Pedrosian es antropólogo, doctor en Filosofía y docente de la Facultad de Información y Comunicación (FIC) de la Udelar. Sala de Redacción conversó con él sobre los contenidos de Narrativas Barriales que expresan diferentes miradas y problemáticas de la conformación de los barrios. Narrativas barriales es una serie de informes etnográficos producidos por el Laboratorio Transdisciplinario de Etnografía Experimental (Labtee) de la FIC y TV Ciudad con un colectivo de vecinos, Bibliobarrio, que es una editorial artesanal de libros que funciona en el Club Reducto, atrás del Hospital Vilardebó. Pedrosian fue el coordinador de la serie, asegura que fue un trabajo de equipo y aclara que “es un premio colectivo”. Los protagonistas de cada episodio son habitantes de la ciudad que presentan cada barrio desde su experiencia.
-¿Cómo surgió la idea? ¿Qué los motivó a hacer este trabajo?
-Todo surge de un proyecto integral de investigación que involucra espacios de extensión universitaria de intervención social y diferentes ámbitos de enseñanza. En 2012 habíamos armado un grupo de etnografía experimental dentro del Departamento de Ciencias Humanas del Instituto de Comunicación. En 2015 armamos un programa específico llamado Comunicación, Arquitectura, Ciudad y Territorio. Trabajamos las temáticas urbanas, la relación de la comunicación con la antropología, la arquitectura, las formas contemporáneas de habitar y armamos una investigación sobre lo que fue históricamente el segundo ensanche de la ciudad de Montevideo, que a nivel de la planificación urbana se hizo en 1878 desde Ejido (y La Paz) hasta bulevar Artigas. Aquí hay una multiplicidad de barrios y de territorios urbanos que son muy interesantes para estudiar, porque existe un abanico de situaciones culturales, sociales, que van desde el abandono y la precariedad hasta altos niveles de confort. Lo que sucede es que por el sistema capitalista la gente común es echada de ese lugar para que vengan poblaciones con más recursos. Es una zona intermedia a nivel económico y social. Además de ser barrios emblemáticos de la identidad montevideana como son Palermo, Cordón, Aguada, La Comercial, Villa Muñoz, La Figurita, Reducto, Bella Vista, Goes, etcétera. Dentro de ese panorama se me ocurrió hacer un taller de escritura e investigación, abierta a todo el mundo, como una forma de compartir las herramientas de la etnografía urbana.
-¿Cuánto tiempo les llevó?
-Desde el proyecto básico hasta su emisión por televisión nos llevó tres años, 2016 a 2018. Una vez que teníamos conformado los ocho casos y los ocho participantes, sumamos a compañeros de la FIC del área audiovisual, Pedro Cayota y Rodrigo Vidal, junto con el laboratorio etnográfico. Entre todos salimos a rodar sobre los “Territorios urbanos”, siendo este el tema que estaban trabajando. Se involucra a TV Ciudad y salen en el informativo Informe Capital una vez a la semana, todos los viernes, durante dos meses a fines de 2018.
-¿Qué es un taller de narrativa etnográfica? ¿Por qué recurriste a él?
– Es un espacio en el que exploramos las diferentes formas de generar conocimiento a partir de las herramientas de la etnografía, a partir de la generación experiencias de involucramiento en los diferentes fenómenos que le interesan a cada cual. Desde tu propio insight que está relacionado con tu propia historia de vida, con las preguntas que te hacés, con los entornos cotidianos. Aquellas cosas que te interesan y son ajenas uno se acerca a través de la generación de un pensamiento. En el taller trabajamos cómo esa experiencia de vida se puede transformar a una forma de comunicación, a una narrativa. Tratamos de que cada uno encuentre su forma de escribir, su estilo, cómo se identifica para poder comunicar todo ese pensamiento que se genera, desde la subjetividad de cada uno. Nos pareció importante abrir un ámbito donde pudieran participar directamente los habitantes de la ciudad, desde diferentes experiencias, con poblaciones de diferente perfil, heterogéneo, fue como tirar una red al mar. Trae las voces de la ciudad, complementado con una mirada más etnográfica y de historia urbana, estudios culturales, datos sociológicos y análisis comunicacionales que tienen que ver con ese territorio. No solo tenemos entrevistados, sino sujetos directamente participando como actores. No se convirtieron en etnográficos, pero sí pudieron tener un acercamiento a la reflexión y a la producción de saberes sobre las problemáticas de la ciudad. Cada uno creó su propio conocimiento desde su lugar. A eso yo le llamo “saberes habitantes”. Estos saberes pasan a ser de la ciudad, como las leyendas o mitos. Participó una profesora de declamación, una abogada jubilada, una ginecóloga, un sindicalista del transporte, un sociólogo que trabajaba en la intendencia, un escritor de hip-hop.
-¿Qué problemas sociales trajeron aparejados los cambios barriales como el abandono de edificios y de medios de transporte como el tranvía? ¿De qué manera pueden ser atendidos?
-En este segundo ensanche de la ciudad es donde pudimos ver las tensiones más importantes en esta producción de lo territorial vinculado a lo social. Es una tensión entre el deterioro y la gentrificación, es decir están esos “agujeros negros” donde hay muchas casas abandonadas, o muchos galpones abandonados, como en la Aguada, y por otro lado están las mejoras de la ciudad, con personas expulsadas a la periferia. Tratar de que esta población pueda vivir en el centro de la ciudad sin que sea solo para gente de alto poder económico. Uno de los problemas de la ciudad es el pasar de la carencia hacia la exclusividad. Estuvimos buscando zonas donde esto pasara pero buscando alternativas a esto. La investigación trata de tirar líneas en ese sentido. También aparecen en el programa Narrativas Barriales actores sociales que recuperaron ese espacio.
-¿Cuál es a tu juicio el principal problema de habitar en Montevideo?
-Tenemos un enorme problema con el tránsito en la ciudad. Está totalmente saturada de vehículos, fuera de control. La ciudad es hoy por hoy automóviles. Es una cosa descomunal. La vida en la calle como espacio barrial, cotidiano de vida, está permanentemente asediada por ese flujo de automóviles cada vez mayor e imparable. Este es uno de los grandes temas. Otro es el espacio público propiamente dicho. Como las intervenciones urbanas como el parque Liber Seregni que ha sido algo muy positivo, pero sigue existiendo el gran stock de vivienda abandonada y precarizada. Han salido leyes sobre el tema de estas viviendas pero siempre estamos en el hecho de tocar la propiedad privada. Cuando había mucha migración Montevideo creció de una manera muy rápida, luego la población fue expulsada por la crisis económica. Todo eso que creció rápidamente quedó abandonado y empezó a hundirse. El tema es cómo le sacamos jugo a esto para la inclusión social. Este es el gran desafío.
-¿Ha cambiado tu concepto de barrio luego de esta investigación?
-Si totalmente. Incluso con el equipo participamos de un taller interdisciplinario que se llamaba “Territoriales barriales y una ciudad contemporánea”; la propia idea de barrio se convirtió en un problema para pensar y cuestionarnos ¿a qué llamamos barrio? Entre todos fuimos haciendo una crítica a ese concepto de barrio como un área, con fronteras claras y que está uno al lado de otro. Empezamos a pensar en las barrialidades, en esos vínculos, en esas formas de subjetivación que nos hacen sentir que estamos en un barrio o no. Ahí es donde aparecen las diferentes formas de comunicación, de mediación de lo barrial. Podemos llamar dimensión barrial a esa delimitación socioterritorial del espacio y de los vínculos sociales donde lo íntimo inevitablemente queda expuesto. Va más allá de nuestros límites, aunque no lo queramos. Al mismo tiempo, lo que sucede fuera de nuestros hogares nos interpela. Lo más propio expuesto y lo más ajeno cercano. El barrio es lo intermedio entre la vivienda y la ciudad toda, se trata de una configuración antropológica de un tipo de comunicación específica, ahí podemos decir que hay barrio.
-¿La reestructuración social en que afectó a la población. ¿En qué sentido pensás que esto fue mal implementado? ¿Cómo se debió haber hecho?
-Cuando se formó la ciudad la concepción de urbanismo era diferente de cómo se entiende ahora, se pensaba que se podía controlar el crecimiento de las ciudades, que se podían planificar esos crecimientos a priori y que la población fuera a vivir en esos lugares. El ensanche de Barcelona es uno de los ensanches más famosos del mundo que data de 1860. El de Montevideo es de 1878. Ya existían zonas como el Cordón, la Aguada. Incluso en este último barrio es donde se alojan los primeros pobladores. Pero hubo un afán de control, de regular ese crecimiento, y al mismo tiempo se lo hizo desde una mirada especulativa, para el mercado inmobiliario. Se manzanó todo buscando el máximo rendimiento de la superficie, sin tomar en cuenta ninguna otra alternativa: en el proyecto original casi que no hay plazas, ni espacios públicos verdes, no había nada. Las canteras del Parque Rodó eran todas manzanas, eran retículas que cubrían todo, así como pasó con el Cerro. Esta es la gran crítica que yo le hago a la reestructuración social.
-¿Por qué el progreso no puede coexistir con los edificios históricos?
-Nadie niega que esto pueda pasar. Hay todo un debate a nivel arquitectónico sobre el patrimonio, sobre las construcciones preexistentes. Pasa como el libro de Umberto Eco, Apocalípticos e Integrados: hay quienes sostienen que no se debe tocar nada y para otros hay que tirar todo, porque lo que importa es lo que viene. Es una hibridación, es un poco de cada cosa. Nosotros tenemos un gran patrimonio edilicio que es reconocido en todo el mundo. Incluso tenemos las casas patio y las casas estándares, influenciadas por el Art nouveau que hacen de Montevideo un lugar único. Muchos de estas casas están abandonadas o en situación de precariedad, en estos últimos tiempos hubo un gran reciclaje. Pero también uno puede pensar que se construye por mera especulación inmobiliaria, ya que hay mucho dinero en juego, construir sigue subiendo el precio, no baja.
-¿Cómo ves la llegada de UPM y la reactivación del tren?
-Siempre es la misma discusión: si uno queda sujeto a las reglas de los grandes inversores es muy peligroso lo que puede pasar. Es cierto que hay que revitalizar el tren y es una gran oportunidad para ello, pero al mismo tiempo hay que pensar bien cómo se consigue esto. Hay un gran grupo de vecinos que están en la vía y saben que los van a desalojar por la construcción de este tren. Toda transformación urbana siempre implica un cierto grado de violencia, eso nos lo dice la historia: en el Barrio Sur, cuando se hizo la rambla sur se echó a un montón de gente que vivía en el arrabal sur, se supone que debemos ir aprendiendo y haciendo las cosas de manera más democrática, más participativa, respetando las diferentes voces.
-¿Pensás que los uruguayos idealizamos el pasado?
-Eso es uno de los “universales de la cultura” como lo denomina la antropología estructuralista. Esto es algo que se venía dando antes de la revolución de la información y el conocimiento. A partir de la posmodernidad y de la aceleración que traen las nuevas tecnologías, eso ha ido cambiando de forma peligrosa: hay una pérdida de memoria, parece que todo fuera un presente absoluto. Pero esa idealización del pasado se debe a un proceso de mitologización de la edad de oro: a través de las migraciones se fueron creando eso mitos en torno a los orígenes del territorio. Cuando vemos los problemas nos damos cuenta de que se repiten. Siempre tuvimos más o menos los mismos problemas. No todo pasado fue mejor. Esta idealización es propio de la construcción del imaginario colectivo. No es solo de Uruguay o de Montevideo.
-¿Qué crítica le harías al desarrollo urbano?
-El mercado es siempre el que manda. El tema es cómo pueden incidir las políticas urbanas, que solo lo pueden hacer en lo público, porque ahí es donde pueden tener más control. Por eso se trabajó mucho en plazas en parques, la plaza Liber Seregni es un gran ejemplo de eso: antes había una manzana doble de galpones de la intendencia y convirtieron eso en un pulmón increíble en el corazón de la ciudad. Hay una gran zona que no se pudo tocar que es el área de la pensiones donde se mal vive, donde las viejas casas son derribadas y se hacen edificios. Existió una ley para la inversión en vivienda social que al final solo sirvió para los inversionistas. Se crearon apartamentos pero no fueron para esa clase media que se quería ayudar. La propiedad y la tierra es muy difícil de tocar, ya que es la base de la lógica del capitalismo en general.