Es de noche en Rosario y reina el frío. En una casona que pasa casi desapercibida, unas escaleras
repletas de frases de aliento entre sus escalones de baldosas llevan a un primer piso con montones de bicicletas apiladas.

Golpeo la puerta y abren. A pesar del frío, la multitud de personas reunidas emana una calidez particular, que se mueve dentro de una habitación de techos altos y ventanales rojos. Las paredes están craqueladas, con pintura al caer en algunas partes, mientras otras sostienen fotografías de varios jóvenes en algún viaje a Buenos Aires.

Una silla detrás del director me ofrece una ubicación que permite apreciar la murga que se agrupa a su alrededor, en semicírculo, siguiendo sus peticiones. Las risas, acompañadas de chistes y algún rezongo, son moneda corriente. En el suelo de madera desgastada se encuentran los infaltables para una noche de ensayo: mate y cerveza.

Juego a descifrar las canciones detrás del cuplé, el salpicón o la retirada; es un juego que pierdo con éxito. A lo largo de la noche, las voces se entremezclan conforme cambian las melodías y el director hace pausas para indicar movimientos -que incluyen subir y bajar piernas y brazos al compás de la música- o introducir algún chiste de manera teatral.

En determinado momento, comienzan a cantar lo que por su melodía identifico como “Descolgando el cielo”, de Pitufo Lombardo. Parece el ensayo de una murga uruguaya y por instantes me olvido de dónde estoy realmente. Vuelvo a mirar a mi alrededor y veo que más de uno tiene una campera o un pantalón de Rosario Central. No estoy en casa, sino en el país vecino.

Al finalizar el ensayo, los integrantes de la murga Ojo al Piojo se reúnen todos en el suelo y, sentados como los indios, hacen lo que parece formar parte de su ritual al ensayar: cantar retiradas acompañados de una tradicional guitarra criolla.

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“En cada zona de Argentina, la murga va tomando diferente forma”, cuenta a Sala de Redacción Agustín Coggiola, director de Ojo al Piojo. En Córdoba en una época había muchas murgas usando cuarteto; son géneros que uno va eligiendo”, agrega. Rosario tiene la particularidad de que históricamente las murgas revolucionaron la escena, y es por eso que se las prohibió durante la dictadura, y hasta 2012 el feriado de carnaval no figuró en los almanaques ni se celebró. Las murgas de estilo uruguayo en el centro de Argentina tienen una corta historia, “no superan los veintipico de años”, precisa Coggiola. Ojo al Piojo es una de ellas.

Surgió en 2010, con el impulso de un director que era de Concordia, Entre Ríos, y esa cercanía con Uruguay hizo que la agrupación adquiriera el estilo uruguayo. Aquel año, Agustín Coggiola se acercó a los ensayos porque una amiga le comentó que buscan bombista y él -sin saber cómo funcionaba el instrumento- se sumó al grupo. Pero la vida tenía otros planes para él porque, en 2016, solo seis años después, comenzó a dirigirla y fue allí donde, según comentó, la murga comenzó la búsqueda de un estilo propio.

Desde las melodías, las letras y la forma de plantearse los espectáculos -que se parezcan más a la movida local- Ojo al Piojo llega a una mezcla de estilos en la que predomina el rock nacional. Aunque, el director comenta que siguen códigos uruguayos. “Tenemos presentación, salpicón y retirada; vamos buscando el hacerlo con formatos que vemos de lo que pasa allá. Aunque nuestra presentación se conforma en su mayoría de melodías de rock nacional y una melodía uruguaya, en nuestra retirada se menciona un personaje de la ciudad y nuestro salpicón está armado con dos chacareras, no son plenas, que es lo que se utiliza en los salpicones uruguayos. Tenemos de referencia la murga uruguaya, pero lo vamos adaptando según cuestiones que son más locales”, puntualiza.

Presentación del espectáculo “Lo esencial es invisible a los piojos”. Foto: Ojo al Piojo

Un hito para Los Piojos

En 2020 se dio un acontecimiento importante para la murga, al participar en el primer y único concurso de carnaval que se realizó en Mar del Plata para murgas de estilo uruguayo. La propuesta les llegó como de casualidad y la aceptaron ya que algunos “ex piojos” estaban en la organización. El grupo salió tercero, pero la instancia los ayudó a culminar un espectáculo que no lograban cerrar, fue una experiencia desafiante que los obligó a tener lista su presentación antes de lo previsto, había un plazo que cumplir. Sin embargo, el concurso no logró las repercusiones esperadas, así lo cuenta Coggiola al referirse a los gastos: “decidieron organizar este concurso endeudándose, con algunos patrocinadores, pero nada muy fuerte; de hecho hablo con ellos y algunos me comentan que aún siguen pagando cosas”, revela.

La difusión es otro problema en Rosario, por ello surge el colectivo de murgas estilo uruguayo de Rosario, en busca de generar un mayor movimiento. Este grupo está formado por lo que parecían ser varias murgas, pero quien dirige Ojo al Piojo dice que eran murguistas de unas pocas murgas redistribuidos que generaban esa impresión: “En su momento era mucha murga, pero pocos murguistas”. Agrega que nunca formaron parte del colectivo, que no cuenta con más de tres o cuatro murgas partícipes, y una cantidad similar por fuera. Esa segunda fracción, entre las que se incluye, dice que son murgas que “por lo general estamos laburando todo el año, sacando espectáculos muy seguido”.

Construir desde lo artístico

¿Qué buscan transmitir con Ojo al Piojo?

—Encontramos un lugar en la murga para decir cosas en pos de construir un futuro distinto, me parece que esa es una buena definición, un lugar para construir con todas las críticas y contribuciones que se le puedan hacer, siempre estamos pujando con eso, construir. Entendemos a la murga como un espacio de militancia, por eso intentamos organizarnos para llevar el mensaje lo más amplio posible, para que se escuche y generar cierto análisis desde el arte que, en general, no se hace desde posiciones más académicas y más duras. Decimos lo que entendemos o lo que vamos descubriendo de nuestra realidad y tratamos de generar otro tipo de código para que no sea todo un garrón y para poder reírnos un poco de nuestra realidad. Y que repercuta, para que el que nos escuche se quede pensando, o preguntando o active de alguna manera, que no sea solo hacer memes en una red social, sino construir también desde lo artístico. Estamos complicados, pero siempre creo que lo ideal va a ser resistir, no nos va a quedar mucho margen, y cuando se resiste desde un lugar creativo en el que ninguno cobra un peso, me parece que es una resistencia bastante pura, y desde el convencimiento de que lo estamos diciendo sin ningún tipo de condicionamiento.

Tras el telón

La relación entre quienes integran Ojo al Piojo no siempre es fácil, comenta el murguista, y agrega que en Uruguay se tiene un “dueño” que te indica cuándo cantás y cuándo no, y que está la opción de no participar el año próximo. “Acá nos pasa que no hay nada, ni hay dueño ni hay una organización preestablecida que nos diga cómo hacer las cosas. Eso es una ventaja, porque no tenemos a nadie que nos diga cómo hacer las cosas, pero es un problema, porque no tenemos a nadie que nos diga cómo hacer las cosas”, advierte.

Cada espectáculo le duran a esta murga de dos a  tres años, pero el director comenta con alegría que trabajan en uno nuevo, con un posible estreno antes del tiempo que suele estimarse. “Lo esencial es invisible a los piojos”, el espectáculo que ahora presentan, cumplirá un año en octubre.

Dentro de su repertorio, con el que piensan hacer un “mix” si no llegan a terminar lo que preparan actualmente, se encuentra un cuplé llamado “El libertario” en el que, como cuenta el director, hablan de una realidad que conocen, que intentan transmitir y llegar a más personas con su mensaje, que en uno de sus fragmentos nos nombra:

Si cruzando la frontera tenemos un gran ejemplo, aunque pasen los gobiernos, siempre están en buen momento, tiene playas muy famosas y además un gran evento. No nos referimos a Viña del Mar, claramente decimos el Uruguay, si a los Andes no podemos ni cruzar, despertaron con el pie izquierdo. Ahora son todos zurdos, tuertos, tartamudos, progresistas testarudos.

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Sentí que era momento de irme, de dejarlos conectar como grupo, agradecida porque me permitieron, por unas horas, formar parte. Luego de pensarlo largo rato y a sabiendas de que conocen Tiranos Temblad, les agradecí por su tiempo y les dije: “aprobado por una uruguaya”. 

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