Liliana Enciso es docente de inglés, adscripta y actriz desde hace 25 años. Durante la pandemia -y como manera de reinventarse- creó a través de las redes sociales el personaje “la profe”. El personaje adquirió fama cuando sus videos fueron viralizados por distintos profesores de todo el país. En la actualidad presenta su show de stand up en Alejandría Café de las Artes, en Montevideo. A su vez tiene funciones confirmadas en Salto, Melo, Treinta y Tres, San Carlos, Maldonado y Durazno. Sigue recibiendo llamadas para presentarse en diferentes teatros del país.   

¿Cuándo te diste cuenta que el teatro era algo que te interesaba explorar?

-Desde 1995 empecé trabajando en obras infantiles, hice giras por el exterior. Después con el personaje de la “Tía Libi” -que es un personaje para niños, se usó en la campaña de la Intendencia de Montevideo- recorrimos los barrios. También hago espectáculos para público adulto en el Teatro del Centro y en el Castillo Pittamiglio, es decir, teatro independiente. El personaje de “la profe” es el primer stand up que hago.  

¿Qué son la actuación y el teatro para vos?

-Mi primer gran amor fue el teatro. Es lo más importante. Primero actúe y después empecé el IPA. Más tarde me enamoré de la docencia. 

Trabajaste mucho para el público infantil pero también para el público adulto. Podría pensarse que son diferentes y por momentos incompatibles ¿Es así?

-Son públicos diferentes. El público infantil es más de videojuegos, de redes sociales. Hay que estar todo el tiempo con canciones y colores. Hago el personaje de Tía Libi con canciones de María Elena Walsh y cada canción es un cuadro por separado, personajes separados, con marionetas y de repente aparece el gato con botas, el rey león. Todo el tiempo hay que estar llamando la atención. El público adulto es un público muy exigente también. El uruguayo no es de risa fácil. No me quejo porque me viene acompañando desde que empecé a trabajar para el público adulto. Hay obras con las que hemos estado cuatro años en cartel, como el caso de “Loca como tu madre”.       

En una entrevista en el diario La República dijiste que el género infantil y la comedia están bastardeados ¿Por qué crees eso?

-Es así. El público lo elige, los intelectuales del teatro lo critican. Uruguay tiene una tradición de teatro de texto muy fuerte. Las obras que ganan los premios Florencio por lo general son de texto. Estuve nominada a mejor monologuista en el año anterior a la pandemia por la obra “Sexo, mate y corrupción”. Sabía que no lo iba a ganar porque en la terna había nominados con personajes dramáticos… No necesito de la aprobación del otro para lo que hago. Me interesa la aprobación del público, que es el que está, el que me acompaña. Es el que te pone en el lugar justo. Recién ahora el género comedia entró dentro de los premios. Es difícil que desde el “intelectual” o “pseudo intelectual” acepte el humor como arte. No es ni mejor ni peor que el drama. 

¿Qué es el humor? 

-Hacer reír es una tarea difícil. Hacer reír no es un género menor. Lo que me interesa es que el público se divierta, la pase bien y más ahora en tiempos de pandemia. Si surgiera la posibilidad de hacer drama, no podría hacerlo por haber hecho durante mucho tiempo personajes desde el humor. No lo sé, por eso valoro mucho a la gente que hace drama. Por algo lo que representa al teatro son las máscaras de la comedia y la tragedia. Son complementarios ambos géneros, no existe uno sin el otro. 

¿Cómo surge la idea de la profe y de llevarlo a las redes sociales?

-Dos años sin poder hacer teatro, es como si me hubieran desenchufado en el CTI. Desde los 21 años vengo actuando de forma ininterrumpida. Íbamos a empezar en el teatro La Candela, teníamos todo pronto para estrenar una obra de Tulipano y justo se cerró. El personaje de la profe surgió como algo personal: tenía que mover el auto de lugar, porque una de las cosas que hice en la pandemia fue dejar de pagar el garage. En la madrugada me desperté y me di cuenta que me había olvidado de cambiar el auto de lugar, eran las 4 de la mañana. Bajé con el celular, lo cambié y se me ocurrió hacer un video en que hablaba con el personaje “Raquelita”, que estaba corrigiendo de madrugada. Como no me podía dormir empecé a decir que no podía con la angustia. El video se viralizó. Para mí era impensable. Ahí empezaron a escribirme los profesores por mensajes privados, me pedían que hablara de cosas, de situaciones. Empecé a hacerlo como una forma de diversión. Sí lograba salvar a alguien de la angustia, estaba buenísimo, sin muchas más expectativas. A partir de la repercusión en las redes, surgió la idea de trasladarlo al teatro. Con tantos años en la docencia, nunca había hecho una profe. Empezamos en julio y desde ahí hasta ahora se han agotado todas las funciones y seguimos en octubre. La gente responde, se ríe. 

¿Cuál es el secreto para que funcione? 

-Creo que es el espejo. Siempre fue visualizada la maestra en los sketch. A los profesores, que son más diversos, nunca se los visualiza. El estar tantos años en la docencia me permite tener los tics de los perfiles de los profesores por asignatura. Nos reímos de la realidad exagerada.         

¿Cómo impactó la pandemia en el teatro?

-Soy adscripta y profesora, tenía mi sueldo. Fue muy invisible la cultura desde las políticas de Estado: los compañeros del teatro recibieron sólo dos veces y por tres meses una partida, en un año y medio de pandemia. El área cultural está muy castigada y se cerraron teatros que nunca más van a abrir. Se cierran ventanas a la magia, a la imaginación, al pensar. Lugares donde la gente reflexiona. Son pequeñas tumbas que van quedando por Montevideo. Ojalá algún día las políticas de Estado se acuerden del teatro independiente y del artista. Si alguien salvó a la gente de la pandemia fueron los artistas, sin embargo, el arte fue lo más castigado en la pandemia.  

Pudiste explotar tú arte a través de las redes ¿Cómo fue? 

-No era muy de las redes, por la edad que tengo. Todo se generó con el personaje “la profe” y empecé a jugar con eso. Empezó a ser una forma de divertirme. La pandemia era como un tsunami de sensaciones y me permitía surfear. Dejó muchas secuelas psicológicas, le encontré un sentido, un porqué a la vida y así empecé a hacer videos. Era algo que me hacía estar bien, reírme, disfrutar. Sentía que estaba haciendo algo por otra gente que no tenía rostro pero que estaba. 

Lo interesante es que no se agotó en lo virtual. Tuvo un pasaje hacia el teatro. 

-Es que la educación secundaria es inagotable, siempre hay cosas para contar. Todo se usa para hacer humor. Desde las reuniones de profesores hasta noticias que salen en la prensa con componentes tragicómicos. Fue algo nuevo para mí. 

¿Qué devolución tienes del público cuando visitas los teatros?

-Pensé que cuando fuera al interior la realidad sería distinta, porque son más tranquilos. Pero viven lo mismo, los mismos problemas, la misma alegría. Me piden sacarse fotos, quieren conocer a la persona que conocieron en las redes y poder tener ese contacto humano. Recibo mucho cariño. En Rivera hice dos funciones: la pase genial, muy copada la gente. En Minas igual. Los profesores de biología hicieron un encuentro a través de zoom y me invitaron a participar. La obra involucra a mucha gente, es una gran cadena de la educación. Los alumnos de la escuela técnica de Palermo hacen los tapabocas de “la profe”, yo se los compro para que ellos tengan materiales y se los regalo al público. De alguna manera están todos presentes: alumnos, profesores, directores. Han venido inspectores de secundaria a ver la obra. La idea es divertirnos.  

¿Es apta para todo público o sólo para profesores? 

-No, en la función de hoy había licenciadas en enfermería. Ha venido gente que me sigue desde siempre; padres, alumnos, chicos que iban a verme en el personaje de Tía Libi. Está bueno que los alumnos puedan ver otra cara del docente, la cara más humana. 

¿Con qué se va a encontrar el espectador en estas presentaciones de “la profe” en la sala Alejandría del Café de las Artes y en las salas del interior?

-Se va a encontrar con una profe que le cuenta lo qué le pasó en la pandemia. Habla de su marido, de lo que fue convivir veinticuatro siete. Todo con mucho humor. Se va a encontrar con un espejo. De que los docentes pudieran mantener la educación a pesar de la pandemia, eso fue fantástico. Pocos países pueden decirlo: los docentes somos pequeños héroes. 

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