea entre la escuela, las familias y el acceso de las políticas públicas resulta clave para que el crecimiento del género y la lectura no se reduzca a cifras de venta, sino que se traduzca en lectores reales.
Ni el libro desapareció con la llegada del cine, ni la radio fue destruida por la televisión. Así como han convivido diferentes formatos en el pasado, también es posible que la literatura y la tecnología encuentren un equilibrio. En un mundo veloz y ruidoso, quizás leer sea el último acto de resistencia lenta donde los jóvenes y adultos aún encuentran refugio.