El Parlamento tiene a estudio un proyecto de ley para despenalizar la eutanasia y el suicidio médicamente asistido que presentó en marzo el diputado colorado Ope Pasquet y que ha generado una serie de debates públicos. Uno de ellos fue organizado a mediados de agosto por la Sociedad de Psiquiatría del Uruguay y expusieron dos licenciados en Filosofía: Horacio Bernardo y Miguel Pastorino. Bernardo argumentó a favor del proyecto de ley; resaltó los conceptos de libertad y dignidad, la complementariedad –y no la oposición- de la eutanasia con los cuidados paliativos, y la centralidad que ocupa en este proyecto la voluntad del paciente y el derecho a decidir sobre su vida. Sala de Redacción lo entrevistó luego para profundizar en su argumentación a favor del proyecto.
El texto que presentó Pasquet exime de responsabilidad al médico que actuando de conformidad con las disposiciones de la ley “y a solicitud expresa de una persona mayor de edad, psíquicamente apta, enferma de una patología terminal, irreversible e incurable o afligida por sufrimientos insoportables, le da muerte o la ayuda a darse muerte”. Establece que es necesaria la opinión de otro médico con quien el profesional actuante “no tenga vinculación familiar ni contractual alguna, ni se encuentre subordinado a él de ninguna manera”, para que autorice el procedimiento luego de haber revisado al paciente.
-¿Cómo entendés que se ven representados los conceptos de libertad y dignidad en el proyecto de ley de eutanasia y suicidio médicamente asistido?
– En bioética hay determinados principios, hay un trabajo de (Tom) Beauchamp y (James) Childress que postula cuatro principios de la Bioética y uno de ellos es el de autonomía. En el marco en el que yo planteé, la libertad y la dignidad están vinculadas con el principio bioético de la autonomía, que en el caso de la eutanasia implica dos cosas: la libertad que tiene el paciente de disponer de su propia vida y la dignidad entendida como reconocimiento. Es decir, de nada sirve la libertad de alguien si no es reconocida por los demás, en este caso, la libertad de una persona que no puede valerse por sí misma. Entonces, esa libertad debe estar completada también con la dignidad, en tanto que los otros -los médicos, los familiares- reconocen a ese paciente como un sujeto libre que es capaz de tomar decisiones. Por supuesto, puede haber casos en que el paciente esté psíquicamente imposibilitado de esa libertad, pero la idea filosófica del asunto es que vos no partís de la base de que la persona está inhabilitada, sino que partís de la suposición de que la persona puede ejercer su libertad. Naturalmente, puede suceder que el médico tratante por algún motivo pueda dudar de su libertad y en ese caso derivará al psiquiatra para efectuar las pruebas necesarias para ver si ese paciente puede ejercer acto de elección. En el tema de la eutanasia, y sobre todo para las personas que estamos a favor de este tipo de propuestas, es fundamental considerar la autonomía que tiene una persona incluso en situaciones tan extremas, porque no es que aquí se esté defendiendo el suicidio en cualquier situación, sino en situaciones extremas, donde una persona se está debatiendo en una situación en la que no tiene salida más que esperar la muerte y en general con padecimientos grandes.
– ¿Por qué consideras que esta propuesta contempla tanto al paciente como al cuerpo médico?
– Algo que me parece fundamental en este proyecto es que el centro está en el paciente. La ley habla del médico en un montón de lugares, entonces, uno de los enfoques más comunes en general de las personas que están en contra del proyecto, es decir que se está hablando de darle la potestad al médico de matar al paciente, y ahí me parece que es fundamental observar que aún cuando se habla del médico en la ley, la actuación del médico no es el primer paso. El primer paso es la intencionalidad y la voluntad del paciente, la elección del paciente de querer poner fin a su vida y luego de eso viene la actuación de un médico, quien se considera que es el más apto para asistir a ese sufriente. Entonces, la ley regula la despenalización de la actuación médica pero siempre en el entendido de que esa actuación es un segundo paso. Ahí cambia el enfoque de la cuestión. En ese punto es donde hay que centrar la discusión, en el paciente, porque de eso se está hablando, hasta qué punto se le puede dar garantías a ese paciente de poder ejercer ese acto libre. Cuanto menos trabas tenga el médico y, por supuesto, más garantías haya en el proceso, más se estará contemplando el derecho del sufriente de poder decidir acerca de su propia vida.
– ¿En qué consiste el “doble efecto” que mencionaste en el intercambio convocado por la Sociedad de Psiquiatría del Uruguay?
En general en estos debates se plantea una especie de oposición entre los cuidados paliativos y la eutanasia. Yo he mostrado que no hay una oposición, en realidad sería una falsa oposición en términos de (Carlos) Vaz Ferreira, porque una persona, incluso estando bajo estos cuidados, podría optar por la eutanasia. Hay quienes dicen que muy pocos optarían por la eutanasia pero, aunque esto sucediera, no dejarían de ser complementarios. Hecha esta aclaración, muchas veces los cuidados paliativos llevan a la muerte por el propio procedimiento porque, aunque no con intención de dar muerte, se utilizan drogas analgésicas muy fuertes que van provocándole cada vez más problemas respiratorios o coronarios al paciente hasta el punto que le dan muerte, entonces, ¿cuál es el argumento que se utiliza para justificar moralmente ese dar muerte? Ahí se apela al tema del principio o la doctrina del doble efecto, una forma de evaluar moralmente un acto. En la Suma teológica (que forma parte de la filosofía medieval), Santo Tomás de Aquino se pregunta si matar a una persona es siempre moralmente reprobable. Él dice que existe el homicidio por defensa propia y se pregunta por qué ese caso no es moralmente malo. Allí ocurre que en realidad la intención de quien dio muerte a la otra persona, no fue la de matar, sino la de salvar su vida, y como efecto colateral –es decir, el doble efecto – resultó la muerte de la otra persona. Ese mismo argumento se plantea para el tema de la bioética. Cuando el médico emplea cuidados paliativos, en ocasiones, también puede darle muerte al paciente; en ese caso ¿es moralmente lícito? Ahí se apela al “doble efecto”, no hay una falla moral en la actuación del médico, sino que el objetivo es salvar una vida y como efecto colateral, surge la muerte. Se utiliza ese mismo argumento para decir que la eutanasia no es un dar muerte lícito porque en ese caso, el médico está intencionalmente dando muerte a una persona, no surge como un efecto secundario. Yo a eso contesto lo siguiente: no estamos hablando de que en el caso de la eutanasia viene un médico y le da muerte porque a él se le ocurre. Funciona de modo tal, que primero está la intención del paciente en el ejercicio de su libertad y luego está la decisión del médico. Uno puede justificar –y acá está la complementariedad de las dos cosas- los cuidados paliativos a partir del “doble efecto” y de la intencionalidad del médico, que es buena y que sin quererlo provoca la muerte, pero en ese caso, no se considera la intencionalidad del paciente. Cuando hablamos de eutanasia, estamos frente a un caso complementario de fundamentación moral, porque se fundamenta moralmente no en la intención del médico, sino en la intención de la otra cara del acto que es el propio paciente, entonces, a mi entender, el “doble efecto” puede fundamentar el tema de los cuidados paliativos pero deja afuera la intencionalidad del paciente y son la eutanasia y el suicidio médicamente asistido, dos formas que a mi entender son moralmente lícitas porque se fundan en la intencionalidad del otro, que es el paciente.
– Desde el punto de vista argumentativo, ¿qué consideras que se debería cambiar de este proyecto, o qué elementos les falta pulir?
– Yo creo que el proyecto no es perfecto y hay dos puntos que me parecen interesantes como para pulirlos. Punto número uno: la nacionalidad, una de las objeciones que se pone es que esta ley habilitaría el llamado “turismo suicida”, lo podría fácilmente subsanarse si el proyecto de ley en el artículo uno indicara o exigiera que el paciente deba ser residente uruguayo o de nacionalidad uruguaya. Como segundo punto, considero que ameritaría una precisión el artículo uno, para el caso de personas que alegan un sufrimiento insoportable exclusivamente psicológico, como enfermedad original. En ese caso, yo pediría la participación de un médico psiquiatra, no cualquier médico podría diagnosticar que a partir de ahí se aplica la eutanasia, porque estamos hablando de cuestiones que son puramente psicológicas o psiquiátricas y que ameritan la participación de un especialista. ¿Por qué digo que es psíquica en su origen? Porque, por ejemplo, en el caso de una persona que tiene esclerosis lateral amiotrófica (ELA) y recibe analgésicos, el sufrimiento insoportable sería puramente psicológico, porque el físico está totalmente calmado por los cuidados paliativos, pero no estamos hablando de una enfermedad que en su origen es puramente psicológica.
– ¿Cómo definirías el justo medio y qué significa que el proyecto sea cauteloso?
– Me importa el tema de encontrar un justo medio. Muchas veces los psiquiatras o médicos te dicen que en realidad debería participar un equipo de especialistas para ver si esa persona está en sus facultades para entrar en un proceso de eutanasia. Si vos no ponés ningún requisito de nada, no estás dando las garantías a una persona de participar en un proceso serio, pero si ponés demasiados requisitos, aún con una buena intención, terminás haciendo que la ley sea impracticable, porque se arma una burocracia tan grande que al final la gente termina optando por hacer el procedimiento de modo ilegal o por seguir sufriendo y no poder optar. Por otro lado, el proyecto es cauteloso porque abre la eutanasia a unos casos específicos, no estamos hablando de sea habilitada como una especie de suicidio irrestricto. Es cauteloso en el sentido de apelar a profesionales y exigir testigos que participen en el proceso, y que al menos uno de ellos no tenga intereses directos, va muy en cuidado de que esto no se utilice para que familiares, con la excusa de la eutanasia, puedan deshacerse de otros familiares por cuestiones económicas. Y es cauteloso también con el cuerpo médico, aquí nadie está obligado a nada, ni el médico ni el paciente. Hay muchos aspectos en que la ley va de a poco. Acá estamos hablando de cosas muy concretas y se avanza muy poquito con esta ley, en el sentido de que se permite ese procedimiento pero no en muchos casos.
– ¿Considerás que el fenómeno de la “pendiente resbaladiza” implica un riesgo real frente a la aprobación de esta ley? ¿O es un argumento inválido?
– Muchas veces se objeta este tipo de propuestas y se pone como ejemplo países en donde la eutanasia y el suicidio médicamente asistido ya son legales y se dice que se disparan las cifras; en concreto, se pone el caso de Holanda, en donde hay aproximadamente unos 6.000 casos de eutanasia, de procedimientos que se han realizado. Es cierto, han aumentado los casos en Holanda pero lo cierto es que también en los últimos dos años se ha dado el caso inverso, han bajado algunas cifras. Si vos te fijás en otros países, como en Bélgica por ejemplo, no hay un aumento significativo en los últimos nueve años, según un estudio comparativo de la cantidad de datos realizado por el Parlamento de Chile. La pendiente resbaladiza es un argumento válido cuando hay evidencia que soporta esos efectos negativos que se vaticinan, si no es una falacia que ocurre cuando se vaticinan consecuencias negativas sin un soporte empírico. En países como Luxemburgo o en ciertos estados de Estados Unidos no se han disparado los casos de un modo atroz ni nada por el estilo, no hay un correlato como para vaticinar todos esos excesos. Además, nada quita que la ley una vez que esté hecha se pueda restringir, pero aún sin cambiar nada de esta ley, no hay un peligro de que haya una especie de ley natural de que vos aprobás esta ley y se disparan los casos.
– No aceptar la eutanasia y el suicidio asistido o preferir no hablar de estos temas, ¿tiene que ver con la relación que tenemos con la muerte, que muchas veces es un tema tabú?
– La muerte desde el punto de vista filosófico es un tema fundamental, es algo que viene de los antiguos griegos hasta el presente. Este proyecto de ley es una forma de presentar la eutanasia en concreto, pero la eutanasia como cuestión compartible; parte de la base de pensar que la muerte es parte de la propia vida y, en ese sentido, tomarla como objeto de decisión en casos particulares, es decidir sobre un evento de la vida. Desde el punto de vista filosófico hay una autor muy interesante que da pie al existencialismo y otras corrientes, que es Martin Heidegger. Tiene dos grandes etapas en su pensamiento, en su primera etapa, tiene un libro llamado Ser y Tiempo donde plantea que el hombre cuando se piensa en la vida cotidiana, lo que configura a ese hombre, a ese ser ahí, que Heidegger le llama “Dasein”, es el hecho de poder proyectarse, poder tomar decisiones, ir viviendo en cada una de sus decisiones y actos. Heidegger dice: el ser, cada uno de nosotros, somos arrojados al mundo. El hombre va viviendo y se va nutriendo del mundo, de lo que lo rodea, de la sociedad y vive una vida inauténtica, en el sentido de que todavía las decisiones no las toma en base a su propio proyecto personal, sino en base a la sociedad que lo va moldeando. Pero llega un punto en que el hombre se da cuenta que se va a morir, no porque sepa que se va a morir – porque eso lo sabemos todos – sino cuando toma conciencia real de que se va a morir. La muerte, lejos de ser una cosa negativa u oscura, es fundante y fundamental en ese sentido para que el hombre entre en un estado de angustia. Porque la muerte es el fin de cualquier decisión posible, pero a partir de integrar esa muerte, vivenciar, decir “me voy a morir” desde dentro, cuando uno llega a ese punto se compromete con su propia vida, dado que me voy a morir y que soy finito, eso reestructura mi vida y me obliga o me da pie para construir una vida auténtica. Esta es una sola posición en la que la muerte no es una especie de cosa fantasmagórica que no se sabe qué es, sino que la muerte es parte de la propia vida y es más, en el caso de Heidegger, es fundamental la muerte como parte de la vida. Si uno está a favor de la eutanasia también adscribe a ese “vivir la muerte como una decisión más”, pero una decisión muy importante, porque es la última decisión. Lo que hace filosófico a este asunto también, más allá de lo dramático, es que cuando vos decidís tu muerte, decidís también que vos no decidís más, que no vas a tener más posibilidad de decisión. Entonces surge la pregunta: ¿pero una persona puede decidir eso? Y la respuesta es que si la muerte es parte de la vida y vos podés decidir sobre tu propia vida, entonces vos también podés decidir sobre ese último pedacito, que es el morir. Una de las cosas que me parece interesantísimo plantear desde el vamos, es qué relación tiene esto con respecto de lo católico. Yo no soy anticatólico, ni tampoco el proyecto de ley lo es. Si vos te fijás, hay una cuestión que es la concepción de la vida, que tiene un católico y que tiene un agnóstico. El artículo 2.280 del Catecismo de la Iglesia católica habla del suicidio y dice: “nosotros somos administradores y no propietarios de la vida que Dios nos ha confiado, no disponemos de ella”. Fijate este concepto que tiene el católico acerca de su propia vida, la vida te la da Dios y vos la administrás, por supuesto tenés libre albedrío y todo lo demás, pero vos no podés disponer del fin de tu vida porque vos estás habilitada a administrarla pero no a darla. Por el contrario, un agnóstico parte de la base de que el viviente posee su propia vida y en tal sentido puede decidir cerrar su vida. El ser humano puede decidir todo y puede querer no decidir más, que es morir. Si vos te fijás en estas dos posiciones, es imposible que un católico pueda estar a favor de la eutanasia si verdaderamente quiere seguir la moral católica, pero eso no impide que la ley pueda salir, porque la ley no obliga a nadie, ni a un paciente católico, ni a un médico católico a ingresar en este proceso. Si tus convicciones más profundas – religiosas, filosóficas- lo que consideres, te impiden participar en esto o no tenés ganas, nadie puede obligarte a participar.