Si bien su camino en la esfera pública empezó de la mano de la militancia estudiantil, su carrera política propiamente dicha es corta: Omar Paganini siempre ha tenido un perfil técnico. El ingeniero electricista y máster en Dirección de Empresas, que fue durante años asesor del actual presidente en temas energéticos, tuvo varios cargos de jerarquía en la Universidad Católica, donde fue decano de la Facultad de Ingeniería, vicerrector de Gestión Económica y Desarrollo y director de la UCU Business School. También estuvo vinculado a la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) como miembro del Comité de Emprendimientos y del Comité de Empresas, y fue consultor del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA).

Más atrás en el tiempo, fundó, en 1990, una empresa de servicios de ingeniería y automatización para la industria, se radicó en el departamento de Paysandú para asumir como director de la empresa Paylana SA en 1995 e integró la consultora ITC de Antel de 2001 a 2003. La cercanía con el máximo mandatario y sus conocimientos fueron lo que lo llevaron al mundo de la política, cuando fue elegido por Luis Lacalle Pou como ministro de Industria, donde tuvo una gestión sin mayores polémicas. Ahora, las vueltas de la vida -o las de un pasaporte- lo colocaron al frente de la Cancillería. 

En este escenario, el propio Paganini reconoció en rueda de prensa que le sorprendió el ofrecimiento, aunque resaltó que lo toma como un desafío y un reconocimiento muy importante. Consultado por Sala de Redacción sobre la formación de Paganini y sus aptitudes para desempeñarse como canciller, el consultor en Comercio Exterior, miembro evaluador del Tribunal de Ingreso y Ascenso del Ministerio de Relaciones Exteriores y coordinador de Desarrollo de Proyectos del Ministerio de Educación y Cultura, Gonzalo Oleggini, sostuvo que su trayectoria y su distancia del mundo de las relaciones exteriores puede tener pros y contras. “El efecto negativo es que no conoce cómo funcionan las relaciones internacionales, pero eso también tiene un efecto positivo que es pensar afuera de la caja. Muchas veces las cancillerías, en esa estructura de pensamiento que es tan rígida, precisan personas que vengan de otra área para sumar una forma diferente de tomar decisiones”, expresó.

En cuanto a las líneas de su gestión, el flamante canciller tuvo como primer reto viajar a China con el presidente y, en el marco de su asunción, el exministro de Industria ya había destacado la importancia del gigante asiático en la agenda de comercio de Uruguay, así como el objetivo de seguir impulsando el Acuerdo Transpacífico y mejorar el vínculo con Estados Unidos. “Por supuesto que Uruguay tiene una oportunidad en este mundo que está cambiando, que presenta muchos desafíos, pero el país está siendo cada vez más reconocido y tenemos que aprovechar el momento para posicionarnos lo mejor posible, atraer inversiones, abrir comercio, que es un trabajo que viene desde el principio de este gobierno”, dijo en la ocasión, según informó Teledoce.

En este sentido, el consultor manifestó que, por el perfil del actual canciller, se puede esperar un ministerio que apunte al pragmatismo, algo que no se ha visto hasta el momento. “Creo que va a tratar de hacer cosas concretas, aunque no sean de una fuerte incidencia, como lo sería cerrar un acuerdo comercial”, adelantó. “La Cancillería tiene una línea y esa línea tiene cierto grado de independencia con respecto a lo que el ministro pueda aportar, entonces los impactos de los cambios no son tan relevantes. Pero lamentablemente lo que es claro es que después de este tiempo en el gobierno, los resultados no son los esperados”, cerró Oleggini.

De atrás hacia adelante 

En marzo de 2020, Ernesto Talvi se posicionó no sólo como la promesa del Partido Colorado, sino también de las relaciones exteriores del país. El doctor en Economía incursionó en la política partidaria en 2018, logró una rápida popularidad en el electorado uruguayo y se convirtió en candidato presidencial de la fuerza colorada, tras superar al ex presidente Julio María Sanguinetti en las elecciones internas.

Talvi, Ache, Lacalle Pou y Álvaro Delgado durante una reunión a poco de asumir el gobierno, en marzo de 2020. Foto: Presidencia

Luego de la victoria del gobierno de coalición, fue designado como canciller. Si bien, según precisó Oleggini, no llegó a conformar una línea de gestión porque se fue prácticamente sin empezar, su propuesta era instaurar una nueva cancillería que trabajara a nivel multilateral, regional y bilateral, orientada en dos unidades productivas: la diplomacia de negociación y la diplomacia de promoción.

Cuatro meses más tarde, su inesperada salida del mundo político (lo que significó la primera baja en el gabinete de este gobierno) dejó en jaque al Ministerio de Relaciones Exteriores. Fue entonces cuando Francisco Bustillo entró en escena, a la que llegó tras una reconocida trayectoria como diplomático de carrera. Bustillo ingresó por concurso de méritos a la Cancillería el 1 de enero de 1986, fue embajador en Argentina y en España, además de desempeñarse como director de Asuntos Institucionales y de Asuntos Económicos Bilaterales de la Cancillería de Uruguay.

Conocido por tener una estrecha relación tanto con Lacalle Pou como con Alberto Fernández, actual presidente argentino, Bustillo terminó de forma abrupta su gestión, sin lograr una de las líneas prioritarias de este gobierno: firmar un acuerdo de libre comercio con China.

Bustillo en la interpelación de agosto de 2022 en el Senado. Foto: Departamento de Fotografía del Parlamento del Uruguay

En el camino, se enfrentó a varias polémicas: desde gastos que se entendían excesivos hasta la polémica que lo llevó a renunciar: el registro de una conversación en la que le sugería a Carolina Ache, que en su momento ocupaba el cargo de subsecretaria de Relaciones Exteriores, que buscara la forma de no entregar pruebas sobre los entretelones de la emisión del pasaporte emitido a Sebastián Marset, ciudadano uruguayo vinculado al narcotráfico.

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