Es martes y, como cada semana desde hace dos años, el grupo de jóvenes de la parroquia Nuestra Señora del Sagrado Corazón de Punta Carretas se reúne a las 8 de la noche. Se preparan termos, se calienta el agua y se organizan los vasos. Mientras tanto, trazan el recorrido: mencionan nombres, esquinas, lugares donde saben que alguien está pasando la noche. Con el tiempo, se ha construido una relación cercana con muchas de las personas que viven en situación de calle en Montevideo.
La caminata comienza. El frío se hace sentir con fuerza. Aunque es otoño, la temperatura es baja y el viento que llega desde la rambla atraviesa la ropa. En el Club de Golf, entre los arbustos, se asoma un rostro. Es Rosa.
Tiene 45 años y lleva más de 20 viviendo en la calle. Ese día estuvo trabajando como cuidacoches. “Hoy tengo compañía”, dice, y señala a dos jóvenes a su lado: “Ellos son Juan y Martín, hoy me ayudaron con el trabajo”. El grupo los saluda con un beso en la mejilla y se sientan con ellos. La charla comienza con naturalidad. “En un rato nos tenemos que ir”, comenta Rosa, “a los del club no les gusta que durmamos acá. Nosotros no hacemos lío, siempre nos portamos bien. No entiendo por qué nos echan”.
Mientras conversan, dos jóvenes del grupo preparan los vasos con café humeante.“Qué rico. Necesitaba algo caliente. Siempre los veía caminar por el barrio, pero nunca me acerqué. No tenía mucha confianza”, dice Juan. Por eso, el grupo intenta siempre acercarse con respeto, “reconociéndolos como iguales”.
Más adelante, en la calle José Vázquez Ledesma, encuentran a Carlos. Tiene 56 años y actualmente vive frente al parque Villa Biarritz. “Estoy mejor acá en la calle que en el refugio”, comenta. Había sido aceptado en uno, pero decidió irse. “No soy un tipo conflictivo, pero soy un hombre grande. No puedo aguantar las boludeces de los gurises. No respetaban las tareas de limpieza y yo terminaba haciendo todo. Ya el último tiempo me agotó que buscaran pelea sin razón. Antes de terminar mal, preferí irme”.
Andrés Ciribao, seminarista del grupo, le sugiere convertirse en vendedor con la asistencia de la parroquia. Carlos agradece, pero dice que prefiere seguir así. “El portero de la esquina me da agua caliente dos veces al día para el mate. Con algo para comer y la radio para escuchar los partidos, me arreglo”, agrega.
Refugios y políticas públicas
Carlos no es el único que optó por abandonar los recintos del Ministerio de Desarrollo Social (Mides). Según datos del organismo, el 70% de las personas en situación de calle durmieron alguna vez en refugios. Sin embargo, muchas deciden no volver. ¿Por qué?
“Las experiencias de violencia institucional son los principales motivos por los cuales las personas en situación de intemperie no quieren ir a los refugios”, explicó Florencia Ciapessoni, docente e investigadora especializada en políticas sociales sobre situación de calle, en diálogo con Sala de Redacción. A esto se suman problemas sanitarios —como enfermedades o plagas de chinches— y el robo de pertenencias, elementos que deterioran la confianza y el sentido de seguridad en estos espacios.
Pero también hay señales alentadoras: “La gestión actual está haciendo un relevamiento de estas condiciones con el fin de mejorarlos. Se están preparando para una gran demanda, abriendo muchos cupos y centros diurnos para que las personas no esperen desde las 6 de la tarde en la calle”, agregó. Florencia destacó además un cambio en la logística: “Esta gestión está contemplando el traslado a otros refugios cuando los lugares se acaban”, lo que evita que las personas queden fuera por falta de cupo en una sola zona.
Con una visión más amplia, señaló que “desde hace 10 años se produce un aumento del número de personas en calle y en refugios, siendo de un 24% comparado al censo anterior”. En 2020 se registraron 2.082 personas en situación de calle, en 2021 la cifra ascendió a 2.215 y en 2023 alcanzó las 2.758 personas, según los últimos datos oficiales disponibles de forma pública.
El invierno se acerca, y con él, nuevas urgencias. Para Ciapessoni, el desafío de fondo está en pensar políticas integrales de prevención, donde no solo actúe el Mides, sino también los ministerios de Salud Pública, Vivienda y los gobiernos municipales. “Deben implementarse políticas de salida sostenida del sistema de refugios hacia alternativas habitacionales más estables, que contemplen las necesidades reales de las personas”, concluyó.
Historias de aliento
La caminata sigue. Frente a la Facultad de Ingeniería, Sofía está sentada en un banco. Juega con su perro, distraída. Se le ilumina la cara cuando ve al grupo, se acomoda el pelo y se pone de pie. Saluda con un beso y, sin que nadie le pregunte nada, empieza a hablar como si lo necesitara.
Cuenta que no consiguió el trabajo que había mencionado la semana anterior. Que en el centro de talleres al que asistía se reencontró con un exnovio, con quien terminó mal, y por eso prefirió dejar de ir. “Mi psicólogo me dijo que no me aflija”, agrega. “Me recomendó otro centro. Yo quiero conseguir trabajo para recuperar a mis hijas”.
Sofía tiene 25 años y creció viendo violencia “por todos lados”, incluyendo agresiones “físicas, verbales y psicológicas”. “La única que me sacaba de eso era mi abuela. La extraño mucho. Murió hace 7 años”, compartió.
La conversación se extiende por unos 40 minutos. Nadie apura la despedida. Para el grupo, lo más importante no es la cantidad de personas que visitan en la noche, sino el tiempo compartido con cada una. Si en toda la jornada solo se logra conversar con una persona, pero esa persona se sintió escuchada, ya se cumplió el objetivo, aclaran.
Ante la sucesivas muertes de personas en situación de calle, el Mides declaró la situación de emergencia y activó una alerta roja por las bajas temperaturas y frío extremo, reforzando la respuesta del Plan Invierno. “Son muertes evitables”, lamentó la directora del Programa Calle del Mides, Virginia Pardo, en rueda de prensa.
En lo que va de invierno, fallecieron siete personas en situación de calle en Montevideo, Rivera, Salto, Artigas y Treinta y Tres. El Sistema Nacional de Emergencias (SINAE) realiza un informe diario para evaluar la situación. El 30 de junio, séptima noche del operativo, se asistió a 2.772 personas en todo el país.