Por el llamado efecto contagio o simplemente por miedo a hablar del tema, los medios de comunicación no suelen dedicar mucho minutos a hablar del suicidio. Según el sociólogo Pablo Hein, quien forma parte del grupo de Comprensión y Prevención de la Conducta Suicida en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República, en la actualidad se trata de diferenciar los diferentes tipos de suicidio, principalmente por tramos etarios o por género. Entre todos los cambios que se registraron en la sociedad desde la década del 70′, Hein señaló que el que más impacta en el aumento de los suicidios es la pérdida de centralidad de ciertas instituciones como el Estado o la familia.

“Al perder esa centralidad se pierde estabilidad y la ubicación que cada uno tiene en la sociedad. Allí entra en juego un proceso de individualización de la sociedad por el que no se cree tanto en lo colectivo, ya que los éxitos y los fracasos son individuales”, explicó el sociólogo. Por su parte, detalló que la precariedad, una vulnerabilidad que “refiere a la dificultad de ubicarse en un relato frente a otras personas”, algunas personas no logran “sentirse un ‘yo'”. Consultado sobre si existe un patrón en común entre los suicidios, Hein respondió que lo son “la pérdida o disminución de la vinculación social, ya sea por problemas en el trabajo, en la familia, en los lazos de amistad o, simplemente, una pérdida de humanidad”. “Ese es el patrón común, la desvinculación humana. No se vuelven locos, como muchas veces se suele pensar”, dijo. 

Impacto de la pandemia
Según datos difundidos por el Ministerio de Salud Pública (MSP), durante 2020 se registraron 718 suicidios en Uruguay, lo que representa una leve baja respecto al 2019, que había terminado con 723 autoeliminaciones. Si bien una hipótesis era que el aislamiento, los problemas económicos y hasta el miedo a contraer covid-19 iban a generar un aumento en el número de suicidios, para Hein ello todavía no está descartado, y valora que la pandemia impactará en un aumento de suicidios en los próximos años. Su argumento es que, en parte, la pandemia rompió con la individualización de la sociedad, ya que todos los individuos tiran para el mismo lado en búsqueda de salir de ella, lo que hace pensar más en lo colectivo que en lo personal, algo que los sociólogos asocian con el concepto de “estado de guerra”.

El problema en Uruguay 

Uruguay es el país de Latinoamérica con el índice de suicidio más alto, con 20,3 autoeliminaciones por cada 100.000 habitantes, muy por delante de las 14,29 de Argentina, las 10,2 de Chile, y las 6 de Brasil. Un dato llamativo es que 80,9% de quienes se quitan la vida en Uruguay son varones, si bien las mujeres tienen seis veces más intentos de suicidio.

Para Hein, en el número desproporcionado de autoeliminaciones en los varones incide la masculinidad creada e impuesta culturalmente. Los hombres, por lo general, tienen la intención de ser dominantes y, ante una pérdida o alguna situación que los ponga en un lugar de fragilidad, suelen ser más impulsivos y, por ende, son quienes más se quitan la vida.

Fuente: Ministerio de Salud Pública

La doctora en psiquiatría Möller-Leimkühler dijo a la BBC que en algunos países el varón aún se siente responsable de llevar el pan a la casa, lo que en parte explica que en época de crisis económicas el número de suicidios de hombres supere al de mujeres. Pero ello no sucede solamente durante crisis económicas, y para Möller ello se explica porque por norma social los hombres tienen que ser fuertes, dominantes, seguros, competitivos y poderosos. Eso hace que cuando tienen un problema no quieran hacerlo notar para no parecer débiles, y así es como acumulan dolor de manera interna hasta que no aguantan más y estallan. 

En lo que refiere a franjas etarias, según los últimos datos del MSP la tasa de suicidios es más alta en las personas mayores, principalmente en quienes tienen de 65 años en adelante. Según un artículo académico de Hein y Jimena Pandolfi, titulado “No escribo más… se me nubló la vida”. Análisis de notas suicidas en la vejez, en muchos casos no se le da la atención necesaria a las personas mayores en Uruguay. A ello se suma que luego de jubilarse comienzan a sentirse menos útiles y muchas veces se sienten un peso para quienes los rodean. Por su parte, también inciden los problemas de salud física que enfrentan y son más comunes en ese rango etario 

En Uruguay el 80,9% de las personas que se suicidan son hombres

Pablo Hein

Otro aspecto que preocupa en el caso uruguayo es que en los últimos años aumentaron los suicidios entre los jóvenes, con una tasa de 24,54 cada 100.000 habitantes de entre 15 y 29 años. De todas formas, el número de suicidios en ese rango etario es una tendencia general, dado que en el mundo es la tercera causa de muerte entre jóvenes de 15 y 29 años.

Fuente: Ministerio de Salud Pública

No es de ahora

El suicidio no es un problema de ahora y es difícil poder erradicarlo o que disminuya significativamente en el corto plazo. Según los números del Instituto Nacional de Estadística, en el año 1900 la tasa de suicidio por cada 100.000 habitantes ya era de 16, en 1934 alcanzó los 18 y, tras subidas y bajadas, actualmente se sitúa en 20,3. El primer paso para comenzar a cambiar estos números alarmantes es hablar. Si bien es un tema difícil de tratar, mantener el asunto como un tabú no es la solución.

Más de 800.000 personas se suicidan por año en el mundo, además es la tercera causa de muerte en jóvenes de 15 a 29 años” 

Organización Mundial de la Salud

Al respecto, Hein comentó que “hay que sacarle el tabú religioso, político y científico e instalar el tema, sobre todo para comprenderlo y racionalizarlo. Debemos intentar entender al suicida, porque hoy en día lo asociamos con un loco. De alguna manera, los suicidios que se van a dar de aquí a los próximos tres años ya están perdidos. Es decir, si comenzamos a perder el tabú sobre el suicidio y buscamos comprender a quienes lo hacen, podemos lograr una disminución en los suicidios, pero a largo plazo”.

¿Cómo deben actuar los medios para quitar el tabú?

Si bien el suicidio es un tema del que hay que hablar y poner sobre la mesa, hay que saber cómo hacerlo. Al quitar el tabú se busca concientizar a las personas, hacerles notar que siempre existe otro camino, que hay oportunidad de rehacerse y soportar el dolor o el vacío que lleva a pensar en quitarse la vida. Por tanto, la solución no es hablar de los casos particulares de suicidios en los medios de comunicación, ni mucho menos dar detalles de la persona, de los posibles motivos o de la forma en que lo hizo. Al hacerlo se puede contribuir con el efecto contagio: si alguien que atraviesa una crisis emocional accede a detalles de la historia de alguien que se autoeliminó, las posibilidades de que se suicide pueden aumentar. 

Desde hace tiempo, la organización Resistiré, que busca la prevención y concientización del suicidio y el apoyo a familiares de suicidas, se manifestó en contra de los noticieros que difundieron con bastante detalle casos particulares de suicidios adolescentes. En mayo del año pasado, Yaraví Roig, integrante de la organización, dijo a Radio Universal que la solución no es mediatizar los suicidios luego de consumados, sino ayudar a que se genere una política de prevención, y explicar cómo detectar y actuar en caso de notar una tendencia suicida en alguien cercano o en uno mismo.

¿Cómo ayudar a alguien? 

En algunos casos, las personas cercanas al suicida no pueden creer su autoeliminación, porque lo veían con una actitud “normal”. Sin embargo, una de las principales causas que llevan al suicidio es que la persona debe exteriorizar lo que vive y no lo hace, por lo que muchas veces estos casos no son detectados a tiempo. En gran parte, ello ocurre por el estigma que rodea al suicidio: como no es un tema que esté sobre la mesa, las personas que piensan en hacerlo no quieren contarlo para no ser tratados como locos. 

Por tanto, el primer paso para poder ayudar a una persona que atraviesa por un momento emocional delicado es ser capaces de detectarlo. La Organización Mundial de la Salud y Organización Panamericana de la Salud coinciden en varias actitudes que catalogan como “conductas suicidas” y pueden llegar a ser indicios de una potencial autoeliminación. Entre esas conductas se encuentra el aislamiento, que se da cuando una persona empieza a romper los lazos de socialización y prefiere estar solo y encerrado. En estos casos, los individuos no tienen motivación ni para levantarse de su cama y viven una ausencia de objetivos de corto o largo plazo. 

Cuando la persona dice que tiene pensado suicidarse o que no quiere vivir más “ya tenemos la pelota adentro del área, y es mucho más difícil rechazarla ahí que en la mitad de la cancha”.

Pablo Hein

En general, quien se suicida tuvo intentos fallidos antes de consumar la autoeliminación, por lo que tener esa información ayuda a notar si alguien puede volver a intentarlo. En suma, es útil saber si esa persona atraviesa problemas económicos, sufre por la pérdida de un ser querido o de la ruptura de una relación amorosa. Que el entorno sea capaz de notar el problema antes de que la persona llegue a manifestarlo es fundamental.

En palabras de Hein, en caso de detectar que “tenemos la pelota dentro del área” -es decir, que una persona tiene la intención de suicidarse- la recomendación de las organizaciones que trabajan en el tema es acudir a un profesional, además de que amigos y familiares acompañen al individuo por el mayor tiempo posible. En particular, se recomienda no discutir y, por sobre todo, hacerle notar al individuo que nadie quiere que se autoelimine. 

No lo hagas
Quienes no sientan motivación para continuar adelante con su vida pueden buscar ayuda en su entorno más cercano y también con profesionales. En particular, existe la línea Vida (0800 0767), donde un grupo de profesionales está las 24 horas del día dispuestos a escuchar y ayudar. 
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