El fin de la dictadura cívico-militar en Uruguay y la paulatina recuperación democrática trajeron consigo el retorno de exiliados y exiliadas. El regreso, embebido de desarrollo intelectual y cultural anglo-europeo de mujeres y feministas, acercó al país nuevos planteos que interpelaban la realidad de las mujeres uruguayas.
“La primera feminista que sostuvo que en el Uruguay había violencia doméstica fue Mabel Simois”, identifica la militante feminista Moriana Hernández en el libro El despertar de una nueva conciencia. Memoria de la lucha contra la violencia doméstica en Uruguay, de Carolina Clavero White. Simois, que regresó a Uruguay en 1984 tras un período de exilio en España, le contó a la historiadora Lucía Martínez en el artículo La mujer se rebela, ni le gritan ni le pegan, publicado en la revista Encuentros Uruguayos, que su primer contacto con el tema se produjo durante su estancia en el país europeo.
Tan ilustrada como valiente
Multipremiada por sus aportes a la construcción de políticas públicas para la prevención y el abordaje de la violencia de género, Simois constituye una piedra angular en la lucha por los derechos de la mujer en nuestro país. En 2008 fue elegida por más de 300 periodistas como la Mujer del Año 2007 en el rubro Voluntariado Social –ceremonia que premia a mujeres uruguayas en distintos ámbitos–. En 2009, la Junta Departamental de Montevideo la reconoció como montevideana ilustre, y en 2022 la Intendencia de Montevideo la declaró ciudadana ilustre.
Simois egresó de la Escuela de Psicología Social de Montevideo en 1996 y, posteriormente se especializó en violencia doméstica en Uruguay y España. Además de participar en la fundación de la Casa de la Mujer, formó parte de su directorio hasta 2019. Entre otros trabajos vinculados a la causa, fue coordinadora de la Red Nacional Contra la Violencia Doméstica y Sexual del Uruguay desde 1995 al 2000, y coordinadora nacional del Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de las Mujeres (CLADEM).
En conversación con Sala de Redacción, Simois reflexionó sobre el conocimiento adquirido durante su exilio y su preocupación al regresar a Uruguay, en un momento que coincidió con la transición hacia la democracia. Para ella, aunque se produjo un cambio en el sistema político, las estructuras patriarcales se mantuvieron intactas, lo que relegó a las mujeres a roles tradicionales y limitó su participación en la vida pública. “Las mujeres habían luchado mucho para derribar la dictadura, pero cuando esta terminó, los hombres las mandaron de vuelta a las casas a lavar los platos”, sentenció.
Faro violeta
“Todo esto no se puede perder”, era el pensamiento que invadía a Mabel y a un grupo de vecinas del barrio La Unión, que decidieron organizarse para abarcar y enfrentar el problema. Fue entonces que, a solo tres años de su regreso a Uruguay, y siendo colectivamente conscientes de la urgencia de incidir en esa realidad, María Teresa Mira, Luján Toledo y Mabel Simois fundaron la Casa de la Mujer de La Unión, un espacio de apoyo a la participación de las mujeres que contó con financiamiento de Bélgica para su creación y que continúa activo hasta el día de hoy.
Funcional, protectora y amparadora, la casa surgió para enfrentar las desigualdades persistentes y la violencia doméstica en una sociedad en transición, pero se convirtió en un espacio de fomento al cambio social. Inicialmente centrada en mujeres de bajos recursos, la institución amplió su enfoque y actualmente trabaja con grupos mixtos para mejorar la empleabilidad e inserción laboral de sus participantes, brindar apoyo y asesoramiento a mujeres en casos de violencia doméstica, desarrollar estrategias de concientización sobre la vulnerabilidad social y colaborar en la formulación de políticas públicas con enfoque de género.
En su página web, la organización subraya su compromiso diario con la lucha por la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres. En esta línea, Simois destacó la importancia de involucrar también a los hombres en el proceso de concientización sobre el rol limitado de las mujeres en la sociedad. Desde Casa de la Mujer siempre supieron que no se podía “dejar a los varones fuera” porque era crucial que comprendieran su propio rol en el problema para facilitar cambios reales en las dinámicas de género, aclaró. Esta perspectiva busca asegurar que los hombres no solo sean conscientes de su implicación en el statu quo, sino también que participen activamente en la transformación.