“Me quisieron enterrar vivo pero hoy estoy aquí”, dijo Luiz Inácio Lula da Silva en su primer discurso como presidente electo de Brasil. Con una diferencia de dos millones de votos venció al actual mandatario del país, Jair Bolsonaro.

En su discurso, Lula dijo que su gobierno invertirá en la economía verde y digital, y que luchará por la deforestación cero en el Amazonas. Además, declaró que su compromiso más urgente es “acabar con el hambre otra vez” y habló de la necesidad de reconstruir el país “en todas sus dimensiones”. Lula ganó en 13 estados mientras que Jair Bolsonaro ganó en 14, aunque el Partido de los Trabajadores (PT) ganó en el extranjero. Mientras que Lula ganó en los estados más pobres del nordeste, Bolsonaro ganó en los más ricos del sudeste. El politólogo Antonio Cardarello dijo a Sala de Redacción que la reelección de Lula significa que sigue siendo el político más popular del país y el PT es “la alternativa más importante del sistema político”.

A pesar de la victoria de Lula en el balotaje, el Congreso Nacional es de mayoría conservadora. El Partido Liberal (PL), cuyo líder es Bolsonaro, tiene la mayoría en la Cámara de Diputados y en el Senado. De 81 senadores, 14 son del PL, ocho más que en las elecciones anteriores.

Para Cardarello, el principal desafío al que se enfrentará Lula será “conseguir apoyo suficiente en el gobierno para impulsar políticas”, ya que además “el partido de Bolsonaro y la derecha se vio fortalecida en las primeras elecciones”. También afirmó que el PT quedó muy atado a la figura de Lula y que las próximas elecciones van a depender de cómo salga parado de su mandato y de la aparición de nuevas figuras, como lo fue Rousseff en su momento.

El partido de izquierda, que centró su campaña en la lucha entre democracia y autoritarismo, tuvo que formar alianzas con partidos de centroderecha y con adversarios anteriores. Geraldo Alckmin, quien será vicepresidente, fue su competidor en las elecciones de 2006 y apoyó la destitución de Rousseff. Otro factor que juega en contra del próximo gobierno es la reducción del crecimiento económico y la alta inflación a la que se enfrenta el país. A su vez, el crecimiento de los sectores conservadores que se proyectó en las elecciones. Las iglesias evangélicas representan un tercio del electorado brasileño, según una encuesta del Instituto Datafolha, y se espera que supere a la Iglesia Católica como fe mayoritaria en la próxima década. Los pastores evangélicos han promovido una agenda conservadora y han mostrado su apoyo a Bolsonaro. Esto generó que Lula cambiase su discurso; en campaña rechazó la despenalización del aborto y apoyó a la familia tradicional. 

Partido en dos

Lula da Silva fue presidente de Brasil en dos períodos: de 2003 a 2006 y de 2006 a 2010. Sindicalista y líder del Partido de los Trabajadores (PT), apostó a aumentar el salario mínimo, bajar el índice de desempleo y a aumentar la ayuda a la población con menos recursos. Culminó su segunda presidencia con un índice de aprobación del 80%. Eligió a Dilma Rousseff como su sucesora para las elecciones de 2010, quien fue destituida del cargo como consecuencia de las acusaciones de corrupción en Petrobras y su participación en Lava Jato: la mayor investigación de corrupción en la historia de Brasil que vincula un esquema de lavado de dinero con la empresa Petrobras. Las acusaciones también llegaron a Lula: fue encarcelado y el PT debió abandonar el poder. Michel Temer, en ese momento vicepresidente, asumió la presidencia en agosto de 2016. Luego de estar preso por 19 meses, se demostró la inocencia de Lula y la parcialidad del juez que actuó en el caso, Sergio Moro. 

Su contrincante, Jair Bolsonaro, es presidente de Brasil desde 2019. Ha defendido la dictadura militar de 1964 y se ha demostrado a favor de la pena de muerte y el uso de la tortura en varias ocasiones. También apoya la liberalización de la economía. En su gobierno emitió un decreto para facilitar la posesión de armas y ayudó a redactar un proyecto de ley para regular la educación en los hogares. Su popularidad se vio afectada por su postura durante la pandemia: por estar en contra del aislamiento y de las vacunas. El Instituto Nacional de Investigación y Promoción de los Derechos Humanos brasilero (INPPDH) calificó la gestión de Bolsonaro en pandemia como genocidio. Sin embargo, el exministro de Salud de su presidencia, Eduardo Pazuello, quien fue ampliamente criticado por sus acciones en la pandemia, se convirtió en estas elecciones en el diputado más votado de Río de Janeiro.

Fue una campaña electoral marcada por la división: hubo tres casos de violencia por día y seis muertos, según informa Agência Pública. La mayoría de los ataques fueron provocados por partidarios de Bolsonaro y las víctimas fueron votantes de otros partidos, políticos, periodistas e investigadores. Benedito Cardoso dos Santos, simpatizante del PT, fue asesinado con más de 70 puñaladas. El asesino, votante de Bolsonaro, dijo que lo mató por un desacuerdo político, aunque finalmente la Policía desestimó que fuese un crimen político. El día anterior al balotaje la diputada bolsonarista Carla Zambelli persiguió a votantes de Lula con un arma en las calles de un barrio de San Pablo. Días antes, el ex diputado y aliado de Bolsonaro, Roberto Jefferson, fue arrestado luego de atrincherarse en su casa y herir a policías con un rifle y una granada. Jefferson estaba cumpliendo una pena de arresto domiciliario luego de amenazar a jueces del Tribunal Supremo. 

Foto: Sergio Lima / AFP

Durante la jornada electoral la Policía Federal de Tráfico de Brasil (PRF) realizó aproximadamente 560 intervenciones de fiscalización de vehículos en las zonas donde el PT tenía más apoyo con la intención de dificultar el voto a Lula. El presidente del Tribunal Superior Electoral (TSE) Alexandre de Moraes había prohibido que la PRF llevara a cabo operaciones que pudieran entorpecer la votación. De Moraes pidió explicaciones al director de la PRF, Silvinei Vasques, partidario de Bolsonaro. 

Al conocerse los resultados, camioneros que apoyaban a Bolsonaro bloquearon rutas de todos los estados del país. El lunes se cortaron más de 320 rutas, incluida la Vía Dutra, la autopista que une San Pablo y Río de Janeiro. Se quemaron neumáticos e incluso en algunos casos se hicieron asados, dificultando el tránsito en muchas partes del país. De Moraes ordenó el desalojo de todas las carreteras bloqueadas, imponiendo una multa de 100.000 reales por hora a quien no cumpla la orden. 

En la primera ronda de votaciones se atacaron urnas electrónicas. El voto electrónico había sido cuestionado previamente por el propio Bolsonaro, quien advirtió sobre posibles fallas que podrían tener, a pesar de ser un sistema verificado por organismos internacionales. Se han difundido en redes sociales diversos mensajes que llaman a la Toma del Tribunal y del Congreso brasileño en apoyo a Bolsonaro. Este contexto ha sido comparado con la toma del Capitolio por adeptos de Donald Trump el año pasado.

La Justicia brasileña tuvo que prohibir el porte de armas desde el día antes de la votación hasta el día posterior con el fin de “proteger el ejercicio del voto de toda y cualquier amenaza”, según dice la resolución. 

Lula se manifestó en contra de la violencia que ha acompañado el proceso electoral: “a nadie le interesa vivir en un estado permanente de guerra. Este pueblo está cansado de ver al otro como enemigo. Es hora de bajar a las armas”. 

Recuperar la alegría

El martes, Bolsonaro dio un discurso en el Palacio de la Alvorada en Brasilia para pedir a los manifestantes el desbloqueo de las carreteras. El mandatario se motró a favor de las protestas pacíficas, como las que se realizaron en plazas, ya que considera que los métodos de sus seguidores “no pueden ser los de la izquierda”. Sin dirigirse a Lula, afirmó que siempre jugó, y jugará, dentro de “las líneas de la Constitución”. El ultraderechista aseguró que las protestas son el resultado de las “injusticias” que ocurrieron durante el proceso electoral.

Sus allegados sí reconocieron la victoria de Lula, incluido Sergio Moro, quien fue juez en la causa Lava Jato y condenó a Lula a nueve años de prisión por corrupción y lavado de dinero. Moro fue electo senador del Estado de Paraná en la primera vuelta y se declara independiente, aunque fue ministro de Justicia en el gobierno de Bolsonaro. El actual vicepresidente Hamilton Mourão se comunicó con el vicepresidente electo para informar su intención de ayudar con la transición de un gobierno a otro. También se manifestó Arthur Lira, presidente de la Cámara de Diputados y aliado de Bolsonaro, para felicitar a Lula por su victoria. Otros políticos cercanos a Bolsonaro también saludaron al nuevo presidente electo.

Gobernantes de distintas partes del mundo saludaron a Lula, entre ellos el estadounidense Joe Biden, el chileno Gabriel Boric, los argentinos Alberto Fernández y Cristina Fernández, el colombiano Gustavo Petro, el venezolano Nicolás Maduro, el boliviano Luis Arce, el cubano Miguel Díaz-Canel y el francés Emmanuel Macron. El presidente uruguayo Luis Lacalle Pou, por su parte, afirmó en su cuenta de Twitter que espera continuar y mejorar las relaciones con el país vecino, mientras que el ex presidente José Mujica y el intendente de Canelones, Yamandú Orsi, acudieron a Brasil para acompañar a Lula en el balotaje. “Espero que Lula ayude a recuperar esa alegría de vivir, propia de los brasileños. No es poca cosa”, dijo Mujica a TV Ciudad.

Las redes sociales también explotaron de mensajes a favor del izquierdista. Varios actores del elenco de los “Vengadores” llamaron a votar por Lula en el balotaje. Samuel L. Jackson, Robert Downey Jr., Mark Ruffalo y Chris Hemsworth utilizaron el hashtag #NemTodoHeróiUsaCapa (no todos los héroes usan capa) que se volvió tendencia en unas horas. Otros famosos como Mark Hamill, Leonardo di Caprio y Xuxa manifestaron alegría por la victoria de Lula, mientras que por otro lado Neymar, quien se ha declarado pro Bolsonaro, subió imágenes con la bandera de Brasil con la captura “que se haga tu voluntad Dios”. 

Además, de acuerdo a un informe Taquion, el 55% de las menciones a Lula en redes sociales eran positivas, mientras que el 33% de las menciones a Bolsonaro eran a su favor. Más de siete millones de personas hablaron de las elecciones en Brasil. 

Lula asumirá la presidencia de Brasil el 1º de enero de 2023.

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