El charrúa usado por los habitantes originales de Uruguay, que hoy se considera prescrito, forma parte del grupo de las lenguas charrúas, en el que también están incluidas el güenoa o wenoa y el chaná, que aún conserva el último hablante nativo oriundo de Entre Ríos, Blas Jaime. Él aprendió todo lo que sabe de su madre, quien lo instruyó en la cultura chaná desde pequeño, y luego de que ella falleció, extendió sus conocimientos al resto del mundo. Tras una investigación, el lingüista Pedro Viegas Barros confirmó la veracidad de la historia.

Del güenoa se conservan unas 18 oraciones. Del charrúa alrededor de 80 palabras. En cambio, del chaná hay un libro escrito por Jaime, con la estructura gramatical de la lengua, usos e historias ilustrativas de su cultura. 

Ciro Rodríguez, descendiente charrúa y parte del clan Choñik -conjunto de familias de ascendencia charrúa en Uruguay-, dialogó con Sala de Redacción y contó que el último 11 de abril -Día de la Nación Charrúa-, antes de la pandemia, Jaime estuvo en Uruguay y ofreció su ayuda “para completar con chaná” lo que les “falta de lengua charrúa”. Por su parte, Guidaí Vargas Michelena, integrante de la comunidad Cultural Charrúa Basquadé Inchalá -ubicada en Montevideo y dedicada a la recuperación colectiva de la cultura charrúa-, coincidió en la predisposición de Jaime, y agregó que está la posibilidad de hacer un diccionario charrúa/chaná al español, según dijo a Sala de Redacción.

Existen significativas coincidencias entre ambas lenguas, sobre todo en algunos términos como “inchalá”, que puede significar “hermano”, “hermana” o “hermanes” -Ciro destacó lo inclusivo de la palabra-. También hay historias que relatan intercambios de personas entre pueblos, en las que en teoría, los idiomas se mezclaban. En el libro de Jaime y Barros La Lengua Chaná. Patrimonio Cultural de Entre Ríos, la explicación de la palabra “tató adá” -hombre hembra o afeminado-, acota que los charrúas recibían como sirvientes a los hombres chanás expulsados de sus tribus, por presentar características femeninas.

Símbolo distintivo del Clan Choñik.

La lengua

Vargas Michelena hizo hincapié en lo importante que es para su comunidad tener una lengua propia. Dijo que “aprender la lengua es recuperar parte de nuestra identidad y de nuestra cosmovisión”, un símbolo de unión, y aunque Basquadé Inchalá haya incorporado solo algunas palabras y no todo el espectro chaná -porque es algo que demanda mucho tiempo-, intentan incorporar la lengua a su cotidianeidad. Los saludos y las bendiciones también son algo que tienen integrado: ¡njarug! es el saludo en chaná y mar ipir la forma en la que agradecen.

Lo que se conoce del charrúa y del chaná es de transmisión oral, y es por eso que se pueden encontrar algunas diferencias, como en la palabra chalouá -muchacha-, que también puede ser encontrada como chaloná, manifestó Rodríguez. Asimismo, Rodríguez deduce que hay dos términos para referirse a la luna, guidaí y zoba, porque una es femenina y la otra masculina o porque refieren a diferentes fases de la luna. Pero Vargas Michelena difirió, atribuyéndole zoba a otra cultura. Lo mismo entiende sobre gualiche -espíritu maligno-, y explicó que son estrictos con el origen de las palabras.

Lo que se conserva de cada lengua da pistas para comprender las cuestiones a las que prestaban atención. En charrúa se conservan nombres de animales, números, los elementos naturales, las herramientas y armas de uso diario, las partes del cuerpo y frases como guahíf gomálat -hay que acogotarte-, también -matar- y codi -traidor-.

Electrochoques 

Vargas Michelena, hija de los fundadores de Bascuadé Inchalá, habló sobre los inicios de la comunidad y de sus primeras intenciones, que fue el “rescate de la cultura” y dentro de ella, “de la lengua, danzas y vestimenta, unidas a las costumbres”. Asimismo, el clan Choñik, una “familia extendida”, explica Rodríguez, también recuperó parte de su cultura a través de los relatos de los ancestros. 

Rodríguez recordó las historias que su madre le contaba sobre el “Indio” Espinosa, su bisabuelo. Con el cambio de la luna el hombre agarraba el morralito donde guardaba su salvia, tabaco y pipa, y se perdía en el monte. Cuando un día su nieta le preguntó qué iba a hacer, el abuelo le respondió que “a hablar con la luna”. Gracias a historias como estas, entre todos aportaron elementos de sus ancestros con los que formaron un “diseño de ceremonia común” del ritual de la luna llena, que es “el más importante de la cosmovisión pampa, no solo de la charrúa”, cuenta Rodríguez.

La presentación de los niños a la luna también es muy significativa. Vargas Michelena contó que con los integrantes de la comunidad iban a las escuelas a realizar obras teatrales e interpretaban el ritual. Además resaltó el trabajo de recuperación que hizo su madre, Mónica Michelena, “de la parte histórica y también las crónicas que hablaban del registro de la lengua charrúa”. A su vez, su padre, Alejandro Vargas, indígena peruano, ayudó a su compañera con la recuperación de la lengua, compuso canciones en charrúa -como “Basquadé!”-, y poesías en chaná y en charrúa.

Recuperación 

La producción de cultura alrededor de una lengua, que se supone fallecida, es esencial para su recuperación. No sólo significa crear un material para mostrar a los descendientes, sino producir cultura y arte en el idioma con el que se identifican. Vargas Michelena contó que además de su padre, hay un “veterano” en la comunidad, el “Indio” Martínez, que “incentiva y crea las canciones y la danza, basándose en los registros de época, porque esa parte no se mantuvo”. También destacó una canción que para ellos “es como un himno” y que está en los libros de Primaria: “Bascuadé, bascuadé, inchalá / Bascuadé, bascuadé, inchalá / Hue, hue, hue, it, guidaí / Hue, hue, hue, it, guidaí / Bilú, bilú guidaí / Bilú, bilú guidaí”. Traducida al español, la letra dice: “Levántate, levántate, hermane / Agua, agua, agua, fuego, luna / Hermosa luna, hermosa luna”.

Rodríguez también compuso música con letras en charrúa y chaná y en 2012 editó un CD con ayuda del Fondo Nacional de Música, llamado “Choñik, una voz de la tierra”, en el que se compilaron canciones como “Canción de cuna”, “Vaimaca Piru” y “Walicxe Choñik”. 

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